domingo, 17 de mayo de 2020

CÓMO ACABAR CON EL CAPITALISMO EN SEIS DÍAS III




Espero que vosotros, los lectores –todos proletarios, imagino- me disculparéis por este largo preámbulo. Seguro que lo que deseáis más que nada, como yo, es acabar con el capitalismo en seis días, como os he prometido, pero esto no es nada fácil, si fuera en un milenio o en un millón de años, eso estaría chupado, no hay mal que cien años dure. Además las notas de Buenavista son bastante confusas y enrevesadas. Puede que a él todo le parezca obvio, porque es economista, pero un servidor de ustedes, de los proletarios, porque de los capitalistas no quiero saber nada, no tiene las cosas tan claras como debería. Por ejemplo, Buenavista habla de que una vez inventado el dinero o las monedas acuñadas, el nacimiento de la banca, el bastión del capitalismo, estaba cantado. Pues no sé quién le cantará a él porque yo desafino cada vez que intento cantar. Me pregunto, y puede que sea un ignorante, si una vez que se inventó el dinero y la acuñación no hubiera sido más fácil que los reyes, monarcas, emperadores y señores feudales se hubieran hecho con las fábricas o herrerías de acuñar moneda y con todo el dinero acuñado en su poder podrían hacer lo que les viniera en gana, real o “emperadoresca” gana.

Claro que pensándolo bien, si todos los monarcas, emperadores, señores feudales, “taifistas” o reinos taifas, hubieran hecho lo mismo, pues a saber cómo obtendría dinero un monarca arruinado o en bancarrota por sus muchos excesos o por querer contratar más mercenarios de lo que le permitía su peculio. Claro que esto es un lío, muy confuso, porque si tenía la fábrica de dinero podría hacer tanto como fuera necesario, incluso más. Solo se me ocurre una solución posible. Que si hay tanto dinero como se quiere se produce una inflación y el dinero no vale nada. Pero ya hemos empleado una palabra capitalista maldita y antes de tiempo. Además todo el mundo se vio obligado a aceptar una serie de pactos o cláusulas imprescindibles para que funcione la economía, al menos la economía capitalista. Veamos: todas las monedas son aceptables e intercambiables, mientras sean los monarcas o aristócratas de toda laya los que las acuñen, si lo hacen los proletarios o villanos o gente de mal vivir, entonces son delincuentes. Toda moneda debe tener un patrón, es decir, algo valioso que les diga a todos que no se trata de un simple papel –perdón, moneda acuñada- sino que detrás de ello hay cosas realmente valiosas. Así tenemos el patrón oro…

Bueno, ya me estoy liando otra vez, porque se supone que eso ocurre con el papel-papel, no con las monedas acuñadas. Estas llevaban en sí mismas, en su vientre, su propio valor. Es decir, si eran de hierro, más abundante, tenían menos valor que si eran de plata, de oro, de diamante, de platino o de hidrógeno, más oxígeno, menos azufre, multiplicado por… Esto es asqueroso, necesito a Buenavista, para que me lo explique, pero yo no le puedo explicar cómo me he hecho con sus notas. Si las monedas valían de acuerdo al material de que estaban hechas, pues…Pues que había que conseguir esos materiales para acuñar monedas y solo los reinos grandes, poderosos, con muchas monedas acuñadas podían contratar ejércitos mercenarios para apoderarse de las minas de lo que fuera. Sí, eso está bien, mejor que el papel que lo puede hacer cualquiera recortando con tijeras, y así se produce la inflación y… otra vez con la maldita inflación capitalista. Y hasta aquí hemos llegado hoy. Por supuesto que no he podido explicar cómo surgió la banca, pero ustedes se lo imaginan, que son proletarios muy vivos. Tampoco he podido explicar por qué las monedas eran de un material u otro y estaban acuñadas o tenían un cuño que era del César –o sea, moi- o del rey, el emperador o el jefe de la tribu o el reyezuelo taifa o lo que fuera. Lo importante, y quédense con la copla, de que todo esto nace de un pacto, porque si no se hubiera llegado a tal pacto, los tenderos hubieran tirado las monedas acuñadas a la cabeza del que pretendía cambiarlas por un kilo de peras o de manzanas, pongamos por caso. Claro que cuando a él le aceptaron las monedas acuñadas descubrió que era mucho más cómodo ir por la vida con monedas acuñadas en la bolsa que ir pujando toda la dichosa vida por esto o aquello, todo muy pesado. Era un pacto bastante pragmático e inteligente, hasta yo estoy de acuerdo y eso que me gusta llevar a cuestas todo lo que como, más que nada porque el ejercicio me viene muy bien, antes de comer cargo con cajas y cajas, de esto o de aquello y cuando me lo como todo, pues que no importa que engorde un poco porque ya había bajado de peso. Así estoy yo de gordo, que más me valdría comerme las monedas acuñadas. Con una moneda acuñada y un bizcocho les espero mañana a las ocho… Jajá. Inocentes, inocentes, que yo no me levanto hasta las diez, como muy temprano, que estoy jubilado y mi gato Zapi tiene severas instrucciones de no hacerlo antes de esa hora bajo pena máxima.


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