Antes de comenzar con el manifiesto propiamente dicho, me
permito el lujo de esquematizar algunas notas que el Sr. Buenavista ha
utilizado para la confección de susodicho manifiesto. ¿Cómo me he hecho con
ellas o cómo han llegado a mis manos? Prefiero no hablar de ello, no sea que
mis personajes contraten al Sr. Aladro, abogadro, se querellen contra mí y me
vea envuelto en un pleito de mil años y un día. Debo decir que a mí me vienen
muy bien estas anotaciones de historia económica porque yo de economía como de
inglés y otras materias. Ni papa, oiga.
¿Cuándo, dónde, cómo y por qué comenzó el llamado capitalismo?/Según
las notas que esquematizo, se podría decir que el capitalismo se inició con la
economía del trueque. Puede llamar la atención, pero es así. Como en todas
partes siempre hay listillos que se aprovechan de las circunstancias, fueren
las que fueren, incluso aunque la ocasión la pinten calva, para aprovecharse de
los más débiles y depredar en río revuelto. Bien pudo haber ocurrido
–necesitaría un buen historiador- que el listillo de turno solo aceptara el
trueque de determinados productos, haciéndose con un almacén impresionante de
los mismos, con lo que bien pudo subir los precios, es decir, en lugar de una
pera por una manzana, pongamos por caso, un cajón de peras y otro de manzanas
por el producto escasísimo, inexistente, que el listillo tiene almacenado en su
búnker, rodeado de ciénagas infestadas de caimanes y protegido por un ejército
de mercenarios. O pasas por mis condiciones o te quedas sin mi producto básico.
Los listillos son así, lo quieren todo, aunque les sobre.
Se podría decir que el capitalismo, el capitalismo
salvaje, se inició en la etapa económica
del trueque. Antes existía la tribu que cazaba o cultivaba –las tribus
sedentarias- y se repartían los productos de la caza o del agro en paz y buena
“compaña”. Claro que el jefe recibía más y mejor y los pelotas del jefe una
pizca más que el resto. Pero eso no se puede considerar capitalismo, solo
egoísmo, depredación del más fuerte que se come al débil. El capitalismo es
sistemático, organizado, requiere una mente privilegiada que ponga orden en el
caos y tan creativa que experimente hasta dar con el “quid” de la cuestión. No
como aquel que asó la manteca, estos nunca llegan a capitalistas.
El “quid” de la cuestión en el capitalismo fue la invención
del dinero. No puedo acusar al profesor John Cabezaprivilegiada de haberlo
inventado porque él no estaba allí, a pesar de que el pobre es más viejo que
Matusalén, pero seguro que se trató de alguno de sus ancestros. Se dijo, el
ancestro, ¿y si invento algo que nos libre de cargar a la espalda cajas de
peras y manzanas? Pensó, meditó, experimentó y de pronto un día se le cayó una
manzana de un árbol en la cabeza y gritó “eureka”, ya lo tengo. No creo, ni por
pienso, que primero se inventara el dinero en papel, más bien supongo que el
dinero comenzó con la acuñación de moneda. Tenemos metales, tenemos fragua,
tenemos todo lo necesario, pues comencemos acuñando hierro, bronce, luego
pasaremos a la plata, al oro, etc. Ahora solo queda convencer a la mayoría de
que es mejor llevar una bolsa de monedas de hierro, por mucho que pesen, que un
huerto a cuestas al mercado. Esta será la palanca de Arquímides que acabará
moviendo el mundo. Pero antes alguien tuvo que convencer a la mayoría. ¿Fue el
primer político de la historia? No sé, no sé, no lo tengo claro. Tuvieron que
pasar muchos años, centenares, siglos, miles, milenios, para que la mayoría
pensara que es mejor una mala economía que una buena guerra. De hecho aún
seguimos teniendo guerras. Puede que alguien piense que debido al capitalismo.
No sé, no sé, me da en la nariz que aquí hay más gato que un capitalista
encerrado. ¡Pobres gatos! Siempre huyendo de todo el mundo, chivos expiatorios
perfectos de la sociedad capitalista. Dejemos esto así. Aún me quedan muchas
notas y eso que procuro sintetizar y esquematizar. Hasta el próximo capítulo y
no olviden de mineralizarse y vitaminarse. ¡Uy qué digo! Que esto es del conejo
de la suerte. Pues solo me faltaba que apareciera por aquí Bugs Bunny el conejo
de la suerte.
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