Mi amnesia iba mejorando, pero no
tanto como para saber si había visto algún cadáver a lo largo de mi corta vida
y de ser así. el efecto que me produjo, pero me daba en la nariz que no lo iba
a pasar bien. Me acerqué con recelo. Lo que vi a continuación no se me olvidará
mientras viva, salvo que tenga otra amnesia aún peor que ésta. Aquel cuerpo
parecía haber sido asesinado en una película sádica –suponiendo que recuerde
alguna, que creo que sí- su pecho
desnudo estaba cosido a puñaladas o cuchillazos o lo que fuera, creo que habían
limpiado algo la sangre porque para tanto agujero no había suficiente. Solo de pensar que a mí también algún asesino
anónimo podía dejarme el pecho, donde mi corazón latía desbocado, como un
colador, hacía que me empezara a poner malo, cada vez más malo, muy malito. Cuando
Jimmy me obligó a mirarle la cara estuve a punto de desmayarme, una palidez
espantosa, los ojos cerrados como si lo hubieran pillado dormido, la boca
entreabierta como si fuera a lanzar un grito y no pudiera y la expresión tan
extraña que uno no sabía bien qué pensar, por un lado parecía que se sentía
feliz de abandonar este mundo, y por el otro que el terror era tan fuerte que
no le había dado tiempo de adueñarse de su cara porque todo había sido muy
rápido.
-En las películas el detective de
turno comenzaría a hacer el perfil del asesino diciendo aquello de que tantas
puñaladas no las puede dar alguien que no le conociera, porque si no conoces a
alguien no le puedes odiar mucho, solo para el gasto, te lo quitas de encima
porque así consigues algo o por pura comodidad. Me temo que aquí todos
conocíamos muy bien al director y te apuesto lo que quieras a que no
encontrarás a alguien que no le odiara.
-No sé qué podríamos apostarnos,
tal vez que contestaras a todas mis preguntas, pero ya lo haces sin que te
pregunte, y además tú conoces esto mejor que nadie, si dices que todos lo
odiaban es que es así, no le doy más vueltas. Pero si no te importa me gustaría
que nos marcháramos. Me estoy poniendo malo.
-¿Tanto te asusta este bicho malo?
Ahora no te puede hacer nada.
-Pero por Dios, Jimmy, ¿es que no
tienes sentimientos, sensibilidad, algo que te obligue a vomitar?
-No sé si la muerte de alguna de
mis amantes, que son lo que más quiero en esta vida, me harían llorar o
vomitar, pero que pienses que podría vomitar por este bicharraco me ofende.
-Bueno, déjalo ya y salgamos
cuanto antes.
-Esto es todo lo que tendremos del
cadáver, porque cuando los medicuchos de Crazyworld le pongan la mano encima
quedará irreconocible, todas las pruebas quedarán borradas y el ADN se mezclará
tanto que todos los habitantes de Crazyworld seremos culpables. Así que mira y
remira, por si se nos pasa algo.
-¿Pero qué quieres que mire?
Alguien le acuchilló a conciencia y de ahí no me sacas.
-Bueno, luego no me vengas con que
si no pudo hacerlo una mujer porque las heridas causadas no eran profundas o
que sí tuvo que ser una mujer porque le cortó la minga. ¿Te has fijado si se la
han cortado?
-Tiene la sábana por encima.
-Pues échala para atrás y mira.
¡Menudo detective estás hecho tú!
Y como yo no quisiera hacerlo El
Pecas lo llevó a cabo sin el menor recato. Miré entre los muslos y pude ver un
pajarito arrugado, más bien pequeño que grande y nada llamativo para las
mujeres, aunque a saber cómo les gustan a las mujeres los pajaritos, si fritos
o al horno. Casi me entró la risa tonta al pensar en el chiste que estaba
haciendo dentro de mi cabeza. No quise comentárselo a Jimmy porque este le
sacaba punta a todo, hasta podría hacerlo con aquel pajarito desangelado y yo
quería salir de allí cuanto antes.
-No tenía un buen instrumento,
como mucho un flautín diminuto. No me extraña que las mujeres no le quisieran
ni ver y tuviera que utilizar su cargo con perversión para conseguir algo por
la fuerza. Total que no le han cortado la minga, pero eso no nos dice que no
fuera una mujer, porque a lo mejor ni se la encontró para cortársela o puede
que en realidad no fuera una agraviada sino una que estaba hasta el moño, o
puede que fuera un hombre, que también podría ser, pero tendría que estar muy
loco, no un loco normal, porque con una puñalada o dos como mucho se lo habría
quitado de en medio sin armar tanto jaleo.
-Vamos, por Dios te lo pido,
Jimmy, salgamos de aquí cuanto antes.
-¿Pero tú crees en Dios?
-¡Ah! No lo sé, como soy amnésico.
El Pecas se tronchó de la risa.
Aproveché aquel golpe de suerte para colocar la sábana, con mucha repugnancia
sobre el cadáver y arreé un tremebundo patadón al artilugio que se introdujo de
nuevo en el nicho. La puerta metálica se cerró al mismo tiempo, no sé si debido
a que el fantasma del director ya estaba hasta los magros cataplines de nuestra
falta de decoro o a que había un muelle o mecanismo que la cerraba cuando el
artilugio hacía tope. Por suerte el susto cortó la hilaridad de Jimmy, porque
ya estaba temiendo que iba a tener que hacerle el boca a boca. Estaba teniendo
suerte, tal vez demasiada, quería salir de allí antes de que se truncara. Pero
luego reflexioné que tal vez fuera de allí no iba a tener tanta, ni con Sun ni
con los demás. Si me abandonaba la suerte lo seguro era que no iría muy lejos.
Nadie podía salir de Crazyworld. Agarré a Jimmy y traté de arrastrarlo hasta la
salida. Se resistió como gato panza arriba o como rana fuera del agua.
Y fue él quien me arrastró a mí
hacia una gran puerta que estaba unos pasos más allá, al fondo, bueno tal vez
más que unos pasos, bastantes. Me deslicé por el suelo de baldosas como un
patinador y al llegar a la puerta observé pasmado, no que era de madera de la
buena, sino que estaba decorada con tal número de signos religiosos que sin
duda tuvo que ser decorada por un loco, algo bastante lógico en aquel lugar.
Sin esperar mi aquiescencia Jimmy tiró del picaporte y la puerta se deslizó con
facilidad a pesar de su aparente solidez y peso, tal vez porque estaba muy bien
engrasada o porque existía algún artilugio que así lo permitía. Una vez abierta
me arrastró al interior y la boca se me quedó muy abierta y desencajada.
Estábamos en un enorme local que no podría calificar de catedral, aunque
tuviera cierto parecido, porque también semejaba una mezquita, una pagoda, incluso
el palacio del Potala, sin desdeñar la Sagrada Familia de Barcelona y toda
clase de iglesias modernistas de todas las confesiones posibles, desde los
mormones a los evangelistas, pasando por luteranos y testigos de Jehová, entre
otros. Me asombré de mi memoria, tan caprichosa ella.
-¿Esto qué es, Jimmy? Acerté a
decir con la boca abierta.
-La iglesia ecuménica de
Crazyworld. Aquí todos los creyentes, en lo que sea, pueden celebrar sus
cultos.
-¿Y los agnósticos y ateos? Dije
sin querer hacer un chiste, me salió de dentro.
-Pueden utilizarla para lo que
quieran, menos para orgías, que aquí eso está muy penado, como sabes.
-¿Quieres decir que aquí hay
creyentes de todas las religiones existentes y de las que aún no se han
inventado?
-Aquí todos estamos locos, esto es
Crazyworld, y los locos creemos en todo o en nada, según de qué pie nos
levantemos.
-¿Y suponiendo que un día todos se
levanten con el pie creyente, hay sacerdotes para todas las creencias?
-Haberlos haylos, aunque no te
podría decir si para todos los cultos o no, porque soy un hombre de muy poca
iglesia, salvo que haya sacerdotisas que bailen desnudas y luego monten una
orgía, pero no caerá esa breva, ni aquí ni fuera.
-¿Y cómo se adaptan las diferentes
religiones a sus ritos en una iglesia que parece para todos y para nadie?
-La zona del altar se mueve como
en un decorado moderno de ópera y se adapta a las necesidades de cada culto.
También se mueven los techos, las paredes, los símbolos, que pueden aparecer y
desaparecer. Pero no me pidas que te lo muestre hoy, porque como dices, tenemos
algo de prisa. Hay una especie de salita de control escondida, donde puedes dar
a palanquitas y botones y se encienden y apagan luces y todo se transforma,
como en una discoteca supermoderna. Nuestro loco carcelero, el Sr. Arkadin, el
millonario que nos tiene encerrados, quiso que disfrutáramos de todas las
comodidades posibles y que cada cual rezara a su manera. El pobre está tan loco
que no se dio cuenta de que un loco es un loco y ni rezamos, ni pensamos, ni
encontramos nuestra razón por parte alguna, solo comemos como todo el mundo o
nos morimos, y si nos dejan también follamos, aunque al miserable pudibundo eso
no le gusta nada, aunque él bien que se montaba sus orgías, con sus amigotes en
la cabaña del bosque, como has visto.
Y sin más me arrastró fuera, aún
con la boca abierta, diciéndome que tenía que ver un poco el museo de la
muerte, poco porque no quería que los médicos que vendrían a hacer la autopsia,
tarde, porque no madrugaban, nos pillaran con las manos en la masa. Otra
puerta, no diré que al fondo, porque aquello no parecía tener fondo, con
estatuas egipcias, creo, no me hagan mucho caso porque soy amnésico, a cada
lado de la puerta. A una le tocó la nariz, no sé si a Horus, a Anubis o a
cualquier otro, que están pidiendo demasiado ustedes a mi amnesia, y la puerta
se abrió también. Entramos en un inmenso salón que semejaba una tumba, un
panteón, un mausoleo o lo que fuera, pero enorme, enorme. Allí estaban
representados todos los cultos funerarios, tumbas, panteones, ritos, leyendas y
demás de toda la historia de la humanidad, que no será muy larga, pero ha dado
para mucho. Iba a abrir la boca, pero no pude hacerlo porque ya la tenía
abierta.
-¿Y dónde entierran a los muertos,
suponiendo que haya habido alguno antes del director?
-Esa es otra. Hay un portentoso
cementerio, no te lo he podido enseñar todavía porque llevas poco aquí.
¿Veinticuatro, cuarenta y ocho horas?
-No sabría decirte, porque soy
amnésico.
-Tú lo que me parece que eres es
un jeta. Te haces el tonto porque crees que te van a dejar salir de aquí, pero
ni lo sueñes.
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