UN INFORME
EXTRATERRESTRE SOBRE LA ESPECIE HUMANA III
Ejem...ejem...Ya
veo que están ustedes muy impacientes por conocer cómo me fue en el primer
contacto con la especie humana. Tanto que algunos colegas salieron conmigo y
aún no han regresado. El agua de fuego debe tener hoy un atractivo especial o
tal vez la especie humana les trae al pairo. Pues que me permitan un consejo:
no deberían adoptar esa actitud de sabelotodos, no, porque ello les hará
perderse las historias más regocijantes que se han oído nunca en este viejo
hemiciclo.
Se preguntarán
ustedes qué criterios científicos utilicé para elegir el lugar del primer
contacto. La respuesta no puede ser más sencilla. Con la mano izquierda de mi
cuerpo terrestre (tan perfecto que ni la hembra humana -mi cuerpo era de macho-
más experta en observar a su contrario hubiera descubierto en mí a un
extraterrestre) inicié un proceso
secuencial muy sencillo. Conté con los dedos de mi mano derecha: pito, pito,
gortorito, dónde vas tú, tán bonito....
Sí, sí, no se
pongan ustedes de esa manera. ¡No son capaces ni de aceptar una broma
inocente!. Si no fueran tan emocionales descubrirían que la lógica les estaba
advirtiendo contra el engaño de que eran objeto. ¿Cómo podía yo saber de estos
divertidos juegos terrestres cuando ni siquiera había pisado el planeta
Tierra?. Lo que quiero decirles ( y no me abrasen con la telepatía, ya sé que
ustedes no son idiotas), es que dejé que el azar eligiera mi destino. Puse mi
índice humano sobre el plano que la inteligencia artificial de a bordo había
fabricado siguiendo mis instrucciones expresas y me dije: sí, aquí tomaré
tierra por primera vez. A continuación leí el nombre con el que bautizaron los
terrestres ese lugar: Kansas city Kansas.
Mucho más tarde,
con tiempo ya para el aburrimiento, vería un cuantioso número de lo que ellos
llaman películas clásicas. Para que ustedes me entiendan, queridos colegas, el
cine no es otra cosa que grabar en un pedazo de celuloide, en un principio,
luego utilizarían otros materiales, unas determinadas escenas ordenadas por
alguien al que llaman director, interpretadas por humanos a los que denominan
actores, y que bien miradas tienen plena sentido. Aunque mal miradas la
coordenada tiempo aparece muy distorsionada y el espacio está recortado aquí y
allá, como si sobrara. En una de estas películas clásicas, titulada La
Diligencia, y dirigida por un tal John Ford, el tuerto, que llegaría a ser mi
director terrestre favorito, aparece un divertido personaje que repite una y
otra vez su frase favorita: soy de Kansas city Kansas. Se lo dice a un doctor
borracho que busca sus muestras de un delicioso licor, whisky -el de Kansas es
vendedor de este apreciado licor- más que conocer la vida del anómino vendedor.
Y en la película trabaja un joven actor, John Wayne, que ...
Vale, vale, dejen
ya de patear que no voy a seguir con el resto del reparto. Mi énfasis en el
detalle ha sido solo para poner de manifiesto esta casualidad y los escondidos
designios que el azar tenía preparado para mi periplo terrestre. Así pues en
Kansas city Kansas tomé tierra por primera vez con mi nave monoplaza. Como saben
ustedes, la nave intergaláctica no puede acercarse a estrella alguna puesto que
se produce un cortocircuito muy peligroso. La nave nodriza (utilizo el nombre
que ellos han puesto a estas naves que dicen observar con frecuencia, muchos
colegas de otras civilizaciones deben de estar visitando el planeta cada dos
por tres) quedó a las puertas del sistema solar y yo salí a cien por hora
(expresión popular terrestre muy anticuada) hacia el planeta, no sin antes
poner el himno de esta prestigiosa academia: "Aventurero estelar, busca,
busca, busca, la inteligencia remota...De galaxia en galaxia algún día
encontrarás...la horma de tu zapato".
Bueno, bueno. No es
para tanto que haya modificado una frasecita de nada en el conmovedor himno que
ustedes conocen tan bien. Y aunque no tenga una voz excelente, admitan que
peores voces se han oído en este hemiciclo y nadie ha protestado hasta ahora.
Que conste en acta. Reconocerán ustedes, dilectos académicos, que mis
conferencias son las más divertidas de todas las que se han visto obligados a
soportar en esta cámara, que si hablara...¡uy lo que diría, si hablara!... Por
lo tanto permítanme que de vez en cuando me tome estas libertades que ustedes
tanto detestan.
¡Jesús! -perdonen
de nuevo la expresión terrestre, me encanta este rico idioma- ¡vaya la que
están ustedes montando!. Creo que no es para tanto. Como castigo voy a tomarme
un nuevo receso a pesar de que veo en sus rostros el interés máximo que se han
tomado por esta historia. ¿Cómo me fue en Kansas city Kansas?. Lo sabrán
ustedes, si son buenos, dentro de unos instantes.
Continuará.
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