No puedo saber el tiempo que permanecí allí. No debieron alimentarme, ni por sonda, porque no encontré ninguna señal en mi cuerpo. Algo me despertó de mi estado catatónico y fui consciente de lo que había pasado y de dónde me encontraba. Continuaba atado a la silla. El cuerpo debería dolerme mucho por la postura que había mantenido durante todo ese tiempo, pero no sentía nada, ni siquiera hubiera sido consciente de tener un cuerpo de no haberlo visto con mis propios ojos. El ruido se repitió y entonces fui consciente de lo que me había despertado. Era como si alguien estuviera intentando abrir la puerta del contenedor. No sabía hacerlo o no le habían dado la contraseña de la cerradura. Por eso golpeaban la estructura metálica. Luego escuché lo que me pareció el sonido de un soplete. Me hubiera gustado gritar pidiendo auxilio o hacer ruido para que supieran que yo estaba dentro. Lo pensé mejor. No sabía quién estaba fuera ni lo que deseaba de mí. Era lógico pensar que si se tratara de los tripulantes de mi nave se hubieran limitado a abrir la puerta con la contraseña. Decidí esperar y ver qué me deparaban los acontecimientos.
No tardaron mucho, o
al menos eso me pareció a mí. De pronto un rectángulo metálico cayó en el
interior, produciendo un ruido ensordecedor que golpeó mis oídos como dos
puñetazos bien dados, uno en cada oreja y los dos a la vez. Mi cuerpo parecía
vibrar como si fuera un gong al que acabaran de golpear como una maza. Lo que
sucedió a continuación ocurrió muy rápido. Un gran robot muy tosco entró
pisoteando la chapa de metal con sus ruedas y enfocó por el interior del bunker
sus ojos enormes que no eran otra cosa que dos tubos de metal que proyectaban
unos haces luminosos. Exploraron con lentitud todo el recinto y se detuvieron
en mí durante unos segundos. Debió de emitir algún tipo de señal porque
enseguida entraron varios humanos enfundados en una especie de trajes
espaciales tan toscos como el robot. Se acercaron con precaución y pude ver
cómo uno de ellos movía la boca. Parecía estar hablando, aunque yo no escuchaba.
Una especie de camilla volante, mucho más sofisticada que el tosco robot que
permanecía de pie, sin moverse del lugar donde estaba cuando entraron los
humanos, hizo su aparición. Se mantenía a poco más de un metro del suelo. Los
astronautas me desataron con facilidad y rapidez. Dos de ellos me levantaron de
la silla y me tumbaron en la camilla. Un brazo robótico surgió de alguna parte
y me inyectó algo en el cuello. Perdí la consciencia.
Cuando desperté me
hallaba sobre la misma camilla en una especie de laboratorio o enfermería muy
amplio. Frente a mí varias figuras humanoides me contemplaban desde una
plataforma acristalada. Una de ellas me llamó la atención porque era una mujer.
Muy alta, fornida, hombruna, pero con unos ojos dulces y acariciadores. Se
movió y salió de la plataforma. La vi acercarse a mí caminando con lentitud.
Vestía una túnica blanca que escondía su cuerpo. Cuando estuvo a mi lado me
habló con una voz tan dulce como sus ojos.
-No tengas miedo. No
vamos a hacerte daño. Estás en el planeta Alienón. Y ésta es la enfermería de
la residencia Armanas para mutantes. Armanas soy yo. La tripulación de tu nave
te trajo aquí, nos entregó el contenedor y no se detuvieron mucho tiempo. Nos
dijeron que eras un mutante peligroso, que no querían saber nada de ti. Ni
siquiera pusieron precio a tu cabeza. No quisieron decirnos nada más y se
marcharon como si les persiguieran los mutantes más peligrosos de la galaxia.
Te hemos analizado a fondo, pero no encontramos nada que nos indique qué tipo
de mutación sufres. Ni siquiera los análisis genéticos han sido concluyentes. Ninguna
de las pruebas para detectar posibles mutaciones peligrosas ha dado positivo.
Así que de momento te vamos a considerar inofensivo. Ya habrá más tiempo para
hacerte otras pruebas. Y ahora intenta bajar de la camilla por tu propio pie.
Yo te ayudaré si lo necesitas. Iremos al comedor. Necesitas comer algo. No
sabemos el tiempo que has estado sin alimentarte. Nuestra IA nos dice que has
sufrido una catatonia bastante rara. Eso explicaría que pudieras sobrevivir sin
comer ni beber.
Hice un esfuerzo por
bajarme de la camilla y lo conseguí, pero mi cuerpo me parecía raro. Aceptaba
las órdenes de mi cerebro, aunque con retraso. Pensaba en hacer algo y
reaccionaba, siempre existía una demora de unos segundos, algo que
distorsionaba mi percepción. Me sentía como un duplicado de mí mismo que
funcionara a diferentes velocidades. Aquella mujer debió darse cuenta de que
algo no iba bien porque me sostuvo con sus fuertes brazos. De esta forma fuimos
caminando hacia la salida, atravesando todo el laboratorio. Desde la plataforma
nos observaban con mucha atención. Cuando llegamos a la puerta y ésta se abrió
ante nuestra presencia me sentí mucho mejor. Casi no percibía el retraso entre
mi pensamiento y la acción. Tal vez se debiera a que había dejado de dar
órdenes a mi cuerpo, todo se producía de forma automática.
Ante nosotros se
extendía un largo pasillo. Era amplio, punteado a los lados por macetas de
diferentes tamaños y separadas entre sí por distancias que variaban siguiendo
un criterio que se me escapaba. Una planta llamó especialmente mi atención, por
el extraño diseño de sus ramas, el vivo color variado de sus flores y sobre
todo porque me pareció que una rama se alargaba buscándome. Pudo ser solo un
quiebro de mi percepción, porque continuaba sintiéndome muy raro. Me detuve
ante ella.
-Son plantas
mutantes. También cuidamos de plantas y animales mutantes. Algunas se
comunican, como acabarás observando con el tiempo.
Me tomó del brazo,
se acomodó a mi paso y así llegamos al final del pasillo, donde una puerta de
cristal se abrió ante nosotros, como si nos percibiera. Estábamos en un salón
enorme, repleto de mesas y sillas, una especie de comedor, pero muy raro.
-Cuando puedas comer
con todos encontrarás la explicación a esta rareza. Cada mesa, cada silla, cada
cubierto, está diseñado para que pueda ser utilizado por las diferentes
especies de mutantes. Tu físico es normal. Otros no lo son, dependiendo de cada
especie y de cada mutación. La fama de esta fundación ha corrido por la galaxia
y aquí llegan, desde todos los rincones, especímenes mutantes, tanto de
animales, plantas u homínidos. Cada uno tiene su sitio. Ya te enseñaré nuestro
zoológico donde todos los animales viven en libertad, salvo los depredadores
más peligrosos, que tienen su propio territorio separado del de los demás.
También conocerás nuestro jardín botánico, donde cada planta mutante tiene su
sitio, salvo las plantas que se mueven, para las que hemos acotado una parcela
especial. Aquí estarás muy a gusto. Si llega el momento en el que prefieres la
libertad de vagabundear por la galaxia, sufriendo imprevistos, como el que te
ha traído hasta aquí, solo tienes que decirlo.
Me quedé
ensimismado, tratando de asimilar mis nuevas circunstancias. Armanas debió
interpretarlo mal.
-Pero te estoy
entreteniendo cuando lo que necesitas es reponer fuerzas. Sentémonos a esta
mesa, yo te acompañaré en el desayuno, porque aún no he probado bocado.
Nos sentamos y ella
pareció darse cuenta de mi joroba por primera vez.
-Intenta sentarte
como puedas. Mañana tendrás una silla a tu medida. Hoy no podrás pedir un menú
acorde con los gustos de tu planeta, pero mañana subsanaremos ese error, salvo
que tengamos ya a un compatriota tuyo. ¿De qué planeta procedes?
-Soy del planeta
Woon.
-No me suena. Bueno,
no importa. Te pediré lo mismo que voy a desayunar yo. Una mezcla de zumo de
frutas exquisito, que obtenemos de alguna de nuestras plantas mutantes. Son muy
variadas. Entre ellas las hay que han adquirido un nivel de consciencia o de
inteligencia semejante a la de ciertos animales más evolucionados. Tienen su
propio lenguaje y se enfadan si te diriges a ellas en una lengua que no sea la
suya. Por cierto. como has llegado tan de improviso no hemos podido preparar
nada para ti. Mañana tendrás un traductor de pulsera que te servirá para hablar
con todo el mundo. Espero que no te ofendas si te pregunto en qué consiste tu
mutación.
Pensé en mentir, en
obviar el tema con subterfugios y así darme tiempo para hacerme una idea de
dónde había caído para diseñar una estrategia. Comprendí que sería inútil. Allí
iba a estar mucho tiempo, si es que lograba salir alguna vez. La verdad me
ahorraría sinsabores y puede que me granjeara simpatías, algo que supuse
necesitaría cuanto antes. Le conté lo sucedido en la nave sin suavizar ningún
detalle. Tan pronto como acabé ella me miró de una forma extraña, que no pude desentrañar.
-Gracias por tu
sinceridad, nos has ahorrado mucho tiempo. Eres un caso único. Aquí tenemos
muchos mutantes mentales, telépatas y toda clase de mutaciones basadas en
facultades mentales llevadas a extremos patológicos. Hay un gran abanico, como
irás comprobando por ti mismo, pero nada parecido a lo tuyo. Los test genéticos
no han indicado nada y hubiéramos pasado mucho tiempo dando palos de ciego sin
conseguir nada. Antes o después se hubiera manifestado de alguna manera, aunque
teniendo en cuenta el trato cariñoso que reciben todos los mutantes en esta
fundación, es posible que tardara mucho en ocurrir algo que disparara tu
facultad mutante. Porque al parecer solo se dispara ante acontecimientos que
afectan a tu supervivencia. ¿No es así?
-No lo sé, es la
primera vez que me ocurre y no sé cómo evolucionará.
-Bueno, ya habrá
tiempo de hablar de ello. Ahora disfruta del desayuno que nos están sirviendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario