SEGUNDO ASESINATO EN
CRAZYWORLD
La
doctora, tras pedir calma, organizó todo aquel tinglado de la mejor forma que
podía organizarse. Pidió a las damas que me llevaran en volandas al sofá del
salón, que yo había conocido ya en otro tiempo que ahora se me antojaba tan
lejano como mi nacimiento, del que no había recordado nada tras salir de mi
amnesia, cosa harto natural porque nadie recuerda algo de su nacimiento. Tras
aposentarme con sumo cuidado en aquel enorme armatoste, la doctora, reconvertida
ahora en capitán general les ordenó que volvieran al dormitorio y rehicieran la
cama, si es que podía rehacerse, o que llamaran al servicio de mantenimiento de
Crazyworld para atender a aquella urgencia. Les ordenó que se quedaran allí
porque ella necesitaba soledad para buscarme las constantes vitales. Y así se
hizo. Yo me quedó sola con mi doctorcita, de la que intentaba recordar su
nombre sin conseguirlo. Tras el brusco despertar mi mente se había dispersado
más de lo que estaba antes, se había confundido bastante, dando pasos indecisos
entre una supuesta niebla metafórica y al mismo tiempo estaba recordando a
ráfagas, como en destellos relampagueantes, con una lucidez que me tenia muy
asustado. Es decir, que estaba hecho un verdadero lío y para completar aquel
panorama desolador mi cuerpo parecía anestesiado, bueno ciertas partes de mi
cuerpo, como ya he dicho antes. No sabría decir qué partes en concreto habían
perdido la sensibilidad, cuáles la estaban recobrando y hasta qué punto y lo
que se podía esperar de esta tranquila recuperación. Ignoraba el tiempo, las
horas, o los días que tardaría en recobrarme por completo. Mientras tanto
estaba sometido a los caprichos de las damas o de cualquiera que pasara por
allí, porque estaba seguro de no poder mantenerme en pie, de haberlo intentado.
Sentía las piernas como chicles que no pueden ponerse en pie y caminar sin
doblarse para todos los lados. Y ahora mismo estaba totalmente sometido a los
caprichos de la doctora, que adoptaban la forma de una auscultación muy técnica
y profesional, pero que en el fondo no eran otra cosa que un magreo
concienzudo. Tras auscultarme el corazón con el estetoscopio, mirarme la
tensión con un tensiómetro profesional y observar mi respiración durante unos
segundos, comenzó a hacerme la respiración artificial como si me fuera en ello
la vida. Me besaba de una manera muy poco profesional, aquello no era una
respiración boca a boca, aquello era un largo beso con lengua. Cuando se cansó
inició una exploración de mi cuerpo, abriéndome la chaqueta del pijama, cuyos
botones desabotonó con toda la calma del mundo y me bajó el pijama y los
calzoncillos, que imagino ella misma me había puesto al llegar, algo que no
tenía claro porque seguía ignorando cómo había acabado allí. No tengo ni idea
que pintaba aquella auscultación detallada de mi piel, desde los pezones,
bajando, bajando hasta llegar a mi despierto miembro viril que se puso aún más
contento de lo que ya estaba y saltaba entre sus manos como si estuviera vivito
y coleando, que lo estaba.
En
estas estábamos cuando se oyó el timbre de la puerta. A continuación, un
alboroto de gallinero, exclamaciones de sorpresa insólita y de pronto escuché
la voz de un hombre que reconocí enseguida. Era Jimmy, mi Jimmy, El Pecas. Su
voz resultaba inconfundible y pronto lo sería su conducta, como así fue. No sé
qué les diría ni cómo las convencería para que le dejaran pasar. Allí estaba, a
la puerta del salón, mirándome con aquella mirada entre malévola y sarcástica,
mitad demonio, mitad humorista que se burla de todo sin que para él exista nada
sagrado.
-Maldito
cabrón, las traes a todas de calle. No sé qué les das, pero aún estando muerto
no son capaces de vivir sin ti. No me dijeron nada estas harpías. Sabía que te
habían rescatado con vida, pero no soltaron prenda de dónde te habían
escondido. Al fin hoy oí un rumor y supuse que la casa de la doctora era el
sitio más probable donde encontrarte.
Intenté
contestar, pero me di cuenta de que aún tenía dificultades, no solo para
moverme, también para hablar.
-No,
no te esfuerces. Me hago cargo. No creo que hayan tenido tiempo de contarte
cómo te encontraron. Habrán estado demasiado ocupadas con aspavientos y
carantoñas. Te haré un resumen porque tenemos cosas muy importantes entre
manos. Ahora mismo nos ha caído encima otro asesinato. Sí, no te rías. Justo
cuando te rescataron y todo Crazyworld se puso patas arriba, alguien aprovechó
para cargarse a una mercenaria del sexo. Esto se complica, si es un asesino en
serie no encaja que se dedique a hombres y mujeres y si matar al director nos
obligaba a buscar a una mujer, el que ahora se haya cargado a una puta no tiene
el menor sentido. Me apostaría las pecas a que se trata de un hombre. Es una
pena que no puedas ayudarme en mis elucubraciones, pero pronto lo harás. Te
necesito. En cuanto Mr. Arkadin se ha enterado ha blasfemado en arameo y dice
que se presentará aquí en dos o tres días como mucho. Para entonces tienes que
estar en pie y echándome una mano o te retorceré los huevos, como que me llamo
Jimmy. En cuanto a tu rescate te diré que la primera noche nadie pareció
echarte de menos, excepto Alice, esa camarera del infierno, que puso el grito
en el cielo porque no aparecieras. Quería que todo el mundo se pusiera a
buscarte con desesperación. Menos mal que les pude convencer que una noche no
es nada para ti, podrías haber encontrado a una mona que te gustara y estarías
encaramado en cualquier árbol con ella. Sí, ya sé lo que me dirías, aprovecho
que de momento parece que no puedes hablar. Al día siguiente a Alice se unió
Heather quien temía que te hubiera alcanzado un rayo. ¿Un rayo a ti? ¡El rey de
las tormentas! Esta fue más práctica. Programó un robot para que te buscara en
el bosque y consiguió que nuestro veterinario particular le prestara los perros
con mejor olfato del condado. Pidió voluntarios y formó grupos de búsqueda.
Dolores encontró un dron de carga en nuestro almacén de trastos viejos y estuvo
todo el día aprendiendo a menejarlo en los jardines, luego se unió al grupo de
Heather que manejaba media docena de perros.
“Se
formaron varios grupos de batida, unos más numerosos que otros. Yo no me uní a
ninguno porque estaba convencido de que aparecerías mas pronto que tarde. Pero
no sucedió así. Pasaron los días y no había el menor rastro de ti. Yo empecé a
preocuparme de verdad. Curiosamente los perros permanecían en el claro, donde
Alice dijo haberte dejado. Heather les obligaba a moverse, tirando a la fuerza
de sus correas, pero apenas lograba que caminaran unos pasos por el bosque.
Enseguida se volvían y husmeaban por el claro como locos. Al final Heather se
desesperó, les soltó para que olisquearan a su gusto y se unió a otro grupo que
peinaba una zona muy tupida del bosque. Así fueron pasando los días. Te
preguntaras cuántos. Voy a satisfacer tu curiosidad, fueron casi dos semanas.
Los grupos regresaban a Crazyworld, comían, dormían, se reintegraban a la
búsqueda. El grupo de pacientes permanecía fuera de sus celdas, nadie se
ocupaba de ellos, así que El telépata loco y el Sr. Múltiple personalidad
formaron su propio grupo. El doctor Sun permanecía en su despacho, volviéndose
más loco de lo que ya está. Yo iba a verle para darle cuenta de la
investigación. No avanzaba nada. Sin ti para ponerme pegas a todo cualquier
hipótesis me parecía razonable. Fui a hablar con la doctora y me dije que
aquella mujer era incapaz de asestar múltiples puñaladas a nadie, ni para
vengar a su hijo ni para defenderse.
“Aunque
no te lo creas El telépata loco defendía, testarudo como un buey, que tú
estabas en alguna parte del claro. Nadie le hizo caso, por supuesto, pero era
muy curioso que los perros y aquel loco se aliaran para permanecer allí,
obcecados en que solo podías estar allí. No te vas a creer lo que ocurrió.
Dolores aterrizó su dron en el claro porque ningún grupo la llamaba porque
hubieran encontrado una pista, como habían acordado. Allí habló con El telépata
loco que no le dio ninguna razón, peregrina o no, simplemente le dijo que
estabas allí porque él podía escuchar tus pensamientos ¿Dónde? Preguntó la
buena de Dolores. Los pensamientos de ese hombre me vienen de abajo, contestó
el loco. Así que ni corta ni perezosa se acercó a los perros, los acarició y
chistó con cariño y les enseñó una prenda de ropa tuya. No me preguntes cuál
porque no lo sé. Los perros olieron y comenzaron a cavar en una zona que aún
conservaba algo del barro producido por la tormenta. Yo no vi nada de esto, por
supuesto, me lo contaron. Al parecer sufrió una crisis histérica y comenzó a
chillar, llamándote a voces. No puede estar muerto clamaba y juraba y perjuraba
que si aparecías vivo nunca se separaría de tu lado. Perdido por completo el
sentido se introdujo en el barro y comenzó a caminara con dificultad. De pronto
la zona se hundió, dejando al descubierto lo que parecía un suelo metálico. A
pesar de su histerismo Dolores comprendió que había descubierto algo muy
importante, el azar la había puesto encima de la única pista tuya y claro… la
hundió con su peso. Creo que ella era la única persona en Crazyworld capaz de
producir un hundimiento semejante. Da gracias a su peso, de otra forma nunca te
habrían encontrado.
“Llamó
a todo el mundo que se congregó en el claro. Trajeron una excavadora y picos y
palas y todo el mundo se puso a cavar. Encontraron lo que luego resultó ser el
techo del búnker donde esa maldita zorra de Kathy te tenía atrapado. Hundir ese
techo hubiera sido imposible, ni haciendo caer el edificio principal de Crazyworld
sobre él, pero la curiosidad mató a la gata. Al parecer Kathy, sorprendida por
el enorme ruido que todo el mundo estaba produciendo en la superficie quiso
saber lo que estaba pasando y asomó su cabecita por una trampilla que se abrió
por algún mecanismo. En cuanto observó la causa de aquel ajetreo, supo que te
habían encontrado e intentó cerrar la trampilla, pero en ese momento la leona de
Dolores, que se encontraba muy cerca, se tiró en plancha e impidió que aquello
se cerrara, sacando a Kathy a empollones, sujetándola por la cabeza.