-Pues no trabajará mucho, no
es sencillo encontrar algo original en el universo, que pueda llamarle la
atención e inspirarle.
-Así es, veo que te vas
haciendo con el lugar y enseguida captas las verdades básicas de este sitio.
Apuesto a que la velocidad de tu adaptación hará que batas el record actual,
que podrás consultar cuando tengas tu pulsera. Escuo lleva un tiempo falto de
inspiración y se encuentra tan desesperado que hasta ha solicitado salir del
planeta en un viaje de aventuras y exploración, pero algo así no se le puede
conceder.
-¿Por qué no? No lo entiendo.
-Ya lo entenderás. Los
mutantes tenemos muy pocas posibilidades de sobrevivir ahí fuera. Solo en
ciertos casos, cuando la mutación permite una buena defensa en situaciones de
peligro y el mutante ha sido enseñado y educado hasta la extenuación se le
permite un primer viaje exploratorio y según los resultados puede solicitar al
Consejo un permiso indefinido para permanecer fuera de aquí.
-¿Eso quiere decir que yo no
puedo marcharme cuando quiera?
-Por desgracia no. Primero
tenemos que saber en qué consiste tu mutación, y de momento solo poseemos vagas
ideas, las que nos ha dado un análisis exhaustivo de tu cuerpo y psiquis. Aún
no hemos presenciado la menor manifestación de tus cualidades mutantes. Cuando
sepamos de qué se trata, serás educado de forma conveniente, sin prisa y sin
pausa. En el momento en que el consejo considere que estás preparado harás un
primer viaje exploratorio con tu instructor.
-¿Qué es el consejo y quién
será mi instructor?
-El consejo está formado por
todos los profesores de mutantes que hay en esta escuela y tu instructor será
el más adecuado a tu mutación. Pero dejémonos de charlas inútiles. Te voy a
presentar a Escuo y espero hagáis buenas migas.
Me tomó de la mano y nos
fuimos acercando al escultor. Un hombre perfectamente normal, estándar, al
menos en su físico. Parecía tener una edad que sin ser provecta podía acercarse
a ella en cualquier momento. Mi escasa experiencia fuera de mi planeta de
origen me impedía hacerme una idea aproximada de las edades según especie y
planeta de origen. Eso era algo que esperaba solventar en cuanto me dieran la
pulsera, algo que deseaba no tardaría mucho. El hombre se encontraba
ensimismado mirando una especie de monolito de su estatura, de un material
desconocido para mí, pero que me pareció muy flexible puesto que apenas sus
manos lo tocaban, más bien acariciaban, se movía de forma impredecible,
hundiéndose, creando extrañas protuberancias o conformando esbozos que al menos
a mí me parecía prometían mucho, pero no así a Escuo que retiraba las manos y
maldecía en voz baja en una lengua desconocida y que no entendería hasta que no
me colocaran la maldita pulsera, que cada vez me parecía un instrumento más
imprescindible para la vida en aquel extraño lugar.
-Escuo, te presento a… ¿Cómo
me dijiste que te llamabas?
-No te lo he dicho. Puedes
llamarme el bufón del universo. De ahora en adelante no tendré otro nombre.
-Como quieras. Escuo, te
presento al bufón del universo.
El escultor que había
permanecido absorto en la contemplación de la columna de aquel extraño material
flexible pareció despertar al escuchar aquel extraño nombre. Bufón del universo
no era precisamente un nombre común y corriente. Se me quedó mirando como si no
me viera, sus ojos parecían necesitar centrarse en un punto, como si antes
hubieran estado dispersos por todo el espacio. Extendí la mano en el típico
saludo de mi planeta, sin saber cómo se saludaban en el planeta del escultor,
si es que se saludaban. Como Escuo no hiciera el menor caso de la mano tendida
la retiré con cierta reticencia, mal empezaban las cosas entre nosotros
-No le hagas caso, es un poco
rarillo, sobre todo al principio, luego te acostumbrarás. No es que no
despiertes su interés, es que le cuesta regresar de su mundo mental y asumir
que sus pies están pisando el suelo.
Armanas nos miraba con cierto
regocijo en la expresión de su rostro que no podía ni quería disimular. Seguro
que para ella la escena que estaba presenciando era como el comienzo de una pieza
teatral, cuando no sabes cómo se desarrollará la historia y hacia dónde
caminaran los acontecimientos. Pensé que el convivir tanto tiempo con aquel
rebaño de monstruitos mutantes, incluidos animales y plantas, tenía que influir
necesariamente en su estado mental, que no podía ser bueno. Se me ocurrió la
peregrina idea de que aquella mujer era también una mutante y no me había dicho
nada por querer conservar alguna ventaja sobre mí. No encontraba otra
explicación a su vocación de protectora de todo bicho mutante que apareciera
por allí o del que oyera hablar en cualquier punto de la galaxia. Nadie se
dedica a salvar y proteger a desconocidos, salvo que tengas algo común con
ellos, muy íntimo y común diría yo. Entonces, mientras lo estaba pensando algo
me pilló por sorpresa, fue como una extraña compulsión ajena a mí, que sin duda
venía de Armanas y que parecía adoptar la forma de una energía cosquilleante, a
la que no te podía resistir. No parecía tener forma, aunque para mí adoptó la
de una niña juguetona y hasta diabólica, una niña que sin duda era la que fue
aquella mujer algunos años atrás, no calculaba cuántos. No pude resistirme y no supe si hubiera
servido de algo el haberlo hecho de no haberme pillado por sorpresa. Sentí la
imperiosa necesidad de vomitar, me curvé hacia delante y algo que yo conocía
muy bien empezó a brotar de mi boca. El ectoplasma que se iba formando adoptaba
la forma del propio escultor. Era un Escuo extraño, bufonesco al tiempo que
místico. Se parecía a su cuerpo físico pero era algo totalmente distinto, se
podía entrever su interior, tan ridículamente concentrado en la creación
escultórica que el ectoplasma, tan pronto se desprendió de mí se movió hacia la
columna en la que aquel había colocado sus manos y como él acarició aquel
material tan dúctil que empezó a transformarse en una imagen que enseguida
intuí sería la del propio escultor.
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