lunes, 1 de abril de 2024

EL BUFÓN DEL UNIVEFRSO V

 


 

 

-Pues no trabajará mucho, no es sencillo encontrar algo original en el universo, que pueda llamarle la atención e inspirarle.

-Así es, veo que te vas haciendo con el lugar y enseguida captas las verdades básicas de este sitio. Apuesto a que la velocidad de tu adaptación hará que batas el record actual, que podrás consultar cuando tengas tu pulsera. Escuo lleva un tiempo falto de inspiración y se encuentra tan desesperado que hasta ha solicitado salir del planeta en un viaje de aventuras y exploración, pero algo así no se le puede conceder.

-¿Por qué no? No lo entiendo.

-Ya lo entenderás. Los mutantes tenemos muy pocas posibilidades de sobrevivir ahí fuera. Solo en ciertos casos, cuando la mutación permite una buena defensa en situaciones de peligro y el mutante ha sido enseñado y educado hasta la extenuación se le permite un primer viaje exploratorio y según los resultados puede solicitar al Consejo un permiso indefinido para permanecer fuera de aquí.

-¿Eso quiere decir que yo no puedo marcharme cuando quiera?

-Por desgracia no. Primero tenemos que saber en qué consiste tu mutación, y de momento solo poseemos vagas ideas, las que nos ha dado un análisis exhaustivo de tu cuerpo y psiquis. Aún no hemos presenciado la menor manifestación de tus cualidades mutantes. Cuando sepamos de qué se trata, serás educado de forma conveniente, sin prisa y sin pausa. En el momento en que el consejo considere que estás preparado harás un primer viaje exploratorio con tu instructor.

-¿Qué es el consejo y quién será mi instructor?

-El consejo está formado por todos los profesores de mutantes que hay en esta escuela y tu instructor será el más adecuado a tu mutación. Pero dejémonos de charlas inútiles. Te voy a presentar a Escuo y espero hagáis buenas migas.

Me tomó de la mano y nos fuimos acercando al escultor. Un hombre perfectamente normal, estándar, al menos en su físico. Parecía tener una edad que sin ser provecta podía acercarse a ella en cualquier momento. Mi escasa experiencia fuera de mi planeta de origen me impedía hacerme una idea aproximada de las edades según especie y planeta de origen. Eso era algo que esperaba solventar en cuanto me dieran la pulsera, algo que deseaba no tardaría mucho. El hombre se encontraba ensimismado mirando una especie de monolito de su estatura, de un material desconocido para mí, pero que me pareció muy flexible puesto que apenas sus manos lo tocaban, más bien acariciaban, se movía de forma impredecible, hundiéndose, creando extrañas protuberancias o conformando esbozos que al menos a mí me parecía prometían mucho, pero no así a Escuo que retiraba las manos y maldecía en voz baja en una lengua desconocida y que no entendería hasta que no me colocaran la maldita pulsera, que cada vez me parecía un instrumento más imprescindible para la vida en aquel extraño lugar.

-Escuo, te presento a… ¿Cómo me dijiste que te llamabas?

-No te lo he dicho. Puedes llamarme el bufón del universo. De ahora en adelante no tendré otro nombre.

-Como quieras. Escuo, te presento al bufón del universo.

El escultor que había permanecido absorto en la contemplación de la columna de aquel extraño material flexible pareció despertar al escuchar aquel extraño nombre. Bufón del universo no era precisamente un nombre común y corriente. Se me quedó mirando como si no me viera, sus ojos parecían necesitar centrarse en un punto, como si antes hubieran estado dispersos por todo el espacio. Extendí la mano en el típico saludo de mi planeta, sin saber cómo se saludaban en el planeta del escultor, si es que se saludaban. Como Escuo no hiciera el menor caso de la mano tendida la retiré con cierta reticencia, mal empezaban las cosas entre nosotros

-No le hagas caso, es un poco rarillo, sobre todo al principio, luego te acostumbrarás. No es que no despiertes su interés, es que le cuesta regresar de su mundo mental y asumir que sus pies están pisando el suelo.

Armanas nos miraba con cierto regocijo en la expresión de su rostro que no podía ni quería disimular. Seguro que para ella la escena que estaba presenciando era como el comienzo de una pieza teatral, cuando no sabes cómo se desarrollará la historia y hacia dónde caminaran los acontecimientos. Pensé que el convivir tanto tiempo con aquel rebaño de monstruitos mutantes, incluidos animales y plantas, tenía que influir necesariamente en su estado mental, que no podía ser bueno. Se me ocurrió la peregrina idea de que aquella mujer era también una mutante y no me había dicho nada por querer conservar alguna ventaja sobre mí. No encontraba otra explicación a su vocación de protectora de todo bicho mutante que apareciera por allí o del que oyera hablar en cualquier punto de la galaxia. Nadie se dedica a salvar y proteger a desconocidos, salvo que tengas algo común con ellos, muy íntimo y común diría yo. Entonces, mientras lo estaba pensando algo me pilló por sorpresa, fue como una extraña compulsión ajena a mí, que sin duda venía de Armanas y que parecía adoptar la forma de una energía cosquilleante, a la que no te podía resistir. No parecía tener forma, aunque para mí adoptó la de una niña juguetona y hasta diabólica, una niña que sin duda era la que fue aquella mujer algunos años atrás, no calculaba cuántos.  No pude resistirme y no supe si hubiera servido de algo el haberlo hecho de no haberme pillado por sorpresa. Sentí la imperiosa necesidad de vomitar, me curvé hacia delante y algo que yo conocía muy bien empezó a brotar de mi boca. El ectoplasma que se iba formando adoptaba la forma del propio escultor. Era un Escuo extraño, bufonesco al tiempo que místico. Se parecía a su cuerpo físico pero era algo totalmente distinto, se podía entrever su interior, tan ridículamente concentrado en la creación escultórica que el ectoplasma, tan pronto se desprendió de mí se movió hacia la columna en la que aquel había colocado sus manos y como él acarició aquel material tan dúctil que empezó a transformarse en una imagen que enseguida intuí sería la del propio escultor.

 

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