domingo, 27 de agosto de 2017

ELOGIO DE LA LOCURA

      ENSAYO.- De nuevo el humor ayuda a tratar temas que la seriedad y la retórica harían bastante molestos.




E L O G I O DE LA  L O C U R A
Por Erasmus Dementis



La locura es lanzarse al vacío sin red, no saltando desde un trampolín a la piscina de aguas templadas, con el alma desnuda y el corazón en la boca. La locura es tener la delicadeza de cambiar la trayectoria en el aire para no quebrar cráneo ajeno en la caída porque uno ya no se preocupa del propio, melón podrido que esparce sus tóxicas pepitas por el aire.



La locura es decir basta a tanta cordura que nos amordaza, que pone una venda en nuestra cándida mirada, que cierra las esposas sobre nuestras muñecas para obligar a nuestros brazos a seguir un movimiento en paralelo hasta el infinito, sin que se nos permita desviarnos ni un milímetro ni a derecha ni a izquierda.



La locura es ser políticamente incorrecto porque lo contrario, la corrección más exquisita, es el comportamiento que la sociedad espera de todos y cada uno de sus socios. la locura es la gran tragedia del alma sensible que no quiere apartar a nadie de su camino de fraternidad y sin embargo debe aceptar con la sonrisa amable en su máscara riente ser expulsado de todos los caminos porque ninguno es el suyo. Los caminos están hechos para ser andados con paso apacible, con verbo correcto, con lúcida y brillante mirada. nada más lejos de la personalidad del loco que el ritmo en la zancada, la apacible lógica verbal, la mirada equilibrada sobre el filo cortante de la norma.



La locura es desnudar el alma en una pasarela de moda y caminar contoneándose hasta el precipicio. la fealdad del alma desnuda irrita a la concurrencia que no se asombra al ver hermosos pechos de mujer-norma al aire fresco-acondicionado de la sala de gente-bien ni por slips transparentes con paquetito sorpresa.



La cordura es el cuerpo y la locura el alma.



La locura es mirar lejos, hacia el horizonte invisible tras las gigantescas moles de hormigón, y la cordura es mirar de cerca hacia la cartera repleta que asoma del bolsillo de nuestro interlocutor.



La locura es el sueño, la cordura el tacto suave de papeles con efigie.



La locura es gritar por calles abarrotadas de pacíficos viandantes esa angustia que nos roe por dentro y la cordura es morir escondido tras una larga enfermedad.



La locura es el grito del alma, la cordura el respetuoso ocultamiento de la mortalidad del ser humano.



La locura es el Quijote que ensilla el esquelético rocín de su pensamiento y sale a la gran llanura para alancear rebaños con la afilada lanza de su verbo. la cordura es el buen Sancho que hace una magistral jugada en bolsa.



La locura es el sueño y la cordura la ínsula Barataria de los millones en bolsa.



La locura es sentarse en búdica postura contemplativa sobre la acera concurrida, buscando la mirada de la gente presurosa y la cordura es volar hacia la meta como un atleta apresurado que ha tenido una mala salida en los tacos y quiere recuperar el tiempo perdido, con su móvil en la mano, en amigable charla con el vacío.



La locura es la contemplación y la cordura es la posesión de un teléfono móvil contemplado con arrobo.



La cordura es apretar el acelerador de nuestro bólido último modelo hasta el fondo de nuestra angustia para llegar a tiempo a la cita con la muerte y la locura es esperar a que el tiempo pase sobre nosotros como una agradable brisa marina en un día de tórrido calor.



La cordura es llegar siempre puntual a la cita que nos ha concedido la prisa y la locura es calarse hasta los huesos bajo la lluvia mansa y persistente del tiempo que nos ha regalado un cielo borrascoso.



La locura es amar con la desnudez del alma y la cordura gozar apresurados del bello cuerpo que nos ha caído encima, antes de que éste pueda darse cuenta de su fatal error.



La cordura es el cuerpo que se contonea sobre nuestras cabezas de chorlito y la locura es el corazón que sale del pecho brincando como una cabra loca al encuentro del amor.



La cordura es darle todo al cuerpo, atiborrándole hasta el vómito, y la locura buscar un alma escondida detrás de cada objeto.



La cordura es el cuerpo, tan real como los átomos que se fusionan el un hongo nuclear y la locura es el alma que por no tener no tiene ni existencia.



La cordura es tenerlo todo aunque carezcas de alma y la locura es no tener nada aunque los sueños broten como un geyser de la inexistencia del alma.



La cordura es creer en los sumos sacerdotes de la ciencia y la locura en los desarrapados del espíritu.



La cordura de la ciencia nos lo ha dado todo y la locura del alma nos ha dejado con el vacío de la angustia.



Con esto se concluye este elogio de la locura (¡pobre Erasmus!), en realidad no me hagan mucho caso, todo esto se ha debido a una pataleta de niño ocioso y consentido, les juro por lo más sagrado, por mi cuerpo, ya que no creo en otra cosa (¿se han creído la tonteria esa del alma?), que dejaré de hacerme el loco en "cuantico" pongan un gran supermercado a la vuelta de la esquina, repletito de sueños enlatados, eso sí, con burbujas, sin burbujas, de todos los sabores y olores, con antioxidantes no tóxicos y potenciadores del sabor no cancerígenos, sin un gramo de alcohol, y cumpliendo todas las normas higiénicas, eso sí, eso es imprescindible. ¡Ah!, me olvidaba de lo más importante, y que sean muy baratitos, porfi, una gran oferta cada día, dos sueños de amor por cada lata que usted compre, no es mucho, hasta me podrían recortar la nómina para fabricar un millón de misiles inteligentes tierra-aire, agua-vino, boca a boca, lo que ustedes prefieran, pero porfi, quiero ese supermercado ya; no para mañana -¿qué hago yo hoy?- aunque sea un super-prefra, porfi.



Una ganga, será una auténtica ganga, ustedes se librarán de unos cuantos locos, se lo prometo y yo me libraré de ir por ahí haciéndome el loco, que me han dicho que ya tengo muy mala fama.



Nota del autor: Cuantos hermanos quieran suscribirse a la nueva fraternidad de "la locura consciente" pueden dejar volar su imaginación y su palabra allí donde quiera que se encuentren. No necesitaremos signos masónicos para reconocernos, un abrazo fraternal sellará nuestro diabólico pacto.






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