sábado, 5 de junio de 2021

TERCER DÍA EN CRAZYWORLD XII

 




Quiero decir que en una mesita cercana al sofá serví el café, dejé la botella de tequila con dos copitas, puse la caja de puros, el cenicero y un paquete de cigarrillos por si me apetecía, aunque en ese momento no recordaba si yo era fumador o no, si había fumado en algún momento desde la llegada a Crazyworld, si Jimmy fumaba, si alguien fumaba allí, aparte de Dolorcitas, si estaba o no prohibido.

-Dolorcitas, no tengo ni idea de si fumo o no o cómo está el fumar en Crazyworld, si está prohibido, si se puede comprar tabaco, etc etc.

-Anda déjate de tonterías y siéntate aquí y apoya tu cabecita caliente sobre mis pechos que necesitan calor.

Miré y vi, pasmado, que Dolores había desabotonado su escote y sacado sus enormes pechos a tomar el aire. Tardé en reaccionar porque no recordaba cómo iba vestida, hubiera jurado que solo llevaba una gran túnica por encima de su cuerpo, o un poncho. Me sorprendió que no recordara estos detalles tan elementales, hasta que recordé que me había bebido la botella de vino yo solito, porque Dolores había bebido cerveza. Cuando pude reaccionar me senté en el sofá, a su lado y antes contemplé a gusto y gana sus pechos, gesto que ella recibió con regocijo. Sus pezones eran los más grandes que había visto nunca, suponiendo que recordara todos los pezones que había visto en mi vida, si es que había visto alguno o muchos, algo que daba por supuesto, aunque sin razones objetivas, porque quien no recuerda lo que ha vivido es como si nunca hubiera ocurrido. Sin poder controlarme, o no queriendo hacerlo puesto que me exigiría un enorme esfuerzo, bajé mi boca y besé un pezón y luego el otro, y los lamí con ansia y mordisqueé la carne de sus pechos y… dejé de hacerlo cuando escuché los lamentos de aquella santa matrona. Eran lamentos de placer, pero a mí me sonaban como quejidos de quien es torturado. Levanté mi cabeza y busqué una excusa para aplazar lo inevitable. Y la encontré. Tomé una taza de café y se la puse en las manos, saqué un puro y se lo puse en la boca. Tomé la otra taza y bebí un trago. Me quemé la boca porque aún seguía caliente. Abrí la cajetilla de tabaco y me puse un pitillo en la boca. Busqué el mechero y lo encontré en la caja de puros. Encendí el pitillo, aspiré y sufrí un colapso. Comencé a toser como si fuera a echar los pulmones y creí morirme. Dolores abrió los ojos con una sonrisa de oreja a oreja. Me dio un manotazo en la espalda y dijo:

-No hay prisa. Ya habrá tiempo. Vamos a tomar un tequilita. Eso nos animará.

Le alcancé una copita. Por mi parte me llevé la otra a la boca y la apuré de un trago. Tosí como si tuviera un sapo en los pulmones que intentara salir a cualquier precio. Dolorcitas se rió con ganas.

-Parece que no eras fumador, ni tampoco bebedor de tequila. Lo que sí parece que eras todo un experto en lamer pezones. Deberíamos seguir con eso. ¿No te parece?

-Lo siento, Dolorcitas, puede que tengas razón. No recuerdo haber fumado ni bebido, aunque tal vez lo hiciera. No es un tema importante. Preferiría dedicarme a tus pechos, pero si lo hago seguro que acabaré atragantándome. Ya he apurado mi copita de suerte. Mejor lo dejamos para más tarde. Imagino que los pacientes no tenemos derecho a fumar ni a beber alcohol. Aprovecharé este momento antes de regresar a mi condición de paciente enclaustrado.

-No, los pacientes tienen severas restricciones en ese aspecto y en otros. En cambio a los trabajadores se nos permiten ciertas licencias, aunque no hay barra libre. Todo está tasado, una caja de botellas de vino al mes, una botella de licor a elegir y tabaco como para que un fumador medio no tenga problemas. Apúrame el cortapuros, que te voy a enseñar cómo se enciende un puro.

Así lo hizo. Era todo un ritual. Cuando lo tuvo encendido y bien encendido comenzó a fumar con deleite. Preferí servirme otra copita de tequila antes que seguir con el pitillo que se había apagado en el cenicero.

-En ese sentido Mr. Arkadin es bastante comprensivo, tal vez porque los viciosos suelen ser más comprensivos con el vicio que los puritanos. Por supuesto que estos vicios no son gratis, hay que pagarlos, aunque en contadas ocasiones para celebrar algo se nos da un servicio gratuito de licor, tabaco y hasta sexo. Yo dejé de usarlo porque los gigolós de Crazyworld son tan desagradables como el beso de un sapo. Cuando recuerdes tu vida pasada como gigoló, que seguro que la recuerdas, deberías darles unas cuantas lecciones.

-No sé, cariño, creo que ahora estoy un poco mareado.

-Es lo que tiene el tequila, que se sube enseguida a la cabeza. Sírveme otra taza de café. Si puedes levantarte tal vez deberías traer el postre más cerca y la sacarina, no soporto el café a palo seco.

No sé cómo lo conseguí, pero lo logré. Sentado al lado de Dolorcitas en el sofá, trasegué el postre como si tuviera hambre, aunque en realidad estaba tan repleto que se me escaparon algunos eructos. No estaba tan mal como para no disculparme. Bebí algunas copitas más de tequila, debí fumar un par de pitillos y de pronto me encontré con la cabeza entre los pechos de Dolores. Me sentí muy niño, tanto que mi boca no pudo evitar buscar sus pezones y comencé a mamar con ansia, luego me fui calmando hasta la oscuridad me abrazó maternalmente entre sus pechos oscuros. Me quedé dormido profundamente.

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