lunes, 23 de febrero de 2015

MONÓLOGOS IMPROVISADOS I

MONÓLOGOS IMPROVISADOS




NOTA INTRODUCTORIA/ El viernes por la tarde decidí salir porque las paredes del apartamento me estaban estrujando. Aproveché para entrar en una agencia de viajes y mirar las posibilidades de pasar estas navidades en algún lugar que no sea emborrachándome entre cuatro paredes. Desde que soy un enfermo mental público, y no privado y discreto, como era antes, en lo único que pienso es en hacer cosas, cualquier cosa, que me impida hacer tonterías.

Mientras caminaba por el centro de la ciudad pensando en que tomarme una cerveza en un pub no iba contra las normas de mi supervivencia, al contrario. Me llamó la atención un luminoso y me acerqué. Era un pub y además anunciaban noches de monólogos todos los viernes. Tuve que pensar un poco hasta darme cuenta de que era viernes todo el día. Tomé la decisión del guerrero impecable y entré. A veces estoy harto de ser un guerrero impecable y de tomar decisiones de guerrero, me gustaría olvidarme de ello, ser como todo el mundo y no tomar ciertas decisiones o descansar de tomar decisiones de vez en cuando. Sí, porque aquella decisión me lo hizo pasar muy mal y supongo que aún tendrá consecuencias.

Me gustó el pub, por su nombre, La Capilla -yo iba para cura- por ser amplio y porque en aquel momento no había mucha gente. Pedí una cerveza sin alcohol (estando como estoy salir a emborracharme es lo último que debería hacer) y porque allí gustaban del humor. Le pregunté al camarero si yo también podría hacer algún monólogo. Fue un impulso irresistible, no sé si de guerrero impecable o de suicida. Me dijo que podría hablar con el encargado los lunes o miércoles por la tarde. Que llegaría esa noche a eso de las diez y cuarto, pero que no sería buen momento para hablar con él.

Decidí salir a cenar en una bocatería y regresar. Pedí otra cerveza, sin alcohol, por supuesto, y para matar el tiempo saqué mi libretita y me puse a improvisar monólogos. Me dije que si el encargado o dueño del pub me sometía a prueba tenía que tener algo preparado. No había mucha gente pero los pocos que estaban me miraban raro, o era cosa mía, desde luego a los escritores siempre nos miran raro, cuando se enteran de que lo somos, claro, porque sino escribimos en público no se dan cuenta. También pensé que desde que soy un enfermo mental público alguien puede reconocerme... alguna vez... en alguna parte. Pero nada, yo a lo mío. Es curioso lo bien que se me da escribir en un lugar público, con la música bien alta, con ruido de conversaciones y risas. Hay que admitir que los escritores somos muy raros, ¡con lo bien que estaría yo escribiendo en el silencio del apartamento!

Esperaba el show, el monólogo, había decidido quedarme a pesar de mi fobia, pero había leído mal el cartel, cuando uno tiene la mente trastocada pasan estas cosas. Creí que comenzaba a las diez y media y era a las once y media. Aquello se empezó a llenar de gente y yo me sumergí aún más en mi libreta. Bajé la cabeza como una vaca, o como un toro, y me puse a pastar palabras. Observaba que me miraban raro,pero yo a lo mío. Observé que todos eran jóvenes, menos yo, que todos estaban delgados, menos yo, todos eran algo que yo no era. Había chicas jóvenes, muy guapas, deliciosas. En un momento una me preguntó si los asientos de la mesa a la que estaba sentado (la ventaja de llegar pronto) estaban ocupados. Le dije que no con mi mejor sonrisa seductora. Es maravilloso estar a un metro de una chica joven y guapa. Otras tres se sentaron en la mesa de al lado, a mi derecha, las tres deliciosas, especialmente la más cercana a mí, un metro o metro y medio como mucho. Llevaba un vestido negro desnudo en los hombros. !Qué hombros! Y comencé a ponerme enfermo. No estoy para sexo ahora, me repugna el sexo, vomitaría... pero aquella era una tentación irresistible. Y de pronto me vi luchando contra la fobia (el pub se estaba llenando hasta la bandera) y contra las chicas guapas (quiero decir intentando no mirarlas, no echándolas a patadas de mi lado) y pronto comencé a luchar contra el monologuista o shwoman.

Había cometido el error de ponerme en la mesa más cercana al escenario, la más visible. Cuando el pub estaba desierto pude escribir allí muy a gusto, con mucha luz. Ahora era el peor lugar para mi fobia. Y durante la primera parte (media hora) porque me marché en el intermedio, luché por no mirar al monologuista ni a las chicas guapas que estaban a mi derecha y a mi izquierda. No sé hasta dónde pude controlar, cuando los enfermos mentales perdemos el control podemos hacer muchas tonterías, pero si nadie nos dice nada no deben de ser muy graves. A mí no me dijeron nada.

El monólogo fue un ejemplo práctico de la teoría que he desarrollado para el monólogo humorístico. El humorista toma contacto con el público, intenta atraérselo, va preparando el show, la historia o historietas, los chistes... Una mención a Cataluña, unas canciones conocidas (si sabes cantar), en fin, se lo montó bien... aunque buscaba excesivamente la aprobación del público, lo entiendo porque todos eran jóvenes, aquello estaba repleto y no era cuestión de salir corriendo por encima de las cabezas de los espectadores hasta la puerta. ¿De qué se les habla a los jóvenes? De sexo, un poco chabacano, de wassap, del conflicto hombres-mujeres... No estuvo mal, muy bien estructurado, jugando un poco con el público de vez en cuando, tocando un tema y luego otro, un lenguaje coloquial, a veces un poco chabacano, pero qué le vamos a hacer, tampoco se pasó mucho.

Durante el show descubrí que yo no podría subirme al escenario un viernes por la noche, delante de aquel público, iba a terminar mal, mal porque saldría corriendo en un ataque de fobia, y mal porque mi humor es demasiado intelectual y se aburrirían como ostras. Entonces decidí que no me arriesgaría a pedirle al encargado que me dejara actuar un viernes por la noche, le pediría otra noche durante la semana, para hacer un experimento, una especie de taller de humor, yo improvisaría monólogos e invitaría, si alguien se acercaba, a subir al escenario y a trabajar un poco el humor. Y eso es lo que he decidido. Hoy es domingo, escribo solo en mi apartamento, mañana lunes, por la tarde, me acercaré a la Capilla antes de enfrentarme al toro. Lo más fácil es que el encargado no quiera saber de mí, si es amable me invitará a una copa y sino lo es me la pagaré yo para superar la decepción. Lo más fácil es que suceda eso y se acabó el problema, tomé la decisión del guerrero impecable y ya está, las fuerzas poderosas hicieron lo que quisieron... pero, ¿y si me dice que sí? La j... Charles Boyer, porque entonces si que voy a tener problemas, y no solo porque alguna chica guapa, con los hombros desnudos, se siente delante del escenario, que no sucederá, sino porque me voy a meter un un lío pistonudo, como decía mi padre cuando algo era “pistonudo”, hoy dirían aquello de un lío de “c...”.

¿Por qué me complico tanto la vida, con lo sencillo que sería estar solo en el apartamento, sin que nadie me vea,sin que sepan de mi existencia? La estrategia número 2 tiene estas complicaciones. Me estoy metiendo en unos follones impresionantes para nada. Pero no puedo evitar hacerlo. Como le dice don Juan a Castaneda, todos, guerreros o personas normales, tenemos un dedalito de suerte a lo largo de la vida,la diferencia entre la persona normal y el guerrero es que una persona normal ni se entera de que el dedalito de suerte ha pasado a su lado mientras él se ocupa de otras cosas (como decía John Lennon, la vida es aquello que hacemos mientras pasa a nuestro lado, o algo por el estilo) y el guerrero está tan atento a ese dedalito que cuando aparece lo toma al vuelo.




No creo que La Capilla sea mi dedalito de suerte, pero ¿y si lo fuera? Un guerrero está siempre atento. Al menos escribí unos monólogos que les voy a presentar. Me imaginé subiendo al escenario, mirando a la concurrencia, e intenté no ser demasiado intelectualoide, aunque me temo que no lo conseguí. También pude ver preciosas y vitales chicas. Si alguna vez, en los meses próximos, pasan por Manzanares, en Ciudad Real, España, acérquense a La Capilla, si es un viernes verán el show y chicas que quitan el hipo (chicos que quitan el hipo, para las chicas, no soy machista, es que ser puntillista quita mucho tiempo), y si es otro día de la semana puede que me encuentren a mí haciendo el idiota, solo puede, no se asusten. No puedo dejar que sea Brunelli quien interprete estos monólogos, seré yo, con todas las consecuencias. Me imagino subiendo al escenario, tropezando, perdiendo las gafas, pidiendo perdón y al fin, entre risas, improvisando estos monólogos.

MONÓLOGOS IMPROVISADOS

PRIMER MONÓLOGO /EL HUMORISTA

Esto es lo que escribí:

Buenas noches a todaos. No, esto no es el cine y no estamos en Cinemascope ni en Todao. Es una palabreja que me acabo de inventar porque ahora todo el mundo quiere quedar bien con las damas, la igualdad, abajo el machismo. Escuchamos a políticos aquello de vascas y vascos, españolas y españoles, cuando toda la vida españoles abarcaba a todos, a todas, a españolas y españoles. No es que lo vea mal, pero un trabajo exhaustivo del diccionario en este sentido sería algo tronchante. Pero eso lo dejaremos para otro día. Simplemente quiero que sepan que cuando les diga “todaos quietos” quiero decir todas y todos, no sea que alguna señorita me quiera meter mano. Es una broma porque a mí solo me mete mano la señora Hacienda, y con cuidado porque soy un desharrapado y tengo pulgas. 

Hoy es mi debut como humorista en este maravilloso pub, en La Capilla, también es mi debut en Manzanares, en la Mancha, en España, en Europa, en el mundo y en la galaxia. Soy un novato, así que por favor si van a tirarme tomates congelados o huevos duros avísenme antes para que me quiete las gafas que me han costado un pastón. Avísenme también si se me caen los palos del sombrajo porque ahora no llevo gafas y no veo ni torta, soy como rompetechos. Tengan un poco de comprensión, un poco de por favor, no es fácil subir al escenario con un público dispuesto a morderte el cuello como un vampiro hambriento. No lo digo por ustedes, hablo hipotéticamente, bueno, en realidad lo digo por todos, porque “todas” podéis morderme el cuello como auténticas vampiras. Solo tenéis que subir aquí al escenario y morder aquí...

ESTO ES LO QUE TAL VEZ DEBERÍA IMPROVISAR, PORQUE LO ANTERIOR ES MUY LARGO Y NO DARÍA RESULTADO

Hola. Este es mi debut como monologuista en un escenario. He coordinado talleres de humor en Internet, esponsorizado por la escuela de escritores Alonso Quijano de Alcázar y he escrito novelas y relatos humorístico y creado personajes, pero ante un público nunca había estado antes. Bien, me presentaré, me llamo Jorgito. Este es el nombre que le he puesto al humorista del que les voy a contar su vida y milagros en sucesivos monólogos. Pero antes querrán saber qué es esto del humor. A mí también me gustaría saberlo, ji-jí. Yo lo comparo a buscar una luz en la oscuridad, la luz al final del túnel de que nos hablan los políticos. Es como buscar una aguja en un pajar en tiempos de crisis económica... Todas las agujas ya se las han llevado los que han estado antes...

Hacer humor en estos tiempos, trágicos tiempos, tiempos de crisis, era como intentar hacer el amor en mis tiempos, peor que ir a la guerra desarmado y a pecho descubierto, o te corrían los grises o te corrías tú con tu imaginación. A pesar de ello lo vamos a intentar. Confieso sin rubor que cuando veía el Intermedio, ahora no lo veo porque no tengo televisiòn en mi apartamento de divorciado, en vez de reírme a mandíbula batiente, lo que hacia era llorar como un niño enfadado, enrabietado. No puedo ver tampoco los telediarios porque me enfado mucho, y eso que soy humorista. Pueden pensar que soy un humorista muy raro, un monologuista lunático, y tal vez tengan razón, aunque debo decirles que la idea del humorista como una persona alegre, dicharachera, extrovertida que se pasa la vida riendo y haciendo reír a los demás es una leyenda urbana. En realidad somos tipos muy serios, tristes, depresivos, que intentan reír por fuera para no llorar por dentro.
MONÓLOGO ESCRITO- ALGUNAS FRASES O PÁRRAFOS ANTES ESCRITOS NO SON IMPORIVISADOS, DEBERÍA PODARLOS PORQUE SOBRAN.

El objetivo de un humorista, en mi humilde opinión, no es hacer reír, para eso nos bastaría con hacer cosquillas. Un humorista debe contar una historia, contar su historia y que el público reaccione como quiera, si llora es que no es humorista sino un Shakespeare redivido. 

El humor es solo una cuestión de perspectiva, según se mires eres un humorista o te estás ahogando; eres un corrupto o estás en el paro. No hay términos medios. 

No voy a seguir hablando del humor porque este es mi debut y no quiero terminar mal. De hecho ya he empezado mal porque no les he contado ningún chiste,, y espero acabar peor de lo que empecé porque la vida del humorista es muy desgraciada. Los chistes están muy bien, pero yo prefiero contar historias, soy un narrador. Por eso me he transformado en Jorgito, el humorista, y les voy a contar su vida con pelos y señales. El episodio de cómo entré en política es muy divertido, pero lo dejaremos para el próximo monólogo. Ahora quiero terminar cuanto antes porque estoy temblando. Toda profesión tiene sus riesgos y el mayor riesgo del humorista es no hacer reír. Es mejor bajar del escenario y hacer cosquillas que contemplar desde aquí el silencio y los murmullos del público no satisfecho. Lo bueno del humorista aficionado es que como no cobra el público no puede reclamar el importe de sus entradas. Eso sí, puede darle una tunda al pobre humorista y salir satisfechos y riéndose. Porque el humor es muy malo, muy cabrón, muy vengativo, como lo verán en próximos episodios, por eso yo procuro siempre parodiarme antes, reírme de mí mismo, pegarme de latigazos, para que cuando me meta con alguien se consuele pensando que antes me he hecho sangre a mí mismo.

Y ahora, para terminar mal, buscando los dos huevos duros de los hermanos Marx, concretamente de Groucho, que remataba un diálogo en una película con aquellos de “y dos huevos duros”, les contaré un chiste malísimo. Uno de esos tan creativos de se sube el telón, se baja el telón y díganme de qué película se trata. Hay que ser gracioso y creativo para que estos chistes funcionen. Yo hoy estoy muy triste, así que haré un chiste triste.

Se abre el telón, se ve a un indio atizando una hoguera en pleno campo. La madera debe ser verde y estar húmeda porque sale mucho humo. Entra un campesino con una ristra de chorizos. Entra un humorista hambriento y le intenta quitar la ristra de chorizos al campesino. En la pelea el humorista va retrocediendo hasta quemarse el culo con la hoguera de la que no deja de salir humo.

¿Cómo se llama la película? El humo-ristra y la vida. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario