ESCRITORES EN EL PARNASO
PRIMERA JORNADA/ LA LLEGADA
Lo que más molesta al dios Rásec es empezar desde cero. Vale que había que dejar a los dioses del Olimpo con sus rivalidades, guerras, rayos y truenos, y dedicarse a las artes y a las letras, a la música y a la danza, bailar con las musas y trabajar el noble arte culinario, que es un arte como cualquier otro y además alimenta más... Pero eso de comenzar desde cero da mucho trabajo.
Caía la tarde sobre un montañoso lugar, que no se sabe muy bien si está situado en el planeta Tierra o en cualquier otro. El valle era precioso, las montañas bellas y empinadas y soplaba una suave y agradable brisa. Pero era preciso elegir la cúspide montañosa y crear un palacio de la nada, donde refugiarse para pasar la noche, antes una buena cena, regada con ricos caldos y para postre una conversación amena. Antes se le habían presentado dos nuevos dioses o semidioses, cuyos nombres no recordaba puesto que hasta el suyo a veces le resultaba un tanto extraño, como si a una piedra la llamaran por su nombre de pila, en realidad ella nunca sabrá si formó parte de una pila bautismal o se lo pusieron al nacer, tan solo responde cuando la llaman piedra.
Descubrió una cúspide que le gustó y además había por allí algunas ruinas y columnas sin techo. Como dios que era, el dios Rásec, no tuvo que comerse mucho la cabeza. Pienso en lo que quiero y zás... ya está hecho carne, o mejor dicho, hecho piedra. Pero lo malo es que no encontraba adecuado diseño. Los palacios antiguos le parecían recargados y poco prácticos para escritores y artistas y además podían ser muy fríos y opacos a la luz del sol. Los modernos tienen también sus pegas, hay arquitectos que diseñan de forma muy estrámbotica y encima se enfadan contigo y se querellan si le dices que no son guapos.
Como al dios Rásec le gusta poco trabajar decidió echar mano de lo más sencillo. Se hizo con un portatil, inició Google, buscó Google images y comenzó a ver imágenes del Parnaso, de palacios, mansiones y todo lo que fuera adecuado como residencia de los dioses. Comenzó a rascarse el cráneo y de ahí no hubiera salido, pero por suerte los nuevos dioses terminaron de subir la cuesta, muy empinada, y tras un periodo de resuello y trago de la bota de vino que el dios Rásec lleva siempre consigo, como si fuera Dionisos, pero en plan poético. Los tres se pusieron a imaginar la residencia parnasiana. Eso fue lo más complicado, porque una vez tuvieron claro lo que querían les bastó con un pensamiento y un hálito o aliento de vida para que todo se formara de la nada.
El dios Rásec abogaba por una especie de palacio de Versalles con jardines, solo que hecho de cristal transparente o bajo una cúpula transparente o con las paredes pintadas que se pudieran traslucir al deseo de cada huésped. Lo más complicado, desde luego, era conseguir unos jardines versallescos sobre la cúspide de una montaña. Pero cosas más complicadas se han visto, cuadrar el círculo o encircular el cuadrado. Algo que los políticos terrestres o terráqueos están muy acostumbrados a hacer.
Y ahora les dejo con la discusión de los tres dioses sobre el Parnaso. Mientras se ponen o no de acuerdo me echo un trago-vino y me como un poco de jamón, chorizo y cecina. Las cuatro paredes pueden esperar.
Continuará
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