miércoles, 14 de octubre de 2015

RESTAURANTE SONYMAGE III

NOTA PREVIA: Obviamente lo que aquí se cuenta es pura ficción y cualquier parecido con la realidad sería pura coincidencia. De hecho Conchi es mucho mejor de lo que aquí aparece y César es aún mucho peor… si eso es posible.

CENA PARA DOS EL DÍA DE SAN VALENTÍN

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A la hora acordada, puntual como un clavo en madera noble, el chofero Baldomero llama al timbre del adosado sito en…. (borrado por el autor y bronca al narrador). César que se encuentra intentando embutirse en el pantalón del traje abre la ventana y chista a Baldomero. Este entiende el gesto y deja de llamar. 

-Es el taxi, cariño.
César cae sobre sus posaderas.
-¡La madre que parió al traje!
-Ya te dije que ese traje te quedaba pequeño. Cuando lo encargamos estabas mucho más delgado. La báscula no miente.
-La madre que parió a la báscula. Miente como una bellaca.
Sale Conchi del servicio con un vestido rojo de noche, de cóctel o de lo que sea, que uno no es experto. César se queda sin resuello.
-¿Estoy bien?
-Mamma mía. ¿Por qué no dejamos la cena y te quitas el vestido?
-No seas idiota, tú no perdonarías una cena ni por… ¿cómo es esa actriz que te gusta tanto?
-No sé…
-Sí, hombre, la Sharon Stone…
-Está bien pero no es la que más me gusta.
-Ya sé, Michelle Feifer…
-No me disgusta, pero…
-Bueno déjalo.
César consigue subirse el pantalón sentado en la cama.
-No te sientes que arrugas la colcha.
Se pone de pie y se cincha el cinturón hasta hacerse sangre.
Conchi regresa al servicio para retocarse los labios.
-¿Por qué no te pones aquel colgante que te regalé un San Valentín?
-No sé dónde está. ¡Cómo salimos tanto!
-Ya empezamos.


Por fin están en la puerta. Salen al exterior y Baldomero se quita la gorra de plato intentando no mirar en exceso a Conchi.
-No te olvides de dar dos vueltas de llave.
Mira hacia la limusina aparcada y los ojos se le hacen chiribitas.
-¿Y esto? ¿No habrás sacado del banco el dinero para la hipoteca?
-Es un detalle de un amigo.
-Tú no tienes amigos.
-Vale. Lo gané haciendo una llamada a un reality show.
-Tú odias los reality shows.
César la empuja con suavidad al interior de la limusina. Baldomero se pone al volante y arranca.
-¿Dónde vamos?
-A Madrid, al restaurante Sonymage.
-¿Y eso qué es?
-Ya lo verás.
Baldomero pone música y enruta hacia la capital. Antes de Madrid Conchi señala con el dedo.
-¿No fue aquí donde reventó la rueda?
-Exacto. ¡Vaya susto que se llevó Sara, la “pobesina”! ¡La madre que parió a la rueda!
-No seas bocazas. Las madres no tienen ruedas. .. Quiero decir que las ruedas no tienen madre, jaja.
-No se me ocurre ninguna gracia. Los humoristas también tenemos derecho al descanso.
-¿Tú humorista?
Baldomero se vuelve.
-¿Qué es de Sara? Guardo un grato recuerdo de los itinerarios que hicimos por toda España cuando ella era gimnasta rítmica. Tienen una joya de hija, perdonen que se lo diga así a los señores.
-Vamos Baldomero, déjate de hacer la pelota y de zalamerías. Y nosotros no somos señores, solo dos enamorados el día de San Valentín.
César intenta besar a Conchi que le hurta los labios y hace un gesto hacia Baldomero.
-Sara está en la universidad.
-¿No será tan competitiva como con la gimnasia rítmica?
-Ya lo creo, se rebota cuando no le dan matrículas y dice que la enseñanza española es una m… Solo quieren que se lo aprendan todo de memoria. Estuvo un año estudiando en USA y vino ensalzando aquello. No lo entiendo, porque según tengo entendido los estudiantes americanos ni siquiera saben dónde está Europa.
Han llegado a Madrid. Baldomero aparca delante del rascacielos Sonymage. El restaurante está en la planta baja. César sale como un tiro, pero el chofer se le adelanta. Abre la puerta y se queda mirando las hermosas piernas de Conchi que ésta muestra al subírsele el vestido ligeramente. César lo ve pero decide callarse. 
-Yo solo cenaré una ensaladita, cariño. Y tú no deberías cenar mucho. Ya sabes que con la úlcera luego tienes las digestiones muy pesadas. Eso sin contar los gases. Recuerda que estaremos en público. Hazme caso.
-Te haré caso cuando tú me hagas caso. Puedo cenar una ensalada si tú te conviertes en mi sumisa un fin de semana. Como si fueras mi Anastasia y yo tú Christian Grey.
-Vale, pero primero tú. 
-Já. Primero yo y luego veremos a ver qué pasa. J… Baldomero, esto no tiene remedio.
-Si lo dice el señor…
Baldomero se quita la gorra.
-Que pasen una buena noche los señores… Y si me permite, Doña Conchi, esta noche está especialmente hermosa.
-Gracias… gracias.
Y se pone colorada mientras Baldomero la devora con los ojos. César ya no aguanta más.
-Conchi es mía, solo mía. Ni se te ocurra pensar otra cosa Baldomero… Y cierra el pico, no digas más, que bastante has dicho ya.
Mientras ambos entran al restaurante, Conchi le comenta:
-¿De verdad que soy tuya? Pues tú también eres mío, entonces.
-Claro, eso dice el contrato que firmamos.
-Pues entonces vas a cenar lo que yo te diga.
-Y tú vas a ser mi sumisa un fin de semana.
-Y tú mi sumiso el resto del año.
-J… esto no tiene remedio.
Lo dice volviéndose hacia la limusina para ver dónde está Baldomero. Éste, ¡cómo no!, está mirando las piernas de Conchi. Cree que se dirige a él y sube al coche como un tiro.

El restaurante Sonymage está vacío. Los enamorados parece que no se han animado a cenar en compañía. Sale Iñaki con su uniforme y gorra de chef.
-Les he reservado a los señores la mejor mesa. Esa que tiene vistas al jardín.
-¿Dónde está el personal?
-Les he dado la noche libre. El Sr. Olmos, jefe de camareros, no se quería ir pero le he dicho que para una pareja que iba a cenar me bastaba yo. En cuanto al maitre Petimetre no he tenido ni que decírselo. 
Iñaki retira la silla para que se siente Conchi y César tiene que retirarla él porque el chef ya está preguntando a la señora qué quiera para cenar, mientras su mirada resbala sobre el escote.
-Creo que con una ensaladita tendré bastante.




-Nada de eso. Tráenos unas ostras bien frescas, luego una sopa de pescado al estilo Conchi (ya te di la receta) y para mí un chuletón de Avila. Para la señora lo que quiera, si quiere algo. Para beber un Ribeiro, que hace mucho que no lo tomo, y con el chuletón un Ribera del Duero. Me encanta ese vino.
Iñaki se retira y al poco regresa. Se han atenuado las escasas luces encendidas, Iñaki enciende las velas en el candelabro y comienza a sonar una canción de Juan Pardo que le gusta especialmente a Conchi.
-¡Qué detalle!
Y se le humedecen los ojos. La cena transcurre animada porque Iñaki aparece cada poco por si quieren algo más. Le da palique a Conchi que se aburriría porque César bastante tiene con comer a dos carrillos.
A los postres viene Iñaki con dos enormes raciones de tarta.
-Tarta de queso de la casa. Me he permitido adelantarme porque me consta cómo les gusta.
-¡Qué detalle!
Exclama Conchi y se levanta, estampándole dos sonoros besos en las mejillas a Iñaki. César lo mira con mala cara y éste sale por pies.
No obstante vuelve a regresar.
-Me había olvidado. ¿Quieren unas copitas de champán?
-Yo sidra de Normandía.
-Les gusta a las dos, a Sara y a ella. Compramos una botella en el Lidle, por curiosidad, y ahora lo prefieren a todo. Para mí puedes traerme el champán francés ese que sale en Las cincuenta sombras de Grey. ¿Cómo se llama?
-Se refiere el señor al Bollinger?
-Eso.
-El millonario Slictik ha traído una caja para usted, en especial. Me ha pedido que señalen fecha para una cena entre los cuatro.
-Dígale al Sr. Slictik que gracias por el champán, pero que nada de cena a cuatro. Que le conozco muy bien y sé que intentará un intercambio de parejas.
Iñaki se inclina a la oreja de César y le susurra:
-Piénselo. Karen Lactic, la esposa del Sr. Slictik está buenísima.
-Nada, nada. Mi mujer es la mujer más bella del planeta, y no tengo ná más que decir.
¿Quién decía eso? César se queda pensativo y Conchi picotea la tarta con tanto miedo como si fuera a engordar diez kilos de golpe. No ha dicho nada. No quiere que la noche termine mal.
Terminado el postre se oye una canción. Es Hello de Lionel Richie. A Conchi le asoman las lágrimas. A César también.


-¿Te acuerdas?
-¿Cómo no me voy a acordar? Fue nuestro primer baile en la discoteca… de… (tachado por el autor, bronca al narrador).
Luego la volverían a escuchar en otro lugar y en otro momento muy íntimo y también las baladas de los Scorpions. Se levantan y se ponen a bailar estrechamente abrazados. Iñaki mira desde la cocina y llama a su esposa.
-Oye, por qué no vienes para acá… ahora mismo…No, solo queda una pareja y me da en la nariz que se van a marchar enseguida… No, no hace falta que traigas nada, solo tráete a ti misma, mi bomboncito Yves Rocher.
Fin
FELIZ SAN VALENTÍN PARA TODOS LOS ENAMORADOS Y LOS QUE NO LO ESTÉN QUE SE ENAMOREN ¡LEÑE!



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