viernes, 30 de octubre de 2015

EN LOS BOSQUES DE CRAZYWORLD 1


               EN LOS BOSQUES DE CRAZYWORLD I


Me encontraba en la despensa o almacén donde se guardaban los alimentos. Había estanterías por todas partes, repletas de latas, botes, cajas de cartón con cereales, sacos de legumbre, de arroz, de harina. Grandes arcones frigoríficos conservaban carnes y pescados. Aquello era enorme y resultaba interesante perderse en aquel laberinto. Me detuve ante unos tarros de cristal de pepinillos, dispuesto a llevarme uno pequeño. Ya había alargado la mano cuando al otro lado de la estantería otra mano, que no era la mía, movió un par de cajas de cereales y me llevé un susto de muerte al ver la mitad de una enorme cara. Un ojo riente me miraba con picardía. Me costó un par de segundos reaccionar.

-¡Dolores! Me has dado un susto de muerte.
-Lo siento, guapito de cara, pero escuché ruidos extraños por aquí y decidí dar un susto a la rata que está robando provisiones.
-¿Están robando?
-Desde hace algún tiempo. Mi primer sospechoso sería Jimmy sino llevara desganado una temporada. Pero sigue este pasillo hasta la próxima bifurcación a la izquierda. Allí te espero.
Hice lo que me pedía. Dolores me esperaba con una sonrisa y con una gran bandeja de galletas en sus manos.
-Las acabo de hacer. No soy mala cocinera y la mejor repostera de Crazyworld. Puedes estar seguro. Prueba una.
Estaba riquísima. Tomé otra y ya me disponía a mordisquearla cuando una mano fantasmal me la arrebató.
-Veo que has hecho galletas, Dolores, cariño. Y que no me has invitado. Seguro que no pensabas hacerlo. Estando aquí este guaperas, todas perdéis el sentido.
-Si no fueras tan simpático, Jimmy, ya te habría aplastado como a una sabandija. A veces eres imposible. Pensaba llamaros a los dos para que disfrutarais de este manjar del cielo, pero contigo una nunca sabe lo que va a pasar ni por dónde aparecerás. Eres como un fantasma.
-Gracias, “Doli”, me llevaré unas cuantas para el camino. Nadie se atreverá a negar que sean  las mejores galletas del mundo. Vaya por los viejos tiempos.
-¿Qué viejos tiempos, idiota?
-Vamos, preciosa, ¿aún no le has contado a éste que tú y yo estuvimos liados durante un tiempo?
Maldije mentalmente a todos los demonios del infierno. Aquella sabandija repugnante, como le había llamado Dolores, cuando tenía el día malo –y desde que se me presentara en el desayuno no había tenido un solo momento bueno-  era capaz de revolver toda la mierda de Crazyworld hasta conseguir que me cayera a mí sobre la cabeza. Dolores me resultaba muy simpática y le estaba muy agradecido por aquel bonito detalle. Ahora aquel mastuerzo lo estropeaba todo. La buena mujer me alargó una bolsa de plástico que sacara del bolsillo de su mandil y me dijo:

-Llévate todas estas galletas y no le des ni una más a este cabrón. No voy a negar lo que dice. Una está hecha de carne, como las demás mujeres, y  necesita un poco de cariño de vez en cuando. Durante un tiempo me hizo algunos favores, no lo niego, aunque un caballero no hablaría de esas cosas.
-¿De qué cosas, “Doli”? ¿De cómo suspirabas cuando mi manguera regaba tu jardín florido?
Imposible haber calculado la velocidad con que Dolores se hizo con un bote de conserva de la estantería que teníamos delante y se lo arrojó a la cabeza a Jimmy. No le dio de pleno porque el muy ladino ya lo había previsto y se desvió a tiempo de la trayectoria. Luego, sin esperar una nueva reacción, comenzó a correr por el pasillo. Sin duda conocía mucho mejor que yo a la mujer, porque su agilidad felina para arrojarle el bote era totalmente inesperada en alguien de su peso y volumen.
-Vete. Ese cabrón ya me ha puesto de mal humor. Me hubiera gustado charlar un rato contigo y enseñarte este mundo y sus delicias. Otra vez será. Espero que no me consideres peor que antes.
-¿Por qué iba a hacerlo? Todos los seres humanos tienen derecho a un poco de placer de vez en cuando. Debería estar en las constituciones de todos los países.
-¿Hasta las gordas como yo?
Me enternecí. Traté de estrecharla en un abrazo, pero como no conseguí abarcarla, busqué con mis manos su papada, alcé su mentó y la besé. Al mirarla de nuevo noté humedad en sus ojos.
-Vete, cariño, vete. Tú no eres como los demás. Tú no perteneces a Crazyworld. Y aunque Jimmy sea un deslenguado y una sabandija, es el que mejor te podrá enseñar todo esto. Haz caso de sus consejos y olvídate de lo que diga de las mujeres.
Lancé un beso con la punta de mis dedos y ya me disponía a seguir mi camino cuando ella me alargó la bolsa con las galletas, que había dejado en una balda para darle un abrazo.
-Te olvidas de mis galletas. Ven a buscarme cuando quieras. Si no estoy en las cocinas o en las habitaciones, sirviendo comidas, estaré en mi cuarto. Solo tienes que preguntar a cualquiera y te indicarán el camino.
Besé sus mejillas y salí tras El Pecas. Dolores tenía razón. Aquel mastuerzo era insufrible, pero nadie mejor que él para desvelarme los secretos de Crazyworld. Necesitaba conocerlo todo si quería que los planes de fuga tuvieran éxito.
Atravesé las cocinas, no sin perderme varias veces. Al empujar la última puerta, tras probar con unas cuantas, cuyos letreros anunciaban que servían de puertas de emergencia para desalojar las cocinas, ésta se abrió, para mi sorpresa, y me encontré en los jardines. No tardé en ver a Jimmy que andaba por allí, paseando a lo largo de la pared, como si esperase que en algún momento yo acertara con la única puerta abierta, como me dijo al verme.
No recordaba si Jimmy me había hablado de los inmensos bosques que formaban parte de la finca. Tal vez la amnesia estuviera entrando en un proceso desconocido para mí y que me produjera aquellos lapsus extraños. Continuaba sin recordar lo esencial de mi pasado, aunque de vez en cuando imágenes sin control y sin la menor cronología me asaltaban. Una playa en algún lugar, una mujer hermosa y madura que me lanza las llaves de un coche. Aquello podía formar parte de mi pasado o tratarse tan solo de la escena de una película. Era imposible saberlo. No me preocupaba en exceso. Con el tiempo comenzaría a recordar o me quedaría amnésico de por vida. No me importaba mucho, al menos mientras no lograra fugarme de Crazyworld. Casi mejor no recordar nada. Sin embargo sí me preocupaba el olvido de lo que me estaba sucediendo en el presente. Eso podía complicarme mucho la vida.
Cruzamos el jardín que rodea el edificio principal de Crazyworl, dedicado a los pacientes, como si nos persiguiera un perro rabioso. Jimmy tenía mucha prisa. Le noté más agitado e inquieto que de costumbre. Ya me iba acostumbrando a sus
cambios de humor, también a las rarezas de los habitantes de aquel frenopático, aún así hubiera preferido saber dónde íbamos y qué le preocupaba.
-¿Dónde me llevas?
-Ya te he dicho que vamos al bosque. Quiero enseñarte algo.
-De acuerdo, Jimmy, ¿pero no podrías adelantarme algo?
-Prefiero darte una sorpresa. Además hasta que lleguemos aún estaré a tiempo de arrepentirme.
-¿Arrepentirte de qué? ¿Qué demonios me estás ocultando?
-Ya lo verás. Es algo que no te esperas.
-Claro. Si lo esperara ya no sería una sorpresa.
Jimmy no captó la ironía. Parecía muy ocupado intentando encontrar  una senda en el tupido bosque que nos llevaría quién sabe dónde. ¡Con tal de que llegáramos a tiempo para la cena! El Pecas husmeaba el aire como un sabueso acatarrado. ¿Qué otras cualidades, aparte de su desatada lujuria, tendría aquel espécimen de ser humano, que yo aún no hubiera intuido?

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