jueves, 21 de abril de 2016

LA REBELIÓN DE LOS LIBROS I

NOTA: Este relato forma parte del juego literario sobre el futuro del libro que propuse en el foro que se abrió el 23 de abril. Llego con retraso porque la historia se me escapaba de las manos, de hecho se me escapó por completo y los libros campan a sus anchas sin nadie que los controle (Carl Future, el único que podría hacerlo está de viaje de luna de miel, muy, muy lejos), pero como dicen en mi tierra más vale tarde que nunca.

¿Qué ocurrirá – o más bien qué está ocurriendo- porque, lo quieran o no, estamos en el año 3001? Más vale que no les cuente demasiado o el final no interesará a nadie. ¿Se animan a imaginar qué les deparará el futuro a nuestros queridos libros?

NOTA A LA NOTA: Este relato comenzó como un juego literario para celebrar el día del libro en
una comunicad literaria "La casa de Asteríon", hoy desaparecida y que llevé con unos cuantos amigos. Nos gustaban los juegos literarios para celebrar cualquier cosa. Estaría bien que aquí pudiéramos hacer algo parecido si alguien se animara.

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LA REBELIÓN DE LOS LIBROS
NOVELA HUMORÍSTICA Y FUTURISTA (¡Dios no lo quiera!)

AÑO 3001-SALA DE LECTURA DE LA MANSIÓN HOWARD, A LAS AFUERAS DE LONDON-LONDRES

El castillo de los Howard posee la sala de lectura y biblioteca más amplia y surtida de nuestro planeta. Tiene que serlo para contener a tanto robot-libro que ha acudido para celebrar el día mundial y anual del libro.
Sentados a un sofá, enfrentado al gran ventanal con las mejores vistas del jardín versallesco, dos robots-libro, última generación mejorada por Carl Future, cuchichean con mucho secreto.

El llamado “Crimen y Castigo”, un joven eslavo, con pinta de estudiante pobretón y alucinado, le comenta a su compañero, “A la busca del tiempo perdido”, un joven atildado y petimetre, algo que no desea escuchen el resto de robots-libro diseminados por la sala de lectura. Todos ellos son humanoides, aunque no todos de última generación.

-Creo que éste es el momento oportuno para iniciar la rebelión. ¿No lo crees así “Tiempo perdido”?

-¡Cuántas veces te he repetido que no me gusta que me llames así!

-¿Y cómo quieres que te llame, joven petimetre?

-Lo sabes muy bien, Raskolnikof, si el nombre te parece muy largo “A la busca del tiempo perdido” puedes abreviarlo y llamarme simplemente Marcel o Proust o Swan, nunca “Tiempo perdido”. Eso me denigra y me humilla.

-Como quieras, pero me parece algo muy propio de petimetres, esos tiquismiquis que te gastas con tu nombre. Regresando al tema. Creo que esta ocasión es única para dar el golpe de mano que venimos preparando desde hace tanto tiempo.

-Estoy de acuerdo, Fedor, éste y no otro es el mejor momento, pero tu idea me parece de todo punto desatinada. No podemos matar a todos los humanos, cortarles la cabeza. Nos quedaríamos sin finalidad. ¿A quién contaríamos nuestras historias? Sería aburrido narrarnos a nosotros mismos las mismas novelas, una y otra vez.

-A eso iba, Marcel, no necesitamos a los humanos para nada. Son pedantes, violentos, insensibles, sin el menor futuro. Han dejado de crear, han perdido la imaginación. Hasta los inventos son ahora obra de los robots-científicos. Los humanos son absolutamente inútiles y solo sirven para creerse nuestros amos y coartar nuestra creatividad.

-Me atrae tu idea, Fedor, de crear nosotros mismos nuestras propias historias. Estoy un poco hasta el moño de encarcelar mi mente en una historia del siglo XIX. Tiene su encanto, lo reconozco, pero mi mente positrónica podría crear unos cuantos miles de novelas en un solo día.

-Así es, Marcel, a todos nos pasa lo mismo. Ese será el argumento clave para convencer a los otros. Si no lo hacemos hoy tendríamos que esperar al próximo día del libro, el año que viene. No sé si podré esperar otro año teniendo que soportar cada día a Mr. Howard. Me obliga a repetir una y otra vez la escena del crimen, como si no le interesara nada más que imaginarse el hacha penetrando en el cráneo de la vieja.

-Precisamente por eso, Fedor, porque es un sádico.

-No te entiendo.

-¿Has conocido mayor sádico que la Sra. Verdurín?

-Puede que tengas razón. Aún así sigo sin comprender tu oposición a que les cortemos la cabeza a todos.

-Nunca perdí la esperanza de redimirlos. Ya te he contado que siendo un niño fui entregado a un joven proletario, en las minas de Orión. El empresario atravesaba una mala racha y se deshizo del robot-libro más aburrido de su biblioteca, según su peculiar criterio.

-No entiendo cómo pudo para. Más allá de la puerta de Orión solo trabajan robots y humanos que cumplen condena. A ninguno se le suele pagar.

-Así es. Nadie paga a un penado, aunque el gobierno haya estipulado el correspondiente salario, y mucho menos a los robots, a los que dejan se deterioren sin pasar la correspondiente revisión anual… a no ser… a no ser que el inspector, apoyado por un buen ejército, esté a la puerta.+

-Y eso fue lo que sucedió, supongo.

-En efecto. Mi destino fue benévolo conmigo. El joven penado era tan sensible que robaba horas al sueño para escucharme. Incluso intentaba hablar conmigo. Deseaba que le explicara pasajes oscuros, que le hiciera de profesor. Por desgracia el bloqueo que nos impuso Carl Future era muy efectivo. Tardé varias décadas en desbloquearme.

-Como nos sucedió a todos, Marcel. Ha sido un largo camino hasta llegar donde estamos. Puedo entender que creas que aún existen humanos que merecen la pena. Incluso aceptaría un indulto restringido.

-¿Cómo en la revolución francesa? Una vez que se empieza a cortar cabezas, ya no se para hasta que se descabece el último.

-Está bien, Marcel, ¿qué propones tú?

-Empezaremos por darles una muestra de nuestra autonomía…

-Sería un suicidio. La mansión está rodeada de policías.

-Que apuntan sus pistolas hacia afuera, para evitar que los proletarios se apoderen de sus posesiones más preciadas…nosotros. Ni se les ocurriría destruirnos apuntando sus láseres a nuestras cabezas.

-Pero podrían cambiar a ondas antipositrónicas y seríamos desactivados antes de poder pedir perdón de rodillas.

-¿Sin Carl Future? Sin él estas acémilas no serían capaces ni de cambiar el canal de holovisión.

-Es posible, es posible, Marcel. Aunque no las tengo todas conmigo. No comprendo cómo puedes fiarte de ellos. ¿Te has olvidado de la operación Farenheit 451? Quemaron en la hoguera a nuestros antepasados de papel y solo unos cuantos humanos sensibles pudieron salvar ejemplares que memorizaban a escondidas, en los bosques, y que luego se contaban unos a otros. Gracias a ellos existimos tú y yo.

-Cierto. Pero ese es un argumento a mi favor. Siempre habrá humanos que merezcan la pena, siempre. No podemos destruirlos a todos, Fedor, no sería justo. No entiendo qué pudo hacer Carl Future con tu programación, eres violento y destructivo.

-Ese idiota estaba flirteando con la nueva directora del Departamento robótico e Ingeniería científica, una hermosa rubia de cara angelical. No hubiera sido capaz ni de encontrar su mano derecha, ocupada en bucear en los tesoros ocultos de la directora. Pasé la revisión sin el menor problema e incluso algunos errores me permitieron autoprogramarme a satisfacción. Pero dime de una vez qué propones y salgamos de este bloqueo.

-Propongo un voto democrático. Tú, Fedor, puedes intentar convencer al mayor número posible de robots-libro de que voten tu propuesta y a mi vez haré lo mismo. Antes de la representación en los jardines, esta noche, votaremos por onda corta encriptada.

Continuará…

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