viernes, 17 de marzo de 2017

AMABILIO, UN POLÍTICO GENTIL I







NOTA INTRODUCTORIA/La tontería del circo de Slictik se debió a la necesidad de juntar a mis personajes humorísticos de alguna manera y en alguna parte. Esto fue antes de que llegara Hotel de los disparates donde cabían todos y aún sobraba espacio para otros numerosos huéspedes, personal y los que se apuntaran. Antes de que la famosa película de los hermanos Marx, el hotel de los líos, se encendiera dentro de mi cabeza como una bombilla de bajo consumo, no se me ocurría nada por lo que puesto a elegir entre un teatro, un programa de tv, un crucero o cualquier otro redil, preferí el formato del circo, donde cabe todo, hasta animales salvajes y depredadores y donde los payasos pueden entretener a los niños sin miedo a corromper su prístina pureza. Hoy en día, en este momento actual, yo hubiera elegido tenerlos a todos aquí, en Gatolandia, Soria, que se ha ido convirtiendo en el teatro animal más poblado y divertido del mundo. El mérito corre de cuenta de Mici y Zapi que son muy sociables y no marcan territorio con el pis ni muerden a quien se acerque por aquí. Gatolandia, en este momento, se compone, aparte de ellos dos, que podrían ser Groucho y Chico, si los transformara en humanos con una barita mágica, de un gatazo negrazo malazo de ojos fosforescentes, como lo llamé el primer día, mejor dicho, la primera noche, que apareció por el jardín y me dio un “zuto de muete” como dirían mis admirados y entrañables Gomaespuma. Ha resultado un buenazo que tiene que portar la mala fama de los gatos negros. Acostumbra a entrar por casa cuando tiene la puerta abierta, me mira, me pide permiso, y entra a la cochera, a comer un poco de pienso, luego se marcha farfullando algo que parecen gracias. Luego vinieron dos preciosas gatitas, creo que gemelas, con unos ojazos que enamoran y una de ellas ya tiene confianza suficiente para entrar, subirse a la mesa y comer deprisa, por si la echo a mitad del condumio. Una noche se asomó a la ventana un gatito precioso, “too negrito”, con unos ojitos encantadores, al que no he vuelto a ver. Han aparecido también un gato gris, otro gato marrón y varios perros, primero un jovencito, apenas superada la “cachorrez”, muy juguetón pero peligroso porque obligó a Zapi a subirse como un tiro a uno de los árboles del jardín, al tiempo que gritaba como si lo estuvieran matando, tuve que salir de estampida y poner paz y luego gloria. Este perrito blanco también ha venido acompañado de otro de su misma edad y condición, solo que de un color amarronado. Parece encantador pero también le ha dado por mis gatitos y eso no lo puedo consentir. A veces les acompaña un tercer perro, de catadura más respetable, que parece un buenazo pero que tiene el aspecto de un perro peligroso y me da un poco de miedo.

Esto es Gatolandia, mucho mejor que el circo de Slictik, donde los personajes eran mucho más caóticos y peligrosos. Se me ocurrió que el millonario Slictik los contratara para una “turné” mundial o como se diga, haciendo delirantes espectáculos circenses. Desde luego que hubiera preferido transformarlos a todos en gatos y tenerlos aquí a mano, en Gatolandia, pero en aquellos tiempos no fue posible. Muchos de aquellos personajes no pasaron de esbozo, bien porque no los necesitara en un momento concreto para nada más o bien –como es el caso de Amabilio- porque me daba tanto miedo y tanto reparo que lo tuve en conserva todos estos años. Buscando y ordenando manuscritos de humor me encontré algunas hojas sueltas y algún pequeño esbozo en una libreta. Lo prefiero porque así podré construirlo desde cero y en el momento actual y nadie se enfadará porque se le parezca a tal o cual político. Debo decir que aunque la política es un material de primera para el humor, odio tanto la política, me repugna tanto, que cuando tengo que ponerme a escribir una historia humorística sobre algún aspecto de la política, o crear un personaje estrictamente político, me echo a temblar y tengo que darme un tiempo hasta que se me pasen los temblores. Odio la política, pero forma parte de mi vida y por lo tanto tiene que formar también parte de mi humor.

Amabilio se esbozó como una parodia del político más o menos actual que suele ser buen mozo, alto, guaperas, dicharachero, amable y gentil. Las señoras están encantadas con esta nueva fauna política que incluso se desnuda en sus campañas electorales, si su puritanismo no es excesivo ni consustancial con su ideología. Otros no se desnudarían ni en la ducha. Toda esta fauna política es asombrosa, divertidísima y material de primera para cualquier humorista. Pero a mí me sigue dando mucho miedo todo esto. ¡Qué quieren que les diga! Si los servicios secretos, los espías, pueden hasta grabar mis conversaciones con Mici y Zapi y con las preciosas gatitas o sacarme fotos en gayumbos por el jardín, con una de esas cámaras modernas, con zooms tan potentes que hasta detectarían un grano en el culo, y si luego, después de un exhaustivo espionaje, pueden sacar todo ese material a la luz pública, como el que han sacado, están sacando y sacarán de personajes infinitamente más importantes que yo, pues la verdad es que me da un poco de miedo meterme con los políticos, luego me pueden amenazar “sotovoce” y yo no tengo un congreso de humoristas que me respalde y que ponga el grito en el cielo. Si le cayera mal a un político, aunque solo fuera uno, podría destrozar mi vida sacando a la luz pública mi supuesta relación incestuosa con las gatitas, supuestas novias de mis gatitos, o las conversaciones privadas que mantengo con ellos a lo largo del día. La opinión pública pensaría, y con razón, que estoy loco de atar, que soy un pervertido, un corrupto que se esconde en un pueblo de Soria para ocultar sus cuantiosa fortuna en paraísos fiscales, podría pensar que merezco que me saquen en gayumbos por mi jardín, enseñando barriga, enseñando michelines, enseñando un cuerpo tan deteriorado que da grima. Me da miedo que saquen mis trapos sucios a relucir, chantajeándome para que diga que son más bonitos que un san Luis. Es por ello que he mantenido este personaje en conserva tantos años. Lo saco ahora porque ha llegado el momento de que diga todo lo que tengo que decir sobre la política y su pintoresca fauna. Estoy dispuesto a asumir las consecuencias, que mis gatos me abandonen, que Gatolandia se convierta en un páramo desierto, que todo el mundo sepa que ando en gayumbos por el jardín –bueno en invierto en pijama de felpa- que los perros se enfaden y me muerdan el culete, que todas las señoras del planeta puedan ver a Mr. Michelín, de anciano, y juren sobre la biblia que no se van a acercar a menos de dos leguas y media de mí. Me importa un comino, un pito, me trae al pairo, quiero que este personaje salga a la luz pública. Debo decir que a pesar de su amabilidad y gentileza, de que me ha quedado más bonito que un san Luis, mis dedos tiemblan sobre el teclado y mi cara ha asumido un rictus que no me gusta nada. Sé que voy a terminar mal, muy mal, pero mientras tanto tengo la puerta de Gatolandia abierta de par en par y Mici y Zapi entran y salen llamando mi atención, a la hora de comer, dentro de un ratito, vendrán las gatitas y el gatazo negrazo malazo de ojos fosforecentes y esta tarde espero a los perritos, puesto que hace un buen día. No espero a nadie más, ni siquiera a una dama perdida. Me gustaría que mis personajes se transformaran en gatos y se pasaran el día maullándome, desde el doctor Sun hasta el gentil Amabilio, pero mucho me temo que les he consentido mucho y ya es demasiado tarde para que pueda ponerles el bozal gatuno.


         

                  





EL CIRCO DE SLICTIK PRESENTAAA

AMABILIO, UN POLÍTICO GENTIL

NARRADO POR UN COLUMNISTA CON MUY MALA BABA, UN CHICO MALO DE LAS TERTULIAS Y LOS DIARIOS DIGITALES


Amabilio es alto, joven, guapo, elegante, va muy bien vestido, es dicharachero por naturaleza y su labia discreta, acariciante, conmovería hasta a las mismísimas piedras. No me duelen prendas en admitir que hasta yo, el más villano de los columnistas, la peor baba de la prensa escrita de este país y casi, casi, del resto del mundo, tuve un ligero desfallecimiento al principio de su carrera política y hasta caí en sus gentiles redes. Y eso que Amabilio es un tanto puritano, no como otros que han desnudado sus floridos cuerpos en los autobuses de este país, buscando el voto de las damas no puritanas y no feministas. Tuve la suerte de que me concediera una extensa entrevista, un fin de semana completo en su chalet de la sierra, antes de que diera el paso definitivo de lanzarse a la política a tiempo completo. Antes hizo algunos ademanes, unas cuantas carantoñas y lametazos aquí y allá, pero yo fui el primero que supo que la semana siguiente aparecería en un teatro para anunciar la formación de un nuevo partido político. En aquel momento de lamentable debilidad llegó a confesarme sus razones para lanzarse al circo de la política o al circo romano, a partirse el pecho con fieras y gladiadores. Pero me reservo esta confesión para más adelante, cuando sepamos algo más de él y tal vez se acerquen unas elecciones.

En cuanto su atractiva figura apareció en la escena política decidí documentarme sobre este personaje y para ello hablé con todas las personas que le habían conocido desde niño. No todas, claro, algunas habían desaparecido por discreción y otras me dieron con la puerta en las narices. No obstante pude sacar algunas conclusiones que paso a detallar con absoluta naturalidad.

Ya desde niño supo que su vocación sería la política. Pocos tenemos claro a tan temprana edad lo que deseamos con vehemencia ser de mayores. Amabilio tuvo esa suerte, la misma que tuve yo al caer en mis candorosas manos un diario en el que descubrí unas viñetas humorísticas. La ingenua confusión marcaría mi vida puesto que decidí ser periodista para dibujar viñetas. Nada me arredraría luego y así acabé, siendo todavía un pipiolo, en la facultad de ciencias de la información.

Cuentan que el primer éxito político de Amabilio fue resultar elegido como delegado de curso. Era entonces un bachiller al que no le gustaba nada, pero nada, pasar desapercibido. Algunos estudiantes darían su meñique izquierdo porque nadie les viera, se fijara en ellos. El acoso escolar, el bullying o como se llame, está haciendo estragos en nuestros viveros de generaciones futuras. Creo que muchos de ellos se volverían invisibles si encontraran el elixir mágico del hombre invisible. Pues bien, Amabilio no era así, quería destacar a toda costa, que todo el mundo le observase, incluso cuando se metía el dedo en la nariz. Dicen que los políticos tienen un ego tan inflado que basta con soplar cerca de ellos para que exploten a las primeras de cambio. No me sorprende nada, porque no encuentro otro motivo razonable para que alguien se haga político. Es posible, tal vez lo sea de aquí a mil años, que alguien llegue a dedicarse a la política con vocación de servicio, para ayudar a los ciudadanos a gestionar sus problemas, solo por generosidad, como un gurú o un santo caminaría por las calles de nuestras ciudades vestido con una túnica zarrapastrosa y predicando que el reino de los cielos está llegando hasta nosotros. Pero mientras llega y no me pregunto para qué se mete la gente en política. Algunos dicen que para “chorizar” lo que puedan y que no hay pan para tanto chorizo. Creo que no es exactamente así o totalmente así, muchos de ellos o la mayoría ganarían más en alguna multinacional, como consejero firmante una vez al mes. No creo que el dinero sea su meta prioritaria en la vida. Soy más bien de los que opinan que un político es ante todo un ego muy inflado que necesita salir en los telediarios todos los días, o al menos alternando, un día sí y otro también, un ego narcisista que necesita ir por la calle y que todo el mundo sepa que por allí va don fulano o don zutano y que le digan algo, aunque sea malo, o le chiflen o rechiflen. Un político tiene que ser narcisista por naturaleza y sobre todo, tiene que tener tal apego al poder –al sillón de mis entretelas, mi despachito oficial- que no le despeguen de la poltrona ni a cañonazos. De otra forma no serían comprensibles la mayoría de las carreras políticas, del pasado, del presente y del futuro. La prueba está en que nadie deja su poltrona voluntariamente. Si hubieran entrado en política solo para servir al ciudadano se irían cuando el ciudadano les dijera que se fueran y no harían tanto paripé ni razonarían tanto y tan bien para quedarse a cualquier precio. Si has entrado para servir, primero, y como dice el evangelio, deberías ser el último de la fila, porque quien quiera ser vuestro jefe, vuestro maestro, vuestro presidente de gobierno, primero que sea vuestro servidor, que se arremangue y os lave los pies y si tiene que dar un bocata a uno que forme parte de la estadística de la pobreza extrema, pues que se arremangue y que se lo de, y si puede que sea de jamón serrano, que él puede. Si has venido a servir tienes que hacer todas estas cosas, pero sobre todo tienes que irte sin rechistar cuando te dicen que te vayas. No me vengas con eso de que el desgaste y la coyuntura, si has venido a servir y los ciudadanos no quieren que les sirvas, pues vete con viento fresco y procura luego pasar desapercibido y no saliendo en los telediarios cada dos por tres enmendando la plana a todo el mundo. Si vienes a servir, sirves lo mejor posible y te vas cuando te piden que te vayas. El resto es ego inflado, narcisismo y apego al poder.

                   


Teniendo en cuenta todo esto y algunas cosas más, yo diría que la mayoría de los políticos entran en la política para inflar aún más sus egos, para que su narcisismo tenga una válvula de escape, para poder mandar a todo el mundo desde su poltrona en un despachito oficial. Quieren ser el número uno desde la cuna y si además luego, por el camino, con cierto disimulo, se hacen con unos contactos para luego ir de puerta giratoria en puerta giratoria, y para chorizar un poco aquí y otro poco allá, pues miel sobre hojuelas. De verdad de verdad os digo que el día en que encuentre un político que haya venido solo a servir, me convertiré en su discípulo, sostendré su túnica para que no se manche con el polvo del camino, gritaré por él cuando se haya quedado ronco y me ofreceré como chivo expiatorio cuando alguien intente darle unos latigazos por sus muchos errores. No he conocido a un solo gurú, un solo santón, un maestro espiritual que haya venido a predicar la buena nueva del evangelio político. Ninguno ha dicho que nos iban a salvar a través de un partido político que redimiría a la humanidad de sus muchos pecados, que hay que dar al César lo que es del César y también lo que no es ni de él ni de nadie, como el planeta, que es de alquiler, porque, que yo sepa, nadie ha presentado sus escrituras públicas sobre la propiedad del planeta, ni una nota simple del registro de la propiedad. El planeta es de todos, está alquilado a todos, pero los políticos lo consideran suyo y donde hay patrón no manda marinero. Ni siquiera los maestros espirituales más elevados de toda la historia se atrevieron proclamar que el planeta era suyo puesto que era de su padre y como ellos eran sus hijos… ergo… Ni ergo ni leches, que me pongo enfermo cuando los políticos vienen reclamando que su poltrona es de origen divino y que no pueden irse porque Dios se enfadaría con ellos, que tienen toda la razón y que si los ciudadanos se las quitan en las urnas es porque la coyuntura y porque la erosión, y porque ¡leches!, que me pongo enfermo. Que los políticos se creen dioses y si hacen campañas electorales e intentan poner siempre buena cara es para que les voten, porque desde que llegó la democracia, el mejor de todos los males posibles, nadie quiere ser dictador, así a las claras, o al menos nadie que esté en su sano juicio, y no pueden llegar a la poltrona sin el voto. Por eso los políticos se convierten en mentirosos, trapaceros, manipuladores, traidores, porque necesitan el voto y no lo tendrían si dijeran la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Y…

-Cariño, por favor, traeme una tilita, o mejor dicho, por favor, ¿puedes traerme una tilita? Y no porque sea un machista, que yo estoy por la igualdad, pero es que me estoy poniendo “morao” y voy a estallar. Mira que me has dicho y repetido que no me metiera a comentarista político, que eso acabaría conmigo. Debí de hacerme periodista deportivo… Bueno, no eso, no que aún está peor. Tal vez crítico de arte, que ahora con el arte moderno, puedes decir casi cualquier cosa y nadie te dice nada. En cuanto me calme un poco llamo a la radio para que me disculpen hoy porque tengo un “resfriao” y mañana llama a la tv para decirles que me ha “pillado” un mal viento, porque si lo hago yo luego me dicen que quieren verme la cara para saber si es verdad. Nunca debí haberme metido a comentarista político, antes político que comentarista. En fin, mañana seguiré contando cosas de Amabilio, si Dios quiere y si antes no me he muerto. Esa tilita, cariño, ¿viene o no viene? No es que no esté por la igualdad, nada me costaría levantarme y calentar el agua y echar la tila al agua y esperar, pero es que si lo hago voy a reventar. No puedo hablar más de media hora de política sin ponerme enfermo, tendré que cronometrar el tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario