Y no me preocupé. Nos pusimos de nuevo con las grabaciones.
Esta vez a toda pastilla, buscando solo una grabación en la que alguien se
moviera de la cama y se acercara a la puerta. Si no había salido de su
dormitorio tenía una coartada perfecta y habría que descartarlo de la lista.
Nadie se movió, la medicación les hacía dormir como marmotas. Se me ocurrió
pensar en la posibilidad de que alguien utilizara el viejo truco de la almohada,
colocada en forma vertical bajo la ropa, simulando un cuerpo. Eso solo sería
posible si la señorita Ruth no acostara a todos y no cerrara la puerta después.
Se lo pregunté a Heather. Me dijo que solo se ocupaba de los más conflictivos y
de sus preferidos, no tenía tiempo para todos. Volví a preguntar, esta vez si
existía alguna lista de las puertas que quedaban abiertas y a quién pertenecía
el dormitorio. Me respondió que eso se lo tendría que preguntar al doctor Sun
que era quien confeccionaba la lista de los grados. Quise saber si la grabación
se interrumpía en algún momento entre la entrada de la señorita Ruth con el
enfermo y su salida. Las grabaciones eran ininterrumpidas aunque no se podía
saber a ciencia cierta si algún enfermo tapaba un momento la cámara, colocaba
la almohada y luego salía, destapándola con una cuerda o artilugio semejante.
Allí la inventiva estaba a la orden del día y era muy creativa. Tendría que
hablar con la señorita Ruth para salir de dudas.
-¡Dios me libre!
-¿Pero por qué, joven? Es muy simpática.
-Vamos, preciosa, no me tomes el pelo. En resumidas cuentas,
que esto es una pérdida de tiempo, porque nunca podremos estar absolutamente
seguros de que alguien no se fugó de su dormitorio durante la noche, al menos
los que tienen las puertas cerradas, salvo que su inventiva raye la genialidad.
Al resto habrá que someterles a una batería de pruebas hasta descartarles.
Bueno, creo que podemos poner esto a la máxima velocidad. ¿Cuáles son tus
planes, cariño?
-Pues cariño, en cuanto terminemos aquí nos vamos a mi
apartamento. Cerramos todo bien cerradito y pasamos la noche tan rícamente.
Y eso fue lo que hicimos. Cuando terminamos ya era de noche,
a pesar de la velocidad turbo que pusimos a la reproducción de las grabaciones.
Heather tardó muy poco en dejarlo todo como estaba antes, apagó las luces,
cerró el chiringuito y nos fuimos por los corredores subterráneos, imagino que
para despistar a posibles acechadores, aunque con el caos que debía de reinar
en Crazyworld eso casi estaba descartado, salvo que el asesino nos hubiera
escogido como las siguientes víctimas. Eso me sobresaltó bastante. Por fin
Heather dio por terminado el viaje por aquel laberinto. En un pasillo estrecho
y oscuro, de techo bajo, abrió una trampilla disimulada en el techo y me pidió
que la diera un empujoncito en el trasero, lo que hice de mil amores.
Desapareció de mi vista y por un momento temí me hubiera jugado una mala
pasada, hasta que escuché su voz.
-Tienes que encaramarte por tu cuenta porque esta es la
salida que vas a utilizar siempre que quieras visitarme en mi apartamento por
la noche.
-Tendrás que hacerme un plano, guapa, porque ya estoy
completamente perdido.
-Jajá. Me encanta tu sentido del humor. Casi tanto como tu
guapura. Estás encerrado aquí de por vida, un asesino anda suelto y aún te
quedan ganas para bromear.
-Bueno, puede que esto no sea tan malo al fin y al cabo si
encontramos al asesino y puedo visitarte las noches que no tengas guardia la
estancia será muy agradable, dure lo que dure.. Dime qué tengo que hacer ahora.
-Eres alto. No tendrás problemas. Tantea con una mano el
techo. Has visto que el agujero es suficiente, que no está tan elevado y que yo
te espero aquí. Salta, haz fuerza con los brazos y apoya la barriga en el
borde. Está chupado.
No tanto como ella decía pero no fue tan complicado como
esperaba. Me encontré a su lado en menos de lo que canta un gallo, suponiendo
que hubiera gallos en Crazyworld. Algo que anoté para preguntarle en otro
momento. Lo que sí inquirí es si aquella salida tenía alarma y la había
desconectado desde el centro de seguridad o no debería preocuparme. Nadie sabía
de aquella salida. Ya, pensé, excepto Jimmy y puede que alguno más. Pensé en mi
colega y compañero de investigación. Deseaba que nuestro encuentro se retrasara
todo lo posible, porque no iba a ser agradable. Heather encendió una linterna y
pude observar que nos encontrábamos en una especie de caseta para guardar
herramientas de jardinería. Abrió una puerta que no estaba cerrada con llave,
apagó la linterna y salimos.
Estábamos en el jardín, en una zona poco iluminada, solo una
farola a una distancia prudencial para poder pasar desapercibidos. Recordé con
miedo a los perros. Me dije que al menos ladrarían antes de morder, a pesar del
viejo dicho de perro ladrador, poco mordedor. Los robots me daban menos miedo y
además no se alejaban mucho, al parecer de la valla. Quise que ella me lo
confirmara y me habló de las precauciones a tomar cuando fuera a visitarla.
Nada de ruido y tenía que memorizar el camino que íbamos a seguir desde allí.
De los pasillos subterráneos ya me daría un plano. Hablaba casi en susurros por
lo que decidí callarme de momento, tomar su mano y seguir sus pasos como si
fuéramos dos jóvenes ladrones alejándonos del lugar del crimen, nunca mejor
dicho.
A pesar de la concentración que puse en recordar todos mis
movimientos, apenas pude situar en un mapa imaginario el apartamento de
Heather. Atravesamos una zona del jardín, es cierto, así como unos edificios
bajos a oscuras, que no sabía qué podían contener ni tampoco quise preguntarlo;
también pude ver un bosquecillo a la izquierda, luego una pequeña urbanización
de casitas con jardín y al final un bloque de apartamentos rodeado de un bonito
jardín, pero me hubiera perdido de día y solo, tendría que practicar mucho. Me
sentí aliviado cuando llegamos sin tropiezo alguno ante la puerta de su
edificio que abrió con una tarjeta magnética. La misma que le sirvió para abrir
la de su apartamento, un bonito ático en la tercera planta, según pude
comprobar. Habíamos subido en ascensor sin decir palabra porque ella me hizo un
signo de advertencia poniendo su índice en los labios.
Entramos, encendió las luces, apagó lo que pienso sería una
alarma y activó lo que creo, porque me lo dijo a continuación, era un artilugio
para interferir todo tipo de espionaje. Entonces y solo entonces me dijo que ya
podíamos hablar de lo que quisiéramos. Lo primero que me sorprendió fue la mesa
del salón, adorablemente puesta, con dos cubiertos, velas y toda la
parafernalia que requiere una buena cena romántica.
-¿Y esto? ¿No me dirás que ya dabas por supuesto que te
acompañaría esta noche?
-No las tenía todas conmigo, pero me hubiera sentido muy
decepcionada de no haber sucedido así. La cena ya está preparada, el asado en
el horno y la ensalada y los aperitivos en la nevera. Tengo algunos vinos
californianos muy buenos, me he decidido por un Chardonnay pero si no te gusta podemos probar
otros. No sé si sabes que en 1976 los vinos californianos ganaron a los
franceses en un concurso en París.
-Pues no, ni siquiera recuerdo si me gusta al
vino, aunque sería raro que no me gustara. No sé si es un recuerdo verdadero
pero me ha estado viniendo a la cabeza que antes era un gigoló y que soy
español.
-No me sorprendería. Con lo guapo que eres me
encaja lo de gigoló. Espero que te conformes con la botella de vino como pago a
disfrutar de tus favores. Oye, si eres español seguro que te gusta el vino.
Allí tienen buenos vinos, Rioja, Ribera del Duero…
-Hablas como una experta en vinos, pero tendrás
que explicarme cómo llegan a Crazyworld los vinos. Ya puestos podrías también
explicarme cómo va la logística. ¿Tenéis huertos y granjas o todo llega de
fuera?
-Ya veo que tienes muchas preguntas. Puedes
hacerlas hasta que llegue el postre, a partir de ese momento exijo una
conversación totalmente romántica, nos espera una noche muy, muy romántica,
cariñito. Iré contestando a tus preguntas, pero antes permite que te enseñe mi
modesta morada.
Y así lo hizo. El salón era grande para una
sola persona, aunque quedaba chico para una gran reunión. El mobiliario estaba
bien, en madera, como la mesa y las sillas. Un armario de salón con cristaleras
y lleno de vajilla, un sofá cómodo, un televisor empotrado en una esquina, un
pequeño piano cerca de una cristalera que daba a una terraza… Decidí salir a
tomar el aire. Estaba repleta de flores y pequeñas plantas, perfectamente
ordenadas. Todo muy bonito, pero me pregunté si un tercer piso sería obstáculo
para que trepara hasta allí catwoman. Y luego si los cristales serían a prueba
de bomba y si habría una alarma que activara trampas anticacos, tal como una
buena descarga eléctrica. No quise preguntar para no chafar la bonita noche que
nos esperaba. Heather se colocó tras de mí y me abrazó.
-¿Te gusta?
-Ya lo creo. Oye, eres una caja de sorpresas.
¿Tocas el piano?
-¿Para qué lo querría si no lo tocara? Te puedo
tocar desde un nocturno de Chopin a cualquier canción que recuerdes, si es que
recuerdas alguna.
-La música tiene que gustarme, pero no he oído
nada hasta ahora. Por cierto que no he visto calendarios ni relojes. ¿Cuánto
llevó aquí? Me siento como si ya llevara un año.
-No me extraña. Crazyworld está fuera del
tiempo. Pues esta es tu tercera noche. Llegaste la noche del lunes y hoy
estamos a miércoles. Dos días y tres noches con esta.
-Antes de que me olvide. ¿Cómo diablos
consigues el vino y lo demás? Aunque os paguen un buen sueldo, no parece que
aquí podáis gastar mucho.
-Tienes razón. Nos pagan bien pero el dinero se
lo queda Mr. Arkadin. A todos nos prometió que nos lo daría, con intereses,
cuando salgamos de aquí. Pero eso es una de sus trapacerías. Lo que sí parece
ser cierto es que hace llegar el dinero a los familiares de algunos de los que
trabajan aquí. No hay muchos con familiares fuera, pero sí algunos. Creo que
conoces a Dolores. Pues bien, ella manda todos los meses parte de su sueldo a
su familia. Según Mr. Arkadin les llega. Le hizo llegar a Dolores un video en
el que sus familiares le dan las gracias, pero a saber si no será otra de sus
trapacerías. El resto no vemos un dólar. Cuando necesitamos algo que no hay
aquí le hacíamos llegar la petición al director que a veces cumplía y otras no.
Resulta muy sospechoso que a algunas que no hemos querido saber nada de él no
nos haya llegado nada de lo que pedimos.
-¿Y el piano?
-Estaba en una sala de música, muerto de risa.
Se lo pedí al doctor Sun y al día siguiente lo tenía a la puerta. No es mala
persona. A mí me cae bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario