-Querido Arminido, deberías dar paso a nuestra tertuliana y
experta la doctora Artemoisa, para que nos hablara de los caeros y nos
adelantara un poco lo que nos vamos a encontrar cuando lleguemos al bosque de
los kooris. Aún no le has permitido abrir la boca, no sé si porque es mujer,
porque te cae mal o porque no te gustan los animales.
-Todo se andará. De hecho ha llegado su momento. Por lo que
encantado le cedo la palabra, no sin antes matizar que ya han hablado otras
mujeres en este programa, que me gustan las mujeres y me gustan los animales,
aunque no tengo mascotas. Ella me cae bien, como no podía ser menos, me gusta,
y aprovecho para invitarla a cenar un día de estos.
-Jajá, Arminido, lo tuyo no tiene cura. Que hable Artemoisa y
deja que se explaye.
-Gracias Arminido, lo de la cena ya se andará. Gracias
Alierina, por defender a una congénere. No sé qué pensaran los holovidentes al
respecto, que lo digan por Omostrón. Espero que luego Arminido nos haga saber
qué están diciendo nuestros holovidentes, que parece tenga miedo de las
críticas. Me permitiréis que antes de hablar de los caeros y luego de los
kooris haga una pequeña introducción sobre la fauna de este planeta. Como
sabéis Omega es un planeta de formación suave, casi hecho a medida, de ahí la
teoría de la terraformación extraomeguiana, que se expone con gran extensión y
todo cúmulo de detalles en los documentales que “H” pone a nuestra disposición.
Allí se habla también de la fauna anterior al advenimiento del omeguiano
inteligente, que unos consideran descendiente de una especie concreta de monos
y otros creado específicamente por naves sembradoras de vida inteligente que
pasaron por el cuadrante hace eones, sembrando todo tipo de vida, más o menos
inteligente, porque toda vida es inteligente “per se”. “H” se inclina por esta
última hipótesis en base a las razones que esgrime en sus documentales. De una
u otra forma lo cierto es que la fauna de los primeros tiempos del planeta era
de un tamaño desmesurado, lo mismo que la flora. Se supone que los ejemplares
grandes, tanto de fauna como de flora, tienen más posibilidades de sobrevivir a
los avatares de la evolución que las criaturas diminutas. No estoy de acuerdo
como pueden comprobar si solicitan a la biblioteca de “H” mis libros y
documentales. Lo cierto es que las grandes criaturas que poblaron la corteza de
nuestro planeta, se extinguieron, por las razones que fuere. Se alimentaban de
la enorme y gigantesca población de árboles y toda clase de plantas que
brotaban de la corteza de Omega, un planeta ideal para toda clase de vida.
“No me voy a extender sobre la fauna y la flora de aquellos
tiempos porque está muy bien expuesto en los hologramas de “H”, donde estos
animales y plantas están recreados con un fantástico realismo que pueden ver
también en el museo de historia natural existente en el palacio de “H”. Por
cierto que yo también me apunto a la visita que estáis programando. Quiero
hablar directamente con nuestra querida IA y hacerle un montón de preguntas al
respecto. Pero antes hablemos de los caeros, una especie tan resistente como
sociable. Se dice que son herederos de una especie gigantesca y brutal que
dominó Omega en los primeros tiempos de la vida animal. Este planeta posee unas
características muy especiales, como hemos visto cuando se podía viajar por
todo el cuadrante, antes de que “H” nos pusiera en cuarentena y prohibiera
salidas y entradas. La hipótesis de nuestra inteligencia artificial es que
Omega fue terraformado y sembrada la vida por las primeras naves sembradoras de
la galaxia. Algo que no parece tan inverosímil teniendo en cuenta lo acreditado
que está la llegada de la nave en la que viajaba quien luego sería llamado El
Mesías de Omega. Teniendo en cuenta cómo son los planetas habitados del
Cuadrante parece que con Omega se esmeraron, tal vez porque todo cabrón tiene
un momento de debilidad o porque estaban muy cansados en su largo periplo y
celebraron una fiesta en la que se pusieron hasta el culo de sus bebidas
alcohólicas, artificiales, químicas, que producían en sus organismos de
sembradores, extraños, raros, un efecto especialmente placentero. Así debió
salir aquel proyecto de planeta, donde se evitó en lo posible la evolución
caótica y demoledora que parece necesaria, imprescindible, para que un planeta
alcance la madurez y pueda ser habitado.
“El caeros es un buen ejemplo del mimo y cuidado con que
terraformaron este planeta. Es un animal suave, dulce, tranquilo, hasta
cariñoso, y al mismo tiempo lleva en sus genes el instinto más brutal, capaz de
romper, despedazar, aniquilar a sus enemigos con una saña insólita. La visita a
la manada de caeros ha sido demasiado breve para que hayan podido percibir las
dos caras del caeros, su cariño infinito hacia sus crías y su saña con los
depredadores que las atacan, algo muy poco frecuente en estos tiempos, aunque
pueden verlo en los documentales de “H”.
Su vida gregaria es bastante simple, comen toda clase de vegetales,
incluso los más indigestos, cuidan en manada de sus crías, se rascan mutuamente
por la noche, antes de dormir y dejan pasar el tiempo como si no existiera,
viven en un eterno presente. Son las hembras las que viven gregariamente con
sus crías, los machos se limitan a seguir al rebaño y comer lo mismo ellas,
defendiéndolas cuando llega la oscuridad, formando un círculo defensivo a su
alrededor. Los machos se alternan, mientras unos vigilan, otros duermen y a
mitad de la noche cambian de turno. Procuran no acercarse al rebaño, dejando
siempre una distancia de seguridad que nosotros no percibimos pero que para
ellos parece estar muy claro. Solo durante los ciclos de celo las hembras dejan
aproximarse a los machos. Estos no pelean entre sí para hacerse con el harén,
se limitan a pasear tranquilamente entre ellas, lanzando berridos lastimeros.
Son las hembras las que eligen, sin llegar nunca a pelear por un macho
concreto, parece existir un sutil acuerdo entre ellas. Cada una tiene sus
gustos, que curiosamente, no coinciden, al menos no del todo. Los machos son
menos numerosos que las hembras. Debe haber en ello una razón genética, aunque
tal vez también se deba a que la tarea defensiva de éstos tuvo que producir
muchas bajas en los tiempos en que sus depredadores eran más numerosos y
terribles de lo que son ahora. Las caeros comparten a los machos de una forma
tan ordenada que podría parecer ridícula. En la primera etapa del celo cada
grupo de hembras escoge a su macho preferido, lo atraen con berridos dulces y
establecen unos turnos en los que el macho nada tiene que decir. Sus coitos son
prolongados, a veces durante un día entero no dejan de repetir una y otra vez
el curioso ritual que no deben perderse visualizando los documentales de “H”.
Pueden tener una docena de coitos en un solo día, tan largos que los machos
tienen que descansar mientras montan a las hembras, quedándose encaramados s
sus grupas, con la cabeza descansando, puede incluso que duerman. El macho
queda tan exhausto que procura alejarse para dormir sin ser molestado, aunque
si la hembra tiene un celo especialmente intenso puede buscarle y obligarle a
repetir algún coito más durante la noche. Al día siguiente otra hembra se hace cargo
del macho y así sucesivamente, todo depende del número de machos disponibles
para las hembras en celo. Por suerte el celo no dura para siempre, porque de
otra forma los machos se hubieran extinguido hace ya tiempo.
“Terminado el celo los machos se quedan atrás, descansando.
Forman un círculo defensivo para evitar el ataque de los depredadores y se
pasan días y días descansando. Las hembras siguen su camino, más atentas que de
costumbre, defendiendo a las crías del anterior celo en el centro del rebaño. No
voy a comentarles mucho más porque estaríamos aquí varios días. Además el Sr.
Artotis puede hablarles luego de su experiencia en la domesticación de caeros.
Si quieren ver la diferencia entre caeros salvajes y domésticos, nada mejor que
una excursión a las Montañas Negras, allí los granjeros rebeldes han aprendido
el arte de la domesticación del caeros durante siglos. Los utilizan para el
transporte y la agricultura. También como mascotas, especialmente para los
niños. Es curioso pero estos animales sienten una rara atracción hacia los
niños como si fueran crías especiales. En cuanto a los salvajes están en su hábitat
natural, las montañas y los bosques donde la nieve es algo habitual a lo largo
de todo el año. Apenas son molestados por los granjeros, salvo cuando necesitan
carne. Prefieren matar caeros salvajes que los propios, y no solo porque luego
tendrían que domesticar otros, lo que supone un arduo trabajo, sobre todo lo
hacen porque acaban sintiendo un gran cariño hacia ellos.
“Antes de terminar mi exposición me gustaría adelantarles lo
que nos vamos a encontrar en el bosque de los kooris. Estos son unos monitos
muy extraños. Casi diminutos. Su característica más llamativa es su instinto
lúdico. Se pasan la mayor parte del tiempo jugando, incluso cuando comen. Creo
que hasta en sueños juegan. De ahí nace su creatividad para el juego. Al menos
esa es mi teoría que espero confirmar algún día. Por cierto que a mí me
gustaría acompañarles en esa expedición a las Montañas Negras de la que han
hablado antes, si es posible, algo que dudo. Debo avisar a los expedicionarios
que van a establecer contacto con ellos en unos minutos sobre el instinto
lúdico de los kooris. Son bromistas por naturaleza y les encantan las bromas
pesadas, sobre todo. Disfrutan tanto con ellas que cuando les visitan intrusos
se ceban con ellos hasta el punto de que pueden correr algunos riesgos. Seguro
que de esto podrá hablarles mejor Rosindra. Si alguno no se siente preparado
para soportarlas es mejor que se quede en el vehículo. Los kooris viven en los
árboles donde hacen sus nidos familiares. La familia es su sociedad básica. No
son gregarios como los caeros, aunque las relaciones entre familias así podrían
darlo a entender, especialmente entre familias que habitan árboles cercanos. Es
la razón por la que no se permite la adopción como mascota de un solo koori,
debe ser adoptada la familia completa o de otra forma el koori acabará muriendo
de tristeza. No tengo datos sobre los kooris adoptados en todo el planeta, pero
me temo que son muy pocos. Su sentido del juego exige un sentido del humor muy
elevado y una paciencia infinita. Y aquí termina mi exposición. Gracias
Arminido y si es posible me gustaría que la producción del programa se pusiera
a la busca de una estadística de los kooris adoptados, si es que hay alguno.
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