martes, 1 de febrero de 2022

UN DÍA EN LA VIDA DE UNA FAMILIA VANTIANA XVII

 


-Querido Arminido, deberías dar paso a nuestra tertuliana y experta la doctora Artemoisa, para que nos hablara de los caeros y nos adelantara un poco lo que nos vamos a encontrar cuando lleguemos al bosque de los kooris. Aún no le has permitido abrir la boca, no sé si porque es mujer, porque te cae mal o porque no te gustan los animales.

-Todo se andará. De hecho ha llegado su momento. Por lo que encantado le cedo la palabra, no sin antes matizar que ya han hablado otras mujeres en este programa, que me gustan las mujeres y me gustan los animales, aunque no tengo mascotas. Ella me cae bien, como no podía ser menos, me gusta, y aprovecho para invitarla a cenar un día de estos.

-Jajá, Arminido, lo tuyo no tiene cura. Que hable Artemoisa y deja que se explaye.

-Gracias Arminido, lo de la cena ya se andará. Gracias Alierina, por defender a una congénere. No sé qué pensaran los holovidentes al respecto, que lo digan por Omostrón. Espero que luego Arminido nos haga saber qué están diciendo nuestros holovidentes, que parece tenga miedo de las críticas. Me permitiréis que antes de hablar de los caeros y luego de los kooris haga una pequeña introducción sobre la fauna de este planeta. Como sabéis Omega es un planeta de formación suave, casi hecho a medida, de ahí la teoría de la terraformación extraomeguiana, que se expone con gran extensión y todo cúmulo de detalles en los documentales que “H” pone a nuestra disposición. Allí se habla también de la fauna anterior al advenimiento del omeguiano inteligente, que unos consideran descendiente de una especie concreta de monos y otros creado específicamente por naves sembradoras de vida inteligente que pasaron por el cuadrante hace eones, sembrando todo tipo de vida, más o menos inteligente, porque toda vida es inteligente “per se”. “H” se inclina por esta última hipótesis en base a las razones que esgrime en sus documentales. De una u otra forma lo cierto es que la fauna de los primeros tiempos del planeta era de un tamaño desmesurado, lo mismo que la flora. Se supone que los ejemplares grandes, tanto de fauna como de flora, tienen más posibilidades de sobrevivir a los avatares de la evolución que las criaturas diminutas. No estoy de acuerdo como pueden comprobar si solicitan a la biblioteca de “H” mis libros y documentales. Lo cierto es que las grandes criaturas que poblaron la corteza de nuestro planeta, se extinguieron, por las razones que fuere. Se alimentaban de la enorme y gigantesca población de árboles y toda clase de plantas que brotaban de la corteza de Omega, un planeta ideal para toda clase de vida.

“No me voy a extender sobre la fauna y la flora de aquellos tiempos porque está muy bien expuesto en los hologramas de “H”, donde estos animales y plantas están recreados con un fantástico realismo que pueden ver también en el museo de historia natural existente en el palacio de “H”. Por cierto que yo también me apunto a la visita que estáis programando. Quiero hablar directamente con nuestra querida IA y hacerle un montón de preguntas al respecto. Pero antes hablemos de los caeros, una especie tan resistente como sociable. Se dice que son herederos de una especie gigantesca y brutal que dominó Omega en los primeros tiempos de la vida animal. Este planeta posee unas características muy especiales, como hemos visto cuando se podía viajar por todo el cuadrante, antes de que “H” nos pusiera en cuarentena y prohibiera salidas y entradas. La hipótesis de nuestra inteligencia artificial es que Omega fue terraformado y sembrada la vida por las primeras naves sembradoras de la galaxia. Algo que no parece tan inverosímil teniendo en cuenta lo acreditado que está la llegada de la nave en la que viajaba quien luego sería llamado El Mesías de Omega. Teniendo en cuenta cómo son los planetas habitados del Cuadrante parece que con Omega se esmeraron, tal vez porque todo cabrón tiene un momento de debilidad o porque estaban muy cansados en su largo periplo y celebraron una fiesta en la que se pusieron hasta el culo de sus bebidas alcohólicas, artificiales, químicas, que producían en sus organismos de sembradores, extraños, raros, un efecto especialmente placentero. Así debió salir aquel proyecto de planeta, donde se evitó en lo posible la evolución caótica y demoledora que parece necesaria, imprescindible, para que un planeta alcance la madurez y pueda ser habitado.

“El caeros es un buen ejemplo del mimo y cuidado con que terraformaron este planeta. Es un animal suave, dulce, tranquilo, hasta cariñoso, y al mismo tiempo lleva en sus genes el instinto más brutal, capaz de romper, despedazar, aniquilar a sus enemigos con una saña insólita. La visita a la manada de caeros ha sido demasiado breve para que hayan podido percibir las dos caras del caeros, su cariño infinito hacia sus crías y su saña con los depredadores que las atacan, algo muy poco frecuente en estos tiempos, aunque pueden verlo en los documentales de “H”.  Su vida gregaria es bastante simple, comen toda clase de vegetales, incluso los más indigestos, cuidan en manada de sus crías, se rascan mutuamente por la noche, antes de dormir y dejan pasar el tiempo como si no existiera, viven en un eterno presente. Son las hembras las que viven gregariamente con sus crías, los machos se limitan a seguir al rebaño y comer lo mismo ellas, defendiéndolas cuando llega la oscuridad, formando un círculo defensivo a su alrededor. Los machos se alternan, mientras unos vigilan, otros duermen y a mitad de la noche cambian de turno. Procuran no acercarse al rebaño, dejando siempre una distancia de seguridad que nosotros no percibimos pero que para ellos parece estar muy claro. Solo durante los ciclos de celo las hembras dejan aproximarse a los machos. Estos no pelean entre sí para hacerse con el harén, se limitan a pasear tranquilamente entre ellas, lanzando berridos lastimeros. Son las hembras las que eligen, sin llegar nunca a pelear por un macho concreto, parece existir un sutil acuerdo entre ellas. Cada una tiene sus gustos, que curiosamente, no coinciden, al menos no del todo. Los machos son menos numerosos que las hembras. Debe haber en ello una razón genética, aunque tal vez también se deba a que la tarea defensiva de éstos tuvo que producir muchas bajas en los tiempos en que sus depredadores eran más numerosos y terribles de lo que son ahora. Las caeros comparten a los machos de una forma tan ordenada que podría parecer ridícula. En la primera etapa del celo cada grupo de hembras escoge a su macho preferido, lo atraen con berridos dulces y establecen unos turnos en los que el macho nada tiene que decir. Sus coitos son prolongados, a veces durante un día entero no dejan de repetir una y otra vez el curioso ritual que no deben perderse visualizando los documentales de “H”. Pueden tener una docena de coitos en un solo día, tan largos que los machos tienen que descansar mientras montan a las hembras, quedándose encaramados s sus grupas, con la cabeza descansando, puede incluso que duerman. El macho queda tan exhausto que procura alejarse para dormir sin ser molestado, aunque si la hembra tiene un celo especialmente intenso puede buscarle y obligarle a repetir algún coito más durante la noche. Al día siguiente otra hembra se hace cargo del macho y así sucesivamente, todo depende del número de machos disponibles para las hembras en celo. Por suerte el celo no dura para siempre, porque de otra forma los machos se hubieran extinguido hace ya tiempo.

“Terminado el celo los machos se quedan atrás, descansando. Forman un círculo defensivo para evitar el ataque de los depredadores y se pasan días y días descansando. Las hembras siguen su camino, más atentas que de costumbre, defendiendo a las crías del anterior celo en el centro del rebaño. No voy a comentarles mucho más porque estaríamos aquí varios días. Además el Sr. Artotis puede hablarles luego de su experiencia en la domesticación de caeros. Si quieren ver la diferencia entre caeros salvajes y domésticos, nada mejor que una excursión a las Montañas Negras, allí los granjeros rebeldes han aprendido el arte de la domesticación del caeros durante siglos. Los utilizan para el transporte y la agricultura. También como mascotas, especialmente para los niños. Es curioso pero estos animales sienten una rara atracción hacia los niños como si fueran crías especiales. En cuanto a los salvajes están en su hábitat natural, las montañas y los bosques donde la nieve es algo habitual a lo largo de todo el año. Apenas son molestados por los granjeros, salvo cuando necesitan carne. Prefieren matar caeros salvajes que los propios, y no solo porque luego tendrían que domesticar otros, lo que supone un arduo trabajo, sobre todo lo hacen porque acaban sintiendo un gran cariño hacia ellos.

“Antes de terminar mi exposición me gustaría adelantarles lo que nos vamos a encontrar en el bosque de los kooris. Estos son unos monitos muy extraños. Casi diminutos. Su característica más llamativa es su instinto lúdico. Se pasan la mayor parte del tiempo jugando, incluso cuando comen. Creo que hasta en sueños juegan. De ahí nace su creatividad para el juego. Al menos esa es mi teoría que espero confirmar algún día. Por cierto que a mí me gustaría acompañarles en esa expedición a las Montañas Negras de la que han hablado antes, si es posible, algo que dudo. Debo avisar a los expedicionarios que van a establecer contacto con ellos en unos minutos sobre el instinto lúdico de los kooris. Son bromistas por naturaleza y les encantan las bromas pesadas, sobre todo. Disfrutan tanto con ellas que cuando les visitan intrusos se ceban con ellos hasta el punto de que pueden correr algunos riesgos. Seguro que de esto podrá hablarles mejor Rosindra. Si alguno no se siente preparado para soportarlas es mejor que se quede en el vehículo. Los kooris viven en los árboles donde hacen sus nidos familiares. La familia es su sociedad básica. No son gregarios como los caeros, aunque las relaciones entre familias así podrían darlo a entender, especialmente entre familias que habitan árboles cercanos. Es la razón por la que no se permite la adopción como mascota de un solo koori, debe ser adoptada la familia completa o de otra forma el koori acabará muriendo de tristeza. No tengo datos sobre los kooris adoptados en todo el planeta, pero me temo que son muy pocos. Su sentido del juego exige un sentido del humor muy elevado y una paciencia infinita. Y aquí termina mi exposición. Gracias Arminido y si es posible me gustaría que la producción del programa se pusiera a la busca de una estadística de los kooris adoptados, si es que hay alguno.

 

 

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