martes, 11 de junio de 2024

DIARIO DE UN GIGOLÓ VIII


Nadie se atrevió. Como llegaría a saber con el tiempo, Paco tenía fama de calar a la primera al personal y nunca apostaba si el otro le iba a salir respondón o le complicaba la vida. No tuve tiempo para fijarme en la señorita Julia, supe que se había ido cuando un compañero se acercó para decirme que me encargara yo de poner la música porque a Antoñito, el supuesto “pincha” porque allí servían todos, se lo había llevado “la pianista” como al parecer la llamaban por allí.

No quise saber más, me sentí bastante dolido de la actitud de aquella mujer que primero me lisonjeaba y seducía y luego se iba con otro, como si yo le importara un comino. Mi veta rencorosa me hizo maldecir en voz baja y me juré que aquella pianista promiscua y beatona me las iba a pagar todas juntas. Eché un vistazo a los discos de vinilo que se apretujaban unos contra otros, sin orden ni concierto, en una caja de cartón y elegí la música que me pareció menos mala.

Al cabo de un rato Paco se acercó y me felicitó.

-Parece que les gusta tu música. Desde mañana te encargarás de pincharla. Puedes traer la que tengas en casa, te recompensaré de alguna manera y si alguno de tus discos se pierde o se rompe te daré para que compres uno nuevo. Y toma, esto es para que compres alguno de tu gusto.

Y me soltó dos o tres billetes verdes.

-Y no te hagas mala sangre por la elección de la señorita Julia para calentarle la cama esta noche, es una mujer muy rarita, hay que saber llevarla. Se hace de esperar pero cuando te echa el ojo no decepciona.

Paco no había estudiado psicología pero tenía un excelente ojo. Me había calado sin necesidad de hacer preguntas. Decidí poner un poco de rock porque la parroquia parecía un poco soñolienta y aún no era hora de cerrar. Que yo supiera no llevábamos comisión por las copas, pero no me apetecía esconderme tras la barra y echar una cabezadita, no esta noche al menos, quería documentarme todo lo posible sobre lo que me iba a esperar en aquel barco en el que acababa de ser contratado como marinero. Al cabo de unos minutos me sobresaltó el ruido de mesas y sillas arrastrándose. Al fondo del local unos jóvenes apartaban sillas y mesas para hacer una pequeña pista de baile, Se pusieron a bailara con gran entusiasmo. Paco se acercó de nuevo frotándose las manos.

-Estoy pensando en poner una pequeña pista de baila. ¿Qué te parece la idea?

-No me parece mal, aunque la juventud no suele tener mucho dinero y sería negativo para el negocio que se asustaran los que sí lo tienen, como la señorita Julia, por ejemplo. Habría que buscar una fórmula, hacer un tabique o reservados. Ignoro de qué espacio se podría disponer.

-Creo que me vas a traer suerte, no sé por qué, pero lo huelo. Lo consultaré con la almohada.

-También deberías consultarlo con un arquitecto, ellos saben de estas cosas.

-“Equiliqua”. Tienes buena cabeza, chico.

Y se alejó tarareando al tiempo que movía los pies con cierta gracia. ¿Le gustaría el rock a aquel “carroza”? Decidí probar de registro y cambié la música, a ver qué tal resultaban las baladas. Como suele ocurrir en estos casos bailan las parejas ya formadas y el resto se queda a dos velas, son pocos los que se lanzan a buscar pareja y no la consiguen. Una chica agraciada se acercó a la barra.-¿Te gustaría bailar conmigo?

-Como gustar sí que me gustaría, pero no sé si el patrón querrá darme permiso.

-Yo se lo pido.

Y allá que se fue, atrevida. Regresó muy contenta.

-El patrón ha dicho que eso es cosa tuya, ji,jí.

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