
GALA EN EL HOTEL EL SUEÑO DEL INFANTE
UNA CRÓNICA DE NUESTRO CORRESPONSAL, EL TURISTA ACCIDENTAL I
No sé cómo llego a los sitios, ni qué hago allí. De pronto estoy en un lugar interesante, viviendo experiencias insólitas que unas veces son muy agradables, como en este caso, y otras no tanto. ¿Qué quién soy yo? Me llaman "El turista accidental". No tengo nombre propio y paso tan desapercibido como una bocanada de aire caliente en un día de intenso calor. Mi cuerpo físico es tan común que, si un inspector de policía interrogara a los testigos de un crimen, no sabrían qué decir de mí, ni alto ni bajo, todo lo contrario; ni grueso ni delgado, rostro anodino, mirada traslúcida, perdida en el ambiente; mi voz como cualquier otra voz, ni más ni menos. En alguna ocasión me han confundido con una mujer, aunque no supieron concretar si atractiva o no. Apenas dejo impresión y pasados unos minutos nadie me recuerda. Ni siquiera les parece real que hayan estado hablando conmigo. Estas características me permitirían ser un estupendo espía, o un detective fantasma o cualquier cosa que me propusiera.
Caí por casualidad en el hotel "El sueño del Infante", en Guadalajara. No sabría decir cómo llegué allí, no lo recuerdo. De pronto estaba en recepción. Dos chicas jóvenes, guapas y amables hacían su trabajo con una dulce sonrisa en el rostro. A mí no me vieron, ni siquiera me miraron, es posible que ni supieran que estaba allí. Me senté en un banco y aguardé lo que fuera que iba a ocurrir. Donde estoy yo siempre ocurren cosas, atraigo los eventos como la miel a las moscas.
Me llamó la atención un hombre de edad madura, luego sabría que a él no le importaría que le llamaran "abuelete", aunque por lo que observé, nadie se lo llamó. Le sobraban unos kilos, aunque en posterior conversación, se ufanaba en que había bajado mucho de peso, unos veinticinco kilos, me dijo. Se movía con cierta torpeza, no sabría decir si por la bolsa de viaje que portaba al hombro (no debía de pesar mucho, porque no era muy grande, y la ropa, especialmente de verano, tampoco suele ser muy pesada) o más bien por el calor sofocante que caía aplomo desde lo alto, o puede que por el cansancio del viaje y su falta de entrenamiento para estos eventos.
Una mujer le estaba esperando. Luego sabría que era M. la encargada y buena amiga de su amigo Bautista. No me gusta poner nombres porque a lo mejor alguien se molesta por mis crónicas. En este caso hago una excepción con Bautista porque tengo su permiso. M. como luego sabría, gracias a las confidencias de este personaje sin nombre que acababa de llegar, es una mujer gallega, de Pontevedra, tan activa que le da un poco de miedo a este personaje, llamémosle X. Es una de esas personas jubiladas que trabajan más y son más activas tras la jubilación que antes. Se le nota la experiencia del trato con la gente. X le diría (un poco pelota sí que es) que era una excelente relaciones públicas, y luego, cuando la vio en traje de fiesta, que estaba muy elegante.
La amiga de Bautista enseguida se preocupó de si había comido. Como luego me diría X mientras comíamos a la misma mesa (él ni se acuerda) está muy achacoso, que si diabetes, que si hipertensión, necesita comer a las horas y una dieta aceptable, aunque como pude comprobar, a veces se la salta y no pasa nada. Noté cómo hacía fotos a los platos. Le pregunté interesado a qué se debía esa costumbre. Me dijo que tenía una agenda de goumet en Internet donde hacía una somera crítica de los platos que más le gustaban de los restaurantes.
Pude enterarme, gracias a las confidencias de X, de que la fiesta de aquella noche era una gala por los treinta años de la fundación AFAUS pro salud mental, que vela por la integración social y laboral de las personas que sufren una enfermedad mental. A lo largo de la velada X me pondría al tanto de estos detalles. Nadie diría, viendo al personal del hotel que algunos sufrían algún tipo de enfermedad mental. El camarero amable y atento, bien entrenado, en general todo el personal amable, discreto y como perfectamente entrenado en una escuela de hostelería. También X, a lo largo de la noche, suelta ya la lengua por la ingestión de algo de vino blanco, y uno o dos cubatas, me confesaría que también él llevaba sufriendo toda la vida de una enfermedad mental que no detalló. Tampoco él parecía una de esas personas enfermas que parecen dar tanto miedo a la sociedad en la que viven. Todos perfectamente "normales", más incluso que otras que se precian de serlo.
Y aquí debo dejar esta crónica que partiré en varios capítulos, dada su longitud. Habrá documentación, fotos y todo lo necesario para retratar este evento. Se preguntarán ustedes para qué periódico o medio escribo o si tengo un blog o si soy un "free lance" o trabajador independiente traducido al castellano. Pues no, nada de eso. Como ya he dicho, soy un turista accidental, al que nadie recuerda, que aparece sin saber cómo en cualquier evento y luego todo el mundo se entera de lo que ha pasado, sin saber cómo es posible, ya que nadie dice haber escrito nada o sacado fotos o... No se asusten, no soy un fantasma, aunque a veces lo parezco.
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