lunes, 1 de abril de 2024

EL BUFÓN DEL UNIVEFRSO V

 


 

 

-Pues no trabajará mucho, no es sencillo encontrar algo original en el universo, que pueda llamarle la atención e inspirarle.

-Así es, veo que te vas haciendo con el lugar y enseguida captas las verdades básicas de este sitio. Apuesto a que la velocidad de tu adaptación hará que batas el record actual, que podrás consultar cuando tengas tu pulsera. Escuo lleva un tiempo falto de inspiración y se encuentra tan desesperado que hasta ha solicitado salir del planeta en un viaje de aventuras y exploración, pero algo así no se le puede conceder.

-¿Por qué no? No lo entiendo.

-Ya lo entenderás. Los mutantes tenemos muy pocas posibilidades de sobrevivir ahí fuera. Solo en ciertos casos, cuando la mutación permite una buena defensa en situaciones de peligro y el mutante ha sido enseñado y educado hasta la extenuación se le permite un primer viaje exploratorio y según los resultados puede solicitar al Consejo un permiso indefinido para permanecer fuera de aquí.

-¿Eso quiere decir que yo no puedo marcharme cuando quiera?

-Por desgracia no. Primero tenemos que saber en qué consiste tu mutación, y de momento solo poseemos vagas ideas, las que nos ha dado un análisis exhaustivo de tu cuerpo y psiquis. Aún no hemos presenciado la menor manifestación de tus cualidades mutantes. Cuando sepamos de qué se trata, serás educado de forma conveniente, sin prisa y sin pausa. En el momento en que el consejo considere que estás preparado harás un primer viaje exploratorio con tu instructor.

-¿Qué es el consejo y quién será mi instructor?

-El consejo está formado por todos los profesores de mutantes que hay en esta escuela y tu instructor será el más adecuado a tu mutación. Pero dejémonos de charlas inútiles. Te voy a presentar a Escuo y espero hagáis buenas migas.

Me tomó de la mano y nos fuimos acercando al escultor. Un hombre perfectamente normal, estándar, al menos en su físico. Parecía tener una edad que sin ser provecta podía acercarse a ella en cualquier momento. Mi escasa experiencia fuera de mi planeta de origen me impedía hacerme una idea aproximada de las edades según especie y planeta de origen. Eso era algo que esperaba solventar en cuanto me dieran la pulsera, algo que deseaba no tardaría mucho. El hombre se encontraba ensimismado mirando una especie de monolito de su estatura, de un material desconocido para mí, pero que me pareció muy flexible puesto que apenas sus manos lo tocaban, más bien acariciaban, se movía de forma impredecible, hundiéndose, creando extrañas protuberancias o conformando esbozos que al menos a mí me parecía prometían mucho, pero no así a Escuo que retiraba las manos y maldecía en voz baja en una lengua desconocida y que no entendería hasta que no me colocaran la maldita pulsera, que cada vez me parecía un instrumento más imprescindible para la vida en aquel extraño lugar.

-Escuo, te presento a… ¿Cómo me dijiste que te llamabas?

-No te lo he dicho. Puedes llamarme el bufón del universo. De ahora en adelante no tendré otro nombre.

-Como quieras. Escuo, te presento al bufón del universo.

El escultor que había permanecido absorto en la contemplación de la columna de aquel extraño material flexible pareció despertar al escuchar aquel extraño nombre. Bufón del universo no era precisamente un nombre común y corriente. Se me quedó mirando como si no me viera, sus ojos parecían necesitar centrarse en un punto, como si antes hubieran estado dispersos por todo el espacio. Extendí la mano en el típico saludo de mi planeta, sin saber cómo se saludaban en el planeta del escultor, si es que se saludaban. Como Escuo no hiciera el menor caso de la mano tendida la retiré con cierta reticencia, mal empezaban las cosas entre nosotros

-No le hagas caso, es un poco rarillo, sobre todo al principio, luego te acostumbrarás. No es que no despiertes su interés, es que le cuesta regresar de su mundo mental y asumir que sus pies están pisando el suelo.

Armanas nos miraba con cierto regocijo en la expresión de su rostro que no podía ni quería disimular. Seguro que para ella la escena que estaba presenciando era como el comienzo de una pieza teatral, cuando no sabes cómo se desarrollará la historia y hacia dónde caminaran los acontecimientos. Pensé que el convivir tanto tiempo con aquel rebaño de monstruitos mutantes, incluidos animales y plantas, tenía que influir necesariamente en su estado mental, que no podía ser bueno. Se me ocurrió la peregrina idea de que aquella mujer era también una mutante y no me había dicho nada por querer conservar alguna ventaja sobre mí. No encontraba otra explicación a su vocación de protectora de todo bicho mutante que apareciera por allí o del que oyera hablar en cualquier punto de la galaxia. Nadie se dedica a salvar y proteger a desconocidos, salvo que tengas algo común con ellos, muy íntimo y común diría yo. Entonces, mientras lo estaba pensando algo me pilló por sorpresa, fue como una extraña compulsión ajena a mí, que sin duda venía de Armanas y que parecía adoptar la forma de una energía cosquilleante, a la que no te podía resistir. No parecía tener forma, aunque para mí adoptó la de una niña juguetona y hasta diabólica, una niña que sin duda era la que fue aquella mujer algunos años atrás, no calculaba cuántos.  No pude resistirme y no supe si hubiera servido de algo el haberlo hecho de no haberme pillado por sorpresa. Sentí la imperiosa necesidad de vomitar, me curvé hacia delante y algo que yo conocía muy bien empezó a brotar de mi boca. El ectoplasma que se iba formando adoptaba la forma del propio escultor. Era un Escuo extraño, bufonesco al tiempo que místico. Se parecía a su cuerpo físico pero era algo totalmente distinto, se podía entrever su interior, tan ridículamente concentrado en la creación escultórica que el ectoplasma, tan pronto se desprendió de mí se movió hacia la columna en la que aquel había colocado sus manos y como él acarició aquel material tan dúctil que empezó a transformarse en una imagen que enseguida intuí sería la del propio escultor.

 

lunes, 25 de marzo de 2024

LA CANTANTE DE LA TROPICANA I


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NOTA INTRODUCTORIA

Hace ya algunos años, en una página hoy desaparecida, me embarqué en un divertimento muy romántico. Se me ocurrió utilizar a uno de mis personajes, el detective sin nombre, para hilvanar una serie de historias que me permitieran comentar los maravillosos versos de una doctora cubana que subía sus poemas en la página. Nos hicimos buenos amigos y acabé inventándome, o más bien reconstruyendo la mítica sala con este nombre. A esta poetisa la transformé en cantante de la Tropicana que decía sus versos con música y cada noche que ella actuaba allí mi personaje, el detective, se sentaba a una mesa, se tomaba un ron y disfrutaba del espectáculo al tiempo que rememoraba alguna de sus historias acunado por la letra de sus canciones. Aprovechando el texto de Mayte y la necesidad de subir de vez en cuando algún texto corto, completo en sí mismo, que no dependa de una continuación, he buscado y encontrado esta pequeña serie de relatos que puedo continuar. Aprovechando el comienzo de año nada mejor que inaugurar La Tropicana con este texto, con esta canción de la cantante de la Tropicana.

: Cecilia Santisteban Sánchez

Me detiene,
travesías por calles sin cerrojos,
puentes polvorientos de miedo,
miedos de acero.

Me detiene
el agónico mar de silencios,
silencios de salitre
en huesos con brillo.

Me detiene
pasos de escombros sin dueño,
escombros del tiempo
en amores sin rostros.
©sally04

En el fragor de la celebración del nuevo año una hermosa sombra ha salido a la ventana para cantar al silencio casi una nana. Nuestro detective se ha conmovido, el gorrito ridículo sobre la cabeza y el matasuegras en la boca. Estaba a punto de colarse en la celebración del hotel más próximo y allí buscar el orgasmo ilícito en alguna mirada femenina cargada de líquido espumoso para olvidar.

La soledad del detective es a veces apabullante, como la soledad del corredor de fondo. Al menos este último espera en la meta los vítores y la medalla de la recompensa al sacrificio. La soledad del detective de fondo solo puede ser enjugada por estas nanas prodigiosas que canta la cantante de la Tropicana, asomada a la ventana, cuando cree que nadie la ve ni la escucha, porque él siempre está al acecho. Se engaña creyendo que es obligación. En realidad hace tiempo que dejó de recibir cheques del cliente. Incluso no deja de calmar a Olvido, la secretaria que permanece en su despachito, atendiendo llamadas de gente estúpida que desea le busque amores que se han perdido por falta de presencia.

Olvido le recrimina que se pase el tiempo tras de una mujer, por bien que cante y por hermosa que sea. Ninguna mujer merece tanto, le chilla al detective y el móvil rebota en su oreja. El sabe que Olvido anda tras sus pasos pero nunca le encuentra. Los detectives son como los marinos, un amor en cada puerto. Pero esta vez está a punto de abandonar el barco y quedarse en este puerto. Alza su vaso de plástico donde el champán robado en la fiesta del hotel está caliente y sabe a orines y brinda en silencio con la cantante de la Tropicana que no deja de cantar.

Ha caído un nuevo año sobre las sienes plateadas del detectives, pero ahora ningún año será lo mismo. Tira el vaso al suelo y enciende un pitillo recostado en el coche al tiempo que escucha los últimos compases. La cantante se retira a su celebración particular y el detective se queda en silencio, con el pitillo en la boca, pensando en no se qué. Pasa un grupito de borrachos que se burlan de su requiebro a la luna, le llaman trovador con sus bocas pastosas y uno de ellos le arroja el contenido de una botella por la cabeza. Se marchan riendo y nuestro detective queda bautizado por el nuevo año.
Slictik

lunes, 18 de marzo de 2024

ALFREDO EL MONTAÑERO LLEGA EL PRIMERO

 







ALFREDO EL MONTAÑERO LLEGA EL PRIMERO




Con su mochila a cuestas, repleta de latas y alimentos congelados, porque en el bosque helado no se estropea nada, llega Alfredo el número uno de los montañeros, al bosque Sonymage, donde la administración nos ha ofrecido su cabaña veraniega, ahora invernal, para pasar una feliz Navidad y un próspero nuevo año 2014 que traerá buena suerte porque su número cabalístico es el 7, y sino sumad 2+1+4.

Busca la llave que le han dicho está bajo una estatua en un nicho y tras abrir la puerta se dispone a adecentar las dependencias. Coloca sus víveres en la despensa, sin saber que pronto llegará Iñaki Lizorno con las vituallas ofrecidas gentilmente por el millonario Slictik. Lo primero que hace es salir a cortar los troncos de leña artificial amontonados contra la pared de la cabaña,, porque aquí somos muy ecologistas y los árboles son nuestros amigos. Y con el hacha, la sierra y el serrucho amontona leña suficiente para pasar la navidad. Enciende la chimenea y se sirve un ponche calentito. Se sienta en el suelo, frente a la chimenea, y comienza a cantar, a grito pelado, la canción de los montañeros.

Somos, somos los montañeros,
y al entrar nos quitamos los sombreros
y como los siete enanitos
nos ponemos hacendosos
para limpiar la casita
antes de que llegue Blancanieves.

Y también llegará papá Nöel entre las nieves
con un montón de regalos para estos pelagatos.
Y hasta el gato con botas
se animará a visitarnos
y el bueno de Bambi asomará su cabecita
tras esta amplia ventanita.

Somos, somos los montañeros
y al calor de la lumbre
nos contaremos chistes
y viejas historias muy sabrosas
y comeremos y beberemos
y a los desheredados del mundo invitaremos
y entre turrón y champán francés
pondremos el mundo del revés.

Somos, somos los montañeros y etc etc

martes, 12 de marzo de 2024

ADALGISA, PITONISA

 


Adalgisa, pitonisa para todo





NOTA: Creé a Adalgisa para burlarme de todo este mundo surrealista de la videncia, en un principio fue un personaje que pretendía parodiar a las pitonisas televisivas y telefónicas que nos adivinan el futuro por dos duros… bueno, un poco más. Pero luego le tomé un afecto entrañable al personaje, al que fui utilizando para desarrollar con humor cierta etapa juvenil en la que me dedicaba a la astrología, el tarot, el I Ching y todo lo que se terciara. Ello con el objeto sibilino de seducir a chicas, parece que más propicias a estos temas que los “machos” de pelo en pecho. Esto no es totalmente cierto como diría Maribél, la top modél, otro de mis personajes, si apareciera ahora. Debo decir que algo de éxito si tuve puesto que eché el tarot a Conchi, la que hoy es mi mujer, anunciándole la aparición en su vida de un príncipe azul, lo que no le dije es que sería gordo, como así fue.
Como pueden ver de nuevo aparece la figura del narrador que tanta importancia tiene en la biografía de todos mis personajes humorísticos. No sucede así con todos (por ejemplo el telépata loco va narrando su vida a través de cartas mentales) y hay otros muchos que utilizan otros trucos y técnicas diferentes, pero esto del narrador cínico que va a hacer sangre a su biografiado es algo que “me pone” como dice ahora Antena 3.
Con el tiempo les haré llegar algunos de sus estudios astrológicos sobre todos los signos del zodiaco y otras muchas cosas de esta pitonisa insaciable. ¡Quién la iba a decir que un día no muy lejano un astrólogo con ganas de dar la murga descubriría que no son doce signos, sino trece! Escogí la imagen de la negrita zumbona de “Lo que el viento se llevó” porque me pareció una imagen adecuada de Adalgisa, aunque estuve dudando mucho tiempo sobre el color de su piel, su raza, su edad, sus encantos físicos, su… No lo tenía nada claro, y aún ahora tampoco he llegado a una conclusión definitiva. No obstante la imagen de “la zeñolita Ezcal-lata” sigue siendo la que más me gusta de Adalgisa.

ADALGISA, PITONISA PARA TODO.

HISTORIA NARRADA POR EL DETECTIVE ANONIMO QUE TIENE A SU SERVICIO.

Fui contratado por este portento hace ya algunos años, cuando sus predicciones comenzaron a fallar. Me paga bien, me divierte el trabajo y tengo una patrona que no me merezco. ¿Qué más puedo pedir?

Adalgisa es una mujer en la cincuentena. Se ha cuidado mucho, por eso parece más joven de lo que sin duda nos diría su D.N.I. si estuviera a nuestro alcance. Ultimamente la noto un poco rara, tiene reacciones que yo achaco a la menopausia aunque me guardo mucho de mencionárselo. Nadie tiene la culpa de las etapas que la naturaleza nos obliga a vivir y Adalgisa menos que nadie. Es una mujer amable, generosa y bien dotada para el amor. Esto último lo sé muy bien, no en vano llevo algunos años amancebado con ella, como se decía antes, o siendo pareja de hecho, como se dice ahora.

Sus dotes de vidente la vedaron el matrimonio. Era capaz de ver su relación con el pretendiente de turno de aquí a veinte años vista. Demasiado tiempo para que decidiera arriesgare a contraer vínculo. Tuvo sus amantes ocasionales, hasta que yo entré en su vida. A pesar de sus esfuerzos no podía ver nada sobre mí en su bola de cristal; las cartas no decían gran cosa, el I Ching era desconcertante y los astros no sabían qué hacer conmigo. Ese cúmulo de circunstancias la decicieron a liarse la manta a la cabeza y proponerme sexo. También ayudó algo mi cuerpo serrano. Pero no voy a darles detalles de mi anatomía, ni siquiera les diré mi edad aproximada. Recuerden que soy anónimo.

Para sus consultas acostumbra a llevar un vestido azul-cielo, con estrellas, astros, conjunciones, la estrella salomónica de cinco puntas y un compás y una plomada (nunca me ha dicho si pertenece o no a la masonería). Para obtener sus predicciones utiliza la bola de cristal, el tarot de Marsella, el I Ching, hace cartas astrales, lee los posos del café o del té, echa las tabas, interpreta los sueños o cualquier cosa que se les ocurra. La videncia no es una ciencia exacta. Ha tenido etapas y etapas. Hace unos años atravesó su desierto particular. Fue entonces cuando buscó en las páginas amarillas el nombre de un detective que no le diera mal fario. Yo acepté el trabajo como uno más, ni más raro ni más difícil que los otros. La misión que me encomendó fue la de obtener todos los datos posibles de sus clientes habituales y hacer encuestas por la calle para saber qué pensaba la gente de la astrología y otras artes adivinatorias. Recuerdo como algo muy divertido el obtener características de los signos astrológicos preguntando por la calle de qué signo eran los viandantes. Me pasó de todo, hasta cosas buenas.

Si me permiten ustedes voy a sacar a la luz, con permiso de Adalgisa, sus estudios juveniles sobre los diferentes signos astrólogicos. En ellos se nota la rebeldía juvenil que la embargaba por entonces y un ligero mal café, tal vez causado por sus dificultades para obtener empleo. Se dijo que si otros vivían de esto por qué razón no iba a poder hacerlo ella. Se pasó una temporadita hincando los codos y luego se anunció en la prensa. Un poco de parafernalia, mucha psicología y su don de gentes la auparon al carro del triunfo. Todo le fue bien hasta que apareció el desierto y entonces echó mano de este detective. Nos comprendimos a primera vista, nos caímos bien en cuanto nos sentamos en el sofá de su casa y nos amamos a los pocos días. ¿Hay algún mal en ello?. Conmigo no le funcionan las previsiones, pero he sido testigo de aciertos que han puesto lividez en rostros más duros que el cemento. Ni creo ni dejo de creer, tan solo ayuda a mi señora. Aunque sus estudios astrológicos pueden levantar ampollas, a mí no me ofenden y hasta pueden resultar divertidos. Al fin y al cabo eso es lo importante en la vida, pasarlo bien. ¿O no? Permítanme que empiece por mi signo astrológico, tauro. Algunas características coinciden plenamente. Otras no mucho, pero es que están los ascendentes, las casas, las conjunciones, las cuadraturas y otros matices que modifican mucho el signo puro.

jueves, 7 de marzo de 2024

DEDICADO A LAS MUJERES

 


           DEDICADO A LAS MUJERES

 

Ayer nuestras madres

Hoy nuestras esposas

Mañana nuestras hijas.

Siempre compañeras

Siempre luchadoras.

 

Hoy discriminadas

Mañana iguales

Hoy maltratadas

Mañana amadas.

 

Que mañana sea hoy

Tenemos que lograrlo

Tenemos que conseguirlo.

Son nuestras madres

Son nuestras esposas

Son nuestras hijas

Son nuestras hermanas

Son nuestras almas.

Son iguales a nosotros

Son los genes del universo.

Son lo que amamos

Son lo que somos

Son lo que seremos.

Son los espejos de la vida.

 

Están maltratadas

Están discriminadas.

Son humilladas.

Son asesinadas.

 

Que sean amadas.

Que siempre sean amadas.

Nuestras compañeras.

Nuestras iguales.

Nuestras hermanas.

 

 

sábado, 2 de marzo de 2024

EL HOMBRE-SUEÑO II


CAPÍTULO II



Mis padres vivían en un tiempo olvidado y yo trataba de olvidar un tiempo vivido.

Alguien –tuvo que serlo- gestionó la herencia de mis padres, el piso y unos ahorrillos sin importancia. Me acompañó a donde tuviera que ir -–no sé a donde- y guió mi mano para que echara unas firmitas –la esencia de la individualidad en nuestra burocratizada sociedad- . Seguro que hizo más que guiar mi mano porque sumergido en la ensoñación no es fácil mover la mano, ni siquiera coger un bolígrafo entre los dedos.

Alguien –puede que fuera el mismo- gestionó mi licencia por enfermedad en el trabajo y debió preocuparse de que comiera algo, de otra forma hubiera terminado por ensoñar sin cuerpo, algo que por otro lado sin duda sería mucho más fácil y divertido.

No recuerdo mucho de aquel tiempo, puede que exagere si digo que no recuerdo nada, pero lo cierto es que entre lo poco que recuerdo y nada no debe ni siquiera haber la distancia de una pulgada- de lo que sí estoy seguro –por las consecuencias posteriores- es de que debí aprender a ensoñar hasta adquirir una pericia digna de un gran profesional.

Creo que un día desperté un momento y miré a mi alrededor con ojos asombrados. Todo en el piso parecía ordenado y tan limpio que ni siquiera una ensoñación mágica podría haberlo logrado. Estaba solo, acostado sobre una cama bien hecha, aunque alguien había quitado la colcha para que no la manchara, el resto era sin duda una obra de arte que solo una mujer hacendosa puede lograr y tan solo después de mucha práctica.

Me toqué el cuerpo para cerciorarme de que no era un sueño, y advertí que estaba en pijama, un pijama nuevecito y a medida. Puse los pies en la alfombra y me calcé unas babuchas. Recorrí la casa como si fuera la primera vez que la veía desde la muerte de mis padres. Me gustó lo que mis ojos miraron y mis manos palparon. No era muy grande pero sí lo bastante para que un ser humano se sintiera solo, incluso alguien como yo.

Alguien me visitó a la mañana siguiente. Ni siquiera me dí cuenta al despertar de que era de noche. Debí quedarme dormido otra vez o tal vez ensoñando. Dijo ser una tía lejana que había estado cuidándome durante todo aquel tiempo –no quise preguntar cuánto- pero debía volver con su familia a una ciudad lejana –no recuerdo su nombre. Me dio un beso en la mejilla y me dijo que ahora ya estaba bien –nunca me sentí mal- pero no obstante una enfermera me echaría un vistazo de vez en cuando y una mujer vendría a limpiar la casa cada quince días. No tenía que olvidarme de firmar uno de los cheques del talonario que estaba sobre mi mesita ya relleno. Solo era preciso firmar y poner la fecha. Le daría uno de aquellos papeles una vez al mes a cada una de ellas. Solo una vez al mes, que no me engañaran. Se despidió y cerró la puerta tras de si. Nunca volví a verla.

Tardé unos días en recordar lo esencial. Creo que comí algo un par de veces. Mi tía me había dejado una larga carta en un sobre abierto, también sobre la mesita. La leí y pude hacerme una vaga idea de lo ocurrido y de lo que tenía que hacer –lo más urgente-. Mi baja por enfermedad terminaría dentro de siete días. La fecha estaba subrayada con bolígrafo rojo. Si no me sentía aún con fuerzas debería gestionar otra baja. Si quería volver al trabajo allí tenía la dirección exacta por si no me acordaba. Me tendría que poner la mejor ropa, ya apartada en el armario, y a las ocho en punto de la mañana entraría por la puerta de la oficina y hablaría con mi jefe, el señor…





EL GNOMITO CABRÓN

Sí, ese soy yo. ¿Qué quién soy? Satisfaremos su curiosidad, querido amigo. Soy un diminuto humúnculo, un gnomito, si ustedes lo prefieren, encerrado en el interior del cráneo de este ceporro. Podríamos decir que soy su “alter ego”. Pero si ustedes no saben latín me pueden llamar Subconsciente. Sí, efectivamente, ese soy yo. Pero no vayan a creer que el famoso subconsciente es un cuarto trastero donde todos guardan lo que no quieren ver. Es mucho más que eso. Se trata de un gigantesco ordenador creado por el cerebro, la mente o el consciente como ustedes quieran denominarlo para que la información subversiva no salga a la luz y se arme la de Dios es Cristo.

Claro que lo que ustedes no saben es que yo estoy a cargo de todo, yo el Gnomito cabrón. Que porqué este adjetivo tan excentríco y grosero. Pues porque así es como ustedes, vosotros, pensais de mi. Soy el cabroncete que os hago la Pascua cuando menos lo esperais. Os digo las verdades del barquero, os pongo ese video que os deja en un espantoso ridículo… Soy el Freddy de vuestras pesadillas. Creo que son motivos suficientes para que quede completamente explicado el calificativo.

Estoy aquí encerrado entre cuatro paredes de hueso, pasando el rato como puedo. A veces me asomo a las dos ventanitas de mi escueto cuarto y me entero de qué va la fiesta. Si no me agrada toco una campanita que os pone muy nerviosos y empezais a dar vueltas como peonzas para olvidarme

He salido un momento de mi retiro monacal para poner los puntos sobre las «ies». Mi alter ego se ha puesto muy dramático casi trágico y eso no me gusta. La vida es una fiesta queridos amigos y no voy a permitir que este ceporro la estropee.

Lo que ha dicho de la muerte de sus padres es cierto. Yo estaba allí, asomándome a la ventana cuanto recibió la llamada de un guardia civil de tráfico. De la cartera de su progenitor, lo único un tanto entero que quedó del amasijo formado por sus progenitores y el vehículo que les llevaba de vacaciones a la costa, consiguió su teléfono y dirección. El trío quedó echo fosfatina, el progenitor, la progenitora y el bonito ejemplar de carro con ruedas. De la sangrante cartera sacaron su dirección y teléfono y muy amables le llamaron para darle la noticia. Lo que no le dijeron, porque no lo sabían, era que su progenitor andaba elucubrando una salida airosa para la quiebra de su empresa. No, no fue un fraude para quedarse con el efectivo en perjuicio de tontos acreedores. El progenitor de mi alter ego era un ludópata aunque nunca se atreviera a confesarlo ni a su familia ni siquiera a sí mismo. Jugaba a la bolsa como otros juegan a la ruleta o al pocker. Antes o después tenía que suceder y sucedió. Se quedó en bragas, al menos pudo salvar el piso y unos ahorrillos. El accidente pudo ser perfectamente un suicidio. Tengo serias sospechas de que así fue puesto que la ultima vez que vi a su Gnomito cabrón se despidió muy lacrimoso de mí, estaba convencido de que no nos volveríamos a ver.

La noticia le produjo un shock –bonita palabra para definir una nueva situación en la que el Gnomito cabrón tira de las riendas- pero fue más bien su debilidad congénita la que le sumió en un letargo cercano a la locura. Mientras él era ingresado y sedado como un oso en hibernación yo seguía los acontecimientos con preocupación. Si mi alter ego se va yo me voy con él. Puede que me reencarne en otro ceporro de alter ego pero es tan solo una sospecha, ningún Gnomito cabrón recuerda sus vidas pasadas.

sábado, 24 de febrero de 2024

EL BUSCADOR DEL DESTINO X

 


                                EL BUSCADOR DEL DESTINO X

Pues ese parece ser mi destino, porque cuando bajo a retomar mi ardua tarea me encuentro con más gatos que andan por allí olisqueando. Me siento en el suelo para trabajar, porque de pie me canso mucho. Los gatos también se sientan, ponen su culito en el suelo y me miran con ojos como platos, como si yo fuera un extraño dios que hace cosas raras pero que también puede darles de comer. Sin saber por qué me pongo a catalogar a los gatos que me están haciendo compañía. Hay algún “grisín”, así he decidido llamarlos porque tienen la pelambrera gris, mira tú que bien y qué sencillo. Hay otros a los que llamo “tigrines” o “tigretones” o “rubitos” porque tienen la pelambrera amarilla o de un color paja. Me entretengo divinamente catalogando a los gatos y atornillando tornillos en la madera, hasta que veo que se van acercando un poco mas y hasta Silvestre se pone a gruñir en tono de amenaza. Este va a ser otro problema, como si no tuviera pocos. Me levanto con dificultad y decido poner comida en el jardín para todos los gatos visitantes, pondré unos cuantos comederos improvisados y esperaré a ver si consigo que no se peleen, porque una riña de gatos tiene que ser bastante desagradable.

Me hago con unos platos, unas latas, unos cuencos, todo lo que pueda servir para llenarlo de pienso. Los coloco a lo largo y ancho del jardín. Me doy cuenta de que los gatos también beben, como cualquier ser humano, y decido llenar un par de tazones de desayuno con agua del grifo. Entonces decido volver a sentarme junto a la valla y seguir atornillando tornillos como un nuevo Sísifo, moderno y cabreado por tener que trabajar en vacaciones. El tornillo de turno no quiere penetrar más en la madera, me cabreo, me “recabreo” y me vuelvo a cabrear. Al final comienzo a martillazos hasta que el tornillo se doble y queda pegado a la madera. Esta madera es más dura que la piedra, va a ser un tormento dejar la valla de madera como estaba. Me paso la mano por la frente y noto que sudo. Ganarás el pan con el sudor de tu frente, o mejor dicho con el sudor del de enfrente como dicen los capitalistas, como le oí decir a un graciosillo. En ese momento oigo unos maullidos feroces y veo a Silvestre salir de estampida tras un gato grisín. Imagino que se ha metido en su territorio, es decir en su comedero y Silvestre se ha cabreado. Saltan el muro y se persiguen como si les fuera en ello la vida. No debe ser para tanto, por eso lo llaman “riña de gatos”.

Decido que no estoy dispuesto a seguir sudando. Hace un calor terrible. Entro al interior y dejo la puerta abierta. Los gatos son demasiado huidizos para estar cerca de mí. Saco una cerveza del frigorífico y le doy un buen trago. Aún es pronto para comer, pero tengo hambre y hace demasiado calor para seguir fuera, al sol. Veremos por la tarde, o tal vez mañana. ¿Y ahora qué me hago para comer? Con este calor apetece una buena y fresca ensalada. Me pongo a ello. Un bol grande, una lechuga, pepinos, cebolla, tomate… todo muy rico. Pico mientras corto. Bebo cerveza entre picoteo y picoteo. Un poco de sal, un poco de aceite de oliva, un poco de vinagre. Encuentro un botecito de especies. Miro la etiqueta, pero no puedo leer nada, bueno qué más da, serán hierbas de cocina. Salpico la ensalada. ¿Y de segundo? No se me ocurre nada. Miro por aquí, miro por allá. Nada, sigue sin ocurrírseme un segundo aceptable. Encuentro una lata de fabada asturiana. No recuerdo haberla comprado, o tal vez sí. O puede que el propietario la dejara por allí o el anterior inquilino, o yo mismo que soy tan bruto que en plena canícula y con amenaza de ola de calor se me ha ocurrido comprar lo más indigesto para un verano que empieza a ser agobiante. Decido calentarla y ponerme a comer, un poco de ensalada, una cucharadita de fabada asturiana… Se me ocurre que tal vez esté caducada si no la he comprado yo. Me importa un bledo… No, mejor dicho, voy a mirar, no sea que luego me entre una diarrea explosiva que te cagas. Pues qué bien, no está caducada, o sea que la he comprado yo. Solo a un cafre como yo se le ocurre comprar fabada en pleno verano y asomando una ola de calor.

Busco un cazo para el fuego pequeño, tiro del abre fácil, encuentro una cuchara, vuelco todo el contenido petrificado del bote en el cazo. Y me pongo a encender la vitro. Nada no hay manera. Un dedo aquí, otro allá. Nada. Dos dedos por aquí, otros dos por allí. Nada. Me enfado, me cabrero, me sulfuro. Suelto una patada. ¡Qué dolor, qué dolor, ay qué dolor! Me doy a todos los demonios. Soy un idiota. Me quedo sin respiración. Dejo un dedo sobre la vitro, al azar. Se enciende. Ahora solo queda encender el fuego pequeño. Nada. Dos dedos, dos dedos rotando. Por fin se enciende. Coloco el cazo. Necesito un fuego moderado, que no se queme, pero tampoco que me den las uvas. El cuatro, el cuatro parece muy moderado. Ahora regreso a la mesa y picoteo un poco de ensalada. ¡guau u! ¡Cómo pica esto! Pienso, reflexiono, antes echo un buen trago de cerveza fría. A este paso me voy a emborrachar. Claro, el frasquito de hierbas. La culpa es del frasquito de hierbas. No sé qué contiene, pero es picante como una guindilla. Está bien comeremos ensalada picante. Casi me dan ganas de echar del frasquito a la fabada. No, ni se te ocurra. Puedes pillar una cagalera de campeonato, y recuerda que ayer ya tuviste una y de órdago. Calma, calma. Aquí no pasa nada. Me calmo, me contengo. Voy y pruebo la fabada, un poco más. Escucho un estrépito. Miro. Se ha colado un gato. Estaba husmeando la ensalada y ha tirado cosas de la mesa. Ha salido de estampida. Voy y cierro la puerta, dando un portazo. Hoy no voy a poder comer a gusto. Termino la cerveza y voy al frigo a por otra lata. La abro tirando del abrefácil, me doy otro trago. Ya puestos, acabemos con una cogorza. Regreso a la fabada. Ahora sí. Saco un plato hondo. Ya tengo en la mesa la ensalada, la fabada y la cerveza. Comienzo a comer con un apetito devorador. Sudo como un picapedrero en pleno verano. Pico la ensalada, porque no la voy a tirar. Bebo, porque no hay quien aguante este picante. Termino con un eructo de satisfacción. Noto que las tripas rugen. Me lanzo hacia las escaleras. Caigo de culo. No se puede estar tan gordo para subir escaleras. Subo a cuatro patas, solo que dos son manos. Llego al servicio, me siento en la taza. Me duele el culo, me duele en todos los sentidos. Una explosión. Diarrea explosiva. No tengo remedio.