METRÓPOLIS VIRTUAL III
EL PUB
DE MARTINA LA DIVINA
Viejos-verdes City es una de las ciudades piratas más
caóticas que conozco y tan peligrosa como Las Vegas City. Los muñequitos no
tienen el menor control, pueden arrojarse bajo tu coche con total desvergüenza
y no sirve frenar porque se ríen en tus narices. Si alguna vez llegan a ella
les aconsejo que pisen el acelerador de su coche a fondo y se olviden de las
consecuencias. Los corchos de champán francés rebotaban en los cristales, en la
carrocería y armaban un ruido de mil demonios al caer sobre el techo. Era una
tormenta de granizo, pero de granizo francés del caro. Me encomendé a
Santernete, nombrado recientemente patrón de los internautas, y aceleré todo lo
que pude, procurando mantenerme en el centro de la calle porque nunca sabes lo
que puedes encontrarte en sus orillas. Si tenía suerte podría llegar sin más
tropiezos al pub de Martina, la divina, justo al final de la calle, en un
callejón mugriento y oscuro, según se mira a la izquierda. Allí me esperaban
los coleguillas de siempre, aquellos viejos verdes con los que había vivido y
revivido tantas aventuras.
En el mundo virtual todo es tan fugaz como la propia
vida, solo que la aceleración es mucho mayor, debemos estar en un tris de
alcanzar la velocidad de la luz. Con lo que todo se ralentizaría, se
producirían extraños fenómenos temporales y puede que los viejos verdes
alcanzásemos una segunda juventud que nos vendría muy bien. Las amistades son
fugaces. Los muñequitos que te encuentras hoy por la calle y con los que trabas
amistad eterna mañana ni te conocerán. Así es la vida virtual y hay que
aceptarla como es o dejarla. No hay término medio. Por eso tengo suerte de
haber conservado durante tantos años a mis viejos amigos del club de la
comedia. Nos conocímos hace muchos en
una de aquellas páginas antiguas donde era preciso registrarse, luego pasabas
al foro e intentabas hacer reír al personal con alguna gansada. Allí fue donde
conocí a Slictik, a Smyte04, a Smart 25, a Lunaroja01 y tantos otros. Mientras
los demás se enzarzaban en insultos y recriminaciones sin fin, nosotros íbamos
a nuestra bola y bien que lo pasábamos. Decidimos crear una sociedad secreta y
hasta prestamos juramento: Uno para todos y todos contra todos.
Hemos aguantado carros y carretas mientras el universo
virtual evolucionaba. Nada ni nadie pudo separarnos. Muchos han caído por el
camino. Llevamos tatuados en nuestros pechos, a la altura del corazón, sus
nombres sobre una crucecita. Nunca los olvidaremos. Ahora nos reunimos en el
pub de Martina, un delicioso lugar donde nos podemos poner de buena cerveza
hasta la nariz y fijarnos en la bulla que montan un grupito de jóvenes que caen
por allí de vez en cuando. La cerveza, en realidad, se la toma Martina. En
cuanto recibe la correspondiente trasferencia de créditos se sirve unas cuantas
cervecitas, las que sean, y se las bebe al ritmo que le vamos marcando los
muñequitos. Como estamos conectados virtualmente con ella los efectos de las
cervecitas los repartimos entre todos. Menos mal porque de otra forma Martina
no hubiera podido sobrevivir ni mantenerse tan joven, atractiva y dicharachera.
¿Se imaginan a Martina bebiéndose unos doscientos tanques de cerveza todos los
días sin el derivador electrónico que nos hace llegar la euforía del alcohol y
las ganas de hacer pis, con perdón?. Martina evacua la cerveza por un tubito
que le han acoplado al riñón. Es molesto pero compensan los créditos que se
ingresan en este negocio.
No pude llegar hasta el final de la calle. Hoy
Viejos-verdes está más congestionada que nunca. Se celebra el milenio-nuevo.
Estaremos en el año 3000 a las doce y un segundo de esta noche. Ahora son las
22,10 por lo que espero llegar al pub de Martina a tiempo. Encontré un
huequecito en el arcén derecho. Cinco metros libres, con tan solo dos filas de
coches, unos encima de otros. Esta es la mía, me dije. Paré el vehículo, tomé
lo necesario, casi todo, porque los cacos suelen dejarte hasta sin frenos si
ven algo en el interior que pueda interesarles, e insertando mi tarjeta de
créditos en el buzón más cercano contemplé el espectáculo siempre divertido de
ver salir del pavimento una grua enorme que se apoderó de mi vehículo colocándolo en tercera fila, en
el huequecito que había visto. Recibí el correspondiente ticket que guardé en
la cartera y me dispuse a seguir andando hasta el pub de Martina. Junto a una
farola observé a un inconfundible empleado del ayuntamiento pirata con su mono
azul celeste de los aparca-coches, fumándose tranquilamente un pitillito. Me
acerqué hasta él y le solté una propinilla.
-Vaya. Creí que hoy no llegaba. He tenido cuatro peleas y
dos heridos por reservarle el sitio de costumbre.
Le entregué las llaves del vehículo por si surgia algún problema
y dándole una palmadita en el hombro le deseé un buen milenio entrante. Antes
de dar un paso más introduje todo aquello de valor que encontré en mi persona
en el bolsillo oblongo de la camisa que sellé con la contraseña para hoy:
"Soy un viejo verde, no me rasques que hoy no me pica". Caminé por la
acera con agilidad impropia de mi edad, me deslicé a través de los grupos como
un fantasma y en pocos minutos me encontré a la entrada del oscuro callejón
donde Martina ha situado su pub.
No hay comentarios:
Publicar un comentario