UN INFORME EXTRATERRESTRE SOBRE LA ESPECIE HUMANA II
Apreciados colegas: Aún con el delicioso sabor de la proteína mineral, extraída de la roca Grano de Néctar, en el paladar, me dispongo, de muy buen humor, a contarles cómo llegué al planeta Tierra y cómo se produjo el primer contacto con un nativo terrestre.
Cuando me sugirieron un estudio de la raza terrestre, raza inteligente según los parámetros consensuados por todas las especies inteligentes, me encontraba terminando un ensayo sobre la especie cuatrópeda aratorna, del planeta Ératon. Les confieso que nunca abandoné con mayor placer un estudio. Los aratornos serán inteligentes, que no lo niego, pero su conducta carece del menor interés para quien considera el humor la más alta manifestación de la inteligencia. Esta especie es tan sumamente pragmática que no se encuentra en ella la menor contradicción, razón por la cual su sentido del humor está aún por descubrir.
Elegí viajar al planeta Tierra utilizando medios convencionales. Para ello me hice instalar en una nave intergaláctica, concretamente la Galax II, renunciando al viaje instantáneo de nuestro transformador mental. Como saben se trata del último ingenio de nuestra muy ingeniosa tecnología. El TM transforma nuestras partículas físicas en mentales y zís-zás!, basta un simple pensamiento para llegar al tiempo y lugar que previamente has elegido. En cambio en un viaje convencional tienes tiempo sobrado para estudiar sin prisa los numerosos datos, enviados por sondas no tripuladas, sobre los terráqueos. Puedes hacerte tus propios diseños corporales con el fin de pasar desapercibido entre sus nativos y probártelos ante el espejo, dando pequeños retoques aquí y allá. Así mismo estudias con calma sus numerosas lenguas, idiomas y dialectos, intentando desvelar la profunda filosofía de la vida que late necesariamente en todo lenguaje. Les confieso que me divertí mucho repitiendo las lecciones de nuestra máquina parlante, profesora de idiomas titulada. Buenos dias, good morning, bon jour...etc, etc.
Me apasiona el estudio e interpretación de los datos recopilados por nuestras eficientes sondas, que tal vez merecerían una medallita al trabajo. Tal vez apasionante no sea la palabra adecuada para describir la emoción que me produjo estudiar una especie inteligente que lo posee todo y en grandes cantidades, excepto tal vez una adecuada dosis de inteligencia. ¡Hermosa contradicción!
Como ustedes saben, nada resulta más sencillo que adaptar la forma física de cada especie inteligente a estudiar. Ellas aún ignoran, ¡pobres!, que no es preciso conectar neurona con neurona, siguiendo su peculiar diseño, para que un extraterrestre pueda expresarse a través de un cuerpo físico. Poniendo una comparación muy querida por los terrestres, es como si alguien se introdujera en uno de sus vehículos motorizados y, una vez aprendido para qué sirve cada pedal, se pusiera a conducir tan campante por sus autopistas. Ellos son tan inteligentes que ni siquiera saben diferenciar la parte valiosa de su individualidad, su mente consciente, de un simple trozo de carne que ha moldeado su consciencia en una larga evolución de milenios, para lograr satisfacer su necesidad elemental, propia de seres poco evolucionados, de seguir manteniendo contacto con el mundo material. ¡Riánse ustedes!. Y sigan riéndose puesto que nosotros hacemos tres cuartos de lo mismo.¿O no me acabo yo de zampar un stranwich de proteína mineral?
Nuestra tecnología, casi milagrosa, y sobre todo nuestra mente, evolucionada hasta extremos que la especie humana consideraría divinos, me hizo fácil hacerme con el cuerpo humano más adecuado para pasar desapercibido entre ellos y que menos problemas me diera, porque era inevitable que me diera algunos. Tuve que probar varios cuerpos, de infantes, de ancianos, de mujeres y de hombres, hasta elegir el que me pareció menos problemático. La computadora de Galax II creó un entorno virtual donde pude experimentar con ellos a gusto y gana hasta decidirme a encargar al sastre el que me pareció más interesante.
Paso a delimitar someramente las conclusiones a las que llegué en la probatura de cuerpos: 1º)El cuerpo de infante sería un engorro, puesto que las crías de la especie no tienen papel relevante alguno que desempeñar en su sociedad. 2º)El cuerpo del anciano me marginaría automáticamente del centro social más activo. 3º) El cuerpo de la mujer me daría una estética muy apreciada entre los nativos terráqueos, pero a cambio me vería excluido de los grandes centros de poder, aún en manos del macho aunque yo diría que no por mucho tiempo.
Así pues mi conclusión fue sencilla: elegir un cuerpo de macho adulto, ligeramente atractivo, de una edad que ellos consideran ideal ( la mitad de su vida estándar, más o menos). El resto de adminículos resultaron sencillos de diseñar: una tarjeta de crédito sin restricciones, toda la documentación necesaria para demostrar que había nacido en un lugar concreto de su planeta, en un día determinado de su calendario, que tenía unos padres X e Y, que había realizado estudios ( no quise abusar y convertirme en un genio, puesto que ser un genio en su sociedad es aceptar un riesgo demasiado elevado) y el resto del papeleo imprescindible para tener libertad de movimientos en su compleja organización social. Les advierto que no tuve otro remedio que mandar fabricar un maletín como el que llevan sus ejecutivos o yupis, para guardar toda la documentación necesaria. ¡Menos mal que nuestra tecnología permite hacer virguerías con estas cosas!
Y con esto pasaré a contarles a continuación -en cuanto haga un breve receso para beberme un litro de agua, de sabor múltiple, burbujeante y convenientemente preparada para facilitar la digestión del stranwich de alga y proteína mineral- el primer contacto con los terráqueos o terrestres.
Permítanme que les diga algo: no nos vendría mal desprendernos de una vez por todas de estos cuerpos de cristal carbónico energetizado hasta la décima potencia al cuadrado. Tienen su encanto, puesto que nos permiten saborear un stranwich y darnos lingotazos de toda clase de líquidos, pero me temo que dan más problemas que otra cosa.
Y ahora, con su permiso, me tomaré un receso, que se me está secando la boca.
Continuará.
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