sábado, 19 de febrero de 2011

EL SR. ALMIRANTE









RETRATOS HUMORÍSTICOS

EL SR. ALMIRANTE, PRESIDENTE DEL CONGRESO DE HUMORISTAS

Tras la segunda guerra mundial la asociación de humoristas por la paz sufrió un apagón, un guadiana, del que nuestro personaje, el Sr. Almirante, consiguió sacarla gracias a unos tejemanejes muy peculiares. No es de extrañar que el humor sufriera un duro revés durante la gran guerra y que posteriormente el mundo estuviera más para cambiar un pitillo por una lata de sardinas que una risa por un pitillito.

Fue elegido presidente en los años sesenta, tras una patética campaña en la que prometió de todo: el mejor hotel del mundo, las chicas más alegres, hermosas y asequibles, champán francés, barra libre durante todo el congreso y condiciones de trabajo de lo más higiénico y seguro. Semejante propuesta no podía por menos que ser apoyada por todos los humoristas del mundo por unanimidad. Como bien se sabe estos alegres pájaros cantores gustan de todo lo que la vida puede entregarles generosamente y aún gustarían de más si lo hubiera o pudiera ser imaginado. Almirante cumplió su promesa gracias a la subvención en dinero negro de la mafia de las Vegas. La condición era que lo blanquease hasta dejarlo más limpio que una patena. A cambio ellos correrían con todos los gastos del congreso.

No es de extrañar que los humoristas se vieran alojados en el mejor hotel del mundo, El Piramidal. Una gigantesca pirámide con palmeritas en los jardines y un casino impresionante donde debería estar la cámara del rey, lugar donde como todos saben se deposíta el sarcófago del faraón. Tuvieron tanta barra libre que alguno ni se acordó que era humorista y tuvieron que sacarle los chistes a patadas. En cuanto a chicas hermosas y asequibles la dirección del hotel hizo desaparecer a las doncellas a las horas reglamentarias de ponencias y espectáculos. En aquel tiempo no existían humoristas femeninas. ¡Y mira que lo sintió Olegario Brunelli!. Entonces un jovencito sin barriga y con todo el pelo en la cabeza, que comenzaba sus pinitos de humorista en cabaretes de mala muerte.

Los humoristas atravesaron la delgada línea roja que separa el humor de la política y se dejaron comprar. ¡Así como suena!. Se corrompieron por unos tragos y unos besos. ¡Cuanta miseria hay en el mundo para que unos personajes tan íntegros se vendieran por un plato de lentejas!. Y no me pidan que les cuente más sobre este primer congreso porque hasta un negro de la pluma, mal pagado y menos conocido, hasta un miserable gusano como este narrador, tiene su corazoncito y su integridad a toda prueba. Claro que sus convicciones éticas, las de este narrador, son tan flexibles como el peso del oro con el que se le intente comprar. Es decir a más oro más flexibilidad. Lo malo es que nadie ha intentado comprame. ¡Buaaahh!.

Los humoristas dicen de Almirante que en sus tiempos hizo reir a los diplodocus. Y lo dicen no solo por su provecta edad sino porque ni los más viejos recuerdan uno de sus shows. Jubilado de humorista, se dedicó a organizar la asociación mundial de humoristas AMH (pronunciado amé a H) allá a principios de los años sesenta. Se puede decir que el primer congreso exitoso tuvo lugar poco antes del asesinato de Kénedy. No cuenta un congreso realizado en París en el año 1946, que fue un rotundo fracaso. A este congreso asistió Almirante, un jovenzuelo con ansias de ser corrompido. Emprendedor como era sembró en la tierra sus esfuerzos y estos dieron tanto fruto que el 20º congreso, celebrado en las Vegas, en el hotel Piramidal, fue un formidable éxito. Gracias en parte a la subvención de varios millones de dólares de la mafia local. Parte de los cuales se los embolsó el propio Almirante. Muchos dijeron que la mafia, siempre tan divertida, había hecho una cuantiosa donación con la clara y tajante condición de que se prohibiera a los humoristas meterse con la cosa nostra.

Almirante comenzó a tener fama de mafioso. La fama de humorista-enterrador, que nunca cuenta un chiste ni aunque le maten, ya la tenía desde tiempo atrás. La oposición, formada por cuatro humoristas gamberros, a la que se apuntó nuestro Brunelli (en sus años juveniles se apuntaba a un bombardeo y eso que es hombre pacifista donde los haya) castigó al Sr. Almirante con las parodias más sangrantes de la historia del humor. Las bromas que le gastaron están ahora en las antologías del humor, cruel, negro como la noche y despiadado como un pistolero sin plata en la bolsa... Por cierto pueden comprar a la entrada del salón de congresos las antologías de humor números uno,dos y tres, ilustradas por el gran Firges. Muy baratas, oiga. Y si alguno quiere colaborar en la antología del humor por la paz, número cuatro del catálogo, ya puede ir dándole a la risa.

A pesar de ello Almirante continuó erre que erre. ¡Lo que cuesta renunciar a una poltrona!. Me recuerda una canción, con música de tango, que dice: "Sillón de mis entretelas, mi despachito oficial", etc etc. Lo que le salvó al Sr. Almirante de la debacle fueron los congresos. Excepto los diez primeros, entre 1946 y 1956 (¿recuerdan?, segunda guerra mundial, proceso de Nuremberg, se descubren los campos de concentración nazis, etc etc) que fueron muy poco concurridos (faltaron los hermanos Marx y Woody era aún un niñito repelente). En ellos Almirante pronunció extensos y soporíferos discursos sobre el nuevo mundo que se avecinaba y que iba a ser una delicia (guerra de Vietnam, guerra de Corea, crisis de los misiles, guerra fría,etc,¡qué gran chiste!). Asistieron, mal contados, dos humoristas temblorosos y hambrientos, sacados de un cabaert de mala muerte y que fueron muy bien pagados para que intentaran hacer un poco de humor negro sobre el racionamiento.

Digo que con excepción de estos años, los congresos posteriores fueron un gran éxito. En uno de ellos, incluso,tocaron los Beatles. Gracias a estos ídolos y a la concurrida asistencia de humoristas los congresos posteriores despegaron como cohetes a la luna. Gracias hay que dar a la señora o señorita inglesa que inventó la minifalda. Fue ella y las histéricas minifalderas, fans de los Beatles, las que hicieron de aquel congreso una fecha inolvidable que nunca será olvidada. Se cuenta incluso que una minifaldera se prendó de Olegario Brunelli, de tal forma que éste ya nunca puso pegas a que Almirante organizara los congresos.

Pero esta es una larga historia que les contaré en otro momento. Porque ha llegado el momento de inaugurar el congreso y hay aquí un jaleo de mil demonios, todo el hotel está patas arriba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario