DIARIO DE CON CRISANTO, ANOTADO Y
COMENTADO POR EL DOCTOR SUN, DISCÍPULO DE JUNG
CAPÍTULO I
DE CÓMO LEÍ LOS LIBROS DE
CASTANEDA SOBRE DON JUAN Y ME PROPUSE HALLAR A ESTE ÚLTIMO Y CONVERTIRME EN SU
DISCÍPULO MÁS QUERIDO
¿No han tenido nunca la sensación
de haber llegado en la vida a una encrucijada de caminos, más allá de la cual no
hay nada, solo el vacío? A mis cincuenta años me sentía como un viejo inútil y
estúpido. Casado dos veces y con cuatro hijos, en un momento de locura escribí
un libro sobre magia blanca que era una tontería tan grande que por eso mismo
no tuve dudas de que sería publicado. Así fue, en efecto, y durante un tiempo
mis carnes, ataviadas con una túnica blanca, un bastón de fresno decorado a
navaja por mí mismo y unas gafas de sol especiales que no permitían a persona
alguna atisbar mis ojos, recorrí programas televisivos como un peregrino
chamánico de la verdad, hablando sin inhibiciones ni miedos de la magia
invisible que nos rodea de continuo a todos y cada uno de los días de nuestra
existencia, sin que seamos capaces de apercibirnos de ello.
Divertí a una gran audiencia que
se burlaba de mis gestos y anotaba cuidadosamente mis palabras para emplearlas
en el lenguaje coloquial de los medios virtuales como especie de amuletos o
talismanes contra el aburrimiento y el hastío de lo cotidiano. Hablar y
gesticular a lo Crisanto pronto se convirtió en una moda que marginaba a quien
no estuviera en ella. Gané tanto dinero que pude comprar un bosque, recientemente
incinerado por un incendio provocado por causas tan misteriosas como el Nagual
de don Juan. Aquel lugar estaba tan
perdido como los límites del Tonal. Ni siquiera al constructor más tonto se le
hubiera ocurrido edificar allí una exótica urbanización. Esa fue la causa de
que adquiriera tanta superficie por una módica cantidad.
Allí, durante años, me dediqué a
replantar árboles, como un jardinero loco. Construí una cabaña de madera con
troncos que hice traer de un bosque cercano y allí estuve viviendo como un
ermitaño amante de la naturaleza y solitario, puesto que ni mis dos ex mujeres
ni mis cuatro ex hijos se quejaron lo más mínimo ni me molestaron para nada, ya
que sus cuantiosas pensiones les hicieron pensar como al Quijote aquello de “mejor
no meneallo, amigo Sancho”. Los árboles fueron creciendo y defendiéndose por sí
mismos de la vida. Yo me sentía tan vacío y bloqueado que tomé una drástica
decisión. Puse toda mi fortuna en un fondo blindado de valores seguros y propiedades
inmobiliarias de toda solvencia y encomendando su gestión y administración al
director de mi banco que había gestionado mi patrimonio hasta entonces, le
conminé a que nunca ni por lo más sagrado dejara de pagar las generosas pensiones
a mis dos ex mujeres y a mis cuatro ex hijos, llegando a amenazarle con la
magia blanca, incluso con la negra, si se permitía caer en la tentación de
corromperse y chorizar lo que era mío legal y divinamente. Esbozó una sonrisa
cínica que se borró de su cara cuando le advertí de que estaría enterado de
todos sus tejemanejes y seguiría sus pasos, apareciendo “in person” para
pedirle cuentas cuando así lo considerara oportuno.
Dejé suficiente dinero en una
cuenta opaca en un paraíso fiscal que no voy a concretar, pudiendo ser las
Bahamas, las islas Caimán, o las islas Vírgenes, por poco tiempo, y todo ello
con la idea de subvencionar mi viaje a México. Llevaría algunos cheques de
viaje por si los acontecimientos se torcían y me veía obligado a regresar. Sin
más preparativos me embarqué en una línea aérea o en una aerolínea de bajo
coste o Low cost, fiando en mi magia blanca y en que las fuerzas poderosas me
fueran favorables.
Mi intención era dejarme ver por
los lugares, mercadillos y desiertos que frecuentaba el bueno de Carlitos
Castaneda cuando deseaba encontrarse con don Juan. Para ello llevaba en mi
mochila su obra completa, especialmente el Segundo anillo de poder, que
consultaba una y otra vez para trazar un mapa completo de todos aquellos
lugares pisados por el maestro don Juan Mathus. De esta forma tan peregrina
decidí ponerme bajo la tutela invisible de don Juan. Todo el que haya leído los
libros de Carlitos debería saber que don Juan desapareció, abandonó este mundo,
la isla del tonal, para irse al otro, al Nagual. Al menos eso es lo que dice
Doña Soledad en el Segundo anillo de poder. Claro que yo no consideraba esta
ausencia como definitiva, ni mucho menos podía plantearme que quien abandona el
mundo por una grieta no pueda regresar a él por la misma grieta u otra
distinta. Además consideraba a don Juan como el más grande de los brujos, el
más poderoso guerrero, el Nagual más fino que jamás existiera, y por lo tanto
sabía que si le invocaba con fuerza, si me ponía en su camino de forma
constante, si recopilaba todos los hilos de poder que dejara en los lugares
donde había vivido mientras estaba en el Tonal, en algún momento se me
aparecería y yo me ofrecería como discípulo, contando con que tras sus
consabidas risas y burlas me aceptara como aceptó a Carlitos a pesar de su
mente cuadriculada y sus cuadernos de notas, de los que yo llevaba también en
abundancia en mi mochila. Don Juan había dado un paso y la noche se lo había
tragado, razón por la que yo pensaba que bien podía ocurrir al contrario, que don Juan daría otro paso y se lo tragaría
el día, con tal buena suerte que yo estaría justo allí para recibirle. Y hete
aquí que don Juan estaría de nuevo en el Tonal, dispuesto a vérselas con otro
bobo, un nuevo discípulo, alguien tan vacío como una calabaza hueca.
El encuentro con D. Juan no estaba
en mi mano, no podía estarlo, pero tampoco en la suya ni en la de nadie. Solo
las fuerzas poderosas tenían algo que decir al respecto. El Espíritu bien podía
ponerme en su camino y si ambos estábamos destinados a encontrarnos, pues nos
encontraríamos. En caso contrario me vería obligado a regresar para llevar la
misma vida vacía que llevaba antes, de reality show en reality show, cada vez
más cutres, cada vez mejor pagados. ¿Qué no daría yo por alcanzar el
conocimiento en lugar del play time de aquellas cutres cadenas televisivas?
El avión me dejó en México,
distrito federal. Allí alquilé un todo terreno con el poco metálico que aún me
quedaba y me dirigí al desierto de Sonora buscando una señal, tal como un
cuervo que graznara al cambiar de dirección en el aire. Luego recorrería todos
los lugares donde Don Juan y Carlitos Castaneda habían estado, ellos sabrían
encontrarme, porque seguro que Carlitos acompañaría a don Juan de regreso al
Tonal.
NOTA A PIE DE PÁGINA DEL DOCTOR
SUN
Parece evidente que Don Crisanto
ha leído los libros de Castaneda y como le ocurrió a Don Quijote su lectura
trastornó su mente y frió sus sesos. Ambos salieron a buscar aventuras que
fueran compatibles con su extraña locura. No podía asegurar que su viaje a
México fuera real, creo que tiene menos posibilidades de serlo que el viaje de
Don Quijote por la Mancha, tan bien documentado. Estos pacientes, aquejados de
fantasías o delirios esquizofrénicos, con brotes paraoides, salpicados de
cóleras sordas que los hacen seres violentos y conflictivos, pueden llegar a
crear auténticos mundos de la nada, yo diría incluso universos, si se les deja
tiempo suficiente. Si están a gusto en ellos pueden vivir allí años o incluso
toda la vida. Al contrario que las personas normales, cuyo máximo interés está
en destruir o manipular los mundos reales nacidos de la nada, estos enfermos
imaginativos pueden pasarse la vida poniendo detallitos a sus mundos
imaginarios, hasta el punto de que si llegaran a alcanzar el nirvana y
transformarse en budas, bien podrían estos mundos cobrar absoluta realidad y
estoy seguro de que serían mucho más ordenados y placenteros que los mundos que
las personas normales no han creado y solo tratan de destruir, a pico y pala o
con bombas atómicas, les da igual. El
creador suele ser siempre un enfermo, en cambio el controlador, manipulador y
destructor de realidades acostumbra a ser una persona de una normalidad a prueba
de bomba.
Don Crisanto nos hará pasar
algunos ratos divertidos. Crean o no crean en sus delirios, según sean enfermos
patológicos o personas normales, pueden estar seguros de que se sentirán tan
bien que hasta acabarán rezando porque estas aventuras y estos mundos lleguen a
ser reales algún día. No voy a contarles, al menos de momento, cómo llegó este
diario a mis manos, ni tampoco dónde se encuentra don Crisanto en el presente
actual, puesto que el suspense debe mantenerse hasta el último momento.
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