VARIACIONES CLIMÁTICAS
I
NOTA: Los hechos
y personajes que aparecen en esta serie de relatos son todos absolutamente
verídicos. El hecho de que sucedan en el año 2051 de nuestra era no significa
nada. El autor confiesa con orgullo, casi soberbia, haber viajado en el tiempo
gracias a un artilugio de su invención capaz de viajar en el tiempo como quien
lava. Al acabar el viaje escondió el artilugio con tanto esmero que ahora sería
incapaz de encontrarlo ni aunque tuviera en su poder los planos y la base de
datos que hacía referencia al invento y el lugar donde está oculto, lo que no
es posible porque han sido destruidos. Por eso nadie puede rebatir lo que
cuenta. Solo viajando a los mismos lugares y en las mismas fechas que se dice
aquí se podría saber con absoluta certeza que lo narrado es cierto o tan falso
como las monedas de Judas. Solo queda confiar en el autor o esperar a que el
futuro se haga presente. Les aconsejo la primera opción. Y ahora permítanme que
situe la acción en el formato que está tan de moda actualmente en algunos
seriales televisivos. Tomen nota y procuren no cometer los mismos errores que
llevaron a la humanidad a tan peligrosa situación.
NOTA A LA NOTA/ Recupero estos textos, que ya tienen unos años, a la vista de la situación actual, presente, mientras la bestia del Este sopla sobre toda Europa, dejando nieve, hielo, agua, viento y lo que se tercie, porque las bestias son muy bestias. Tal vez en algunos aspectos estén desfasados, pero no puedo resistirme a la tentación de recuperar lo perdido y de encontrarme con lo que nos espera. No creo que el apocalipsis descrito en estas variaciones sea demasiado fantasioso o delirante, a juzgar por los hechos. Ustedes juzgarán.
MADRID-ESPAÑA.- 15 horas, 1 minuto, 30
segundos. Año 2051 de la era cristiana. Domicilio de D. Anselmo García
Rodriguez.
Don Anselmo acaba
de encender el televisor con la sana intención de enterarse de las noticias en
el telediario de sobremesa. De la caja tonta al sofá ha tardado exactamente un
minuto. Razón por la cual ha oprimido el botón de su armatoste a las 14,59
horas, exactamente, según marca su viejísimo reloj de pulsera, que aún funciona
como un reloj de los buenos.
D. Anselmo
respira por la boca, que mantiene abierta, amén de porque no es capaz de
hacerlo por la nariz, por el gozo que siente al enterarse de la noticia con la
que abre el telediario el canal 44, cuatro-cuatro, de cobertura nacional. El
gozo que siente se ha iniciado en los riñones y ha tardado exactamente treinta
segundos en llegar a la boca, por cuya comisura brota un hilillo de repugnante
baba, que está llegando en este momento al mentón, desde donde caerá, como en
cascada, hasta la pechera de una vieja camisa de color indescifrable que hace
unos quince días que no se quita ni para dormir. ¿Para qué?, piensa D. Anselmo,
con lógica implacable,si nadie me visita.
D. Anselmo es uno
de los dos millones de ancianos que según las últimas estadísticas permanecen
solos en sus pisos, debido al terror causado por la plaga de la salmonelosis
cuarta, que ha matado ya al 50% de los ancianos residentes en asilos públicos y
privados.
Nuestro protagonista huyó en cuanto su compañero de cuarto inundó el
retrete. Desde la residencia a su viejo piso, que conservaba cerrado, por si
las moscas, tardó exactamente doce horas, treinta minutos y veinte segundos, a
pie, por supuesto.
La noticia que a
Don Anselmo produce tanto gozo dice escuetamente: "El gobierno español de
coalición nacional, mediante decreto-ley por el trámite de urgencia, ha
prohibido la circulación de vehículos particulares por todas las carreteras y
calles del país. Se fundamenta esta medida en que el petroleo existente en
nuestras reservas no serviría ni para
encender la pipa de un indio (suponiendo que aún quede algún indio y que
éste fume petróleo). Otra de las razones muy convincentes se basa en el cambio
climático, apabullante, que se ha producido en la última década. La
contaminación acabará con todos nosotros en un periquete, si no tomamos ya las
medidas oportunas. Ha dicho el portavoz del Consejo de ministros.
D. Anselmo ha
escupido al suelo un repugnante gargajo. Pensando, con lógica implacable, que
morirá antes de que algún asistente social le haga la primera visita. ¿Para qué
limpiar, si nadie me visita? En la pantalla de su viejo televisor, anterior a
la era digital, las calles de Madrid aparecen tan desiertas de vehículos como
un desierto lo estaría de peces, si las inundaciones catastróficas no hicieran
impredecible semejante posibilidad. Las calles madrileñas son ahora autopistas
para patinetes y bicicletas por donde grupos de jóvenes compiten por amor al
arte. Una intrépida reportera entrevista en la Gran Via a un adulto, al que
pesan más los años que los quilos. Justo hace un momento se rompió la nariz
contra el asfalto. La pregunta quiere saber la gracia que le hace el nuevo
decreto-ley del Gobierno.
De pronto se oyen
unos pitiditos durante unos treinta segundos, de esos que suelen utilizarse
para tapar los insultos, palabras groseras y hasta blasfemias que utilizan
gentes sin escrúpulos para expresar sus emociones en momentos puntuales. Cuando
terminan los pitiditos la intrépida reportera, intentando congraciarse con su
entrevistado, le dice, toda sonrisa, que al menos él tiene la suerte de estar
justo al borde de la jubilación.
Solo un año, un
mísero año. ¿Pero cree usted que a este ritmo podré llegar? Hoy la nariz,
mañana la pierna y pasado la cabeza. Yo no llego vivo a la jubilación, no
llego. De nuevo la atrevida reportera intenta una vez más dar en el clavo y le
sugiere al entrevistado que tal vez una baja por depresión podría ayudarle a
esperar que llegue el feliz momento.
¿Pero usted
es...pitido...pitido? ¿No recuerda el último decreto-ley por el trámite de
urgencia sobre la Seguridad Social? Si me quedo de baja no cobraré ni el
10%...¿Y si usa la bicicleta en lugar del patinete? Insiste con paciencia
asesina.
Pitidito...pitidito...pitidito...Se interrumpe la comunicación y una
bella locutora, con peinado a lo rastahari (está de moda) da paso a otras
ciudades, otras opiniones, otros pitidos...
D. Anselmo enciende un pitillo, da una calada
y escupe al suelo un enorme gargajo. A continuación se echa a reír sin dientes
a todo trapo. Cuando se le pasa la risa tonta comenta: A j...todos c... ¡Pa lo
que salgo yo de casa! A continuación se cuelga del pitillo como de un chupete.
Hace unos años un real decreto-ley por...prohibió la producción y el consumo de
tabaco. Antes de que entrar en vigor D. Anselmo se hizo con todas las
existencias de un despacho de tabaco, cercano a su casa. Se gastó todos sus
ahorros y pero calculando a paquete diario aún le sobrarían algunas cajetillas
el día de su muerte. El referido decreto-ley también prohibió fumar en el
propio domicilio particular, pero D. Anselmo no tiene miedo a la multa. ¡Pa lo
que me visitan!
Son las 15,10
horas y en el telediario de la cadena 44 se dan paso a otras noticias
igualmente catastróficas. D. Anselmo carraspea y estrella un gargajo enorme,
como un meteorito, contra el suelo.
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