viernes, 18 de mayo de 2018

TEATRO HUMORÍSTICO II


   TEATRO 




 ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA GUERRA PSICOLÓGICA 


DRAMA BUFO EN UN PRÓLOGO Y TRES ACTOS 


                  ACTO I 


          ESCENA PRIMERA 


ACOTACIÓN DEL AUTOR 


Cuando se alza el telón, de haberlo, o se enciende el primer foco, vemos al bufón subconsciente, vestido con la misma ropa que en el prólogo. Su típico gorrito tiene pegado a la borla un juego de pequeñas campanitas que suenan cuando se mueve.  


Está sentado sobre un tablón del andamio, escuchando con una sonrisa los primeros compases de la novena sinfonía de Beethoven. El foco de luz roja que se ha encendido le busca por todo el escenario. Cuando lo encuentra  se fija en él y de allí no se mueve. 


El bufón se pone en pie, saluda a los espectadores y da una carrerilla por el tablón. Luego toma carrerilla, da un salto de saltimbanqui y cae de pie sobre el suelo del escenario. Es un salto arriesgado por lo que se recomienda que el actor que lo interprete tenga algunas cualidades circenses. 


Una vez allí, hace una profunda reverencia, muy exagerada, que casi hace que su frente toque los pies.  La música se detiene y se hace un profundo silencio. 


Conforme el bufón subconsciente declama su parrafada otros focos de luz blanca se centran en la gran pantalla de video que va descendiendo desde el techo. En momentos muy concretos de su intervención, que se acotarán, las paredes de la oficina burocrática, donde se desarrolla este drama bufo, irán descendiendo del techo, o ascendiendo del suelo, según el montaje. Lo mismo sucederá con el mobiliario, que será iluminado por el foco correspondiente. 




PRESENTACIÓN BUFONESCA 


Antes de que se inicie esta tragedia bufa permítanme que les haga una pequeña presentación. No será muy larga. Intenten no moverse en sus butacas. 


Como ven hay una pantalla de video a mis espaldas. En ella contemplarán algunas escenas grabadas por cámara oculta. Imagínense que las he grabado yo, el bufón subconsciente, y olvídense de la lógica realista a la que están tan acostumbrados. Esta es una pieza teatral de vanguardia, experimental, surrealista, bufonesca… Por lo tanto no le pidan imposibles. La ficción tiene sus reglas y si no les gustan levántense de sus butacas, salgan a la calle y allí empápense de realidad. No les aseguro la ganancia, pero cada cual es libre de satisfacer sus gustos como mejor le plazca. 


Esta pieza, según me ha contado el autor, pretende mostrarles, con los colores más vivos, la terrible mezquindad que supone cualquier clase de acoso psicológico. No se preocupen, su perspectiva no estará sesgada por ningún dogmatismo previo. En ella tendrán voz todos los intervinientes en el drama bufo del acoso y hasta ustedes, los espectadores imparciales, podrán subir al escenario y expresar su opinión si así lo consideran conveniente. Intentaremos ponernos en la piel de unos y otros y ver qué sienten en sus vísceras y observan con sus ojitos. 


ACOTACIÓN DEL AUTOR 


La pantalla de video se ilumina mientras el bufón continúa hablando. Comienza a exhibirse un video grabado previamente. La primera escena está rodada en un plató que simula una caverna primitiva. En ella dos trogloditas se dan de porrazos con dos buenos garrotes… de goma, naturalmente… para que los actores no resulten lesionados. El director es un poco sádico (ahora que no puede escucharnos) pero no llega a tanto como para poner auténticos garrotes en manos de los actores. 


Como están viendo a mis espaldas (si algún espectador no ve bien, me apartaré unos pasos para que nadie se quede sin su correspondiente razón de video) las primeras guerras eran muy elementales.  Los contendientes se daban hasta decir basta y el vencedor era aplaudido por los espectadores neutrales, quienes le aceptaban como nuevo jefe de la tribu. 


En la escena puede verse, efectivamente, como los espectadores trogloditas aplauden a la manera moderna. La incongruencia está expresamente buscada por el autor, no se preocupen. A continuación aparecen imágenes de bombardeos, aviación, disparos de tanques, bombas que estallan por doquier. 


La guerra fue evolucionando hasta llegar a la guerra moderna. Bombas inteligentes, portaviones, aviones invisibles, armas químicas, biológicas, etc etc. Sin embargo la guerra del futuro, que está llamando a nuestras puertas, no necesitará de la tecnología para nada. Porque la guerra del futuro, créanselo o no, será la guerra psicológica. El acoso, en todas sus formas, inundará nuestras vidas y las armas físicas serán relegadas al olvido. 


Comienzan ahora a bajar cuatro paredes que forman un wáter o servicio o excusado. En la pantalla de video puede verse a un hombre, más bien obeso, que permanece sentado en el retrete. Dejo a la libre voluntad del director la posibilidad de que el hombre baje con los paredes y el retrete o que aparezca en el mismo tras un breve apagón del foco que ilumina el retrete.  La pared que da al patio de butacas permanecerá levantada unos segundos para que los espectadores puedan ver que efectivamente hay un hombre en el retrete. En el video se ve la misma escena, en estilo más cinematográfico, diferentes planos, perspectivas, zoom etc. 


La guerra psicológica no utiliza más armas que la lengua viperina, las miradas aviesas, los gestos más o menos evidentes y los desplantes, pero les aseguro que es casi tan mortífera como las armas convencionales o más, mucho más. Los soldados del otro lado, normalmente uno o dos como mucho, frente a un ejército de docena o docenas, acaban por refugiarse en las trincheras más esperpénticas de la historia bélica: los retretes. 


No se impacienten, no vamos a ponernos del lado de las víctimas o las supuestas víctimas, al menos de momento; ni vamos a rendirnos con armas y bagajes ante sus caritas de niños buenos. No, todos tendrán voz y voto en esta farsa o tragedia bufa. Tan sólo permítanme una penúltima reflexión: ¿no les parecen un poco desproporcionados estos ejércitos contendientes? Por un lado uno y por el otro muchos, docenas o hasta centenas en algunos casos o incluso millares, si me apuran un poco. Eso debería hacerles meditar un poco. 


La guerra psicológica suele comenzar de la manera más tonta. Alguien se rebela, no se sabe muy bien porqué, y antes de que transcurran algunos días está enfrentado a un verdadero ejército. Incluso en muchos casos no es necesaria ni siquiera la rebelión, sencillamente alguien le cae mal a unos cuantos, éstos comienzan a acosarle, los otros permanecen como espectadores neutrales y acaban por unirse a los acosadores. Tal vez pensando que la soledad es muy mala y que donde mejor está uno es en medio del rebaño, muy calentito y protegido. 

Bueno… No importa. Comience como comience la guerra psicológica, lo que a nosotros nos interesan son sus efectos, sus causas y sus protagonistas.  Y ahora mientras observan en el vídeo cómo el protagonista de esta historia viaja en coche hacia su trabajo, soñoliento, legañoso y un tanto miedica (le tiemblan las piernas como a Rambo) me permitirán que me retire un instante, mientras el decorado y el mobiliario terminan por colocarse en su sitio y podemos dar inicio a la siguiente escena.



No hay comentarios:

Publicar un comentario