miércoles, 2 de septiembre de 2020

PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD XII









Heather se acerca al piano, levanta la tapa y acaricia las teclas con suavidad.

-Después del postre tocaré para ti. Pero ahora tienes que ayudarme con la comida.

Me conduce de la mano a la cocina, abre el frigorífico, enorme, último modelo, y saca una fuente con la ensalada.

-Toma, llévala a la mesa.

Lo hago mientras ella abre el horno y con una manopla saca una enorme bandeja de cristal. Coloco la fuente sobre la mesa y así comienza nuestra cena romántica. Agradable, sin prisas y con la intimidad de dos amantes que nunca podrán dejarse de ver porque de Crazyworld no escapa nadie. Aparco mi obsesión por fugarme de aquella jaula de oro que ahora está más viva que nunca. Si Jimmy no lo ha conseguido en todo el tiempo que lleva allí, yo no soy más listo que él, tendré que tomármelo con calma, con mucha calma. El recuerdo del Pecas me conturba, sé que voy a tener que soportar una buena tormenta cuando lo vuelva a ver, incluso puede que algún que otro puñetazo…si le dejo. Aparco también mi recuerdo de Jimmy y me centro en Heather que no deja de sonreír y de servirme ensalada, asado, vino. Quiere que hable, pero yo no sé de qué hablar, no recuerdo nada, o casi nada. Le comento otra vez lo del gigoló y se ríe con ganas.

-¿Sabes? No me molestaría que fuera verdad. No quiero ni pensar en lo que me harás cuando recuerdes tus habilidades de gigoló.

Y se ríe con ganas. Sigo con el tema. ¿De dónde podría proceder sino mi deportivo? Tal vez yo sea uno de esos jóvenes ejecutivos que se ganan la vida especulando en la bolsa. Eso sí que no me gustaría. Nada. Y vuelve a reírse hasta atragantarse. Tengo que levantarme y darle unos golpecitos en la espalda, luego acaricio su pelo y beso su nuca. Regreso a mi sitio y aparco el tema. Se me ocurre que tal vez ella pueda satisfacer mi curiosidad. Aún no he comenzado con las preguntas. Antes quiero que ella me diga que no le molesta como tema de conversación durante la cena romántica. Ya tendremos tiempo de romanticismo y sonríe.

-¿Cómo pudo llegar una mujer como tú a esta cárcel, a esta jaula de oro?

-Tuve una vida difícil. A los quince años mis padres murieron en un accidente y me quedé sola. Habían roto con su familia para casarse y no se volvieron a ver. Ni siquiera supe si algún familiar se había enterado de su muerte porque nadie se puso en contacto conmigo. Por suerte mi desarrollo físico me permitió aparentar que tenía más años de los que decían mis papeles por lo que decidí no volver a utilizarlos hasta que fuera mayor de edad. No fue fácil vivir sin papeles, pero otros lo hacían todos los días, solo tenía que tomar precauciones elementales, comprar todo sin tarjeta de crédito, no comprar nada que supusiera firmar algún papel, no acudir a sitios donde pudiera aparecer la policía y pedirte identificación, encontrar trabajos donde pudiera pasar desapercibida, sin contratos, sin llamar la atención. Hice un poco de todo. Apenas ganaba lo suficiente para pagar el alquiler de un cuchitril diminuto y comer todos los días. No era mucho, pero solo tenía que esperar algunos años y todo cambiaría. Por desgracia además de estar más desarrollada de lo normal también era más guapa de lo debido. Lo supe cuando me pasaba los días intentando ahuyentar a idiotas que creían que podían acostarse conmigo solo con decirme cuatro guarradas y amenazarme si les mandaba a la mierda. Decidí aprender a defenderme y acudí a un gimnasio donde enseñaban defensa personal y artes marciales. No me llegaba el dinero, pero tuve la suerte de comentarle a una buena chica con la que había trabado una cierta amistad, que no podría volver porque no podía seguir pagando la mensualidad. Nunca olvidaré aquel detalle. Sus padres tenían dinero y ella me ofreció hacerse cargo hasta que yo encontrara un trabajo que me permitiera volver a hacerlo. Nos hicimos muy buenas amigas, hasta el punto de que me atreví a comentarle mi situación. Se sorprendió mucho, no aparentaba la edad que tenía. Lamentó mi desgracia y quiso ayudarme presentándome a sus amigos y pagándome los viajes que hacía la pandilla para divertirse. No acepté, mi situación podía complicarse en cualquier momento y quería pasar desapercibida a toda costa. Ella lo entendió, pero no dejó de insistir para que conociera a algunos amigos de confianza. Al final se salió con la suya. Acabé perdiendo la virginidad con uno de sus amigos, un buen chico que me gustaba mucho. Su padre tenía una empresa de seguridad. Se ofreció a hablar con él para que me diera un trabajo como guardia de seguridad. Me dio miedo de que su progenitor fuera un mal tipo e intentara aprovecharse de mí. Me dije que ya solo me quedaba un año para la mayoría de edad y por mal que fueran las cosas lo peor que podría pasar es que tuviera que marcharme de allí. Aguantaría unos meses en cualquier lugar y de cualquier manera, luego, en cuanto pudiera volver a utilizar los papeles mi vida volvería a ser normal. Me arriesgué mucho. Tuve suerte porque el padre no era mala persona y no hizo preguntas. Su hijo parecía estar enamorado de mí. Me ilusioné con la posibilidad de que llegáramos a casarnos, fundar una familia y olvidarme de la pesadilla que había vivido hasta entonces. Todo fue bien durante un tiempo, hasta que el hijo terminó la universidad y entró a trabajar en un despacho de abogados. Allí conoció a la hija del jefe que se enamoriscó de él y comenzaron los problemas. De pronto descubrió que no estaba tan enamorado de mí como pensaba y su padre le animó a dejarme porque su futuro sería más esplendoroso con ella que conmigo. Tuve que dejar el trabajo. Decidí marcharme lejos, no me fiaba que no se fuera de la lengua. Solo me quedaban unos meses y no quería que los papeles me complicaran la vida. Trabajé en alguna empresa de seguridad de tres al cuarto, donde solo les interesaba mi experiencia. No quise firmar un contrato. Se limitaron a bajarme el sueldo y a hacerme trabajar más horas. Alcancé la mayoría de edad y entonces me marché y conseguí un buen trabajo en otra empresa, esta vez con contrato y papeles. Como nos daban cursillos gratis, prácticas de tiro y no tenía que mantenerme en forma en el gimnasio me puse a estudiar piano. Te reirás, pero era una ilusión de niña, no sé por qué, mis padres no eran precisamente unos apasionados de la música, tal vez viera alguna película. Entonces ocurrió. Tras algún tiempo me fijé en un anuncio en la prensa, buscaban guardias de seguridad, muy bien pagados, para un trabajo en un lugar solitario. El sueldo era tan alto que no me lo pensé dos veces. Ahorraría y podría dedicarme a buscar algo que me gustara para el resto de mi vida, no sabía qué, pero algo. Así caí en las garras de ese cerdo de Arkadín.

-Perdona. Por lo que me cuentas debes ser más joven de lo que aparentas. ¿Cuánto tiempo llevas ya en Crazyworld?

-No lo sé. No me creerás, pero es así. Aquí nadie cuenta el tiempo que lleva prisionero. Puede que cinco años, tal vez más.

-Entonces debes tener poco más de veinticinco años.

-Ya te dije que siempre me echaron más años de los que tenía. No te equivocas mucho, aunque debo aparentar más de treinta. Tú debes andar también por ahí.

-Me da risa responder a todo que no me acuerdo, pero es la verdad. Si realmente era un gigoló debí empezar pronto, es un negocio donde cuenta mucho la juventud.

-Y la guapura, rico. Eres lo más guapo que ha caído por aquí. Me gustaría que lo nuestro durara, no encontraré nada mejor en este maldito antro. Entiéndeme bien, no estoy diciendo que te vas a quedar aquí para siempre. Espero que no, pero todos llevamos años pensando en fugarnos, tramando delirantes fugas, nadie lo ha conseguido hasta ahora, ni siquiera el que más ha estudiado las posibilidades, el pesado de Jimmy. Me gustaría que tú lo consiguieras y me llevaras contigo, aunque recordaras tu vida pasada y realmente fueras un gigoló. Creo que podría convencerte para que lo dejaras. Por cierto, prométeme que si lo recuerdas y fuiste un gigoló, tienes que contarme con pelos y señales cómo fue tu vida.

-Te lo prometo. Si quieres no me contestes. Me gustaría saber si te has acostado con el Pecas.

-No, por Dios. No es que aquí haya mucho donde escoger, pero algo hay y él sería mi último candidato.





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