domingo, 13 de septiembre de 2020

PRIMER ASESINATO EN CRAZYWORLD XIII

 




-No quiero pensar en cosas deprimentes, pero no puedo dejar de plantearme la posibilidad de no poder salir de aquí lo que me resta de vida, que espero que sea mucho. Ya sé que teniéndote a ti todo será más fácil, no obstante no me hago a la idea de estar prisionero año tras año. ¿Cómo lo llevas tú?

-Se está acercando el postre y esta conversación debe tomar unos derroteros románticos. Esta será la última pregunta triste que te voy a contestar. Pues verás, todos hemos pasado la etapa de la rebeldía, incluso me atrevería a hablar de desesperación. Nadie llegó aquí con la idea de no volver nunca más al mundo normal, si es que el mundo de ahí fuera puede ser llamado normal. Me costó asumir que me habían secuestrado. Era una idea que no me entraba en la cabeza. Necesitaba convencerme de que era realmente así y hablé con todo el mundo. Cada uno me contó su historia. Todos, sin excepción, salvo tal vez Dolores, que acostumbrada a esperar siempre lo peor de la vida, solo deseaba ganar mucho dinero para mandarlo a sus familiares, buscábamos lo mismo, pasar unos años lo mejor posible, ahorrar lo que pudiéramos y regresar ahí fuera con la posibilidad, sino de realizar nuestros sueños, por lo menos acercarnos un poco. Nos costó aceptar la dura realidad. La rebelión desesperada se prolongó durante unos meses, hasta que comprobamos que la posibilidad de fuga era imposible. Jimmy fue el que me abrió los ojos. Lo había intentado todo, su cabeza de chorlito no había dejado de elucubrar planes de fuga y los puso en práctica. Yo misma quise intentarlo también porque no me resignaba a ser una prisionera, a bajar los brazos, hasta que me convenciera de que salir de aquí era una utopía. Muchas noches me escondía y buscaba posibles caminos que me permitieran acceder a la valla y encontrar un fallo en ella. Recorrí el bosque, seguí itinerarios hacia los cuatro puntos cardinales, incluso ayudándome de una brújula. Jimmy me habló largo y tendido de sus intentos, eso me ayudó a no cometer sus mismos errores, pero fui inútil, siempre terminaba cerca de la valla, no muy cerca, porque descubrí la existencia de los robots, algo sobre lo que el Pecas me había advertido, aunque no le creí, imaginé que era otro de los delirios de su mente majadera. Los perros solo están en la zona de los edificios, pensé que cuanto más lejos lo intentara más probabilidades tendría. Hasta que descubrí que los robots lo patrullaban todo. La primera vez la sorpresa casi me hizo pensar en una nave extraterrestre. Nunca he creído en esas cosas, pero aquella noche sí. Recibí una advertencia de una voz metálica. Apareció un robot y al principio pensé que era una broma pesada. Quise jugar con él, le hablé como si fuera idiota y me fui acercando diciendo las tonterías que se le dice a un perro vagabundo cuando pretendemos que se amanse de repente, hacernos buenos amigos. Aquel maldito trasto estaba bien programado, no dejaba de advertirme que no me acercara a menos de cincuenta metros de la valla, me explicaba pacientemente que no se podía salir de allí y que disponía de medios contundentes para impedirlo. No le creí. Repitió el alto tres veces y luego alzó una especie de pistola y disparó… un dardo narcotizante. Me desperté en mi habitación, como si todo hubiera sido un sueño. Lo repetí de mil formas, siempre me descubrían, puede que tuvieran infrarrojos, que me detectaran por el calor de mi cuerpo. ¡A saber lo que habrá inventado ese cochino de Arkadin! En el trabajo no cesaba de pensar en posibles planes de fuga. Al final le di la razón a Jimmy, me calmé y me fui adaptando como pude. Los que vinimos a trabajar pasamos por la misma etapa que duró más o menos según la testarudez o creatividad de cada uno. La siguiente etapa fue de aceptación y adaptación, cada uno se buscó la vida como pudo y dejamos de hablar del tema.

-¿Y los pacientes?

-Salvo Jimmy el resto estaba tan mal o tan drogado que ni sabían dónde estaban. Ese idiota es muy listo, eso no se le puede negar. Antes de que llegara el doctor Sun, que no fue de los primeros, los atendían dos o tres psiquiatras, que solo pensaban en ganar mucho dinero y tener los menos problemas posibles. Les atracaban a pastillas para tenerles dormidos día y noche, no se preocupaban de más. Jimmy tenía mil trucos para disimular que no tomaba las pastillas. Se hacía el dormido cuando le convenía y como nadie les vigilaba encontró tiempo para probar todos y cada uno de sus planes de fuga.

-Perdona, no acabo de entender cómo puede ser tan importante mantener aquí a los pacientes y al resto de personal, sin dejar salir a nadie. La inversión que supone este antro no puede compensar el beneficio que reciben los desalmados familiares que quieren quitárselos de encima.

-El dinero mueve el mundo, guapito. Si fueran enfermos normales nadie se gastaría un dólar en ellos, pero sumando todas las fortunas a que tendrían derecho los pacientes y que ahora disfrutan sus familiares la inversión que supone Crazyworld es un granito de arena en una playa. Mr. Arkadin debió de recibir una financiación privilegiada y luego sería recompensado con cantidades astronómicas.

-Eso puedo entenderlo, lo que no me entra en la cabeza es que haya tantos enfermos mentales entre los ricos. Se supone que no hay tantos ricos en el mundo y que sus cabezas no funcionan peor que las del común de los mortales. Y además los ricos tienen ejércitos de los mejores abogados, pueden comprar jueces, pueden cambiar leyes… ¡Demonios y redemonios! Cómo pudo ocurrírsele algo así a Mr. Arkadin y lo más increíbles de todo. ¡Cómo es que no se ha descubierto esto!

-Te disculpo porque eres amnésico. Ahí fuera ocurren cosas de las que nadie sabe nada. Muchos desaparecen y nadie los encuentra. Los servicios secretos hacen mil barbaridades y de un millón se descubre una, y a medias. Los pleitos, incluso con los mejores abogados, duran años. Cambiar las leyes requiere su tiempo y mucho dinero. La idea de Crazyworld no es tan mala como tú crees. En cuanto a que no se haya descubierto, no es algo tan inverosímil. Fuimos escogidos tras un seguimiento meticuloso. En cuanto a los pacientes los familiares no hablan de ellos y la prensa no se preocupa de que un familiar de un millonario, que está mal de la cabeza, no aparezca ni se sepa nada de él. Y si hay algún reportero intrépido que quiera saber, pues se le compra. Nadie en Crazyworld sabe dónde está esto. Todos llegamos narcotizados. Se supone que estamos en algún inmenso bosque privado, en algún lugar remoto. Creemos que dentro del país, pero podría estar en cualquier parte. Y doy por terminada la charla informativa sobre Crazyworld, a partir de este momento comienza la cena romántica. Vamos a por el postre y todo lo que de digas será muy dulce y romántico.

La cena se había prolongado mucho. Entre darle a la lengua y comer, porque comimos como dos muertos de hambre, lo que era verdad puesto que lo poco que nos llevamos a la boca en el centro de seguridad ya lo tenía en los pies, haciendo pausas para hilvanar un largo párrafo y luego guardando silencio para dar dos o tres bocados, el tiempo no había dejado de pasar, con lentitud a veces y con rapidez otras, porque para mí estar con Heather era como charlar con el mejor amigo al tiempo que disfrutar de la mujer más bella del planeta –suponiendo que pudiera recordar cómo eran las mujeres del planeta que estaban fuera de allí- a la que te quieres llevar a la cama de inmediato y todo ello aderezado con valiosa información, como la salsa perfecta para una indigestión de aúpa. Deseaba más sexo con ella, al tiempo que me urgía descansar tras la vida alocada que estaba llevando desde el despertar tras el accidente. Por si fuera poco me estaban llegando extrañas imágenes, como recuerdos o fantasías de un loco. Al parecer me llamaba Johnny y era un gigoló. Se lo dije.

-¿Johnny? No es que sea el nombre más bonito del mundo, pero me alegra poder llamarte de alguna manera. Johnny el gigoló. ¡Fantástico! Y además dices que eres español. ¡Con lo que a mí me gusta España! Sol, playas, toros, flamenco y tortilla de patata. Olé. Tienes que enseñarme a hacer una tortilla de patata, guapo.

-Oye, Heather, que esto me viene a la mente pero no son recuerdos claros. Si fuera español no entiendo cómo llevo todo el tiempo hablando inglés y no se me ha escapado ni una palabra en español. Por cierto, ¿hablo bien el inglés? ¿No has notado algún acento raro?

-Ahora que lo dices algo sí había notado, pero no era el acento mexicano de Dolores ni de un francés o un alemán, no, ahora entiendo que podría ser un acento español, aunque yo nunca he estado en España. Me gustaría que me llevaras si salimos de aquí. Y la tortilla de patata, que dicen que está tan rica.

-Vale, vale. No es tan difícil, pelas las patatas, las partes finas y en trocitos pequeños, pones aceite de oliva en la sartén, cebolla, lo vas friendo a fuego lento, mientras bates los huevos, bien batidos, al final echas las patatas en los huevos y todo en la sartén, que sea antiadherente para que no se pegue, mueves la sartén un poco de vez en cuando y cuando esté cuajada, le das la vuelta y ya está. Así de sencillo.

-Me vas a tener que ayudar con las patatas, que de los huevos ya me encargo yo.

Y se puso a reír como una tonta. La ayudé con el postre. Lo comimos dándonos de comer mutuamente. Le dije palabras dulces. Todo fue dulzura y romanticismo. Le pregunté si podíamos bailar un poco. Puso algo en el equipo, una canción, una voz femenina muy bella y sensual. Bailamos. Luego me tocó un nocturno de Chopin en el piano y algo se derritió dentro de mí. Unas lagrimitas salieron de mis ojos. Eso la conmovió también a ella. Me tomó de la mano y nos fuimos a la cama como dos enamorados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario