miércoles, 15 de septiembre de 2021

LA VENGANZA DE KATHY I






LA VENGANZA DE KATHY

Me desperté con la sensación de que era tarde, muy tarde, no sé para qué, porque no tenía nada que hacer. ¿O sí? Claro. Estaba investigando el asesinato del director. Pero eso no corría prisa, nada lo iba a resucitar. ¿Me habría llamado Jimmy? No, salvo emergencia. La única que se me ocurrió es que se hubiera producido otro asesinato. ¿Dónde había dejado el walkie talkie? No tenía grabadora de llamadas, al menos que yo supiera. Quería acercarme al apartamento de Heather, para darle un beso. ¿Qué turno tenía? No lo recordaba. ¿Qué hora era? En mi muñeca no había reloj de pulsera. ¿Había llegado a Crazyworld con reloj? A saber. Dolores no estaba en la cama. Lo supe cuando me volteé buscando sus pechos. Me adormilé un rato. No mucho porque mi mente había comenzado a hervir. Eso me recordó el desayuno. No porque mi cabeza hirviera como una cafetera, era la alarma del estómago. Sentía hambre. Me arrojé de la cama y me puse en marcha. Una ducha con agua caliente, me unté de gel y me restregué con la esponja. Dolorcitas no disponía de colonia masculina. Creo que en mi cuarto había de todo, pero no podía arriesgarme a volver al pabellón de los pacientes. ¡A saber lo que estaría ocurriendo allí!

Me sequé. Sin esperar a vestirme busqué a Dolores. Tampoco estaba en el apartamento. Encontré una nota en la cocina con el desayuno. “No puedo esperar, me han avisado, en las cocinas hay un caos terrible. Disfruta del desayuno. Ha sido una noche deliciosa, espero que se repita. Te he dejado una copia de la llave dentro de este camafeo. La cadena es de oro. Un regalo de mis hijas antes de abandonarlas para buscar trabajo al otro lado de la frontera. He cambiado las fotos de mis hijas por la mía, cuando era joven y guapa. Espero que te guste. Cuélgatelo al cuello y usa la llave cuando quieras. No la pierdas. Un beso”. Desayuné con apetito. Luego me puse a buscar el walkie talkie por todo el apartamento. Aproveché para husmear en los cajones. Encontré un álbum de fotos. Sus hijas eran muy guapas. No descubrí ningún secreto. El walkie estaba en el frutero, sobre la fruta. Lo tenía delante de las narices y no lo había visto. Regresé al servicio. La mermelada hizo su efecto. Procuré dejarlo todo más o menos limpio y ordenado. Me vestí, colgué el camafeo de mi cuello, el walkie del cinturón. Pensé en si me dejaba algo. No tenía reloj, tampoco cartera. Eso me hizo pensar en la posibilidad de que mis efectos personales estuvieran recogidos en la enfermería. ¡Para lo que me iban a servir! Puede que los tuviera Kathy. Mejor olvidarse de ellos. También de Kathy. Se me ponía el vello de punta solo pensar en lo que estaría tramando.

Cerré la puerta con la llave. Funcionaba a la perfección. Ahora visitaría a Heather, suponiendo que encontrara su casa. Se me ocurrió que debería pedirle un plano de Crazyworld, suponiendo que lo hubiera, tenía que haberlo. Me había olvidado de mirar la hora en algún reloj en el apartamento de Dolores. Era un día soleado, hermoso. El sol estaba alto en el cielo. ¿Ya era mediodía? En el tiempo que llevaba allí no me había planteado en qué estación del año estábamos. ¿Era verano? Comencé a sentirme raro, me venían a la cabeza ideas nuevas que no me había planteado antes. Tal vez el sueño estuviera acelerando la recuperación de mi memoria. Intenté recordar. Nada. Falsa alarma. El parque estaba vacío. Demasiado silencio. Caminé en la dirección que supuse estaba el apartamento de Heather. En dirección contraria al pabellón de los pacientes, claro. No resultó tan sencillo. Me perdí varias veces. Casi llego a la casa de la doctora Patricia. Cambié de dirección. Por suerte recordé el conjunto de farolas en el que me había fijado siguiendo a Heather a su casa. Como era de noche, las farolas era lo único en que uno se podía fijar. Suerte.

Ahora solo quedaba saber cuál era su portal. Un maullidito de gato alumbró mi oscuridad. Lo había olvidado por completo. Me sentí tan culpable que a punto estuve de responder yo también con otro maullido. Calculé cuál sería el timbre de su apartamento. No recordaba nada, ni siquiera me había preocupado de hacerme un croquis mental. Estaba dispuesto a llamar a todos, ya encontraría alguna disculpa. No fue necesario. La voz dulce y cantarina de Heather me respondió a la segunda llamada. Debió de verme por la cámara del videófono, o como se llamara, porque me abrió sin preguntar nada. Subí las escaleras. No tuve que plantearme a qué puerta debería llamar ahora, porque ella estaba esperándome con la puerta abierta, en braguitas. En sus brazos maullaba el gatito.

-¿Cómo sabías que era yo?

-¿Quién podía ser? ¿Crees que mi casa es un trasiego de guapos mozos?

-No me extrañaría.

-Hombres hay muchos, pero guapos, lo que se dice guapos, solo tú, cariño.

Nos besamos y me pasó el gatito, o la gatita. Lo besé en los morritos y le acaricié el lomo. Se puso a ronronear.

-¿Has desayunado?

- Sí, gracias.

-¿Dónde has pasado la noche?

-En casa de Dolores.

-¿Todo bien?

-Sí. Me hizo una comida mexicana muy rica. Me trató a cuerpo de rey y Kathy no dio señales de vida.

-¿Hubo sexo?

-Es una mujer muy cariñosa, y también muy necesitada. No entiendo por qué no utiliza a los gigolós. Según Jimmy Crazyworld dispone de un grupo de mercenarios y mercenarias de muy buen ver.

-¿Eso te dijo Jimmy?

-¿No es verdad?

-Lo es. Por desgracia para él ya saturó a todas las mercenarias, como dices tú. No hay mujer en Crazyworld que no esté saturada de ese payaso. Por cierto, me debes un premio. Me has despertado. Ya te dije que tenía turno de noche.

-Perdona, perdona. Me había olvidado. Necesitaba verte.

-Espero que Dolores no te haya agotado. Ven conmigo a la cama.

Y allá que nos fuimos. La gatita se quedó en una cesta que Heather le había preparado en la habitación, muy mona. Se quedó dormidita tan pronto la coloqué sobre su mantita. Me desvestí procurando que el camafeo que había colocado en un bolsillo de los pantalones no sonara contra la madera de la silla. Nos abrazamos, nos besamos y disfrutamos del placer hasta caer rendidos. Heather me hizo unas cuantas preguntas más antes de cerrar los ojos en brazos de Morfeo. Me dije que la mejor forma de pasar el día era quedarme allí, olvidándome de todo. Que le dieran a Jimmy, a Kathy, al cadáver del director, a Mr. Arkadín y a aquella prisión de mierda. No quería pensar en nada. Me abracé a Heather y me dispuse a acompañarla en el sueño. Por mucho que durmiera me costaría recuperar el sueño que había perdido con Kathy. No quería pensar en ella, no quería…

Una voz chillona y desagradable comenzó a dirigirse a alguien, insultándole con todas las palabras soeces del diccionario. Tardé en darme cuenta de lo que estaba pasando. Jimmy me estaba llamando por el walkie talkie. Heather se sobresaltó y abrió un cajón de la mesilla de noche. Antes de que pudiera sacar su arma reglamentaria yo lo había sujetado con fuerza.

-Es ese idiota de Jimmy. ¿No pudo encontrar otro momento mejor?

-El idiota lo serás tú, pasmado, zopenco. Te pasas los días y las noches saltando de cama en cama mientras yo me enfrento solo a todos los problemas.

-Atiéndele, querido, o no me dejará dormir.

Hice lo que me pedía Heather. Me levanté y busqué el walkie a tientas.

-¿Qué ocurre, maldito cabrón? Ya verás cuando te pille, no me he olvidado de los golpes que me soltaste a traición.

-Dejaré que te vengues, cobarde de mierda, pero ahora hay cosas más urgentes.

-¿Otro asesinato?

-Espero que no. Nadie ha visto a Kathy por ninguna parte. Me temo lo peor.

-¿Quieres decir que estamos ante un asesino en serie? ¿Ahora se dedica a las mujeres? Eso no se adapta al perfil.

-¡Qué sabrás tú de perfiles, imbécil! ¿No estás amnésico, o has recobrado la memoria?

-Es cierto. Es cierto. ¿Qué quieres que haga?

-Cuando veas a Heather pregúntale si ha visto a Kathy en alguna cámara. Te quiero ahora mismo en el pabellón de los pacientes, que nadie te ha visto el pelo por aquí. ¿Dónde estás ahora?

-Dame media hora. Nos vemos allí. Corto y cierro.

Y cerré.

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