jueves, 28 de julio de 2022

LA VENGANZA DE KATHY XI

 


         

* * *

Desperté, o más bien fui consciente de estar despierto, porque tenía los ojos abiertos, no recordaba haberlos cerrado, solo el haber caído en una especie de profundo pozo negro. Me sentía raro, muy raro. Tardé en saber el por qué. Lo supe cuando intenté mover los dedos de mis manos. No fui capaz. Tampoco pude mover las piernas. Estaba como anestesiado. Ni siquiera podía parpadear. Los ojos permanecían como fijados por un imán frente a mí. No era capaz de dirigirlos a mi gusto, ni a izquierda o derecha, arriba o abajo. La luz que iluminaba tenuemente el espacio frente a mí era artificial pero no podía ver de dónde procedía, el foco con seguridad estaba en el techo, que no percibía porque era muy alto, esa fue la explicación que encontré. Noté con sorpresa, primero, luego con terror, que si bien mi cuerpo estaba allí no lo sentía. Recordé la escena en el claro, la tormenta, cómo me había abrazado a Kathy y luego nada. ¿Qué había ocurrido? No había el menor sentido en todo ello. Ninguna explicación racional. Intenté salivar, la boca estaba seca, pero hasta de ese mínimo acto reflejo no me estaba permitido.

-Estás drogado. Es un veneno parecido al curare, solo que manipulado por las manos expertas del profesor Cabezaprivilegiada.

El sonido llegaba con nitidez a mis oídos. Era la voz de Kathy, sin la menor duda. Alcanzaba a ver. Conseguía oír, pero el tacto no funcionaba. Mi piel no lograba percibir la ropa de la cama. Porque estaba tumbado en una cama. Había perdido el sentido del tacto. Tampoco el olfato parecía funcionar. Debería percibir algún olor, la habitación no podía ser aséptica. El gusto también estaba anulado, no era capaz de mover la lengua, ni siquiera la sentía. No notaba la boca. ¿Habría perdido la capacidad de hablar? Lo intenté. ¿Cómo iba a poder hablar si ni siquiera sentía la boca? Estaba inerme en manos de Kathy.

-No te estrujes las neuronas. Puedes ver y oír. Nada más. Tu cuerpo está paralizado. Eres consciente de lo que está pasando, pero no puedes hacer nada. Dicen que el curare produce efectos parecidos. El profesor lo modificó a su gusto. Nunca me dijo si lo había inventado para torturar. Lo cierto es que es perfecto para la tortura. Una tortura psicológica, claro, porque aunque te clavara una aguja no sentirías el menos dolor. Cuando te conté mi experiencia en el laboratorio, no te lo conté todo. Ya habrá tiempo. Tenemos mucho tiempo. Puedes verme, puedes escucharme, eso es lo que importa.

Con que era eso. ¿Pero cómo pudo inyectármelo si estaba desnuda, dónde escondía la jeringa?

-Te preguntarás cómo te lo inyecté. Es lógico. Recuerda que estaba cubierta de barro. Es fácil pegar una jeringuilla al cuerpo con barro. Aún lo sigo estando. Puedes verme. Como también que me he pintado la cara y el resto del cuerpo con pinturas de guerra, como hacían las tribus indias.

Estaba frente a mí. A unos pasos de la cama. Erguida, calmada, como un árbol. Los pies era lo único que no me era posible ver. Me sentía muy lúcido. Aunque los ojos estuvieran fijos poseían una especie de visión panorámica. Vemos con intensidad lo que tenemos frente a nosotros. Con menor intensidad lo que aparece a nuestra izquierda y derecha, un poco por encima y por debajo de la línea que forma nuestra mirada rígida. ¿Cómo podía recordar algo así si era amnésico? ¿Estaría recobrando la memoria?

-Ahora te preguntarás dónde estás, y cómo he podido arrastrarte hasta aquí. Estamos bajo el claro, en un bunker nuclear que construyó Mr. Arkadín sólo para él. Jimmy te enseñó el que existe en la cabaña, para todos sus amigotes. Pero ese cabrón no se fía de nadie. Solo él y yo conocemos la existencia de este búnker. ¿Qué cómo conseguí que me desvelara el secreto? Puedes imaginártelo. Solo hay que saber dónde está el interruptor que abre la entrada. Me bastó con arrastrarte unos metros por el suelo y luego por la rampa. No fue difícil.

¿Era capaz de leer mis pensamientos? Tal vez el malnacido del profesor Cabezaprivilegiada también había inventado una pócima para desarrollar la telepatía. Pensé que no era necesario recurrir a semejantes elucubraciones. Bastaba con ser lógico. ¿Qué preguntas se haría alguien en mi situación? Las mismas que estaba contestando Kathy. Puede que no siguieran el mismo orden con el que aparecían en mi consciencia, pero todas ellas eran razonables.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí? No más de dos horas. El tiempo que el profesor calculó como necesarias para que un secuestrado no se apercibiera de a dónde se le llevaba. Se le puede poner una venda en los ojos, pero ese cabroncete pensó en todos los detalles. ¿Qué si sigue la tormenta? Sigue. ¿Cómo podía saber yo que se iba a producir esta tormenta de todos los demonios? No lo sabía. Sí que se iba a generar una tormenta y su duración, con algún margen de error. En este bunker hay artilugios muy sofisticados, todos inventados por el gran genio. Aunque ni el mismísimo genio pudo prever una tormenta tan larga y descomunal. ¿Cómo podía yo saber que tú llegarías al claro a tiempo? Te he estado vigilando desde que entraste en el bosque. Sí, hasta he podido veros en la cama, a ti y a esa guarra de Alice. Cree saberlo todo, como Jimmy, pero son unos pazguatos, ignoran más de lo que saben. La alarma fue desactivada con otro artilugio y luego activada cuando bajasteis al sótano. ¿Que podías haber vuelto a Crazyworld con Alice? No, no soy una bruja. Me basta con conocerte bien. No ibas a poder dormir pensando en que podía estar viva aún y tú no habías hecho nada. Además, mi clítoris os vuelve idiotas a todos. A Mr. Arkadín, al profesor, a todos. ¿Cómo ibas a ser capaz de vivir sin tu miembro en mi interior? Todos lo intentan, buscando otras mujeres, haciendo lo posible por olvidar la experiencia, pero nadie lo consigue. Volverías al claro, porque no estás tan loco como para husmear con esta noche en lo más tupido del bosque. Era cuestión de esperar. ¿Quieres ver la tormenta? Hay una forma. Un trozo del techo puede correrse. No, no entrará la lluvia, porque hay un cristal a prueba de bombas.

Ahora observé algo que me había pasado desapercibido. Un mando a distancia prolongaba su brazo derecho. Debió oprimir algún botón. Escuché el ligero ruido que producía el corrimiento del techo. Kathy se movió hasta situarse en la cabecera de la cama. No podía verla. Debió quitar la almohada que sujetaba mi nuca, aunque no lo sentí, porque mi cabeza estaba ahora en posición totalmente horizontal. Podía ver el techo, muy alto, y cómo una parte se iba deslizando poco a poco. Sentí un gran alivio con el movimiento de Kathy. De forma no totalmente consciente había pensado en la posibilidad de que la figura que estaba viendo fuera un fantasma o una especie de holograma muy avanzado, invento también del maldito profesor. Podía intentar convencer a Kathy, pero no a un mecanismo programado. ¿Me había vuelto idiota? ¿Cómo convencerla si no podía hablar? Ni aun hablando enfrentarme a ella era mejor que confiar en que el mecanismo se atascara. Sin duda estaba más loca que todos en Crazyworld. Era una psicópata, que además buscaba venganza, por alguna razón que solo ella conocía. El alivio se esfumó. El trozo de techo se había descorrido por completo. A través del cristal los rayos rasgaban la noche como disparados por el mismísimo Júpiter tonante. Kathy debió de oprimir otro botón, porque el sonido exterior llegó al interior con meridiana nitidez. Por un momento me puse en la mente de Mr. Arkadín para abandonarla a toda prisa. Aquel hombre era el peor psicópata de todos. Un auténtico demonio.

-Ahora que lo sabes casi todo, te preguntarás qué pienso hacer contigo… Voy a matarte. Sí, voy a matarte. Pero no sufras. No sufrirás. Porque te voy a matar a polvos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario