CELDAS DE AISLAMIENTO
La celda de aislamiento en la que estábamos no era gran cosa, aunque tampoco podría considerarse como una jaula de tortura. Había un camastro de gomaespuma, sujeto a la pared por unos listones de goma endurecida, el mismo material que el somier que sustentaba el colchón. Según me dijo Jimmy podía encajarse en un hueco cuando no lo estabas usando. De esta manera la celda se ampliaba y podías caminar por ella, unos pasos hacia delante, otros pasos a lo ancho y luego vuelta y después ida y más tarde recorres la superficie moviéndote de forma rectangular, hacia un lado u hacia otro. Existía una pequeña mesa y una silla, ambas de goma endurecida. Si alguien quería utilizarlas como armas contra otro no le haría mucho daño y si intentabas lesionarte a ti mismo no conseguía gran cosa. Tu cabeza rebotaría contra la mesa lo mismo que rebotaba contra las paredes. Lo probé a sugerencia de Jimmy, primero con muy poca fuerza y luego con bastante. Mi cabeza rebotaba siempre sin sufrir el menor daño.
En un rincón había un retrete de goma endurecida, con tuberías del mismo material. Vamos que la celda tenía lo imprescindible y poco más. Imaginé que la mesa se utilizaría para comer, porque supuse que no dejarían libros, ni cuadernos, ni lápices. Uno se podía tragar cualquier cosa, en estado de desesperación, y morir por obstrucción, sin más. Se lo pregunté al Pecas y me lo confirmó.
Desde luego la estancia en aquella celda no sería muy agradable, por mucha imaginación que le echaras, el tiempo podía alargarse y alargarse hasta el infinito. Y luego el doctor Sun entraría en cualquier momento, de forma inesperada e intentaría hipnotizarte. ¿Lo conseguiría si tú te negabas en redondo, como un cabeza cuadrada? Tenía mis serias dudas.
-Oye, Jimmy, ¿te ha hipnotizado Sun siempre que ha querido? ¿Es posible resistirse?
-Conmigo lo ha conseguido pocas veces, si es que lo ha logrado alguna vez. La verdad es que siempre me he sentido igual, hipnotizado o no. Salvo una vez que me pidió que moviera una mano y no pude hacerlo. Supongo que era porque estaba en hipnosis profunda. La mayoría de las veces me limito a interpretar. Me hago el hipnotizado y sigo las instrucciones de ese cabrón y le hablo de lo que quiere y cuando noto que le vuela una mosca detrás de la oreja, porque algo de lo que he dicho o de lo que he hecho no le cuadra, entonces me hago el dormido, como si hubiera llegado al fondo del abismo de la hipnosis. Entonces intenta despertarme y yo me resisto y me resisto, hasta que noto cómo suda sangre y entonces decido hacerle ver que despierto, no sea que haga cualquier locura. Es capaz de casi todo.
-¿Alguna vez le has contado algo contra tu voluntad?
-No que yo sepa. Aunque no puedo descartar que haya hablado más de la cuenta en hipnosis profunda y Sun me haya pedido que olvide lo que le dije. Está como una rueda pinchada, pero tonto, lo que se dice tonto, no lo es.
-¿Cuánto tiempo has estado, la vez que más? ¿Y cómo te las arreglabas con el sexo? Porque imagino que por muchos trucos que tengas, aquí no habrás podido traer a una mujer. ¿Echan bromuro en las comidas?
-Vayamos por partes. Crazyworld debe llevar abierto entre un año y medio y dos años. En ese tiempo he pisado las celdas de aislamiento, una docena de veces, más o menos. Si el cabrón de Sun me hubiera retenido aquí como la última vez, casi un mes, no hubiera hecho otra cosa que darme cabezazos contra las paredes. Por suerte la mayoría de las estancias no han superado la semana, salvo una que llegó a los quince días y ésta última. ¿Qué cómo se las arregla aquí uno con el sexo? Pues mal, como en todas partes, solo que bastante mejor si eres listo y aprovechas todas las oportunidades. En cuanto al bromuro o lo que sea estoy convencido de que llegaron a utilizar algún producto para calmar nuestros deseos sexuales. Eso fue al principio. Enseguida me di cuenta de que pasaba algo raro, porque no se me levantaba al menos un par de veces cada veinticuatro horas. Eso era señal inequívoca de que nos estaban haciendo algo y solo podía ser el envenenamiento de la comida. Así que dejé de comer el menú que nos daban y robaba de la cocina. Enseguida noté que regresaba a mi naturaleza primigenia. Lo malo fue que las pacientes femeninas habían perdido el deseo casi por completo, si es que alguna vez lo tuvieron. Me tuve que dedicar a las no pacientes y fue de esta manera como hice valiosos y muy satisfactorios contactos. Conocí, en el sentido bíblico de la palabra, a algunas doctoras, camareras, ayudantes de cocina, enfermeras y hasta Heather, la chica del centro de seguridad a quien te presentaré luego. Todo fue bien hasta que cometí el error de liarme con Kathy. Al principio era una paciente, como todos, por eso la dejé de lado, pensando que lo que nos echaran en las comidas la tendría también a ella aletargada, pero luego Sun la autorizó para hacer de enfermera, con el fin de tenerla ocupada porque no dejaba títere con cabeza en Crazyworld. Supe que era ninfómana o se lo hacía y antes de que nos envenenaran el almuerzo andaba detrás de todo macho con que se encontrara. Justo cuando Sun decidió castrarnos químicamente Kathy había comenzado a trabajar en la enfermería. Eso le permitió librarse de la cuarentena. Cuando me enteré de la situación quise probar con ella y ese fue mi gran error. Nos liamos como dos perros en celo. Kathy me confesó que hasta entonces no había querido saber nada de mí porque le repugnaban mis pecas y le resultaba muy antipático. Pero con la intimidad la simpatía fue mutua hasta que comenzaron los problemas. ¿Me preguntas si se pueden traer aquí mujeres y qué trucos utilizo? Lo difícil es convencer a una mujer de que se encierre contigo en una celda de aislamiento. Una vez que ella acepte solo hay que tener cuidado, no utilizar el ascensor, vigilar las entradas y salidas, saber cuántos pacientes hay en las celdas y dónde, cuándo acostumbra a venir Sun a hipnotizarles y si es posible tener un contacto, como Heather, en el centro de seguridad. Entonces puedes traer aquí a cuantas mujeres quieran venir y pasar ratos muy agradables. Eso sí, nunca hay que descuidarse ni superar el tiempo programado.
-¿Y es cómodo hacerlo aquí?
-¿Por qué no pruebas la cama? Mira, suelen estar empotradas en la pared. Déjeme que te enseñe. Para volverla a su sitio metes la mano debajo y empujas con todas tus fuerzas. Ves. Tiene un mecanismo que encaja a la perfección. Para sacarla solo tienes que oprimir este pequeño relieve. ¿Ves? Ahora se abre automáticamente. No es muy ancha, pero sí suficiente para dos, siempre que ella o tú estéis siempre encima. Se puede ensanchar un poco moviendo hacia dentro este lienzo de pared. ¿Ves? Claro que hay que tener cuidado de no arrodillarse o te llevas un coscorrón.
Probé la cama y me pareció suficiente para el uso íntimo al que Jimmy la destinaba, aunque estaba claro que allí no podrían dormir dos. Ni de coña. Si te encerrabas allí con una mujer tendrías que pasarte toda la noche con el “traca-traca” o dormir en el suelo… si eras un caballero, claro, porque si no lo eres puedes echarla a patadas y obligarla a soñar en el duro suelo. Claro que entonces ella no querrá saber nada de ti.
Probé el mecanismo hasta dominarlo y me lancé con fuerza sobre el catre. Este resistió con facilidad. Estaba claro que allí se podían hacer todo tipo de ejercicios gimnásticos, hasta el salto del tigre… ¡Pero en qué estaba yo pensando! ¿Iba a bajar a las celdas de aislamiento a mis conquistas? Antes lo probaría todo. Claro que si era cierto lo que Jimmy me había dicho, a lo mejor resultaba más cómodo y seguro aquel lugar que otros donde las cámaras de seguridad seguirían tus pasos en todo momento. Los trucos para anularlas solo podían ser temporales o alguien vendría para saber qué estaba pasando.
Le saqué gustillo al catre y me dejé caer a plomo una vez más. Reboté como una pelota de tenis lanzada contra una pared por el saque más poderoso del circuito. El rebote me dejó en posición vertical de nuevo. Otra vez y otra. Aquello era divertido. Me subí al catre y comencé a votar. ¡Tonto el que no bote! Parecía una de esas camas elásticas que utilizan en gimnasia.
-Ya veo por qué te gusta este lugar. Imagino que uno podría rebotar con una mujer y saltar por el aire si pones bastante fuerza en el empeño.
Continuará.
La celda de aislamiento en la que estábamos no era gran cosa, aunque tampoco podría considerarse como una jaula de tortura. Había un camastro de gomaespuma, sujeto a la pared por unos listones de goma endurecida, el mismo material que el somier que sustentaba el colchón. Según me dijo Jimmy podía encajarse en un hueco cuando no lo estabas usando. De esta manera la celda se ampliaba y podías caminar por ella, unos pasos hacia delante, otros pasos a lo ancho y luego vuelta y después ida y más tarde recorres la superficie moviéndote de forma rectangular, hacia un lado u hacia otro. Existía una pequeña mesa y una silla, ambas de goma endurecida. Si alguien quería utilizarlas como armas contra otro no le haría mucho daño y si intentabas lesionarte a ti mismo no conseguía gran cosa. Tu cabeza rebotaría contra la mesa lo mismo que rebotaba contra las paredes. Lo probé a sugerencia de Jimmy, primero con muy poca fuerza y luego con bastante. Mi cabeza rebotaba siempre sin sufrir el menor daño.
En un rincón había un retrete de goma endurecida, con tuberías del mismo material. Vamos que la celda tenía lo imprescindible y poco más. Imaginé que la mesa se utilizaría para comer, porque supuse que no dejarían libros, ni cuadernos, ni lápices. Uno se podía tragar cualquier cosa, en estado de desesperación, y morir por obstrucción, sin más. Se lo pregunté al Pecas y me lo confirmó.
Desde luego la estancia en aquella celda no sería muy agradable, por mucha imaginación que le echaras, el tiempo podía alargarse y alargarse hasta el infinito. Y luego el doctor Sun entraría en cualquier momento, de forma inesperada e intentaría hipnotizarte. ¿Lo conseguiría si tú te negabas en redondo, como un cabeza cuadrada? Tenía mis serias dudas.
-Oye, Jimmy, ¿te ha hipnotizado Sun siempre que ha querido? ¿Es posible resistirse?
-Conmigo lo ha conseguido pocas veces, si es que lo ha logrado alguna vez. La verdad es que siempre me he sentido igual, hipnotizado o no. Salvo una vez que me pidió que moviera una mano y no pude hacerlo. Supongo que era porque estaba en hipnosis profunda. La mayoría de las veces me limito a interpretar. Me hago el hipnotizado y sigo las instrucciones de ese cabrón y le hablo de lo que quiere y cuando noto que le vuela una mosca detrás de la oreja, porque algo de lo que he dicho o de lo que he hecho no le cuadra, entonces me hago el dormido, como si hubiera llegado al fondo del abismo de la hipnosis. Entonces intenta despertarme y yo me resisto y me resisto, hasta que noto cómo suda sangre y entonces decido hacerle ver que despierto, no sea que haga cualquier locura. Es capaz de casi todo.
-¿Alguna vez le has contado algo contra tu voluntad?
-No que yo sepa. Aunque no puedo descartar que haya hablado más de la cuenta en hipnosis profunda y Sun me haya pedido que olvide lo que le dije. Está como una rueda pinchada, pero tonto, lo que se dice tonto, no lo es.
-¿Cuánto tiempo has estado, la vez que más? ¿Y cómo te las arreglabas con el sexo? Porque imagino que por muchos trucos que tengas, aquí no habrás podido traer a una mujer. ¿Echan bromuro en las comidas?
-Vayamos por partes. Crazyworld debe llevar abierto entre un año y medio y dos años. En ese tiempo he pisado las celdas de aislamiento, una docena de veces, más o menos. Si el cabrón de Sun me hubiera retenido aquí como la última vez, casi un mes, no hubiera hecho otra cosa que darme cabezazos contra las paredes. Por suerte la mayoría de las estancias no han superado la semana, salvo una que llegó a los quince días y ésta última. ¿Qué cómo se las arregla aquí uno con el sexo? Pues mal, como en todas partes, solo que bastante mejor si eres listo y aprovechas todas las oportunidades. En cuanto al bromuro o lo que sea estoy convencido de que llegaron a utilizar algún producto para calmar nuestros deseos sexuales. Eso fue al principio. Enseguida me di cuenta de que pasaba algo raro, porque no se me levantaba al menos un par de veces cada veinticuatro horas. Eso era señal inequívoca de que nos estaban haciendo algo y solo podía ser el envenenamiento de la comida. Así que dejé de comer el menú que nos daban y robaba de la cocina. Enseguida noté que regresaba a mi naturaleza primigenia. Lo malo fue que las pacientes femeninas habían perdido el deseo casi por completo, si es que alguna vez lo tuvieron. Me tuve que dedicar a las no pacientes y fue de esta manera como hice valiosos y muy satisfactorios contactos. Conocí, en el sentido bíblico de la palabra, a algunas doctoras, camareras, ayudantes de cocina, enfermeras y hasta Heather, la chica del centro de seguridad a quien te presentaré luego. Todo fue bien hasta que cometí el error de liarme con Kathy. Al principio era una paciente, como todos, por eso la dejé de lado, pensando que lo que nos echaran en las comidas la tendría también a ella aletargada, pero luego Sun la autorizó para hacer de enfermera, con el fin de tenerla ocupada porque no dejaba títere con cabeza en Crazyworld. Supe que era ninfómana o se lo hacía y antes de que nos envenenaran el almuerzo andaba detrás de todo macho con que se encontrara. Justo cuando Sun decidió castrarnos químicamente Kathy había comenzado a trabajar en la enfermería. Eso le permitió librarse de la cuarentena. Cuando me enteré de la situación quise probar con ella y ese fue mi gran error. Nos liamos como dos perros en celo. Kathy me confesó que hasta entonces no había querido saber nada de mí porque le repugnaban mis pecas y le resultaba muy antipático. Pero con la intimidad la simpatía fue mutua hasta que comenzaron los problemas. ¿Me preguntas si se pueden traer aquí mujeres y qué trucos utilizo? Lo difícil es convencer a una mujer de que se encierre contigo en una celda de aislamiento. Una vez que ella acepte solo hay que tener cuidado, no utilizar el ascensor, vigilar las entradas y salidas, saber cuántos pacientes hay en las celdas y dónde, cuándo acostumbra a venir Sun a hipnotizarles y si es posible tener un contacto, como Heather, en el centro de seguridad. Entonces puedes traer aquí a cuantas mujeres quieran venir y pasar ratos muy agradables. Eso sí, nunca hay que descuidarse ni superar el tiempo programado.
-¿Y es cómodo hacerlo aquí?
-¿Por qué no pruebas la cama? Mira, suelen estar empotradas en la pared. Déjeme que te enseñe. Para volverla a su sitio metes la mano debajo y empujas con todas tus fuerzas. Ves. Tiene un mecanismo que encaja a la perfección. Para sacarla solo tienes que oprimir este pequeño relieve. ¿Ves? Ahora se abre automáticamente. No es muy ancha, pero sí suficiente para dos, siempre que ella o tú estéis siempre encima. Se puede ensanchar un poco moviendo hacia dentro este lienzo de pared. ¿Ves? Claro que hay que tener cuidado de no arrodillarse o te llevas un coscorrón.
Probé la cama y me pareció suficiente para el uso íntimo al que Jimmy la destinaba, aunque estaba claro que allí no podrían dormir dos. Ni de coña. Si te encerrabas allí con una mujer tendrías que pasarte toda la noche con el “traca-traca” o dormir en el suelo… si eras un caballero, claro, porque si no lo eres puedes echarla a patadas y obligarla a soñar en el duro suelo. Claro que entonces ella no querrá saber nada de ti.
Probé el mecanismo hasta dominarlo y me lancé con fuerza sobre el catre. Este resistió con facilidad. Estaba claro que allí se podían hacer todo tipo de ejercicios gimnásticos, hasta el salto del tigre… ¡Pero en qué estaba yo pensando! ¿Iba a bajar a las celdas de aislamiento a mis conquistas? Antes lo probaría todo. Claro que si era cierto lo que Jimmy me había dicho, a lo mejor resultaba más cómodo y seguro aquel lugar que otros donde las cámaras de seguridad seguirían tus pasos en todo momento. Los trucos para anularlas solo podían ser temporales o alguien vendría para saber qué estaba pasando.
Le saqué gustillo al catre y me dejé caer a plomo una vez más. Reboté como una pelota de tenis lanzada contra una pared por el saque más poderoso del circuito. El rebote me dejó en posición vertical de nuevo. Otra vez y otra. Aquello era divertido. Me subí al catre y comencé a votar. ¡Tonto el que no bote! Parecía una de esas camas elásticas que utilizan en gimnasia.
-Ya veo por qué te gusta este lugar. Imagino que uno podría rebotar con una mujer y saltar por el aire si pones bastante fuerza en el empeño.
Continuará.
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