martes, 29 de septiembre de 2015

LOS HACKERS MATES I

LOS HACKERS MATES




CAPÍTULO I

CÓMO TRABÉ AMISTAD CON LOS HACKERS MATES


Desde la primera vez que oyera hablar de ellos confieso que me tiemblan los dedos cada vez que los coloco sobre el teclado. Para mí son unos seres legendarios, una especie de piratas de la nueva era. Podrían fácilmente atracar mi galeón cargado de valiosos tesoros al menor descuido, en cuanto deje el timón de la nave.

Claro que mis tesoros no son gran cosa, tan solo algunos programas comprados en las rebajas y un par de cosillas que me han pasado de contrabando. Su pérdida no pondría en movimiento ni al famoso inspector que se atrevió a enfrentarse a la Pantera Rosa, ¿cómo se llamaba?, creo que era el inspector Clouzot, el legendario Clouzot.

Confieso con humildad que el valor de todo mi shoftware haría reír al mismísimo rey Lear. ¡Menudo galeón cargado de tesoros! Pero su pérdida me haría la puñeta –sin perdón- dejándome a dos velas durante una buena temporada. A pesar de ello no me duelen prendas en decir que les tengo miedo, a veces diría que pánico, aunque me consta que en el fondo son buenos chicos. Eso sí, mucho más listillos que este narrador. El pobre se cree capitán de un galeón español cargado hasta arriba de oro y piedras preciosas. Es capaz de aferrarse al timón con uñas y dientes para defender su barquito de la tempestad, aunque sabe muy bien que hasta una mísera borrasquilla de tres al cuarto podría fácilmente desviar su rumbo y hasta hundirlo en las profundidades oceánicas.

Dicen que odio y amor son dos caras de la misma moneda. Mi temor hacia los hackers tiene mucho de envidia, en el fondo creo que deseo formar parte de su tropa, más que deseo es un ansia de personaje hitconiano. Confieso sin vergüenza este extremo porque sé que a todo internauta le hacen cosquillitas estas fantasías.

La primera noche que dormí con el ordenador al lado de mi cama tuve un sueño muy vívido. Era un pirata informático, tenía un ojo tapado por un parche negro –no recuerdo cuál de ellos- y navegaba por la Red en un acorazado. Estaba en la proa arrullado por el suave canto de una vela mecida por la brisa de los mares del Sur, ahora en completa calma. Ya sé que esto es una incongruencia, pero a un sueño no se le puede pedir coherencia; diversión o terror sí, pero la lógica no es precisamente una de las mejores cualidades del sueño. En mi mano apretaba con fuerza el ratón como si fuera un florete que blandía con mayor maestría que Errol Flyn, el héroe de mi infancia aunque creo recordar que siempre estuvo al lado de los buenos. Craso error porque para mí los buenos eran los piratas.

  Debí estremecerme de placer imaginando las más locas aventuras porque al despertarme por la mañana tenía toda la ropa en el suelo. Lo que sí recuerdo es cómo me introduje en los ordenadores de la C.I.A. en Langley para buscar la ficha de Jodie Foster –a la que adoro- quien trabajaba por aquel entonces para la “Gran Madraza” en aquella película que estaba de moda en los cines de todo el país. ¿O era para el F.B.I.?, tal vez incluso la academia no era Langley, ¿dónde se entrenan los del F.B.I.? Lo importante es que conseguí acceso a su terminal y pude espiarla a placer en su casa mientras se desvestía para darse una ducha. ¡Qué gozada, mi brigada!


En aquel sueño llevaba a cabo otras muchas piraterías que me callo por vergonzoso pudor. Pero a lo que vamos, ayer mi chaval me comentó el rumor que por lo visto circulaba entre los expertos: unos terribles hackers pensaban atacar en la Red, por sorpresa, y utilizando los ordenadores de incautos como quien les habla, vengarse de Microsoft y del señor Gates ese, que debe haber hecho algo para que casi todo el mundo le odie.

Estuve reflexionando largo rato sobre el plan a seguir. Finalmente me dije muy bajito, para que nadie en la casa me oyera: ¡Eureka!, esta es la mía, menuda ocasión para lograr hacerme amigo de un hacker y poco a poco, pasito a pasito, entrar en su pandilla. Encendí el ordenador y me planté delante de la pantalla dispuesto a pasarme el día entero, escondido detrás del escritorio, hasta pillar a un hacker in fraganti. Ni siquiera me dio tiempo a acabar el primer cigarrillo, de repente el ordenador se puso boca abajo y yo me vi obligado a hacer lo mismo para poder seguir leyendo las letritas de los accesos directos. Tate, me dije, aquí hay un hacker.

Abrí el correo electrónico, así boca abajo como estaba, y mandé un “Emilio” al hacker. Es decir me lo mandé a mí mismo porque el pirata estaba allí, escondido en las entrañas del ordenador de mis entretelas. No estaba nervioso, ni poco ni mucho, de hecho mientras esperaba su respuesta encendí un pitillo -seguía cabeza abajo- pero me llevé la gran sorpresa porque el humo en lugar de ir para arriba como van todos los humos, me entró por las fosas nasales haciéndome estornudar como a un principiante. ¡Estos hackers!, pensé, son unos genios, hasta consiguen que el humo de mi cigarrillo busque mis narices que casi tocan el suelo en lugar de ensuciar el techo de mi cuarto. ¡Cómo los adoro!

Hubo respuesta. Decía: Chaval, eres un cachondo mental, pero también un pobre iluso. A nadie se le ocurriría enfrentarse a los piratas más terribles de la Red, a los Hackers mates. Somos capaces de darte un jaque pastor en dos jugadas, y así, tal como estás ahora, boca abajo. Firmaba el Rey Negro, la rúbrica era una banderita negra con dos huesos en forma de figuras de ajedrez cruzados en su centro.

En lugar de asustarme dejé el cigarrillo en el cenicero que había colocado en el suelo –observé que el humo curiosamente iba ahora para arriba, con toda normalidad- y tecleé de corrido una respuesta irónica. Era un desafío inverosímil que debió dejarles sin resuello porque contemplé, asombrado, cómo en la pantalla fueron montando de la nada un bonito chat. En él iniciaron una asamblea todos los hackers, eran muchos, los conté y coincidían con las fichas blancas y negras de un tablero de ajedrez.





>>¿Porqué me haces esa pregunta, peón negro? ¿No comprendes que solo se trata de un farol?




>>Habla tú, Reina Blanca, creo que peón negro de Rey tiene razón, la estrategia a seguir es hacerse su amigo para poder sacarle toda la información que podamos. Cuantos más datos, más fácil será deshacernos de ese payaso. Con suficientes datos hasta podríamos volar todo el planeta.

>>Tenéis toda la razón. Te facultamos a ti, Reina Blanca, como nuestra mensajera. Sino hay oposición ya puedes empezar tu misión.

En la pantalla se empezaron a cruzar respuestas afirmativas: peón-alfil blanco de Rey dice sí, torre negra de Reina dice sí... Decían sí o yes según su nacionalidad y cada uno firmaba con la figurita ajedrecistica correspondiente.

Ya me estaba felicitando cordialmente por la suerte de conocer a Reina Blanca a la que en aquel momento estaba imaginando de todas las formas posibles, hasta en ropita interior. ¿Se imaginan a una figura de ajedrez en ropa interior? Yo sí, siempre que sea femenina, claro, la reina, la torre... Si es masculina se me quitan las ganas de imaginar nada en paños menores, pueden creerme.

Volví a chupar del pitillo y me regodeé, utilizando mi desbocada imaginación, cuando hete aquí que en la pantalla aparecen cuatro respuestas negativas. Eran los cuatro caballos.

>>Ya están los de siempre dando saltitos y jorobando al personal. Aquí hay mayoría, por lo tanto la moción queda aprobada. Reina Blanca quedas nombrada embajadora plenipotenciaria.

Me estaba pasando la lengua por los labios. La Reina Blanca era plena y potente al máximo, plenipotenciaria decían ellos. De repente caballo negro de Rey habló.

>>Queremos un debate. Esto es un barco pirata y no un parlamento. Que decida el jefe, pero después de oír todas las razones.

Y se pusieran a danzar verbalmente en el chat. Me puse de pie, terminé el cigarrillo y me dije: este es el mejor momento para dar fin a este primer episodio, ahora precisamente cuando el suspense está en todo lo alto, como el humo de mis cigarrillos.

El segundo comenzará después de la publicidad. Tengo tiempo de acercarme a la cocina y prepararme unas aceitunitas rellenas, unos berberechitos en su salsa y todo ello acompañado de una cervecita bien fría. Y a la cocina que me fui dejando a los hackers dueños de mi ordenador y discutiendo la propuesta...

Continuará....

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