viernes, 23 de diciembre de 2016

ALARICO, EL COLERICO



NOTA INTRODUCTORIA: Alarico, el colerico, sin acento –ojo a los correctores de textos- fue uno de los personajes que esbocé al comienzo de mi pasión obsesiva-compulsiva por los personajes humorísticos. Salió de la churrera como un churro más, unido al resto hasta que fue separado por las tijeras del churrero. No solo me dediqué a crear un personaje humorístico por cada profesión existente o futura sino que quise ir aún más lejos, esbozando personajes de acuerdo a cualidades, defectos o factores psicológicos, es decir personajes de carácter, algo así como si fueran “sakespirianos” pero quedándome solo con los personajes de comedia y no de tragedia del ínclito autor. El hecho de que comenzara por los siete pecados capitales no tiene una explicación lógica, salvo que mi herencia religiosa tuviera alguna influencia, algo que dudo. El hecho de que decidiera comenzar por la cólera o la ira, o como se le quiera llamar, sí tiene razón de ser, puesto que uno de mis defectos de carácter, tal vez el que más problemas me ha dado a lo largo de toda la vida, es la santa cólera. Nunca supe de dónde nacía semejante raíz maligna, y sigo sin saberlo. Me consideraba un niño muy bueno y creo que en mi entorno también lo pensaban a juzgar por los halagos pasteleros que recibía en familia y fuera de la familia. Fui un niño muy religioso, un adolescente que pugnaba por no cometer pecados y casi lo hubiera conseguido, de no ser por la lujuria, otro pecado capital que me hubiera dado muchos más quebraderos de cabeza que la cólera de no ser por las nulas ocasiones de pecar que encontré en mis años jóvenes y menos jóvenes. Aquellas explosiones que me llegaban sin avisar, aunque casi siempre tras lo que consideraba injusticias insufribles, me traían de cabeza porque era incapaz de explicar su génesis, su raíz, su causa-efecto lógica. Con el tiempo llegaría a plantearme la posible existencia de causas kármicas de las que supuestamente estaba llena mi mochila de vidas pasadas. También le di vueltas a la posibilidad de que hubiera sufrido maltrato psicológico en mi infancia y adolescencia y-o presenciara ese maltrato físico y psicológico en familia y fuera de la familia. La estancia en aquel colegio religioso no fue la causa única y fundamental puesto que a los seis años recuerdo haber sufrido un rebote colérico de mucho cuidado cuando los matones de la escuela me arrebataron las canicas de acero que me trajera mi padre de la mina de carbón, donde era caminero, es decir, ponía las vías para que el tren sacara el carbón. Aquella explosión de cólera acabó por el barro, donde caí cuando me opuse a la injusticia, donde recibí una severa paliza para un niño de seis años, llegando a sufrir mi primer ataque de asma que casi me ahoga y me causa la muerte. 
   
Aquella primera explosión de cólera infantil es sin duda el paradigma de todas las posteriores a lo largo de mi vida. Para alguien que se tilda de colérico debo decir que no fueran muchas, habas contadas, pero aún así fueron terribles y sus consecuencias devastadoras, es por eso que siempre me ha preocupado mucho la posibilidad de estallar en santa cólera y he dedicado buena parte de mi vida a encontrar una técnica, una herramienta que me permitiera superar, sino anular por completo, esos estallidos.  Lo más terrible y preocupante era lo poco que me importaba la posibilidad de morir a manos de otro o de otros defendiendo lo que yo consideraba la santa justicia. No puedo decir que mis cóleras eran inmotivadas y que en algún momento temiera causar daño físico irreparable a alguien que no me atacara primero y con deseo de acabar conmigo, pero una vez que consideraba que el otro era un enemigo, que me había atacado primero y que acabaría conmigo si no me defendía, la posibilidad de que mi cólera terminara matando a alguien, aunque fuera para defenderme, es algo que me angustió durante algunas etapas de mi vida, especialmente durante mi juventud. De no haber sufrido un ataque de asma en aquel primer ataque, a los seis años, estoy convencido de que hubiera peleado hasta recibir una paliza mortal o hasta que ellos la recibieran y se rindieran. No existía término medio ni equilibrio en mis cóleras.

Alarico fue creado, como la mayoría de mis personajes, para parodiarme, para burlarme de mis defectos de carácter, aún así tal vez tenga menos de mí mismo que otros muchos personajes. La tentación de aprovechar el lado ridículo de la cólera me llevó a situaciones que poco o nada tienen que ver con mi forma de ser aunque sí con la lógica psicológica de Alarico, el colerico. Tal vez el ejemplo de colérico más cercano que tuve nunca fuera mi propio padre, cuyas cóleras, especialmente si había bebido, eran terribles, espeluznantes. Las mías no llegaron a tanto, aunque sí dieron algunos sustos a mis allegados e incluso a mí mismo, llegando incluso a tener pesadillas en las que me veía como un asesino en serie.

Dado el tiempo transcurrido desde el primer esbozo ahora debo retomar la historia desde el principio, podando cosas que ya no me convencen y añadiendo y matizando muchos episodios que tienen más que ver con mi yo actual que con el que fui o creí ser en otros tiempos.

Aprovecharé esta introducción para esbozar los siete pecados capitales, haciendo un esquema y dando algunas nociones, sacadas de la wikipedia, que tienen tanto de serio como de hilarante a la vista de lo que luego ocurrirá con mis personajes.  Estos son los siete pecados capitales:


Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal. […] Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada.
Tomás de Aquino1
Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser referidos a los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a san Juan Casiano y a san Gregorio Magno (Mor. 31, 45). Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza.
Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 1866,
artículo 8, «El pecado» (V: La proliferación del pecado).2
Ocho pecados capitales[editar]
Se sabe que el santo africano Cipriano de Cartago (f. 258) ―en De Mort. (IV)― escribió acerca de ocho pecados principales.
El monje Evagrio Póntico (345-399) escribió en griego Sobre los ocho vicios malvados, una lista de ocho vicios o pasiones malvadas (logismoi en griego) fuentes de toda palabra, pensamiento o acto impropio, contra los que sus compañeros monjes debían guardarse en especial. Dividió los ocho vicios en dos categorías:3
·         Cuatro vicios hacia el deseo de posesión:
·         gula y ebriedad (gastrimargia: ‘gula y ebriedad’).
·         avaricia (philarguria: ‘amor hacia el oro’).
·         lujuria (porneia)
·         vanagloria (kenodoxia)
·         Cuatro vicios irascibles, que ―al contrario que los concupiscibles―, no son deseos sino carencias, privaciones, frustraciones.
·         ira (orgè: cólera irreflexiva, crueldad, violencia).
·         tristeza (lupè)
·         pereza (acedia: depresión profunda, desesperanza).
·         orgullo (uperèphania)
·         La ira (en latín, ira) puede ser descrita como un sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enfado. Estos sentimientos se pueden manifestar como una negación vehemente de la verdad, tanto hacia los demás y hacia uno mismo, impaciencia con los procedimientos de la ley y el deseo de venganza fuera del trabajo del sistema judicial (llevando a hacer justicia por sus propias manos), fanatismo en creencias políticas y religiosas, generalmente deseando hacer mal a otros. Una definición moderna también incluiría odio e intolerancia hacia otros por razones como raza o religión, llevando a la discriminación. Las transgresiones derivadas de la ira están entre las más serias, incluyendo homicidio, asalto, discriminación y en casos extremos, genocidio.
·         La ira es el único pecado que no necesariamente se relaciona con el egoísmo y el interés personal (aunque uno puede tener ira por egoísmo). Dante describe a la ira como «amor por la justicia pervertido a venganza y resentimiento».


                           
                        ALARICO, EL COLERICO

   SERIE SOBRE LOS SIETE PECADOS CAPITALES

NARRADO POR UN AMIGO ÍNTIMO, LLAMADO EL SANTO JOB, QUE PUDO SOPORTAR SUS CÓLERAS BAJO EL PARAGUAS DE UNA CÍNICA PACIENCIA, Y NARRADO POR TAMBIÉN POR EL PROPIO ALARICO EN SU DIARIO SECRETO

Bueno, bueno, eso del amigo íntimo es un poco exagerado. Alarico nunca tuvo, ni tiene, ni tendrá amigos íntimos y los amigos superficiales, superfluos, de recambio, le duran menos que una dosis de droga gratis regaladas a drogadictos con el síndrome de abstinencia por unos grandes almacenes, a sus puertas, para hacerse publicidad… en Navidad. Alarico tiene conocidos, como todo el que no sea invisible, que pasan a ser desconocidos con tanta rapidez que el pobre se arma un buen lio todos los días sobre a quién debo o no saludar.  Como narrador que soy ya me he corregido a mí mismo y me dispongo a ir al grano, como un pajarraco hambriento, o un pajarito melifluo que solo come golosinas, pero por desgracia le han cerrado el todo a cien por vacaciones y ahora se tiene que dedicar a picotear los sucios granitos que encuentra en el camino de tierra que lleva a las eras.

Podría describir a Alarico como un hombre en la cincuentena, por abajo, por arriba o por el medio; es más bien bajo comparado con los bajos, si lo hacemos con los pivots de la NBA es un enano, más bien grueso o gordo o grasoso, diría que es más bien feo, más bien… de todo, pero de todo lo malo, tirando muy hacia abajo en lo bueno y muy hacia arriba en lo malo. Poco pelo, si es que le queda alguno, muy poca prestancia física y un carácter colérico que amargó a todo su entorno durante toda su vida y que a él le acabó de amargar por completo, si es que no lo estaba antes o no nació así. Le podría comparar con una mala hierba en un jardín, que no sirve de nada y no deja crecer a las hortalizas que sirven de algo o a las flores que sirven para alegrar la vista del viandante.  De los siete pecados capitales la cólera es con mucha diferencia el pecado que le llevará de patitas al infierno, así se arrepienta o no y se confiese en artículo mortis. Pero no podemos olvidar los celos, que aunque no se contabilice como pecado capital, sí es muy j… de llevar.  Por suerte ha tenido muy pocos motivos para estar celoso a lo largo de su vida, a no ser que se deje llevar por unos celos platónicos y delirantes sobre supuestas amadas que una vez le miraron al pasar. Soportar sus ataques de celos, entre cólera y cólera, fue algo demasiado para su primera y única esposa, Tristana, quien acabó por pedir el divorcio a las primeras de cambio y no esperó ni a que le dieran la vuelta.

Alarico pasó su etapa de divorciado-zombi, de esos que van por ahí pensando que los demás son unos vivos y él un muerto y que los vivos deberían enterrar a los muertos en cuanto los vieran. De pronto se encontró sin saber quién era, quién había sido y sin encontrar el menor motivo para montar en la santa cólera e irse a dar bofetadas por ahí.  Tal vez fuera su etapa más tranquila, incluso, según me cuentan, se llegó a temer por su vida. Pero tal estado de postración no le duró mucho, pronto retomó sus coléricos estallidos que con el tiempo le valieron el sobrenombre de Alarico, el colerico, en tono de burla o el caballo de Atila, ya un poco más en serio, puesto que donde pisaba él nunca volvía a crecer la hierba, porque había asfalto o cemento bajo sus pies o porque si se iba al campo a desahogar sus cóleras, las terribles patadas que daba al suelo convertían la zona por donde se movía en auténtico destrozo de Atila y su caballo. Es por eso que procuraba no entrar en prados o campos vallados, por si luego le pedían daños y perjuicio, lo que hubiera acabado con su economía en la ruina, economía que nunca fue muy boyante, según los rumores que me han llegado.

Desconozco sus antecedentes coléricos durante la infancia, adolescencia y juventud, puesto que nuestros caminos se cruzaron un poco tarde, pero para remediarlo plagiaré descaradamente su propio diario que lleva subiendo a Internet una buena temporada, según dice él en su prólogo, para purgar todos sus pecados y poder morir en paz, ahora que, jubilado, y con muy mala salud, ve acercarse la muerte a galope tendido y montada en su caballo esquelético que bien podría llamarse “Cólera” puesto que el desgaste sufrido por Alarico con sus estallidos de cólera sin duda será una de las causas principales de su fallecimiento o de su fenecimiento prematuro.

Continuará.

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