domingo, 4 de agosto de 2024

LOS PERVERTIDOS DE ANABÉL I

 


                    


                    LOS PERVERTIDOS DE ANABÉL

                               I

 

              EL PAJARITO CANTOR

 

Anabel es mi mejor amiga. No quiero decir con ello que entre nosotros no haya sexo, que lo hay y del bueno, sino que nos sentimos así, amigos que pueden charlar durante horas, preparar una buena cena para invitar al otro o simplemente ir al cine o pasear por un parque. No tengo muchos amigos, más bien pocos. Un gigoló no nace precisamente para la amistad. Le ordeñan el sexo y si te he visto no me acuerdo. Claro que mi caso es un poco especial. Johnny sabe hacerse con sus clientas, que suelen repetir y gustar de una buena charla amistosa, pero no hay gran cosa fuera del sexo. Lily fue un caso muy especial y Marta el amor imposible que todos pasamos una vez en la vida, como el sarampión. He tenido muy buenas clientas a las que en algún momento consideré mis amigas. Aunque soy consciente de que la amistad me ha sido vedada por la vida, para equilibrar el plato de la balanza, pleno de placer sexual.

 

Durante mi adolescencia tuve los amigos que todos tenemos a esas edades, compañeros de colegio y de juegos. En la universidad algunos compañeros se arrimaron a mi buscando que les tocara algo del asedio de chicas que sufrí de forma más o menos intermitente. Con dos de ellos llegué a llevarme muy bien. Incluso compartimos piso y no me pusieron el cuchillo en el pecho cuando algún mes me veía imposibilitado de pagar el alquiler. Claro que siempre esperaban que trajera algunas chicas liberales al piso. Daban por hecho que las compartiría con ellos, los amigos están para eso. Pero no hubo mucha oportunidad de compartir nada porque las chicas me llevaban a sus cuartos, apenas se enteraban de que no vivía solo en el piso. Cuando comencé a ganar dinero con Lily les traje algunas chicas, empleadas de Lily o prostitutas de la calle a las que pagaba de mi bolsillo, con la condición de que se hicieran pasar por mujeres liberales buscando un buen polvo. Suelo ser agradecido con quienes me tratan bien y ellos fueron buenos conmigo. Nunca lo supieron, eran tan tontos para estas cosas que hasta hubiera podido hacer pasar a una profesional, de larga trayectoria, por una chica virgen.

 

Más tarde, cuando monté mi propio negocio, me hice con empleados a mi gusto, algunos de los cuales llegaron a ser buenos amigos (no sabían nada de mi pasado) y algunas empleadas fueron mis amantes a temporadas. Pero amigos, lo que se dice amigos, nunca tuve tantos que pudiera permitirme el lujo de no contestar a sus llamadas. Por eso aprecio tanto a mi amiga Anabel. Es una mulata de curvas tropicales, alegre como unas castañuelas, de piel suave como la piel del melocotón y tan parlanchina como un loro en estado de gracia. Es hermosa, muy hermosa, aunque lo más atractivo para mi sea su buen ánimo. Es difícil verla sumida en la melancolía o hablando de tragedias de la vida. Su vitalidad podría hacer regresar y enfrentar al enemigo a todo un ejercito derrotado. Y le gusta hablar, mucho, y que yo sacie sus curiosidades de todo tipo, culturales, sobre los hombres, sobre la vida en general.

 

Anabél fue mi maestra en posturitas del Kamasutra. A pesar de su físico rotundo tiene una curiosa flexibilidad. Parece ser que fue atleta o gimnasta en su juventud aunque a ella no le gusta hablar mucho de su pasado. Ha sido Lily quien me tuvo que contar gran parte de su historia, que dejo para otra ocasión. Lo pasamos muy bien durante mi aprendizaje, nos reímos mucho. Ella tiene un especial vocabulario para casi todo y en concreto para denominar  cada una de las posturitas coitales que dos cuerpos pueden adoptar (creo que son casi infinitas, todo depende de la flexibilidad del cuerpo y de las ganas de hacer el contorsionista). Después de haber comenzado mi vida profesional Anabél solía llamarme de vez en cuando. Salíamos juntos, como dos novios, y ella hablaba de lo humano y lo divino. Me hacía incontables preguntas y se reía con mis salidas de tono, mis humoradas. Nos hicimos excelentes amigos sin perjuicio de acabar en la cama si nos apetecía y no estábamos muy cansados de nuestros respectivos ajetreos. Anabél tiene una historia trágica, terrible, otra en su lugar estaría cazando hombres como algunos cazan patos o tiran al plato. Yo hubiera cogido la escopeta y me hubiera situado en cualquier punto de la geografía urbana para cazar hombres, sin distinción.

 

Sin embargo ella parece habérselo tomado con mucha filosofía. Apenas menciona el tema y sus especiales dotes de hacerse con los hombres más raros y violentos hicieron que Lily la encargase especialmente de sus "pervertidos". Esto no significa que sea una experta en sadomasoquismo. Lily ya tiene sus profesionales para este género sexual que tan poco le gusta a ella. Sin embargo hay otros "pervertidos" más inocuos, en el fondo unos pobres hombres, que necesitan "cuidados" especiales que Anabél es capaz de prodigar como una madraza. Conociendo su pasado me resultó sorprendente esta conducta, la de una especie de enfermera de guerra, violada por soldados, que ahora se dedicara a curar las heridas más repugnantes causadas por la batalla. Con el tiempo comprendí que la psicología femenina es todo un universo inexplorado, donde hay tantos mundos distintos, que un hombre no llegará a conocerlos nunca en su totalidad. Me quedé con la conclusión, que a mi me pareció lógica, de que en el fondo Anabél disfrutaba viendo a los hombres a sus pies, esclavos de sus propias debilidades. Sus miserias aliviaban su alma atormentada. Las pocas veces que intenté explicarle mi teoría me cortó con una sonrisa y cambió de tema. No pierdo la esperanza de conocer algún día el "secreto" de Anabél.

 

En nuestras largas charlas tocábamos todos los temas, sin dejar de lado los avatares de nuestras respectivas vidas profesionales. Ella no se molestaba por los detalles de mis coitos a pesar de haber creído notar un especial afecto por su parte en nuestros encuentros amorosos. Y siempre supuso que a mi tampoco me afectaban los detalles íntimos de las historias que me contaba. Así comenzó a darme noticia de "sus pervertidos" cuando me notaba bajo de forma, como necesitado de reírme un rato. Confieso que le pedí a Lily las grabaciones de Anabél y las visualicé todas. Lily nos grababa a todos, incluso a mí aunque no me lo dijera hasta que la forcé a decirme la verdad. La historia de las grabaciones es demasiado larga para sacarla a relucir en este momento. A mi me mantuvo engañado un tiempo haciéndome creer que solo grababa a los clientes "especiales", por si algún día necesitaba utilizar el chantaje como defensa ante situaciones sin salida. En realidad nos grababa a todos, clientes y profesionales, y todo el tiempo que permanecíamos en sus casas. Lily era una voyerista de mucho cuidado, una verdadera adicta, no solo en cuanto a la práctica del sexo, sino que le gustaba saber todo de todo el mundo. Me refiero a lo más íntimo. Hubiera puesto sistemas de grabación hasta en los ministerios, las presidencias de gobierno y cuarteles de todo el mundo, si la hubieran dejado.

 

Yo mismo me contagié un poco de esta afición. Gracias a Lily y a Nerea me hice un adicto a los videos, las fotos y las grabaciones de conversaciones íntimas. Estoy seguro de que Anabél me hubiera dado permiso para grabar sus charlas si se lo hubiera pedido, pero me pareció más excitante hacerlo sin que ella lo supiera. Me compré una buena grabadora japonesa de bolsillo y la enchufaba cada vez que iniciaba alguna de sus historias. La del pajarito cantor es una de las más divertidas, al tiempo que de las más mezquinas, miserables y repugnantes que me contó.

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