jueves, 25 de julio de 2024

LA CANTANTE DE LA TROPICANA VII

 


Confieso que me da un poco de miedo seguir con la historia de la Cantante de la Tropicana. Los espectadores acaban enamorándose de sus voz y al fondo de la sala está Slictik, escondido en un rincón, con sus gafas de sol explorando el misterio. Para finalizar la noche, Sally, la cantante de voz cautivadora, nos canta una dulce balada. La banda de jazz deja por un momento de moverse a su ritmo sincopado para acompañar esa bonita balada.  De alguna manera a Slictik le recuerda  la canción de Billy Joel, el hombre del piano. Un canto al perdedor. Sí, porque el triunfo tiene poco de misterioso, es el fracaso lo que está envuelto en las brumas del misterio.

Ella canta con los ojos cerrados y los espectadores no se mueven, pendientes de su voz. Sobre una mesa puede verse un marco vacío. En el aire se va formando un rostro misterioso. Nadie respira durante el tiempo que la voz tarda en redondear el último acorde.

Termina la noche, y mientras los espectadores apuran suúltima copa, la cantante termina embutida en las sombras por un laberinto de callejuelas que conducen al malecón, donde las olas se estrellan. Las cantantes suelen soñar, como los poetas, los escritores, los músicos, los artistas, las personas sensibles.  Todos ellos terminan la noche dejándose mojar por las olas de un mar siempre  en movimiento. Los otros, los otros están ya en sus despachos. Imaginando la fórmula mágica para hacer más y más dinero.  Que la bolsa suba hasta el cielo y la economía sea un cohete a la luna.  No viven para otra cosa, han olvidado los sueños y ni siquiera son capaces de pasarse una noche por la Tropicana para escuchar una balada de Sally.

 

 

 

 

 

 

 

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