EL PROFESOR ALIEN II
El Sr. Buenavista termina su
recorrido tomando filiaciones de las personajes de la Torre de Bable. Antes de
acercarse al despacho del Sr. Aladro, abogadro, decide tomarse un respiro y
sube a la terraza desierta (el día está nublado sobre París.La France). Se deja
caer sobre una tumbona sin hacer caso de las cuatro gotas que comienzan a caer
en ese momento.
Reflexiona sobre la increíble
variedad de personajes y su varipinta condición de todo tipo. Como nos suele
suceder en estos casos Buenavista no se mira al espejo por lo que no puede
imaginarse la imagen que él da a los ojos de los demás. El más surrealista de
todos es sin duda el profesor Alien. ¿Quién es en realidad este tipejo? ¿Se
llama realmente así?
Tras varios minutos de intensa
meditación sobre el personaje el aguacero descarga sin compasión y se ve
obligado a entrar bajo techado. Decide entregar las filiaciones al Sr. Aladro a
quien encuentra en su despacho. Los pies sobre la mesa, sin zapatos y sin
calcetines, las plumas de hueso golpean una y otra vez sobre el legajo de
papeles como si quisiera horadarla. Sin una palabra Buenavista deja la lista
sobre el legajo y la pluma de Aladro golpea sobre ella. No dice nada y
Buenavista le saca la lengua. Aladro se encoge de hombros y sigue percutiendo.
Ya en el pasillo Buenavista
decide entrevistarse con CArl Future. Toma el ascensor, baja hasta el sótano y
golpea con los nudillos a la puerta tras la que Future vigila que todo en la Torre de Babel permanezca en
calma. Nadie responde así que abre la puerta.
Future teclea en un panel. Las
imágenes de los monitores cambian. No se ha apercibido de su llegada.
Buenavista se sitúa tras él y observa los monitores. En la escuela
espiritualista Brunelli ha vuelto a roncar como un bendito mientras Milarepa no
deja de hablar sobre los sueños. Por los pasillos las huestes de Candelaria
recogen los aperos de limpieza dispuestos a marcharse una vez han logrado que la Torre parezca un edificio
normal. En el hall el doctor Sun acompaña a Amab ilio y su comitiva. Como son
tantos tienen que distribuirse en varios ascensores.
Buenavista se cansa de la
sucesión de imágenes y decide hacerse notar, carraspea y Future ni caso, tose y
lo mismo. Por fin pone su mano en el hombro del hombre y éste vota en el
asiento. Saca su revolver y encañona a Bienvista. Al apercibirse de que se trata
del economista vuelve el pistolón a su funda.
-Por Dios, Buenavista sea más
prudente. Ahora podría muy bien tener un enorme agujero entre las cejas.
-No sea usted bruto, Future. Le
bastaría con cerrar la puerta por dentro para no recibir estos sobresaltos.
-Es verdad. Me olvidé. Usted
disculpe.
-Bueno, bueno, no pasa nada.
Necesito de sus servicios.
-Usted dirá.
-¿Ha oído hablar del profesor
Alien?
-Pues no. ¿Quién es?
-Ve. Ni siquiera usted sabe algo
de ese tipejo.
-Le cuenta su sobresalto en la
biblioteca.
-¿No podría consultar su
ordenador y ver qué encuentra?
Future teclea como un
desesperado. Al cabo de unos minutos se encoge de hombres.
-Nada. No hay nada sobre ese
hombre. ¿Está seguro DE QUE NO SUFRIÓ UN ESPEJISMO, Buenavista?
-Seguro. Puede que haya utilizado
otros nombres.
-Pues si no les conoce el
ordenador no se les puede inventar.
-¿Y qué hacemos?
-Mire vaya a ver al profesor
Alien y obtenga sus huellas dactilares.
-¿Cómo lo hago?
Future bufa.
-¡Leñe! Ofrézcale una bebida en
un vaso y luego tome el recipiente con un pañuelo y tráigamelo.
-¿Y si no quiere beber?
-Pues ofrézcale un libro y haga
lo mismo.
-Eso sí, seguro que no dice que
no a un libro.
Buenavista sale pitando y Future
se rasca la cabeza. La torre es la auténtica torre de Babel. Se dice en voz
alta.
En la biblioteca todo sigue
igual. Sobre la mesa el mismo montón de libros. ¿Pero dónde está Alien?
Buenavista no puede verlo. Decide sentarse en la silla. Un terrible alfilerazo
le hace votar y cae al suelo sobre la parte anatómica que usa habitualmente
para sentarse.
Es entonces cuando puede ver al
profesor Alien, sentado donde estuviera unas horas antes. En su mano derecha un
enorme alfiler y en su boca una sonrisa desdibujada. ¿Cómo era posible que su
presencia le pasara completamente desapercibida? ¿Acaso era un fantasma?
-¿Por aquí otra vez, Buenavista? ¿Necesita algún dato más?
-No, todo está correcto, profesor
Alien. Pensé que tal vez le aptecería comer y beber algo. Puedo acercarme a las
cocinas y pedirle a Iñaki algo de comer. Se lo traeré en una bandeja.
-Muy amable, Buenavista, pero no
necesita nada. Cuando me abismo en mis libros puedo pasarme varios días sin
comer ni beber.
-Curioso. ¿Cómo lo hace?
-No suelo comer mucho
habitualmente…
-Disculpe. Pero no me refería a
eso. ¿Cómo es capaz de pasar desapercibido? Ni siquiera puede verlo al entrar. Si no le importa me
sentiría más tranquilo si guardara ese maldito alfiler.
-Claro, perdone. Lo llevo siempre
conmigo porque es frecuente que alguien intente sentarse en mi silla como si yo
no estuviera. En el caso de que se trate de una mujer atractiva no me suele
importar, aunque no aguantan mucho sentadas en mis rodillas… por desgracia. Jejé.
Su risa era tan sutil y fantasmal
como su rostro, como su cuerpo, como toda su persona. Buenavista. Se estremeció
y decidió ponerse en pie. Observó perplejo cómo Alien se guardaba el enorme
alfiler en una especie de cartuchera de acero que colgaba de su cuello. No la
había visto antes porque el profesor la guardaba bajo la camisa, cuyos botones
desabrochó antes con gran pericia.
Buenavista se acercó, sentándose
al otro lado de la mesa.
-No ha contestado a mi pregunta.
-¡Oh, claro! Discúlpeme otra vez.
La farsa de control de la invisibilidad es la más complicada de las farsas. Solo
un auténtico maestro es capaz de hacerse invisible sin necesidad alguna de morir
y transformarse en fantasma.
-Sigo sin comprender. ¿Podría ser
más preciso?
-Claro. ¿Puede levantarme y
traerme los Diálogos de Platón, ahí, justo a mis espaldas Buenavista, no podía
creerse su buena suerte. Se levantó sacando el pañuelo doblado del bolso de su
chaqueta se hizo con el libro que colocó discretamente al lado del profesor.
-¿No ha oído hablar de la caverna
de Platón?
-Pues no, lo mío son las matemáticas,
las estadísticas y la economía pura.
Alien se llevó un dedo a la boca,
lo remojó bien y se puso a pasar páginas con más velocidad que un experto cajero.
Buenavista entretando se frotaba las manos con disimulo. Por fin el profesor
encontró lo que buscaba y leyó un párrafo que al dilecto economista le pareció
pura literatura.
-En resumen. Platón creía que la
realidad solo era un pálido reflejo de las ideas, luminosas y un pálido reflejo
de las ideas, luminosas y deslumbrantes, de las que por una especie de clonación
paupérrima procedía todo. La base de la invisibilidad está en apagar esa idea
primigenia que late en todos nosotros y transformar su observación en una
sombra discreta que puedda confundirse con el ambiente.
-No entiendo nada. ¿Cómo podría
yo hacerme invisible?
Alien cerró el libro y lo apartó
a un lado. Buenavista aprovechó que el profesor consultaba sus notas
manuscritas para hacerse con el libro, envolverlo en su pañuelo y esconderlo
bajo la chaqueta. Para sujetarlo introdujo la mano en el bolsillo y fue
retrocediendo hacia atrás.
-Transfórmese en un mueble. Que
los demás lo vean como parte de la decoración. Si se mueve hágalo como un
mueble con patas. Estará unos metros más allá de donde estaba antes pero no
llamará la atención. No hable sino le preguntan y si le preguntan diga los tópicos
habituales. El interlocutor será incapaz luego de recordar si fue usted el que
comentó que este verano hace mucho calor o fue el quiosquero habitual o lo oyó
en el trabajo o en el ascensor…
Buenavista ya estaba cerca de la
puerta de la biblioteca.
-Disculpe, profesor, me llama una
urgencia. En otro momento seguiremos.
Buenavista al otro lado de la
puerta no pudo controlar la curiosidad morbosa y miró hacia atrás. No pudo ver
al Sr. Alien por lo que no tuvo la seguridad de que el profesor ni le miraba,
aunque hubviera apostado fuerte a que el dilecto sabio se había enfrascado de
nuevo en sus libros.
Llegó con la lengua fuera y el
libro asomando de los pantalones (no importaba porque el Sr. Alien no podía
verlo y dudaba que ni siquiera le importara un comino lo que el estuviera
haciendo) al reino tenebroso de Carl Future.
Echó mano del picaporte y adelantó
un paso, lo que a punto estuvo de costarle un trompazo, porque la puerta estaba
ahora cerrada. Llamó golpeando con los puños y luego a patadas. La puerta se
abrió y Future asomó su cabeza futurista de pepino transgénico.
-¡Pero hombre! ¿De qué tiene
usted miedo con ese pistolón al cinto?
-Fue usted quien me recomendó que
cerrara por dentro. ¿Ya no se acuerda?
-Es cierto. Usted disculpe. ¡Uno
tiene tantas cosas en la cabeza!
-Pase, pase. ¿Ha conseguido las
huellas del presunto delincuente?
-Si, aquí están.
Buenavista le pasó el libro
empañuelado y Future se apresuró en llegar al fondo del centro de control, abrió
una puerta y Buenavista que lo había seguido, curioso, pudo ver un pequeño
laboratorio criminalístico que en nada envidiaría al más moderno CSI
televisivo.
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario