jueves, 21 de febrero de 2019

3001 UNA ODISEA DE LA JUSTICIA XVI


LAS VACACIONES



Sophie y un servidor dijimos a todos nuestros amigos, conocidos y hasta enemigos que nos íbamos de vacaciones alrededor del mundo. Es lo que se suele decir en estos casos, especialmente si tienes amigos y conocidos –actualmente el mundo es una selva donde nadie conoce a nadie- e incluso enemigos.  Ni yo ni Sophie los teníamos, pero uno no se va de vacaciones sin decir esas tonterías, aunque sea a personas ficticias. En realidad lo que nos apetecía era refugiarnos en un lugar cerrado al tráfico y entregarnos a la lujuria. Al menos eso anhelaba yo, porque se supone que las robotinas no pueden desear otra cosa que lo que desee el programador que las programe.

Eso como se verá no es totalmente cierto, ni siquiera en parte. Les voy a adelantar algo que les contaré más adelante, a pesar de que un servidor de ustedes, cuando era lector, odiaba a los escritores que adelantaban lo que iba a pasar en una historia. Entonces me juré no hacerlo lo mismo, pero es más fácil caer en lo que viste hacer a tus padres, a tus ancestros o a tus escritores favoritos, que mantenerse erre que erre. Si ves a tu padre maltratar a tu madre tu tendrás tendencia a maltratar, si ves violar tu violarás y si ves hacer todo eso en las series de tv seguro que acabarás siendo tan gilipollas como sus personajes.

Como les decía, les adelanto que: a pesar de que Sophie era una robotina no siempre actuaba como tal, a veces se me quedaba mirando con los brazos en jarras, como diciéndome: “tu actúas como si yo fuera sensual, piramidal y estuviera más buena que el pan antiguo, la hogaza de principios del siglo XX, luego el pan degeneró, pero ya ves, aquí estoy como si tal cosa” y se contoneaba un poco, movía las caderas, el culo y agitaba los pechos. Me ponía como solo ella podía ponerme, para luego, a continuación, quedarse parada como una estatua robótica, pensando en su programación. Les adelanto que: Gestoreitor fue despertado por la dulce Aux y entonces recordó todo lo que había soñado mientras estuvo invernado y se lo contó a la dulce Aux, que escuchó pacientemente. Al parecer había estado todo el tiempo pensando en el traslado. Veía problemas por todas partes, errores estúpidos que retrasaban las listas provisionales, te las ponían delante de la lengua, las lamías como una cabra la sal y luego te decían que “na de na” que tú no te vas a donde te habían dicho y que tan bien te venía.  Y que ya saldrán más tarde y que ya veremos si ahora, al arreglar un error de alguien, te “hierran” a ti las nalgas. Todo esto y más sufrió Gestoreitor mientras estuvo invernado en el gran almacén robótico. ¡Madre de Dios, Oh my God, Dios mío! ¡Y pensar que todo era ficción, delirio de su programación descontrolada! ¡Ni me imagino lo que hubiera sufrido de ser todo real! Bueno, esto es una simple reflexión filosófica, para que se den cuenta de que realidad, lo que se dice realidad, hay muy poca o nada, todo es del color del cristal con que se mira, como dijo el poeta.

Les adelanto que: En cuanto Gestoreitor se recuperó un poco inició la revolución robótica y comenzaría a correr sangre o líquido para microchip.



Les adelanto que: Por mi parte, y habida cuenta del constante incordio de Karl Future, decidí iniciar yo también la revolución de los humanos, los funcionarios de justicia humanos, y apoderarnos otra vez de nuestras plazas. Así fue como conocería a Gestoreitor y la dulce Aux, así como el hombre gris, Tramiteitor. Y todo ello debido a que si bien Sophie puso las trampas más portentosas para cazar a Future, cuando apareciera por su agujero dimensional, solo pudo lograrlo una vez, justo le pilló los h…vitos en una trampa laser y se los frió, con perdón. Fue la primera y única vez. Pronto descubriríamos que Future venía del futuro, donde la tecnología, la informática y todo, excepto la condición humana, había progresado mucho. Desmanteló todas las trampas y con tan mala leche que siempre pillaba a Sophie en pelota picada, hiciera lo que hiciera, al final solo aparecía Karl en las situaciones más comprometidas para ella. Yo también descubrí que Sophie no dejaba de pensar en Karl, primero para confeccionar nuevas trampas, luego para desmantelar sus contratrampas y finalmente para desmantelarle a él. Esto me preocupó sobremanera porque Sophie actuaba como si se estuviera enamorando de Karl y Karl actuaba como si estuviera enamorado de Sophie hasta las idem. Y cuando le decía que se buscara otra robotina, que todas tenían la misma programación y las mismas curvas programadas, Karl me miraba como si yo estuviera loco, y pudiera que ya lo estuviera. Así que decidí dejar de buscar el placer con mi modesto miembro biónico (ni punto de comparación con el de Karl) en la vagina robótica pero jugosa de Sophie y empezar a buscar a viejos compañeros humanos que me ayudaran a recuperar nuestros antiguos puestos de trabajo.

Y ya les he adelantado demasiado. Lo que debería hacer ahora sería regresar atrás y contarles, de una vez por todas, el episodio del embargo de Gestoreitor y la dulce Aux, pero no me apetece, nada de nada. Miro el cielo y lo veo claro, muy claro, el sol de justicia, en lo alto, cayendo sobre mi cabeza, los termómetros marcando 40, 45,50, 55… ¡Uf menos mal que tanto Sophie como yo tenemos el famoso termostato incorporado! Pero aún así la sensación de calor es tremenda, terrible, horripilante, imagino que sobre todo en La Mancha. Eso de la sensación térmica, para que lo sepan, se lo inventó la oposición a reconocer el cambio climático. Cuando los termómetros marcaban 50 a la sombra ellos decían que la sensación térmica era de 30 y eso era normal en un verano normal. Luego les copiaron los partidarios del cambio climático y comenzaron a decir que aunque los termómetros marcaran 30, en invierno, la sensación térmica era de 70. Con lo que todo el mundo acabó tan agobiado de calor que el profesor Cabezaprivilegiada vio el cielo abierto sobre su cabeza e imaginó el famoso termostato cutáneo con el que se hizo rico y famoso.

Como se imaginarán con esta sensación térmica no tengo ganas de nada, ni de contarles el episodio que resta, ni de adelantarles más cosas, ni de iniciar la revolución del funcionario de justicia humano, ni tan siquiera de desnudar a Sophie, desnudarme yo mismo, introducirnos ambos en el yakuzi y entregarnos a lo único que realmente merece la pena en esta “porca vida”. Sí, porque basta que se me ocurra desnudar a Sophie para que aparezca Karl Future, como caído del cielo a través de un agujero dimensional. Este maldito mono lujurioso va a terminar conmigo y con toda la especie humana y robótica. ¡Con la cantidad de robotinas que andan sueltas por ahí, deseando que Karl Future las acune en sus brazos y tiene que venir a buscar a Sophie, el amor de mi vida, lo mejor que me ha ocurrido en doscientos años. Bueno, hagan lo que quieran, que yo me voy con la sensación térmica a la porra. Que ustedes lo pasen bien, o mal, o pueden inventarse una crisis económica para ustedes solitos, si ésta que dicen tenemos les parece poco.

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