-Hola, hola, Arminido. Aquí tu intrépida reportera, Alirina.
Te aviso de que ya estamos preparados. Nuestros anfitriones no han querido
cenar y me han convencido de que yo tampoco lo haga, porque es mejor entrar en
el Omostron con el estómago vacío. Puedes dejar que el grupo musical nos
deleite y cuando termine nos das paso, si te parece. Imagino que tienes
preparados subtítulos para que nuestros holovidentes sigan la música con
aprovechamiento.
-Así es, Alirina. Vamos a disfrutar todos de esta bella
música y luego dejaremos que inicies tu
aventura en el Omostron. Utilizaré los subtítulos como narrador. para que el
sonido de mis palabras no se entremezcle con la música.
Barra de subtítulos
El grupo se llama
Viejas tradiciones de Omega. Está dirigido por Almonada y compuesto por un par
de docenas de músicos con instrumentos tradicionales que enfocaremos cuando
intervengan, haciendo una breve descripción de ellos. Media docena de
bailarines nos deleitarán con coreografías ancestrales. Se han documentado en
los archivos de “H” a los que todo el mundo que lo desee tiene acceso. Advertimos
a los holovidentes de que se está preparando un programa especial sobre
evolución en la música en Omega hasta la llegada de nuestra Inteligencia
Artificial que la ha acaparado toda, unos dicen que esto ha mejorado nuestra
música, despreciando la tradicional, y otros, nosotros, estamos convencidos de
que la música omeguiana es mucho mejor. Sin despreciar la música de “H”, es
otra cosa.
El recital ha comenzado
ya con una canción tradicional de siembra. La están escuchando. Es alegre,
divertida, picaresca. Aunque muchos de ustedes no lo sepan, en otros tiempos en
Omega la siembra era un periodo muy alegre, porque se confiaba en poder alimentarse
de las plantas que crecerían con el tiempo. De ello dependía su subsistencia.
La buena cosecha dependía de tantos acontecimientos favorables que era un
milagro cuando llegaba el momento de recoger el fruto y todo había concluido
como se esperaba. Dependían del clima y sus avatares, de que los animales que
se alimentaban de ellos no los esquilmaran, de que las tribus enemigas no lo
quemaran todo como una estrategia de guerra.
Ha comenzado la segunda
canción del recital, un canto de cosecha. Aún más alegre que el canto de
siembra, más divertido, más picaresco. Todos bebían y bailaban, celebrando el
gran acontecimiento. Los hombres jóvenes buscaban a las chicas jóvenes, los
adultos aplaudían la danza, confiando que a lo largo del año el cortejo creara
nuevas parejas, nuevas familias, nuevos infantes que con el tiempo colaboraran
a la subsistencia de toda la aldea, de todo el territorio tribal. Ahora solo
hay que dar una comanda al monolito de tele trasportación y esperar unos
segundos a que los platos lleguen a la mesa. Hemos perdido la alegría de
sembrar y cosechar, de reunirse para comer, beber y danzar porque la cosecha ha
sido espléndida y todos van a tener un buen año. Ahora se come casi por
obligación, porque el bueno de “H” aún no ha decidido transformar nuestros
cuerpos para que no coman, no beban, no excreten, no se muevan de su sillón
ergonómico, con el casco virtual en la cabeza, moviéndose las consciencias que
lo habitan en universos virtuales donde ocurre de todo y no pasa nada, porque
todo es pura fantasía. No sé para qué quieren sus cuerpos los omeguianos y
vantianos que se dejan llevar de acá para allá en un mundo falso e inútil.
Para terminar este
breve recital, preludio del gran programa que dedicaremos a la música y danza
de nuestros ancestros, presenciaremos una danza de cortejo, hilarante,
divertida, sensual, extraordinaria. Es preciso informar de que en aquellos
tiempos la heterosexualidad, única forma de procrear, era asumida como la única
relación posible de pareja. Las otras formas de sexualidad se practicaban a
escondidas, como algo pecaminoso para las religiones existentes. Hoy en día
cada uno practica la sexualidad como desea, es lo más natural. La procreación
ya no es necesaria para que sigan existiendo omeguianos. Nuestra inteligencia
artificial lo tiene todo previsto y solucionado. Casi parece como que se
hubiera programado la desaparición de la especia omeguiana con el tiempo. Como
si “H” ya no nos necesitara para nada y solo las órdenes que su creador,
Helenio de Moroni, implantó en sus circuitos le impidieran destruirnos sin más.
Vean la alegría de esta
danza y disfruten de lo que es la verdadera vida…
-Ha terminado el recital. Agradecemos a Almonada y a su grupo
Viejas tradiciones de Omega, su presencia en el plató, y la alegría que han
vertido en nuestros corazones. Soy Arminido y paso la palabra a Alirina para
que nos dé cuenta de los últimos preparativos antes de su inmersión en el mundo
virtual, donde ella, Rosindra, y alguno más que se apunte, exploraran el
Omostron y nosotros lo veremos gracias a un artilugio que nos ha facilitado “H”.
Nuestra inteligencia artificial nos facilita todo lo que le pedimos, pero no se
dejen engañar, está trabajando por nuestra extinción. No tiene prisa porque
para él no hay otra meta que suprimirnos y eso no le corre prisa a una entidad
casi inmortal. Adelante, Alirina.
-Hola, hola. Veo Arminido que te has puesto serio y
filosófico. ¡Quién lo diría con lo alegre que era la música de la que hemos
disfrutado! Como ven nuestros holovidentes ya estamos todos preparados.
Sentados con comodidad en nuestros sillones ergonómicos, con los cascos en
nuestras cabezas y un nuevo artilugio diminuto en nuestros ojos, que les
permitirá seguirnos en la aventura que vamos a emprender, solo queda que
nuestros anfitriones decidan sumergirse en el Omostron y guiarnos por un mundo
que para nosotros es completamente desconocido… Nos hacen señas, podemos
empezar. Sígannos y disfruten, si pueden o quieren.