DIARIO DE UN GIGOLÓ: LIBRO II eBook : GARCIA CIMADEVILLA, CESAR: Amazon.es: Tienda Kindle
TALLER HUMORÍSTICO "Hotel Monasterio de los disparates"
A cargo de Slictik, escritor autodidacta y coordinador en Internet durante más de cinco años de un taller de creación de personajes humorísticos: “El hotel de los disparates”.
lunes, 29 de diciembre de 2025
miércoles, 17 de diciembre de 2025
lunes, 8 de diciembre de 2025
VENUS DE FUEGO I
HUMOR ERÓTICO
CIEN MUJERES EN LA VIDA DE UN GIGOLÓ
VENUS DE FUEGO
Hay mujeres cuyo sexo tiene tal parecido con una
caja registradora que hasta suena la típica musiquilla cuando metes bola. Y hay
hombres que han metido su pajarito en la caja fuerte, sin musiquilla, y ahí lo
dejan muerto de risa hasta que alguien acierta con la combinación. De todo hay
en la viña del señor. Venus de fuego era una de esas mujeres de espléndido
escaparate que han descubierto la fórmula exacta para transformar su sexo en
una máquina registradora, capaz de marcar cada polvo con un clic y su
cuenta corriente con un cero detrás de otro. Algo así como subo un orgasmo y
pongo varios ceros a la cifra siguiente.
Iba a decir curiosamente, pero debo cambiar la
expresión por precisamente por eso era una mujer de bandera. Una mujer con
menos cuerpo que ella no habría podido hacerlo. Rubia, alta, cuerpo diez,
pechos que llamarían la atención de un eunuco, caderas tan rotundas que una de
sus sacudidas podría electrificarte y encenderte como una bombilla de mil
watios. Piernas largas y formadas en uno de esos moldes perfectos que la
naturaleza esconde en lugar secreto para distribuir un cuerpo por millón, al
menos. Rostro de rasgos suaves, boca grande, labios gruesos y lascivos, ojos fríos, calculadores. En resumen, yo
particularmente la describiría como una máquina de sexo. Tan solo con verla te empalmabas. En cambio
ella apenas disfrutaba.
Poseía toda la técnica de una hetaira nacida para el
sexo, pero era fría, muy fría, un témpano a su lado se encogería de frío.
Tenías la sensación de estar metiendo la polla en un frigorífico con piernas y
tetas. Claro que eso lo supe después. Lily no quiso estar presente en mi
primera lección. Eso me puso sobreaviso, pero no me esperaba precisamente un
robot sexual.
Que yo sepa ninguna otra madame obligaba a los
nuevos a recibir lecciones de sus pupilas. Claro que Lily era la madame más
extraña y seductora de la historia de la prostitución. Puede parecerles raro
que sus pupilas aceptaran dar lecciones al nuevo semental, pero creo que les
parecerá menos raro si les digo que Lily pagaba espléndidamente, tenía
exquisito cuidado con respetar los días de descanso y las vacaciones cuando uno
se encontraba un poco bajo de forma. Te cuidaba como una mamá cálida y amorosa
y no permitía que los matones se acercaran a menos de cinco leguas. Con una
madame así uno aceptaba dar lecciones gratis y aún se sentía agradecido.
Lily me dijo que mi primera lección la recibiría de
Venus de fuego. Ella no estaría presente (siempre lo estaba porque le
encantaban los menage a trois) porque tenía una cita muy, muy importante. Todos
sabíamos que ella retrasaría cualquier cita por un buen menage a trois. Yo me
toqué la oreja quedándome pensativo y pensando si el fuego de Venus produciría
quemaduras sádicas o algo por el estilo. Nos adjudicó la casa número tres, un
chalecito en la sierra. Tal vez pensando que en caso de necesidad podría correr
al bosque cercano y prenderle fuego para calentarla. Desde luego es un poco exagerado lo que estoy
diciendo porque Venus sabía calentar, cuando le apetecía hacerlo, naturalmente.
Llegamos por separado, no quiso acompañarme y
tuvimos que utilizar dos de las limusinas que Lily pone a disposición de los
buenos clientes. Hubo que utilizar dos chóferes que la requebraron a la
llegada, mientras nos presentábamos, a pesar de que ambos la conocían
sobradamente. Venus arrebata el aliento de los machos en piropos un poco antes
de arrebatarles la cartera. A ella le
encantan estas cosas, como por ejemplo que los hombres vayan con la lengua
fuera tras su culo redondito y prietito. Tuvo el detalle de darles tan magra
propina que me sentí avergonzado y les solté un billete grande a cada uno. La
avaricia es una de las características de Venus de fuego, es rácana como nunca
imaginé que se pudiera ser.
Le gusta que abran las puertas delante de ella, que
la dejen pasar, que la sirvan una copita, que admiran su belleza sin par
mientras se despoja del vestido como una diosa a la puerta del Olimpo. Todo eso
hice alt tiempo que intentaba encontrar una frase para romper el hielo.
Antes de encontrar la dichosa frasecita ella ya
estaba en el dormitorio. Se había bebido la copa, servida generosamente por un
servidor, de un solo trago. Se tragó los cubitos de hielo sin inmutarse. En
paños menores me pedía que hiciera un streptease para calentarla.
-A las mujeres también nos gustan los cuerpos de los
hombres, no vayas a creer. Un buen estiptise nos ayuda a ponernos cachondas,
ja,ja.
Su risa era destemplada, lo mismo que su voz, que
poco tenía de dulzura, aparte de su timbre, muy femenino, eso sí. No se molestó
en poner música, tuve que desnudarme con los contoneos y al ritmo que ella
indicaba. Debo confesar que su gusto musical era detestable. Ante mi queja de
ser incapaz de moverme sin música, puso en el equipo una de sus cintas
favortias. La melodía era chabacana y la letra mejor dejarla.
Ya desnudo hice un rápido movimiento de caderas y
tapé mi polla con las manos. Al destaparla estaba erecta y se movía al compás
de la cargante musiquita, como si se hubiera contagiado de su ritmo chabacano.
-Creo Johnny que me va a gustar tu polla. Tiene el
tamaño ideal, ni muy grande, ni muy chica. Sabes cariño. Me molestan las pollas
grandes, son un incordio. No es que mi coño sea pequeño, pero...
Se despojó de las braguitas con el remilgo de una
colegiala y me enseñó el triángulo venusino. Con dos dedos se separó los labios
y pude ver que la entrada era muy holgada, eso sí.
-Ves. Aquí podría coger la mayor polla del mundo.
Pero los hombres sois todos unos brutos, no sabéis hacerlo con delicadeza. Las
pollas pequeñasn tampoco me gustan, hay que ayudarlas a entrar y luego se salen
en lo mejor. Nunca sabes qué hacer para que el pajarito esté a gusto...
ja,ja... Un incordio, como te digo.
La educación sentimental de Lily a lo más que había
llegado era a hacer de ella una pija sin clase. No me sorprendió. Ni siquiera
una maestra como Lily podría conseguir hacer de ella algo más que eso: una pija
con cuerpo de Venus.
Lo estaba admirando sin tapujos. Ella se acababa de
desprender del sujetador, que colocó con excesiva delicadeza sobre un sillón,
por lo que pude apreciar se trataba de una prenda de primera, muy cara y
llamativa. Era roja haciendo conjunto con sus braguitas y con su apodo
llameante. Tenía que hacer honor a él en todo lo que se pusiera encima o se
quitara, en sus gestos, en sus palabras. Tenía que ser puro fuego
continuamenta. Y eso es imposible a no ser que seas bombero y vayas metido en
un traje incombustible. Su vestido también era rojo y desde luego su cuerpo
podría serlo si se la calentaba lo suficiente. Eso estaba claro. Todo podía ser
muy bien rojo fuego, todo, menos su alma mezquina.
Continuará.
jueves, 20 de noviembre de 2025
BIOGRAFÍA DE UN BUDA II
. ¿Qué platos son tus preferidos? Y me detallaba platos con arroz y
garbanzos hasta hacerme la boca agua, metafóricamente hablando.
Así me fui divirtiendo todo lo que quise hasta que decidí
ponerme serio e interrogar al gordito sobre su vida, lo que él creía su muerte
y sus planes de futuro. Se desmoronó y se echó a llorar como alma en pena. Su
vida pasada había sido una mierda, su vida futura lo sería igualmente y, a
pesar que su muerte, esta vez fue agradable (ni se enteró de que estaba
muerto) no quería volver a reencarnarse ni atado de pies y manos. Prefería
transformarse en un Buda imperturbable y olvidarse de sufrir más penas
para siempre. Deseaba conocer más detalles. Pero el gordito necesitaba
urgentemente la biografía del Buda para calmarse. Decidí dejarme de
circunloquios. Ya tendría tiempo de volver a charlar y le llevé en línea recta
al estante correspondiente, alargué la mano y le tendí el libro en cuyo lomo, luminoso,
podía leerse: “Biografía de un buda… por él mismo”.
Le indiqué una mesa donde podría apoyar el libro mientras su
orondo trasero se encajaba en una silla. Abrió el libro por la primera página y
pude leer sobre su hombro.
“A pesar de no recordar mis anteriores reencarnaciones estaba
saturado de la condición humana. Estaba dispuesto a probar la condición divina,
incluso la animal, mediante una transmigración en fiera o incluso en colibrí.
Pero otra vez humano, no, por todos los santos, dioses y demonios. Me sentía
tan amargado, tan desesperado, que mis pensamientos oscilaban entre un suicidio
rápido y convertirme en asesino en serie. Fue entonces cuando una luz me
deslumbró, como a Saulo en el camino de Damasco, y caí en el asfalto.
Transfigurado en un hombre nuevo. Al volver en mi descubrí que la luz no era
divina sino la de una farola que alejaba la noche del escaparate de una
librería en cuyo centro el título de un toro enorme había llamado la atención
de mi mirada. El libro se titulaba Budismo tibetano y era un mamotreto digno de
un erudito con cien años por delante para leerlo página a página. Yo
había decidido comprarlo el día siguiente, costase lo que costase, y a
través de su lectura alcanzar la liberación. Esa idea fue la que me
arrojó al asfalto de donde me levanté tambaleándome como un borracho. Decidí
emborracharme aquella noche para olvidar la experiencia. Pero no lo conseguí,
al despertarme al día siguiente, con una horrible resaca, abjure
definitivamente de la condición humana. En cuanto pude levantarme me duché con
agua fría y salí de estampida hacia la librería donde había visto mi salvación,
temeroso de que alguien pudiera arrebatarme lo que suponía era un ejemplar
único. Nadie había preguntado por él. Allí seguía en el centro del
escaparate ahuyentando lectores. Pregunté el precio al librero. Para mi
sorpresa era tan bajo como un libro de bolsillo y eso que para llevármelo
necesito su ayuda y un taxi a la puerta. El librero me explicó que llevaba años
deseando desprenderse de aquel monstruo que ahuyentaba más clientes que los
precios pero no podía hacerlo porque su mujer la escaparatista de la brillante
idea, le había prohibido deshacerse de él sino era en venta comprobable en
factura y dirección del cliente. El tuvo que poner el 90% del precio pero todo
lo daba por bien gastado con tal de deshacerse de aquel peso muerto en su
negocio.
No importa la razón por la que uno hace o deja de hacer algo,
lo que importaría son las consecuencias de las propias decisiones.
sábado, 4 de octubre de 2025
LOS PERVERTIDOS DE ANABEL VI
"Se
masturbaba al levantarse, luego se rozaba en la misa, iba al servicio después
del desayuno y allí permanecía un buen rato hasta que sonaba el timbre para
empezar las clases. Si veía, por casualidad, a una chica de la lavandería,
colgando ropa en los tendederos que habían instalado para este menester cerca
de la huerta, se arrastraba como un soldadito en el frente, para evitar ser
visto por los curas y castigado duramente, y trataba a toda costa de ver las
braguitas de la joven. Algo no muy difícil puesto que con el ajetreo de doblar
la cintura para coger las prendas de ropa del balde, luego estirarse hasta
alcanzar la cuerda y colocar las piezas de ropa, más de una vez le quedaban los
muslos al aire.
"Zoilín
tenía una imaginación tan calenturienta que se iba antes de llegar a quitarle,
en su fantasía, las braguitas a la chica. Esto le obligó a llevar dos y tres
calzoncillos bajo los pantaloncitos cortos, con el fin de que no traspasara al
exterior el líquido pecaminoso. Uno de los secretos que más le costó babear
sobre los pechos de Ani fue precisamente éste, que llevaba pañales
habitualmente. Tan pronto soltó este secreto comenzó a gemir como una monjita
en Semana Santa. Me puso hasta los pezones de lágrimas y babas. Tuve que
consolarlo como pude o se me hubiera muerto de vergüenza entre los pechos.
Aquí
interrumpo o hago un pequeño paréntesis en la narración que Anabel nos hace por
mi boca, para hacer un apunte de erudición sexológica. Cuando escuché esta
historia de sus labios lo primero que pensé fue que ella me tomaba el pelo,
exagerando un simple caso de eyaculación precoz. O bien Zoilín era un
avispadillo que se estaba quedando con ella contándole historias propias de un
Decamerón moderno o bien su patología no estaba recogida en los libros de medicina.
No sería hasta años más tarde, viendo en la televisión por cable un
sorprendente documental, cuando comprendí que tal vez su caso no fuera tan
sorprendente. En aquel documental se narraba la triste historia de al menos una
cincuentena de mujeres que padecían un misterioso síndrome del que no recuerdo
ahora el nombre. Eran multiorgásmicas hasta tal punto que se pasaban el día
sufriendo orgasmo tras orgasmo. ¡Quién lo pillara!, pensaremos todos los
machos. Pero aquella era una auténtica enfermedad, una patología que convertía
la vida de aquellas mujeres en un verdadero infierno.
Cada una de
ellas lo llevaba a su manera. Casi todas necesitaban masturbarse constantemente
o hacer el amor. Solo así se les pasaba el terrible agobio. Otras no podían
sufrir que el marido las tocara ni un pelo y dormían solas, con su marido en la
cama de alguno de los hijos. Creyéndose unas auténticas monstruosidades o estar
poseídas por Satanás, ninguna de ellas se atrevía a comentar su problema con
nadie, ni con sus parejas. Una de las protagonistas del documental manifestaba
su alivio cuando en una página de Internet descubrió que no estaba sola en este
infierno multiorgásmico. Al menos otras cincuenta comentaban sus casos en dicha
página. El tratamiento no era precisamente fácil. Los profesionales de la
medicina no entendían de dónde surgía aquella patología y dejaban en manos de
la medicina naturista o alternativa la solución al problema.
Algunas
encontraron un cierto alivio en terapias alternativas y cuando lograron pasarse
algunos días sin el agobio del orgasmo perpetuo manifestaron la felicidad que
suponía no estar siempre pendientes de satisfacer una necesidad tan perentoria
que no admitía dilación. El problema subsistió y otro enigma de la medicina
moderna quedó en el aire. No eran ninfómanas, sencillamente algo les sucedía a
sus cuerpos que provocaban orgasmo tras orgasmo, en una sucesión de placer que
al prolongarse en el tiempo se transformaba en algo odioso.
Nuestro
protagonista debió de padecer algo parecido. Sus constantes eyaculaciones y
orgasmos debieron amargar su vida de la misma forma que les sucedía a estas
mujeres. Creyéndose un monstruo no es extraño que no hablara de ello con nadie
y cuando encontró en Anabel la confidente ideal no sorprende que se hiciera un
adorador suyo y tuviera un papel tan importante para salvar a Lily de sus
secuestradores. Lo hizo en atención al cariño y comprensión recibido de Ani y
logró facilitarnos a todos una salida, aunque en ello se le fuera la vida.
Nadie es más agradecido que quien creyéndose un monstruo encuentra una persona
comprensiva que sabe tratarlo con humanidad. Su agradecimiento será eterno.
Pero esta es otra historia que ya llegará en su momento. Ahora sigamos con la
historia de Anabel.
"Zoilín
es pequeñito, poquita cosa, casi un enano, muy delgadito y con cabeza alargada
y pepinuda. Tendrías que haberlo visto, Johnny, desnudo y encogido como un
fetillo, arrimadito a mi costado y con las narices soltando mocos, donde se
había refugiado tras sollozar como un bebé sobre el canalillo de mis pechos.
Sentí su deseo de regresar al vientre materno y desaparecer de la vida. Debió
de darse cuenta de lo mucho que estaba mostrando sus sentimientos porque se
volvió hacia el otro lado de la cama y dándome el culo se encogió y allí se
quedó durante varias horas, como muerto, sin mover un músculo.
"Daba
pena, Johnny, cariño. A mi se me deshizo algo muy dentro y solté el trapo.
Luego me quedé dormida. Cuando desperté Zoilín no dejaba de dar vueltas por la
habitación, desnudo, como un leoncillo enjaulado. De pronto se puso a gritar y
blasfemar, maldiciendo de lo alto por haberle hecho un monstruito del que huían
todas las mujeres. La naturaleza le había dado un pequeño flautín que apenas
servía para dar una nota y en cambio le puso para alimentarlo unas inmensas
pelotas que se pasaban las horas
frabricando espermatozoides que salían disparados en cuanto veían una
mujer. Se pasaba los días y las noches salido como un mono, masturbándose o
dejando que su pollita se estirara y soltara la carga en el momento más
inoportuno.
"Era un
castigo infernal. Si al menos hubiera salido guapo del vientre materno. Gritaba
con su voz de pito. Entonces me pasaría las horas follando con las mujeres más
hermosas y no como ahora, yéndome en el pañal, que no me llega el sueldo para
tanto dodotis. Por fin se calmó. Regresó al lecho y hundió de nuevo su pepino
entre mis pechos. Ya más calmado yo le pasaba la mano por el cogote, al tiempo
que pensaba en ti, Johnny. Pensaba que si la naturaleza te hubiera dado las
pelotas de aquel hombrecillo serías el enemigo público número uno. Y encima no
irías a la cárcel, porque las mujeres se arrojarían sobre tus pelotas como una
pantera hambrienta sobre un corderillo.
sábado, 6 de septiembre de 2025
BIOGRAFÍA DE UN BUDA
BIOGRAFÍA DE UN BUDA
NARRADA POR
ÉL MISMO
La biblioteca de los archivos akásicos
es casi infinita. Cada planeta habitado por seres inteligentes cree ser único en el Cosmos. Cuando vienen en sueños o una vez fallecidos y adaptados a la
nueva vida deciden adquirir toda clase de conocimientos sobre el universo y sus
habitantes acostumbran a dirigirse a la plantilla de bibliotecarios existentes
en la primera oficina a la izquierda, según se toma el pasilla central, una vez
dejado el vestíbulo.
Allí son atendidos con esmero y
guiados hasta el estante donde se encuentran el libro elegido. La mayoría de
estos funcionarios están hartos de recorrer pasillos buscando libros para
mentes estúpidas que cren que por el simple hecho de estar muertos no pueden
saberlo todo, encontrar todas las respuestas a las preguntas que se hicieron en
vida. Los durmientes son aún peores. Creen que por el hecho de estar dormidos,
el subconsciente como lo llaman ellos, les solucionará todos sus problemas. Se
plantan en las oficinas de bibliotecarios y con malas maneras quieren que el
bibliotecario de turno le busque ipso facto el libro donde está escrita la solución a su problema. Tengo
prisa porque quiero soñar con otras cosas menos prácticas y más divertidas.
Gritan con rostro desencajado, con una desvergüenza que clama al cielo.
Entonces suelen llamarme a mí, el
verdugo del karma sin nombre, al que ya conocen de otros episodios de este
culebrón. Si estoy libre me escapo y echo una mano. Me encanta buscar
libros para muertos o durmientes y charlar con ellos sobre todo lo divino y lo
humano.
Muchos se ponen de malhumor
porque quieren que encuentre su libro rápidamente que se lo entregue y les deje
en paz. Pero conmigo no pueden. Les respondo: ¡Aha, sí! Pues te buscas tú mismo
el libro, a ver si lo encuentras en ese siglo, ¡capullo! Si quieres que te lo
encuentre yo tendrás que tomártelo con calma y andar de cháchara un buen rato
hasta que descubra si me interesa algo de tu vida o no.
Si es muerto le convenzo y ràpido. ¡Vale, tío! No tengo nada mejor que
hacer. Pero si es durmiente se pone insoportable. Que si esta es una noche
perdida. ¡Con lo feliz que se las prometía metiendo mano en sueños a esa nueva cantante de moda que está tan
buena!
Los durmientes no saben que sus
fantasáis conscientes intentan hacerse realidad en sueños. Así quien se imagina acostándose con la tia
buena que presenta ahora el telediario segunda edición en la cadena 10, acabará
por intentarlo en sueños. Que lo consiga o no ese es otro cantar.
Los durmientes suellen ser
insoportables, siempre con prisa, lujuriosos o trágicos que quieren pasarse la
noche practicando sexo o comiendo como tragones. No te hacen el menor caso,
cuando no les interesa y luego se disculpa diciendo que están soñando y en
sueños uno no se entera de nada. Vamos, que no controlan. Pero bien que
recuerdan los sueños que les interesa recordar y borran de su memoria
consciente todo el daño que hacen. Los vivos en estado consciente hablan de
magia negra cuando en realidad ellos saben muy bien las andanzas que se traen
en sueños. No hablo de recordar reencarnaciones pasadas que eso es un tema
serio controlado por los dioses del karma, aunque recordar sueños está a su
alcance.
Pero me estoy desviando del
asunto. Mis colegas, somos muchos los verdugos del karma, me conocen porque me
gusta mucho la cháchara insustancial o no, hablar con todo el mundo, muertos o
durmientes, humanos o dioses, funcionarios akásicos o mensajeros de las grandes
alturas evolutivas. Si aquí hubiera géneros, quiero decir mujeres, me gustaría
más hablar con ellos que con los demás (en mi última reencarnación hice de
hombre y no paraba de correr tras las faldas, la historia no había inventado
aún el pantalón femenino- fui un bicho malo, lo reconozco) pero como en el más
allá no tenemos cuerpos físicos y no se puede hablar de sexo reproductivo (la
homosexualidad no está mal vista aquí) nos limitamos a intercambiar cháchara o
lo que sea. con quien está a nuestro alcance y se deja.
Bueno, en fin, la cuestión es que
una noche- para ellos aquí no hay noche-llegó, en sueños, aunque él se creía
muerto un gordito y obeso en palabras más técnica, que buscaba como un
desesperado una biografía de un buda.
Aprovechando que estoy muerto
(debió de ser una pesadilla horrible) quiero transformarme en buda y dejar esta mierda de reencarnación en
la que ni siquiera bailo con la más fea, no ligo (seducir mujeres para las no
avisados) nada; siempre soy pobre, nunca me toca la lotería, las desgracias se
enlazan unas con otras como ristras de chorizos y, esto yo es el colmo, los
dioses del karma me dicen que no aprendo las lecciones, que evoluciono menos
que una hormiga sobre una hoja de parra en mitad del océano.
Y se puso a llorar como un bebé
hambriento de pecho materno a las tres de la madrugada. Total. que los bibliotecarios me llamaron a mi
verdugo-bombero, y allí acudí como una flecha sin cuerpo.
El gordito me cayó simpático a
primera vista (por si no le saben, los durmientes vienen aquí con el cordón
astral unido a su cuerpo físico por lo que uno ve sin problemas el cuerpo físico que le ha tocado en rifa a cada
durmiente). A éste pobre desgraciado le había tocado uno muy malo (o tal vez
fuera uno regular y él lo hizo peor). Gordo, seboso, barrigón, feo de cara,
ancho de culo ventoseante, corto de piernas flacas, ancho de hombros, cabezón,
orejudo, narigudo. No tenía nada bueno, ni el alma, que había adoptado la forma
de un ectoplasma seboso, con rasgos monstruosos, donde podía verse con claridad
el miedo que le apretaba el culo.
A pesar de ello, y de sus llantos
y expresiones violentas y súplicas y patelos, me cayó bien. ¡Vaya un gordito
simpático! Y me dispuse a hilvanar la hebra.
-No llore usted, alma cándida.
Que aquí estoy yo, su humilde verdugo del karma, para servirle en lo que
necesite. Por cierto. ¿Qué necesita usted?
Se calmó como pudo y me dijo que
llevaba muy mal lo de estar muerto y tener que reencarnarse otra vez. No quiso
deshacer su error porque pensaba divertirse mucho con aquel simpático gordito.
Lo sé, soy malo, muy malo, pero no se lo digan a mis superiores, los dioses del
karma, Porfi.
Vaya, no era muy difícil
satisfacer su deseo, Las biografías de los budas están a la entrada de la
biblioteca en el primer estante a mano derecha y pone en letras muy grandes.
“Biografías de Buda”. Pero el gordito no se enteró de nada. En sueños son tan
espesos que hay que repetirles un millón de veces las cosas y aún así al
despertar ni se acuerdan.
Bien, bien, vayamos por aquí a
ver si encuentro el libro que usted necesita.
Y le conduje por un pasillo, a mano izquierda, tan largo que se podía ver
el infinito al final. Mira que soy malo. El largo viaje circular (le hice dar
una buena vuelta para regresar al principio) me permitió conocer bien al gordito
simpático y llorón. El mantenerle en la creencia de que estaba muerto le hizo
tan maleable en mis manos como barro tierno en la palma del alfarero. Me
bastaba con hacerle creer que yo era un dios del karma que podía decidir su
próxima reencarnación, para que respondiera a todos mis preguntas, incluso las
más íntimas. ¿Había estado casado alguna vez? -No. ¿Pero se habría acostado con
mujeres, aunque fueran putas? Sí, eso sí. Pues cuéntame hasta los detalles más
íntimos. Y me los contaba. ¿Te gusta mucho comer, gordito simpático? -Mucho.
domingo, 10 de agosto de 2025
LOS PERVERTIDOS DE ANABEL V
EL PARAJITO CANTOR/ CONTINUACIÓN
Sabes bien
Johnny cómo me gustan tus espermatozoides, me los como cruditos y aun soy capaz
de degustar ese delicioso sabor a pescado. Pero aquella vez casi vomito. Sin
decir nada salí corriendo para el servicio y allí me lavé la boca, luego me
enjuagué con un colutorio y vomité en seco. Tardé unos minutos en recuperarme.
Al volver él me estaba esperando con la sonrisa de oreja a oreja. ¿Por qué no
te habré encontrado antes? Me dijo sin ninguna ironía. Creo que tú y yo vamos
a ser muy buenos amigos. Me pidió que me quitara la braguita y me echara a su
lado. Me estuvo magreando el sexo con sus deditos hasta que notó que me ponía
cachonda. Sabes que basta con que una hormiguita me hurgue allí abajo para que
me ponga como una loca. El se dio cuenta de que sus manipulaciones me gustaban
mucho y siguió con ellas hasta conducirme al orgasmo. Sabía hacerlo bien el
pequeño demonio. Imagino que de alguna manera tenía que contentar a sus parejas
aunque no creo que una profesional de la calle le consintiera algo así.
Debieron reírse mucho del pobrecillo. ¿No crees Johnny?
"Te
confieso Johnny que lo pasé muy bien aquella noche. Zoilín me trabajó bien con
los dedos. Era una lástima porque si ponía el bigote no le llegaba la boca. Me
hacía muchas cosquillas. Era agradable jugar con su cosita aunque no logré que
me pasara de los labios. Solo la vez que le unté la pilila logré notar su presencia
dentro. Era como una hormiguita juguetona y agradable. Se sirvió una copa y se
puso enseguida contento. No soportaba muy bien el licor. Me estuvo contando
cosas que sabía de grandes hombre y que podían hacer caer castillos. Lo creí
todo. Zoilín no era un mal chico aunque cuando se ponía a soltar trapitos
sucios se le cambiaba la cara, algo verdaderamente desagradable.
"Le serví una segunda copa y entonces ya no se contuvo. Todas sus fantasías sexuales salieron a relucir. Con quién le gustaría hacérselo y cómo. Los cotilleos sobre famosos que aparentaban ser muy machos y eran maricas. Quién era quién en la cama y cómo las mujeres son siempre mejores folladoras que los hombres cuando se ponen a ello. Me divertí mucho, aunque tuve que morderme la lengua varias veces para no reírme en su cara.
Aquí se interrumpió Ani. Sus historias eran a menudo tan largas que necesitaba varios días para rematar la faena. Recuerdo que aprovechando una de nuestras noches libres semanales la invité a cenar y a un dansing en una discoteca, donde se había puesto de moda la salsa y otros ritmos caribeños. No soy un gran bailongo, pero quise animar a esta dulce mulata que entonces pasaba por una de sus rachas de melancolía e introversión. A ella sí le encantaba el baile, más que nada en el mundo, a excepción del sexo. Aceptó entusiasmada. Escogió un restaurante mexicano porque le apetecía comer algo picante y allí, mientras nos metíamos entre pecho y espalda un plato de chili con carne que era puro fuego (lo mitigábamos con copitas de ron que no hacían sino intensificarlo) decidió seguir contándome la historia de Zoilín. Disimuladamente enchufé la grabadora y la escondí bajo una servilleta aprovechando una de sus ausencias para ir al servicio (el picante parecía acentuar sus necesidades mingitorias).
¡Verlo para creerlo!, que diría el otro. Nunca imaginé que existieran hombres así. Salidos de madre,sí, naturalmente; impotentes, claro; eyaculadores precoces, a montones, pero como Zoilín ninguno. Era un caso excepcional en todos los sentidos. Anabel se transformó durante un tiempo en su mamá. El se encontraba tan entusiasmado como un infante con mamá nueva. Era cariñoso, discreto, delicado y generoso (sus regalos eran de poco valor, pero de muy buen gusto). Aparte de estas bellas cualidades Zoilín exhibió tal sinceridad que hasta Lily se hizo cruces cuando Anabel le contó las confidencias que aquel pervertido compartía con ella en horas de lecho y cháchara.
Los secretos de Zoilín abochornarían hasta al mismo Satanás, que no teme el ridículo con tal de ganar almas para su causa. La propia Ani me lo contaba con la reticencia que hubiera puesto en hablarme de la desverguenza de algún hermano o familiar muy cercano. Ya a los postres, muy relajados e intentando hacer la digestión de la cena, Anabel se lanzó a contarme el resto de la historia que yo paso a contarles con mi propio estilo.
"Zoilín gustaba de colocar su cabecita de pepino sobre mis pechos tan pronto como se le disparaba la pilulita, que era casi siempre al tocar mi chumino. En raras ocasiones logró meter el gatito en la cueva. Así puesto cerraba los ojillos de aprendiz de demonio y me contaba su vida de pe a pa.
"Procedía de una familia numerosa -sus papás creían que cuantos más hijos tuvieran más los bendecía Dios- que fue bendecida con un indiano, su bisabuelo, que regresó, con una gran fortuna, al país de donde saliera con una mano delante y otra detrás. Con semejante fortunón no es extraño que se pasaran las noches buscándose las cosquillas.
"Zoilín era el mediano de doce hermanos, la mitad machos. Ya de niño era tan enclenque y feo que sus propios hermanos se burlban de él, haciéndole objeto de las mayores perrerías. Lo que le llevó a suplicar a su padre para que lo mandara como aprendiz de cura a un seminario. Allí llegó un buen día, para alivio de todos sus hermanos y progenitores. Eligieron un lugar lejano, en el norte, donde no se veía el sol y la melancolía se te metía por el pecho hasta el fondo del alma.
"El sufrió de melancolía hasta que el azar le descubrió que el pequeño pito servía para otra cosa, aparte de para mear a escondidas porque no le vieran sus compañeros y se burlaran de aquel regalo envenenado que le hizo la naturaleza. Si bien era diminuto cantaba sin parar, como un jilguerito alegre que saludara a la vieda desde el alba al ocaso, e incluso en sueños, pues siempre se despertaba tieso y con muchas ganas de pitar. La naturaleza le había provisto con flautín de impúber pero con huevos de avestruz que fabricaban leche merengada para surtir una ciudad.






