EL PAJARITO CANTOR/CONTINUACIÓN
-Se quedó en casa una semana. Yo llegaba del
trabajo y le ponía más bálsamo. Le daba de comer y cambiaba su bolsa con hielo.
Zoilín no se podía mover del dolor. Permanecía todo el día en la cama con las
partes pudendas al aire porque no soportaba la ropa. Lloró lo que quiso y no
paraba de agradecerme los desvelos. Para compensarme me contó las historias más
sórdidas que conocía y eran muchas. Algún día te contaré alguna de ellas.
Recuérdamelo Johnny.
"Pero me
he ido un poco de la cronología. Te voy a contar el primer encuentro. Lily ya
me tenía aleccionada. Es pequeño y feo como el mismo demonio y tan mezquino que
da asco, pero yo sé que tú vas a poder con él, Anabel, me dijo la patrona. Lo
necesito porque me hace un gran servicio. Tú debes procurar satisfacerle y
tratarle con mimo. No te dará mucho trabajo. Se irá por la pata abajo nada más
verte desnuda, jaja. Si te pide algún numerito, algo lésbico que le gusta mucho
o alguna representación teatral, me llamas y veré si merece la pena
contentarle.
"Vino en
taxi hasta la casa. Yo miraba a través de los visillos, curiosa. Era muy bajito. No creo que llegara al 1,60. Su bigote enorme le hacía muy
ridículo. Eso sí, vestía de boutique cara y con muy buen gusto. Salí a
recibirle y extendí mi mano. Me la cogió con ansia, como si creyera que se la
iba a retirar enseguida. Me besó el dorso, dejando en la piel mucha baba. Hice
como que no me enteraba, aunque me dio mucho asco. Ya en la habitación me pidió
que me desnudara muy despacio, con música. El se sentó en una butaca y encendió
un apestoso puro. Pero no pudo ni darle dos chupadas porque en cuanto vio mis
tetas casi se desmaya. Dejó el puro en el cenicero, continuó Ani con la
narración, y echó mano a la bragueta. Me acerqué hasta él pensando que me
estaba indicando que se la meneara pero me rechazó ofendido. Continué con el
estriptis y en cuanto me vio en braguitas puso cara de estarse corriendo como
en unas olimpiadas. Cerró la boca como si intentara ahogar un gemido, pero no
pudo contenerse. Comenzó a chillar con su vocecita de niño y luego a toser y
después a gemir y a suspirar. Creí que le había dado algo e intenté palmearle
la espalda. Se enfadó mucho y salió corriendo hacia el servicio, con las manos
en la bragueta y la espalda inclinada hacia delante. Era todo un espectáculo de
feria.
"Regresó
al cabo de unos minutos. Yo seguía en braguitas, me había servido una copa para
ayudarme a pasar el mal rato, porque se me iba y venía la risa y no sabía cómo
controlarme. Le pregunté si se encontraba mal. Noté su cara de enfado y le dije
que no era preciso hablar si no quería. Entonces él debió notar algo en mi que
le hizo ablandarse. Me contó su problema muy escuetamente. Como viera que no me
reía de él se sinceró más. Así pude saber de su boca lo que ya sabía de labios
de Lily. Le dije que no se preocupara. Eso era algo común en los hombres y que
a lo largo de la noche se le olvidaría lo sucedido. Se echó a llorar como un
niño. Yo no sabía qué hacer. Me acerqué a él, le tomé una mano y traté de
consolarle. Como el llanto arreciara lo cogí en brazos. Lo llevé hasta la cama
y allí puse su cabecita entre mis pechos. Me los puso perdidos de lágrimas y
baba. Cuando se calmó me dijo que yo era la mujer más comprensiva que había
encontrado nunca. Que si le trataba bien él me recompensaría de mil maneras. A
pesar de su aspecto él tenía mucho poder en ciertos ambientes. Lo creí porque
Lily ya me había contado algo.
"Lo
desnudé con mucho cuidado y entonces descubrí su pililita de bebé entre sus
piernas. De no haberlo sabido creo que no hubiera podido contener la risa. Era
realmente pequeña, algo microscópico. Vaya pajarito cantor. Me salió de la boca
sin que pudiera hacer nada por evitarlo. El creyó que me refería a su pilulita
y se puso rojo de rabia. Fue entonces cuando se me ocurrió una salida que me
libró de su cólera. Sabes que tengo pájaros en casa. Lily me permite a veces
llevar alguno al trabajo para que me hagan compañía. Aquel día había llevado un
loro y un jilguerito. Ni corta ni perezosa salí de la habitación, bajé al salón
y subí la jaula del pajarito que se puso a cantar desaforadamente. Sabes que
tengo buena mano para los pájaros, en cuanto cojo una jaula no hay pájaro que
se resista.
Anabel no era
consciente del doble sentido de sus palabras y yo no quise decir nada por no
interrumpir la narración. Me limité a sonreír.
"Subí
con el jilguero a la habitación y entonces Zoilín comprendió la confusión y me
pidió disculpas. Me preguntó si no le parecía pequeña.Primero me hice la tonta.
¿Te refieres a la jaula?. No, mujer, no. Sabes que me refiero a esta cosita que
tengo entre las piernas. Hombre, las he visto más pequeñas. Es un tamaño medio,
tal vez tirando un poco a bajo, pero las hay mucho más pequeñas, puedes
creerme. Mentí como una bellaca, Johnny. Pero él se lo tragó. Los hombres os
tragáis todo cuando os interesa. Se relajó bastante y me dijo si le podía dar
un magreo. Así en braguitas como estaba me subí a la cama y comencé a
masturbarle. Pero era tan pequeña que se me escapaba de entre los dedos. Así
que decidí hacer de tripas corazón. Me gustan las mamadas, sabes muy bien
Johnny que te he hecho algunas antológicas, tener el nabo entre los dientes me
produce una sensación placentera, como si ya no me faltara nada. Pero aquel
nabito era más bien ridículo. Me puse a mamárselo como si lo hiciera con ganas
y entonces noté con sorpresa que se encendía. Se estaba empalmando. Fue el
empalme más rápido que he visto nunca. Y más si tenemos en cuanta que unos
minutos antes se había ido sin avisar. El nabito se puso firme y creció un
poco, no mucho, para qué vamos a engañarnos. Pero lo más asombroso es que
apenas me dejó echarle la lengua porque se corrió en mi boca con más velocidad
de la que nadie hubiera esperado. Echó un par viscosidades, chilló de gozo y yo
me quedé con el escupitajo en la boca.
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