lunes, 7 de noviembre de 2016

EL DOCTOR SUN, DISCÍPULO DE JUNG IV




No he tenido la menor dificultad en abrir el mueble-archivador donde el doctor Sun guarda sus historias clínicas. Tal vez se deba a mi empatía con la cerradura, aunque ya me ha repetido cien mil veces mi doctorcito que ni se me ocurra pensar en estas cosas “animistas” como él las llama, porque lo único que me faltaba, después de las indigestiones de empatía que sufro todos los días con los seres humanos con los que me encuentro en mi camino, ahora comenzara también a sentir empatía por cuanto objeto físico y material se tropiece mi mirada, porque entonces sí que le volvería loco al buen doctorcito, aunque soy de la opinión que ya lo está, pero nadie se atreve a decírselo porque como es psiquiatra tiene enchufe social.

He buscado en la “S” y allí, la primera de la fila, estaba mi historia clínica. Mis manos temblaban y no porque tuviera miedo de ser descubierto puesto que había recibido permiso expreso de mi doctorcito –así le llamo siempre porque me encanta esta expresión mexicana que creo recordar utilizaba también el bueno de Cantinflas- sino porque durante el camino he sentido empatía hacia el Sr. Sun, pensando y pensando cómo se sentiría si ahora supiera que estoy a punto de abrir su “sancta sanctorum” y de leerme mi propia historia clínica. Teniendo en cuenta lo que me ocurrió cuando la navidad pasada el doctorcito me invitó a su casa, junto con Rita la portera, reciclada a enfermera y alguno más de sus pacientes, los imprescindibles, para que nuestro diosecito no se sintiera tan solo. ¡Parece mentira cómo un hombre de sus dotes puede vivir tan solo y desamparado! En aquella señalada ocasión no se le ocurrió otra cosa que proyectar algunas películas cómicas. Recuerdo que estuvo dudando entre Charlot y Cantinflas y al final se decidió por éste último, algo que nunca le perdonaré porque mi crisis empática me hizo hablar y moverme como una peonza durante todas las fiestas, volviéndoles locos a todos, y obligando al doctor Sun a colocarme un potente somnífero en vena. Creo que hubiera llevado mucho mejor a Charlot, que era mudo.



Como les decía, he buscado en la “S” porque mi nombre es Severino Severo Amable. Así pues mi historia clínica tenía que estar necesariamente en la “S” de Severo o en la de Severino, si me apuran, aunque yo hubiera preferido estar en la “A” de Amable. Tengo que comentárselo al doctorcito, porque si hay un hombre amable sobre la faz de esta pecadora tierra, ese soy yo.

Enciendo la linterna porque es de noche y me he colado en el despacho de Sun como un ladrón, subrepticiamente. Ya sé que me dirán ustedes que no tenía necesidad alguna, puesto que el doctorcito me había otorgado permiso, pero prefiero prevenir que curar. Mi empatía hacia el doctor Sun me lleva a veces a imaginarme cosas que no son reales, como me dice y me repite él de forma constante. He podido empatizar con que me otorgaba su permiso y sin embargo esto no ocurrió en la realidad. Por eso le pido siempre certificaciones debidamente firmadas y selladas, por si acaso… Estoy convencido de que en este caso la tenía en mi poder, pero no la encuentro, por eso me deslizo como un ladrón en la noche, desactivo la alarma de su despacho con la contraseña que he obtenido empáticamente y rezo porque mi empatía sea real y el doctor Sun no la haya cambiado antes de que yo haya pensado en él por última vez.



Me siento como un ladrón, como un chorizo, como un cleptómano, tiemblo, me estremezco imaginando lo que estará sintiendo ahora mi doctorcito, o el ladrón, el chorizo, el cleptómano que acude a su consulta puntualmente cada quince días. Se trata de Alonso Cortizo, ladrón y chorizo, quien sufre de terribles cóleras cada vez que piensa en lo que le cayó la última vez por robar, mangar, chorizar, una tarjeta de crédito que no pudo utilizar y en lo que les caerá a los de las tarjetas black o a los famosos corruptos que campan y acampan por estos lares.

Por fin leo, leo…Siento un placer inmenso, casi un orgasmo al empatizar conmigo mismo. Aunque casi se me quita todo placer al intentar desentrañar la letra del doctorcito, diminuta, como cagarrutas de mosca, enrevesada, inclinada bien hacia un lado, bien hacia el otro, confusa, borrosa, ilegible, esto es un asco.
HISTORIA CLÍNICA DE SEVERINO SEVERO AMABLE

Es lo único que he conseguido leer con claridad porque está escrito en el ordenador de Rita la portera, reciclada a enfermera, reciclada a secretaria y además con contrato temporal A-4. Tengo que buscar una lupa, como si fuera Sherlock Holmes, e intentar decodificara este infierno de escritura.

No se me apuren, que si no puede ser hoy será maañaana.

1 comentario:

  1. La verdad sea dicha, parece muy amable don Severino, que no creo sea tan Severo. Eso sí, no contó con lo de la letra de cagá de mosca del doctorsito. Je je, me ha parecido una buena introdución este capítulo del Dr. Sun, tendré que ir de atrás alante. Y es que... señor mío, me pierdo en sus escritos y no sigo ningún orden. Eso sí, leerle, le leo.

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