jueves, 24 de noviembre de 2016

EL LABORATORIO DEL PROFESOR CABEZA PRIVILEGIADA







              EL LABORATORIO DEL PROFESOR CABEZAPRIVILEGIADA




 A pesar de la amistad que une a Hipo con el profesor lo cierto es que éste no conoce aún el laboratorio secreto que el más grande inventor desde Leonardo da Vinci tiene bajo una montaña en algún lugar sobre el planeta Tierra. Según rumores ésta es la presa más codiciada de la C.I.A. y de otros servicios de inteligencia.

Aprovechando un periodo vacacional, que el millonario Slictik se ha concedido a si mismo con gran generosidad por su parte, a este curioso personaje se le ocurrió llamar a su despechado al profesor donde le conminó a que le enseñara el laboratorio. Como quien no quiere la cosa la expedición se planificó y ejecutó casi sin tiempo material para otra cosa que no fuera agenciarse un medio de transporte. Como Slictik no deseaba utilizar al chofer habitual de su limusina, por motivos obvios de mantener el preciado secreto a toda costa, no tuvo empacho en telefonear a Hipo para que pusiera su utilitario a disposición del terceto. El coche del profesor es un ferrari testarrosa en color rojo violento que llama descaradamente la atención allá donde aparece. Razón por la que fue descartado sin apelación a pesar de las protestas del profesor que no se mueve sino es al volante de su bólido.

Así que muy de mañana, casi con el alba, Hipo, que aún se restregaba las legañas estacionó en el patio de la mansión del conocido millonario. Allí estaban ya el profesor que había dejado su ferrari en las cocheras de alta seguridad de la mansión y Slictik que llevaba para la ocasión un viejo vaquero remendado, una camisa a la que faltaban botones y un sombrero de cawboy para refugiarse del sol veraniego que en aquel momento asomaba un pelo de su rubia cabellera por el horizonte. El malhumorado millonario que no dejaba de meter prisa al dormido Hipo se apoderó del asiento del copiloto, sucio de papeles y migas de pan, y obligó al profesor a sentarse atrás con la disculpa de que era preciso vigilar a un conductor poco diestro.

Salieron a la autopista H-1, iluminada por los faros de una fila de madrugadores vehículos, y tras un largo y accidentado viaje hacia las montañas rocosas en el que no faltó de nada, ni lluvia, ni granizo, ni atascos, ni rayos y truenos, se desviaron por un camino de tierra hacia el malhadado laboratorio. Durante el camino Slictik aburrió a Hipo con toda clase de observaciones e improperios, acusándole de ser el ser humano más gafe de la historia desde que Pandora abrió el baúl donde los dioses habían recluido todos los males. Este que es muy sentido se prometió venganza.

En el primer rayo de sol menos fogoso que el resto que dijo haber descubierto -no se sabe si ayudado por algún artilugio regalo del profesor-  decidió parar el coche y buscar una sombra en el árido desierto. A pesar de su fama de gafe encontró un matojo que daba una sombra adecuada a su volumen. Sin decir nada, silencioso como un muerto, abrió el portamaletas y de una mochila vieja y grasosa sacó una bolsa de plástico con varias tarteras. Una estaba repleta de ensalada campera tal como a él le gusta, otra de tortilla de patata con pimiento y chorizo y envuelto en papel de aluminio varios trozos de jamón, chorizo, cecina casera y toda clase de sabrosas viandas adecuadas a una excursión campestre.
Sin encomendarse ni a Dios ni al diablo cargó con todo, se puso en bandolera una cantimplora de vino de Rioja que recibe todos los meses por correo aéreo, y se instaló a la sombra del matojo. Colocó un sucio trozo de plástico sobre la arena y comenzó a sacar viandas como un hambriento Sancho Panza.

Slictik, que vio el panorama oscuro en el horizonte y despejado a la sombra del castaño, a pesar de tratarse de un caluroso día veraniego, salió corriendo hacia Hipo pero en lugar de disculparse por su descortés comportamiento no se le ocurrió otra cosa que coger a Hipo del cuello de la camisa y endilgarle un desabrido sermón sobre sus gustos sanchopancescos y su falta de humanidad. Hipo se molestó aún más de lo que estaba y en cuanto pudo desasirse se sentó en la arena y tenedor en ristre comenzó a dar buena cuenta de la ensalada sin mirar a otra cosa que no fueran las patatas, lechugas, tomates y toda clase de ingredientes de que gusta aliñar sus ensaladas.

Slictik que sabe apreciar una buena comida allá donde la encuentre cogió la hogaza de pan blanco y el envoltorio de la cecina y se puso a comer a dos carrillos olvidado del profesor que desde el asiento trasero del coche no dejaba de mirar en su dirección con cara de pocos amigos. Ambos estaban tan ocupados en la faena que se llevaron la gran sorpresa cuando de pronto el profesor se sentó a su lado y sin el preceptivo "sorry" comenzó también a dar buena cuenta del avituallamiento.
Finalizado el ágape y animados por el vinillo se pusieron en camino hablando por los codos. El resto del camino se les hizo muy liviano a pesar de los baches y de que Hipo en un volantazo muy brusco al despertar de un breve adormecimiento a punto estuvo de sepultarles en un precipicio.

El laboratorio del profesor se encuentra bajo una montaña aprovechando una gran cueva natural. Es preciso abandonar el coche a la entrada de un desfiladero, trepar por un senderillo de cabras si las hubiera en las montañas rocosas, y tras deslizarse por un estrechísimo pasadizo por el que Hipo se vio obligado a pasar de costado, uno se encuentra con un alto vallado metálico electrificado. El profesor dijo las palabras mágicas que desactivan las defensas y el terceto pudo pasar al otro lado donde un enorme mastín con collar de púas saludó muy respetuoso al profesor moviendo la cola. En cuanto olió a Hipo se lanzó sobre él, se puso a dos patas, las otras las apoyó en los hombros del voluminoso ser humano amante de los animales, y sin encomendarse a nadie lamió los carrillos de su nuevo amigo. En cuanto se cansó de carantoñas fue directo a oler a Slictik pero algo no debió gustarle porque quiso emprenderla a mordiscos con el millonario que se había dado ya la vuelta e iniciaba una loca carrera. Gracias a los buenos oficios de Hipo y a las órdenes del profesor Slictik se libró de unas buenas dentelladas en el trasero.

Utilizando un diminuto mando a distancia el profesor abrió la cueva de Alí Babá disimulada en la dura piedra. Los tres mosqueteros acceden al interior bajando a las profundidades en una plataforma-ascensor. El trabajo de construir este laboratorio en plena roca debió de ser ímprobo. Solo la tecnología avanzadisima que posee el profesor pudo hacerlo posible. Al parecer en la construcción colaboró un robots última generación que bien hubiera podido edificar él solito el monasterio del Escorial.

Hipo y Slictik no pueden evitar asombrarse de la cabeza privilegiada del profesor. Ni en sueños imaginaron semejante despliegue de ingenio y medios. La primitiva covacha fue transformada en un gigantesco bunker donde no falta de nada, amplísimo laboratorio con todos los adelantos de la ciencia, dormitorio para el profesor y su servidumbre (una vieja nany inglesa y un rígido mayordomo) y posibles huéspedes. Por no faltar no falta ni una sala de cine al que el profesor es muy aficionado, salón para fumadores y no fumadores, comedor, cocina, bodega y surtida despensa. Biblioteca de Alejandría abundantes incunables y todo lo que un supermillonario en la sombra como es el profesor pudiera desear.

Les recibe el mayordomo James quien inclina la cabeza con rigidez de bisagra que nunca ha salido de sus goznes. El profesor le manda preparar bebidas para limpiarse el polvo del camino al tiempo que saluda a la vieja Nany, achacosa y medio sorda, que no deja de oprimirse las manos sobre el delantal de un blanco impoluto, al ver frente a ella a la gran pasión de su vida. Desde niño a cuidado al profesor sin concederse un segundo de descanso, hasta en sueños repasa sus obligaciones del día siguiente. Saluda a Hipo  quien se atreve a dar un casto beso en las arrugadas mejillas de la anciana. Esta se ruboriza y mira al suelo. Gesto que aprovecha Slictik para pasar de saludar a la vieja y apoderarse de un cómodo sillón orejero donde recibe la copa de manos del silencioso James.

Una vez recargadas pilas el profesor hace de cicerone sin pérdida de tiempo. Acceden al laboratorio por una gran puerta acristalada que el profesor abre con un guiño de su ojo izquierdo. Explica que una cámara fotoeléctrica enfoca su rostro y analiza el movimiento de su párpado. Si éste no coincidiera con el de su patrón no se abriría ni con la explosión de cien bombas nucleares. Este dispositivo crearía serios problemas en otra persona puesto que un estado emocional fuera de lo habitual impediría que el guiño fuera reconocido pero habida cuenta de lo impertérrito del carácter de este hombre tal peligro es impensable. Ya en el interior la pulcritud y limpieza extremas que se observa a simple vista hacen pensar en la mano de Nany. Ni una mota de polvo, cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa que tiene su correspondiente plaquita explicativa. Los inventos están ordenados por orden alfabético y nada que pueda ser inventado está ausente.
Hipo inicia el recorrido por su cuenta deteniéndose de pronto ante unos pendientes que llaman su atención.




INVENTOS DEL PROFESOR JOHN CABEZAPRIVILEGIADA

Traductor electrónico simultáneo de lenguajes políticos (T.S.L.P.)

Observarán que tiene todo el aspecto de un sonetone. Ustedes se colocan el pinganillo en la oreja y este receptor en el bolsillo de la camisa. Les garantizo que no habrá político capaz de engañarles, por muy retorcido e inextricable que sea su lenguaje.

Pongamos ejemplos para que se hagan una ligera idea del poder que un aparatito como éste puede traer a sus vidas manipuladas.

Imaginen que un político comienza a hablar de "conyuntura económica". Inmediatamente el traductor simultáneo les soplará a la oreja: Las cosas se han torcido, por lo tanto es lógico que los que deben pagar el pato son los trabajadores. Es ley de vida, amiguitos".

Imaginen que se acaba de producir un escándalo de corrupción política. Cuando oigan aquello de "Vamos a crear una comisión de investigación seria, muy seria. Les aseguro que descubriremos hasta el barrillo que se ha ido acumulando todos estos años en los bajos de su vehículo, amado elector, y lo limpiaremos sin que usted tenga que doblar la cintura". El traductor simultáneo les hará oír lo siguiente: "Lo taparemos todo, arrojaremos el escándalo a la basura del vertedero más cercano. ¡A ver quién es el guapo que se atreve a encontrarlo sin antes ensuciarse hasta las orejas!

Cuando oigan aquello de "este país va bien" entenderán lo siguiente: "este país va bien para unos pocos, para nosotros sin ir más lejos, pero den tiempo al tiempo y ustedes acabarán gozando de nuestros privilegios. Estamos en el buen camino, colega ciudadano".

Imaginen que están oyendo algo parecido a esto:" Vamos a arrasar en las próximas elecciones". El traductor que es un avispadillo entenderá que quieren decir: "Les vamos a engañar, que son ustedes más tontos que Picio. Ténganlo por seguro, estúpidos, cretinos, son tan manipulables que la seguridad de nuestra victoria es de una evidencia incontrovertible".

Esta es sólo una pequeña muestra y eso que las imitaciones que les acabo de hacer de un político en plena campaña electoral han sido pobres, muy pobres, lo reconozco. Pónganse el pinganillo en un mítin y verán lo que es bueno.

He decidido que en las próximas elecciones regalaré este artilugio a la puerta de cada local donde se celebre un mítin. Solo pongo una condición y es que a la pregunta de cualquiera sobre el aditamento de su oreja, contestarán: Lo siento amigo, estoy más sordo que una tapia. Háganlo, se los ruego a ustedes o me pondrán en un serio compromiso.

Ustedes disculparán la interrupción pero acaba de sonarme el móvil.
 Sin duda se trata de mi novia...ya saben la bibliotecaria...no, no la becaria, han entendido mal, la bibliotecaria. Ya saben cómo son las mujeres, nunca las hagas esperar o te arrepentirás, sobre todo si es el día de tu-su boda. Confío en que dentro de un par de horas pueda seguir narrándoles esta extraordinaria demostración de magia a cargo del ilustre profesor. A mi novia le gusta hablar mucho pero mientras contesto a todas sus preguntas no me perderé ni un solo invento del profesor. Pueden estar tranquilos.

Continuará.



 

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