miércoles, 2 de noviembre de 2016

KARL FUTURE



KARL FUTURE, VERSIÓN ANTIGUA

KARL FUTURE, NARRADO POR ÉL MISMO A SU DIARIO, LA CÁMARA-ROBOT CYBYL 4291


No esperaba a nadie, aún así salí de estampida en cuanto el pitorrín que llevo en la oreja derecha, la voz de mi hogar, me avisó de que estaban llamando a la puerta. Lo que no me dijo fue de quién se trataba por lo que la sorpresa que recibí fue mayúscula. Me había olvidado por completo de que en un programa interactivo de la televisión MXV había dado a una tecla del mando, como indicando que aceptaba el regalo de una cámara de video robótica, último modelo. Se trataba de un regalo interesado puesto que en un momento determinado podías dar a otro botoncito y salir en directo en el programa “Escenas en directo de la vida corriente y moliente”- Un jurado, compuesto por unos cuantos tontos de capirote elegía el mejor vídeo de la semana y ganabas una pasta gansa que solucionaba parte de tus problemas por el resto de tu vida, los otros problemas no los podría solucionar ni la pasta ni la gansa, pero mejor tener la mitad de los problemas que tenerlos todos.

Me toqué la oreja izquierda para abrir la puerta. No vi a nadie, avancé unos pasos y caí de bruces. Había tropezado con algo. Una risita metálica, muy repugnante, me sobresaltó. A la altura de mis ojos se movía en el aire una cámara robot con alas. Tenía la forma típica de estos artilugios, solo que más pequeñita, más aerodinámica. Semejaba un avión en miniatura. Tenía encendido su pilotito rojo y me estaba grabando con total desparpajo.

-Hola, amigo Carl Future,  soy la cámara-robot Cybyl 4291. He sido programada para que me ponga a tus órdenes hasta nueva programación.  Para activarme tendrás que aceptar verbalmente los términos y condiciones que paso a leerte.

Me leyó todos los términos, con tal detalle, con tanta pausa y regodeo, que cuando terminó yo me encontraba sentado en el salón, con una botella vacía de buen güisqui de centeno y una cogorza monumental, de “ no te menees porque no puedes”.  La maldita cámara no había dejado de grabarme todo el tiempo. Bueno, al menos me reiría luego un rato, cuando se me hubiera pasado la resaca, con mejor humor.  No se activó, la muy puñetera, hasta que repetí verbalmente la fórmula:

“Yo, Carl Future, acepto los términos y condiciones de este contrato y juro solemnemente  cumplirlos o soy consciente de que me veré en los tribunales”.

No comprendo muy bien cómo Cybyl pudo dar por válido el juramento con aquella voz de borracho, incomprensible e inextricable, incluso para un robot amamantado con güisqui de Kentucky. 

Pasadas unas veinticuatro horas, más o menos, decidí  ver la grabación y pude comprobar que mi aceptación de las condiciones del contrato sonaba algo así como: “ afeccctooo zodas, zodas, las conciciones y… y…”

Lo que sigue es incomprensible e inimitable. No he conseguido que Cybyl se desactive. He probado a darle todo tipo de órdenes. He revisado el manual, he llamado a la mandataria del robot, todo inútil. Al parecer sigo el protocolo correcto pero la dichosa “robotina” se ha bloqueado o es demasiado lista y hace lo que quiere. Podría llevarla al taller que la empresa ha señalado para su revisión, pero eso me llevaría mucho tiempo y además me he acostumbrado a la idea de dictarle mi diario a Cybyl. El problema es que nunca se desactiva, graba y graba, lo mismo que esté en el retrete que dormido (esto lo sé porque al despertar veo lo que ha grabado y hasta puedo escuchar mis ronquidos).

Creo que nunca fui sonámbulo, y por mucho que Lucy, mi ex novia, lo intentara, tampoco soy un borracho. Lo de roncador era algo que intuía, pero muy vagamente…

Por suerte ni borracho, ni sobrio, ni dormido ni despierto, toqué el botón que me ponía en directo al alcance de toda la audiencia del planeta.

Antes que nada me van a permitir que les explique en qué mundo vivo, no sea que alguno de ustedes haya quedado en hibernación dentro de su armario y de repente despierte, salga del armario y se encuentre realmente perplejo.

Estamos en el año 2224. Es una pena que no sea el 2222, porque me encantan los capicúas y creo que me dan suerte. ¡Qué le vamos a hacer! Uno tiene que aceptar la realidad tal como es y no como le gustaría que fuera o fuese.

El mundo que ustedes conocen, también llamado planeta Tierra, ha evolucionado tecnológicamente mucho, “la tira” como dirían ustedes si se hubiesen hibernado en el siglo XX, segunda quincena, década prodigiosa, para despertar ahora, tan sobresaltados como aterrorizados. Sí, cierto, hemos evolucionado -¡quién lo diría!- aunque en lo que se refiere a inteligencia emocional seguimos igual de “gilipollas” que antes (como diría, etc, ya se conocen la cancioncilla).

No les voy a contar de “una tacada” (jerga del... ya saben, que tanto me gusta y que emplearé mucho en este diario) cómo es actualmente su-nuestro planeta. Me limitaré a darles los datos más esenciales:

Me llamo Carl Future, soy nativo de Pensilvania, estado de la antigua USA. Estoy soltero, por desgracia, porque daría cualquier cosa, incluido un brazo biónico, por tener a mi lado a una preciosa mujercita, aunque me echara broncas todos los días y nos lleváramos fatal. La soledad es muy dura y ningún artilugio electrónico o robotina puede atenuar esta angustia.

En realidad la mayoría estamos solteros en el presente actual. En … Les he pillado, ahora me estoy refiriendo al siglo XXI, a sus comienzos, nos hubieran llamado “singles”. ¡Qué chorrada! Las razones son varias y tantas que me olvidaré de explicarles susodichas razones.

Trabajo un par de horas diarias a través de la red virtual que conecta todos los hogares del planeta y nos conecta a todos, lo queramos o no. A cambio vivo como un rey en Nueva York, solo que en Pensilvania.

En esta época histórica viajamos mucho, esencialmente somos turistas y comunicadores virtuales. Si ustedes vivieran en el pasado, presente para ustedes, es decir en el siglo XX o XXI y siguientes y concordantes, no sabrían que ahora, futuro para ustedes, sabemos muchas, muchas cosas, entre ellas hemos descubierto alguno de los grandes secretos de la mente. La razón del sueño, pongamos por caso. Aunque no se lo crean nuestras mentes son una especie de ectoplasmas de casi pura energía que están sobre nuestras cabezas, o dentro de nuestros cráneos, o al lado de nuestros cuerpos ( todo da igual porque el espacio no existe en la física cuántica, ni tampoco el tiempo, y esto es muy, pero que muy parecido a la física cuántica) y los sueños no son otra cosa que lo que ve la mente cuando no tiene puestas las orejeras de los ojos. Se lo digo por dos razones, la primera porque antes o después se van a enterar, porque con el tiempo les hablaré de todos los inventos del futuro, para ustedes, presente para mí. Y la otra razón es que así entenderán mejor estos concursos televisivos, tan esperpénticos, que invaden el gran ego planetario como así se le llama ahora a la Tierra, “Gran Ego Planetario” G.E.P. Uno de estos programas, del que ya les he hablado, “Ponga un espejo en su vida” me ha regalado a Cybyl.

Y me disculparán ustedes, porque no puedo seguir narrando esta historia. Cybyl se está “cachondeando” de mí y creo que voy a intentar apagarla como sea.

Continuará.





    ESBOZO

El doctor Sun se siente intrigado por este extraño hombre, como no saca nada en limpio decide hipnotizarlo. Al saber que le gusta Bach le invita a su despacho y le pone las variaciones Golberg.

ESBOZO FÍSICO

Josen Alto, guapo, con rasgos muy extraños, bien mirado parece blanco, aunque tiene un moreno que no es de sol, ojos orientales, hombros y envergadura de aborigen australiano, impasibilidad de la raza india, apache   Sun.

Al hipnotizarle descubre que viene del futuro, se llama Carl 24. Sun le pregunta si es un robot. Responde que es un hombre biónico. Ha huido del futuro porque no le gusta y ha viajado en el tiempo a diferentes. Ha decidido quedarse en esta época. 


CARL FUTURE

El Sr. Buenavista continuaba tomando filiaciones en la Torre de Babel. Con cada ejemplar, fechado y datado, la sensación de que en el edificio se habían recibido un conjunto de locos de lo más peculiar, iba aumentando y se hizo casi angustiosa al llegar a CArl Future.

Este se había adecentado un despachito en los sótanos y estaba reciclando un antiguo salón de máquinas (la calefacción se cambió a aire acondicionado hace algunos años) como centro de control de seguridad del edificio, numerosos monitores, consolas de mando, laberíntico cableado, aquello parecía una tienda de informática.

Carl Future es un hombre  alto,  con una envergadura de oso polar, de raza y colos indistinguibles. A simple vista parece un hombre blanco, pero bien mirado tal vez se haya echado algo de café en la leche, porque su moreno no es precisamente de terrenal en la Torre de Babel hay una gran terraza solarium que utilizban ejecutivos, ejecutivas, secretarios y secretarias para tomar el sol.

Carl Futuro podría considerarse una mezcla de hombre blanco, hombre negro, aborigen australiano (por los hombros y la cabeza) hombre chino o japonés ( por las rasgaduras de los ojos) y hasta incluso apache o comanche por su imperturbable postura, hiciera lo que hiciera el Sr. Buenavista hasta se planteó si no tendría algo de robot. No fue esta la primera pregunta que le hizo, sino otra.

-¿Nombre?

-¿Para qué quiere saberlo?

-¿No quiere participar en el grupo de empresas o Holding internacional que estoy construyendo con el dinero de Slictik. ¿Renuncia usted a lo que le comprende como personaje de este informe ocular?

-No me siento personaje de nadie. Pero si hay que serlo para recibir dinero no me importaría asumir que nací de una bola romana.

- A mi tampoco. En eso es usted como yo, el dinero es lo principal. ¿Me va a decir ahora el nombre?

-Carlo Future.

-¿Qué clase de nombre es ese?

-Bueno en realidad me llamo CArlo XXIV pero como he visto que ustedes siguen utilizando apellidos me busqué uno.

-¿Y no encontró nada más llamativo?

-Me pareció el más conveniente teniendo en cuenta que vengo del futuro.

-¿Del futuro?

El Sr. Buenavista asumió enseguida que estaba ante el loco más original del rebaño y decidió seguirle la corriente.

-Así es, vengo de un futuro que para ustedes no ha llegado aún, pero llegará.

-¿De qué futuro, si puede saberse?

-Claro que puede saberse. Del siglo XXXI concretamente.

-¿Antes o después de Cristo?

Su ironía pasó desapercibida a Carl Future.

-Después, por supuesto. El siglo XXXI antes de Cristo tenía su encanto, pero tecnológicamente era irrelevante.

-¿Y por qué eligió esta época?

-Muy sencillo, porque me permite utilizar mis conocimientos tecnológicos como si fuera un dios y porque este grupito de chiflados me resulta simpático en extremo.

-¿En su época no hay chiflados?

-¡Oh, sí! Casi todos lo estamos. Pero al menos en este presente aún queda un poco de libertad que uno puede respirar si abre bien la boca.

El Sr. Buenaivsta agotó su paciencia. Se despidió deprisa y corriendo y no paró ahsta el despacho del doctor Sun. Una vez tomó nota de su filiación le comentó su conversación con Carl Future.

Debería hipnotizar usted a este chalado a ver qué saca.

-¿Por qué lo llama chalado? Apenas lo conozco pero es el único de ustedes que ha ofrecido su ayuda antes de pedir un despachito. Si cree que venir del futuro allá él. Otros dicen haber sido abducidos por ovnis y nadie les encierra.

-Como quiera, pero hágame caso e hipnotícelo. Este hombre me da mala espina.

En cuanto Buenavista le dejó solo el doctor Sun se quedó pensativo. Tal vez no fuera mala idea. Debería hipnotizar a todos los residentes en la Torre de Babel. Si no encontraba allí el subconsciente colectivo no le encontraría en ninguna otra parte.

Les ahorraré todo el proceso para resumirla lo que encontró el doctor Sun en el subconsciente de Carl Future.

¿Qué quién soy yo? Lotario, el reportero más dicharachero del diario, el paparazzi más atrevido desde que se inventó esta profesión.

Disfrazado de empleado de Candelaria, con el pelo al cero y uniforme nazi fue pasando completamente desapercibido. 

Continuará

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