martes, 10 de noviembre de 2015

CARNAVAL EN EL JARDÍN DEL EDÉN II


DESFILE DE CARNAVAL EN EL JARDÍN DEL EDÉN


Este narrador no tiene palabras para describir el caos, el pandemonium, el alboroto, el desorden, el aquelarre que acabó por adueñarse del en otro tiempo (es un decir, porque al parecer en dicho jardín no existía el tiempo) idílico jardín donde nuestros primeros padres fueron situados para que se conocieran, se amaran y procrearan hijos, nietos, bisnietos y así generación tras generación durante siglos y milenios (es un decir de nuevo). 

Este narrador no acaba de entender muy bien lo que al parecer se describe en la Biblia, concretamente en el Génesis, porque es imposible que nuestros primeros padres tuvieran hijos si no se habían apercibido aún de que estaban desnudos (se dice en la narración bíblica que lo supieron al comer de la manzana). Fueren cuales fueren los hechos acaecidos y las explicaciones hilvanadas a posteriori, creo que fue una pena que se comiera la manzana, bien por instigación de la serpiente o de la propia Eva o del machista Adán, que primero tiraba la manzana y luego escondía la mano, o bien como describiré en algún momento debido a al desfile carnavalesco que acostumbra a terminar mal –o bien, según se mire- porque con tanta máscara uno se olvida hasta de su personalidad y responsabilidad social. Y digo que fue una pena porque al parecer, sino se hubiera comido ahora no existiría el mal en el mundo, ni las guerras, ni el hambre, ni la violencia, ni … tantas cosas malas que prefiero no nombrarlas y toco madera… del árbol de la ciencia del bien y del mal. Ahora mismo, sin que hubiera transcurrido el tiempo, todos podríamos estar, tan ricamente, en el jardín del Edén, desnudos y sin apercibirnos de ello, amándonos y dejando que los frutos del amor se nos subieran a las barbas patriarcales, extendiéndonos por el vasto territorio del jardín sin que ello produjera conflictos y guerras fraticidas por las fronteras y gritos de independencia y la confusión de lenguas que se produjo con la Torre de Babel… que esa es otra y prefiero no mentarla, como a la bicha.

Dicho lo cual procedo a narrar los eventos, tal como llegaron a mis sentidos y luego fueron procesados, atenuados, censurados por mi mente de narrador que quiere quedar bien con todo el mundo y mal con nadie. No se sabe muy bien cómo el resto de abducidos supo de la reunión junto al árbol de la ciencia del bien y del mal. No se sabe, pero se intuye que en aquel idílico jardín el árbol, enorme como una secoya y copetudo como un político en un mitin, necesariamente tendría que atraer a todo el que tuviera dos ojos y dos dedos de frente en un vasto radio de dos millones de kilómetros a la redonda, pongamos por caso. Así fue como fueron llegando más y más abducidos, que eran tantos como las arenas de la playa y las gotas en el mar, si bien fueron llegando poco a poco y eso permitió un poco de respiro a todo el mundo.





Se formó un comité carnavalesco, presidido por el profesor Cabezaprivilegiada y con Carl Future en la secretaría técnica y logística, y todos, uno tras de otro, el primero Milarepa, fueron pasando por las cabañas de ramas, cañas y hojas que todos contribuyeron a levantar. Allí se les tatuó la piel con dibujos surrealistas, diseñados por don Alcanfor, naturalistas, diseñados por el millonario Slictik, místicos y mandálicos, diseñados por Milarepa y en cada tatuaje, elegido por el cuerpo desnudo correspondiente, se mostró toda la imaginación malévola producto de la sacudiría del mal que la humanidad adquiriría con el tiempo. Tan solo Adán y Eva, Eva y Adán, para que la igualdad que algún día será alcanzada en el futuro de la especie humana asome ahora los pelos de su cabeza, no se tatuaron porque aún no eran consciente de su desnudez, aunque sí de la desnudez ajena, con lo que se cumplía el futuro proverbio de que antes ves la paja en ojo ajeno que la viga en el propio.

Milarepa pidió que se le taturan mandalas por todo el cuerpo, con el fin de que todo aquel, o aquella, que le mirara entrara en contemplación mística en lugar de abandonarse a los bajos instintos que nos tientan a todos cuando vemos cuerpos desnudos, incluso con barriga y arrugas, incluso con la fealdad que la erosión del tiempo siempre acaba deteriorando hasta las Venus más bellas. El millonario Slictik solicitó que se dibujaran sobre su piel escenas eróticas y que se alargara su miembro viril mediante un tatuaje reflectante. Y así fueron tatuándose todos, según sus preferencias e inhibiciones, que de todo hay en la viña del señor o en el jardín del Edén correspondiente.




El comité para los actos carnavalescos en el paraíso terrenal decidió que un carnaval sin música no era nada y un subcomité eligió los instrumentos musicales y a los artesanos que lo confeccionarían. De esta forma se formó una orquesta de flautas de pico, traveseras, de pan, ocarinas, quenas, flautas dulces, flautines, trompetas, trombones, etc etc, todos los ecéteras de madera. Se hicieron tambores, platillos, timbales, cajas, zambombas, baterías, castañuelas, etc, etc, todos los ecéteras de madera. Y así, poco a poco, día a día –días atemporales, por supuesto- se formó la orquesta, se formaron las comparsas, se destilaron vinos y licores (que no hacían daño porque aún no se había comido la manzana, pero sí embriagaban) y las fiestas de carnaval se iniciaron en el jardín del Edén con un millonario Slictik, completamente desmelenado que sacó a bailar a Eva mientras Adán sacaba a su vez a danzar a Karen Lactic y cada oveja se fue con su pareja y de esta forma al llegar la noche se hicieron antorchas (todas de madera) y comenzó el desfile al compás de la música, al ritmo de los tragos de licores variados y las comparsas desfilaron por la gran llanura y todos portaban máscaras y habían tatuado sus pieles y al frente del desfile iban nuestros primeros padres, desnudos y no tatuados, y después Milarepa, con las manos en la cabeza, porque ya preveía el mal que caería sobre toda la humanidad a través de la dichosa manzana, y luego el comité formado por el millonario, su encantadora esposa, el profesor, Carl Future y algunos más. Y luego la primera comparsa y luego la segunda y la tercera y así hasta…
Hasta que basta, que esto es muy cansado y necesito echarme un trago, de esos de antes del advenimiento del mal, cuando hasta las embriagueces no producían dolor de cabeza. Antes de caer la noche hizo su aparición el ocaso, que ya anunciaba a la primavera –atemporal, por supuesto- que asomaba su cabecita rubia, melenita de miel y vitalidad de joven que no conoce el otoño. Y de esta amable guisa se juntaron y ayuntaron el carnaval y la primavera. Pero de su progenie hablaremos otro día –atemporal, por supuesto-. 

Continuará.



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