lunes, 30 de noviembre de 2015

LUIS QUIXOTE Y PACO SANCHO II

DÍA DEL LIBRO 2014

Monumento en Alcázar de San Juan



LUIS QUIXOTE Y PACO SANCHO/ CONTINUACIÓN

* * *


Despertó sudoroso. En su reloj de procedencia asiática se marcaba el mediodía. El sol atravesaba los sucios cristales de la ventana sin obstáculo alguno, se había olvidado de bajar la persiana, y acariciaba el lecho con toda la intensidad de su fuego natural.

Se revolvió con cierta dificultad acorde con su físico adiposo y al volverse pudo ver a su amado coleguilla que aún continuaba con la mirada clavada en el techo. Su respiración era tan tenue que por un momento le creyó cadáver y hasta puso su enorme manaza sobre la boca de su colgado amigo intentando notar su aliento, para alejar los funestos y trágicos presagios que intentaban alcanzar su embotada mente.

En el cuarto de baño dejó la cabeza debajo del grifo para despejarse, era a lo más que la mugre y él llegaban en un pacto de no agresión. Cuando regresó junto al lecho su colega Luis Quixote continuaba sin moverse con la vista clavada en el techo. Esta vez le ha dado fuerte, pensó con preocupación, y se puso a buscar la bolsita de plástico con las hierbas que según él tanto daño habían hecho en la mente de su amigo, olvidando que su cerebro llevaba ya algunos años sufriendo la agresión de las más diversas y dañinas sustancias que el ingenio del ser humano había inventado desde que empezara a darle vueltas a la chola, incluido tal vez la droga más antigua, el alcohol –inventada por Noé en un momento de exaltación mística-. La encontró arrebujada en el fondo de la bolsa de viaje y con inútil precaución porque su colega no se movió, abrió la puerta de la habitación y buscando un lugar apartado en el erial donde está situado el hostal pegó fuego de las hierbas con su mechero hasta que de ellas no quedaron mas que cenizas que fueron desperdigadas al viento a patadas por un Sancho rabioso como pocas veces lo había estado en su vida.


Regresó a la habitación con la esperanza de que su amigo se hubiera recuperado pero allí seguía tumbado boca arriba, la cara pálida debajo de su barba desgreñada, los ojos muy abiertos enmarcados por su sucia melena, el flequillo pegado a la frente sudorosa y una expresión tal de arrobamiento que Paco Sancho se llevó las manos a los cuatro pelos que aún permanecían pegados milagrosamente en su calva cabeza y se los mesó con desesperación. Si en lugar de tanta porquería como se ha metido al cuerpo se hubiera dedicado como en mi caso a comer bien, acompañando el condumio con buen vino no se vería ahora en esta triste situación. 




*Monumento a Don Quijote en Campo de Criptana, lugar de nacimiento de Sara Montiel y donde el autor imparte su cursillo de yoga mental.

Paco Sancho reflexionó sobre la conducta a seguir, no procedía llamar a un médico, se limitaría a mover la cabeza hacia uno y otro lado expresando la preocupación de semejante cuelgue e incluso podría denunciarles a la policía. Los drogotas son como perros en esta sociedad, todos huyen de la rabia que pueden contagiar y se procura que mueran lejos de los lugares habitados. Dejarle allí en tal estado era arriesgarse a que se quedara como un pajarito. Si al menos comiera algo, quedarían esperanzas de que pudiera recuperarse. Buscó debajo de la cama la bolsa de papel con las hamburguesas y las patatas e intentó introducir un bocado en ella, bocado que precariamente partió con sus gruesos dedos. Su colega estaba en un mundo mejor donde no requería de alimentos para el cuerpo, Paco Sancho no se lo pensó dos veces, a esas horas de la mañana otros días ya había desayunado un refrigerio propio de un regimiento hambriento. Se embuchó entre pecho y espalda la hamburguesa y las patatas grasientas y ligeramente pasadas, ayudó una cerveza ya caliente pero que sirvió para provocar unos cuantos eructos que le dejaran el cuerpo dispuesto a enfrentarse al nuevo día con posibilidades de no morir en el intento.

Puso varias cervezas a refrescar en el lavabo y llenando de agua un cubo de plástico, seguramente olvidado por la limpiadora, se le arrojó a su amigo a la cabeza sin ninguna consideración, volviendo rápidamente al servicio para rellenar el cubo. Al regresar Paco Sancho notó que su amigo parpadeaba, lo que consideró buena señal. Le arrojó el segundo cubo y la única reacción de su colega fue dar un fuerte estornudo tal vez porque algunas gotas de agua habían entrado por mal conducto. Paco Sancho aprovechó la ocasión para zarandear al bello durmiente que comenzaba a despertar y como no acabase de hacerlo le dio dos bofetadas que lanzaron su cabeza hacia uno y otro lado y a punto estuvieron de doblar su cuello largo y delgado de cisne onírico. Quixote abrió los ojos un momento, los cerró de nuevo, parpadeó y dejó que la mirada quedara clavada en cualquier parte, solo entonces fue capaz de articular una pregunta.

-Vamos, vamos, Luisillo, colega de mis entrañas. Despierta de este mal viaje y sigamos nuestra camino en busca de maravillosas ínsulas.

-Dices bien, amigo Sancho, pero antes deberemos hacernos nombrar caballeros.




*Molinos de viento en Campo de Criptana.

Luis Quixote había salido de su trance aunque seguía con aquella obsesión quijotesca que Paco Sancho ya conocía de otras veces, la coincidencia de su apellido con el del buen hidalgo cervantino le tenía obsesionado. No se explicaba esta obsesión su amigo ya que a pesar de la coincidencia en el apellido con el hidalgo ficticio y de su parecido físico y hasta en la tendencia a la ensoñación desaforada tan solo los devastadores efectos de la droga podrían haberle inducido a transformarse en un fan histérico de semejante majara.

-Me alegro de que por fin me reconozcas colega, por un momento creí que tu mirada había traspasado ya las puertas del más allá.

-¿Qué hora es, amigo Sancho?

-Dios sea loado, colega, creí que no ibas a regresar nunca de este mal viaje.

-De qué viaje hablas, amigo Sancho, es preciso que nos pongamos en camino. Si conoces alguna logia masónica, o algún amigo que adore a Satanas o incluso una asociación deportiva –sus bautismos son indelebles- es preciso que los encontremos cuanto antes para que puedan armarme caballero de estos tiempos modernos que más que espada y armadura necesitan de una lengua afilada para enfrentar a los enemigos de baja ralea que todo caballero terminar por hallar antes o después en el camino que le marca su acendrado corazón de desfacedor de entuertos.

* * *



Sancho ayudó a Luis Quixote a subir a su vieja y destartalada moto que en otros tiempos fue una montura de primera línea pero que el tiempo y la desidia de su amo habían convertido en una cabalgadura que nadie en su sano juicio habría considerado como apta para otra cosa que para el desguace. A su vez él puso en marcha una pequeña moto de segunda mano que aún tiraba con ganas gracias a los retoques dados al motor por un colega.

Sin mirar atrás cogieron la carretera general que llevaba al Sur, lo que dado el tiempo otoñal que ya se mostraba en los fuertes vientos y un suave relente mañanero ayudaría a evitar el crudo invierno que ya asomaba por el horizonte. Paco Sancho se puso a la altura de su colega que parecía un zombi sobre una moto, incapaz de alcanzar una velocidad decente, siguiendo el arcén como un asno con orejeras ojearía un camino de tierra en la llanura después de trasegar un buen hato de alfalfa. Sancho de vez en cuando le preguntaba cualquier cosa temeroso de que volviera a quedarse traspuesto y se cayera mientras intentaba recordar viejos tiempos juveniles en los que toda su preocupación era dar de comer al ganado y otear el cielo para ver si alguna nube traería a tiempo el agua que los agricultores anhelan más que el vino la mayor parte del año. Así avanzaron lentamente por una carretera que lo mismo hubiera podido llevarles al infierno dada la prisa que mostraban en llegar. El tráfico motorizado les adelantaba con tanta prisa que Luis Quixote y Sancho parecían gente de otra época, caídos en aquel lugar a través de un agujero dimensional; lo que no era tan descabellado dado el nulo caso que les hacían los que pasaban a su lado. Sancho lo habría considerado perfectamente posible si su roma fantasía le llevara alguna vez por otros caminos que no fueran los de la trillada realidad. 

Continuará.

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