Llegó a Viena con una mano detrás y otra delante. Todas sus pertenencias estaban dentro de su cráneo, algo que le convenció para siempre de que en realidad la mayoría de las enfermedades mentales proceden de la posesión de cosas materiales y no de su carencia.
Pretendía seguir los pasos de Freud pero por azares del destino y de la fortuna fueron las huellas de Jung las que se cruzaron en su camino y el subconsciente colectivo se convertiría en la gran meta de su vida. Lo de las huellas lo digo en sentido metafórico no real puesto que el cuerpo del genio llevaba muerto algunos años. Tal vez no su espíritu que empezó a rondar al Dr. Sun como el fantasma de su padre a Hamlet. El doctor no es tan viejo como todo eso, diría yo que no pasa de cuarentón. A pesar de ello o precisamente por ello cae bien a las mujeres, más que bien diría yo. Los jóvenes no suelen caer tan bien a las damas, su inexperiencia les quita aún más de lo que su cuerpo de efebos les da. ¡Lástima que sus primeros clientes fueran hombres y no mujeres!
El entonces muy aplicado estudiante se dio un día de morros con el subconsciente colectivo de Jung con la forma de un profesor adorador de esta extraña teoría apenas explotada por la ciencia psiquiátrica. Fue un flechazo a primera vista hasta el punto de que ya no pudo dejar de pensar en ella ni para ir a mear. Y ustedes disculpen la grosería de este cronista pero ¡qué se puede esperar de un cronista loco!. No pueden pedirme que hable como los cuerdos con mentiras elegantes y arteras. ¿No dicen que de la boca de los niños, los borrachos y los locos se escucha siempre la verdad?. Pues se van a enterar ustedes de lo que es una verdad desnuda dicha por un loco. Van a pedir socorro y nadie acudirá en su ayuda, se los prometo. Por mentirosos, por corteses y educados, que son todos unos…Me disculparán ustedes una vez más esta pelotera pero es que a veces se me olvida que soy un cronista y me sale la vena de loco. No se preocupen que no les voy a agredir. ¡Ya ven como me controlo!. La vida del doctor Carlo Sun, personaje egregio donde los haya, merece este sacrificio y cien más que me pidieran.
Les decía que el encuentro con el monstruo al que algunos llaman subconsciente colectivo de Jung fue un flechazo a primera vista. Las posibilidades de este descubrimiento le pusieron los pelos como escarpias al amado doctor. Tanto que se vio obligado a buscar en la Selva Negra un aserradero que pudiera con la dureza de esas escarpias que ya habían mellado sierras, serruchos y no digamos tijeras. Tuvo que poner con mucho cuidado su egregia cabeza junto a la sierra dentada más afilada y dura de cualquier aserradero que ustedes conozcan. Fue una experiencia que nunca olvidó y su metáfora del subconsciente colectivo como una sierra dentada capaz de acabar hasta con el más guapo se convirtió en una coletilla plomiza y muy desagradable que finalizaba todas sus parrafadas. Una experiencia inolvidable, pueden creerme, porque como buen empático que soy ya he puesto mi cabeza de chorlito en lugar de la suya un millón de veces al menos. Y les aseguro que es una experiencia que lo cura todo o casi todo. Se lo repito por última vez y no me obliguen a hacerlo más voces porque entonces sí que pierdo el control.
Su tesis doctoral versó sobre este tema precisamente, ya es casualidad. Como lo fue también que los pelos de los componentes del tribunal que le examinó adquirieran la condición de escarpias. Fue aprobado con eso de cum laude, que no sé lo que es, pero me imagino que la prisa por hacerse serrar las escarpias no les permitió un examen muy a fondo de los conocimientos de mi dilecto doctor Sun porque de otra forma le hubieran encerrado en una mazmorra y torturado hasta la muerte. El hecho es que todo el tribunal en pleno se trasladó al famoso aserradero de la Selva Negra del que me niego a facilitarles el nombre porque en alemán suena como una descarga de fusilería y deberían saber ya que un servidor de ustedes no sabe idiomas, ningún loco es capaz de esta proeza sino está poseído por el mismísimo Satanás. Y les aseguro que nada complacería más a este empático que ponerse en la piel de este auténtico canalla. Lo cual sin duda sería más divertido que ponerse en la piel omnipotente de la divinidad habida cuenta de lo setas que han salido todos sus seguidores.
Me gustaría comentar con ustedes esta tesis doctoral que se cuenta ya entre los prodigios de la ciencia psiquiátrica pero eso nos llevaría un poco de tiempo y ya no puedo más. Mi narcisismo profundo e inapelable me obliga a que ustedes conozcan cuanto antes mi historia clínica. Léanla con detenimiento y que sea lo que Dios quiera.
No se marchen que las historias de locos son muy divertidas y más si las cuentan ellos. Un abrazo empático para todos ustedes.
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