KARL FUTURE, VERSIÓN ANTIGUA
KARL FUTURE, NARRADO POR ÉL MISMO
A SU DIARIO, LA CÁMARA-ROBOT CYBYL
4291
No esperaba a nadie, aún así salí
de estampida en cuanto el pitorrín que llevo en la oreja derecha, la voz de mi
hogar, me avisó de que estaban llamando a la puerta. Lo que no me dijo fue de
quién se trataba por lo que la sorpresa que recibí fue mayúscula. Me había
olvidado por completo de que en un programa interactivo de la televisión MXV
había dado a una tecla del mando, como indicando que aceptaba el regalo de una
cámara de video robótica, último modelo. Se trataba de un regalo interesado
puesto que en un momento determinado podías dar a otro botoncito y salir en
directo en el programa “Escenas en directo de la vida corriente y moliente”- Un
jurado, compuesto por unos cuantos tontos de capirote elegía el mejor vídeo de
la semana y ganabas una pasta gansa que solucionaba parte de tus problemas por
el resto de tu vida, los otros problemas no los podría solucionar ni la pasta
ni la gansa, pero mejor tener la mitad de los problemas que tenerlos todos.
Me toqué la oreja izquierda para
abrir la puerta. No vi a nadie, avancé unos pasos y caí de bruces. Había
tropezado con algo. Una risita metálica, muy repugnante, me sobresaltó. A la
altura de mis ojos se movía en el aire una cámara robot con alas. Tenía la
forma típica de estos artilugios, solo que más pequeñita, más aerodinámica.
Semejaba un avión en miniatura. Tenía encendido su pilotito rojo y me estaba
grabando con total desparpajo.
-Hola, amigo Carl Future, soy la cámara-robot Cybyl 4291. He sido
programada para que me ponga a tus órdenes hasta nueva programación. Para activarme tendrás que aceptar
verbalmente los términos y condiciones que paso a leerte.
Me leyó todos los términos, con
tal detalle, con tanta pausa y regodeo, que cuando terminó yo me encontraba
sentado en el salón, con una botella vacía de buen güisqui de centeno y una
cogorza monumental, de “ no te menees porque no puedes”. La maldita cámara no había dejado de grabarme
todo el tiempo. Bueno, al menos me reiría luego un rato, cuando se me hubiera
pasado la resaca, con mejor humor. No se
activó, la muy puñetera, hasta que repetí verbalmente la fórmula:
“Yo, Carl Future, acepto los
términos y condiciones de este contrato y juro solemnemente cumplirlos o soy consciente de que me veré en
los tribunales”.
No comprendo muy bien cómo Cybyl
pudo dar por válido el juramento con aquella voz de borracho, incomprensible e
inextricable, incluso para un robot amamantado con güisqui de Kentucky.
Pasadas unas veinticuatro horas,
más o menos, decidí ver la grabación y
pude comprobar que mi aceptación de las condiciones del contrato sonaba algo
así como: “ afeccctooo zodas, zodas, las conciciones y… y…”
Lo que sigue es incomprensible e
inimitable. No he conseguido que Cybyl se desactive. He probado a darle todo
tipo de órdenes. He revisado el manual, he llamado a la mandataria del robot,
todo inútil. Al parecer sigo el protocolo correcto pero la dichosa “robotina”
se ha bloqueado o es demasiado lista y hace lo que quiere. Podría llevarla al
taller que la empresa ha señalado para su revisión, pero eso me llevaría mucho
tiempo y además me he acostumbrado a la idea de dictarle mi diario a Cybyl. El
problema es que nunca se desactiva, graba y graba, lo mismo que esté en el
retrete que dormido (esto lo sé porque al despertar veo lo que ha grabado y
hasta puedo escuchar mis ronquidos).
Creo que nunca fui sonámbulo, y
por mucho que Lucy, mi ex novia, lo intentara, tampoco soy un borracho. Lo de
roncador era algo que intuía, pero muy vagamente…
Por suerte ni borracho, ni
sobrio, ni dormido ni despierto, toqué el botón que me ponía en directo al
alcance de toda la audiencia del planeta.
Antes que nada me van a permitir
que les explique en qué mundo vivo, no sea que alguno de ustedes haya quedado
en hibernación dentro de su armario y de repente despierte, salga del armario y
se encuentre realmente perplejo.
Estamos en el año 2224. Es una
pena que no sea el 2222, porque me encantan los capicúas y creo que me dan
suerte. ¡Qué le vamos a hacer! Uno tiene que aceptar la realidad tal como es y
no como le gustaría que fuera o fuese.
El mundo que ustedes conocen,
también llamado planeta Tierra, ha evolucionado tecnológicamente mucho, “la
tira” como dirían ustedes si se hubiesen hibernado en el siglo XX, segunda
quincena, década prodigiosa, para despertar ahora, tan sobresaltados como
aterrorizados. Sí, cierto, hemos evolucionado -¡quién lo diría!- aunque en lo
que se refiere a inteligencia emocional seguimos igual de “gilipollas” que
antes (como diría, etc, ya se conocen la cancioncilla).
No les voy a contar de “una
tacada” (jerga del... ya saben, que tanto me gusta y que emplearé mucho en este
diario) cómo es actualmente su-nuestro planeta. Me limitaré a darles los datos
más esenciales:
Me llamo Carl Future, soy nativo
de Pensilvania, estado de la antigua USA. Estoy soltero, por desgracia, porque
daría cualquier cosa, incluido un brazo biónico, por tener a mi lado a una
preciosa mujercita, aunque me echara broncas todos los días y nos lleváramos
fatal. La soledad es muy dura y ningún artilugio electrónico o robotina puede
atenuar esta angustia.
En realidad la mayoría estamos
solteros en el presente actual. En … Les he pillado, ahora me estoy refiriendo
al siglo XXI, a sus comienzos, nos hubieran llamado “singles”. ¡Qué chorrada!
Las razones son varias y tantas que me olvidaré de explicarles susodichas
razones.
Trabajo un par de horas diarias a
través de la red virtual que conecta todos los hogares del planeta y nos
conecta a todos, lo queramos o no. A cambio vivo como un rey en Nueva York,
solo que en Pensilvania.
En esta época histórica viajamos
mucho, esencialmente somos turistas y comunicadores virtuales. Si ustedes
vivieran en el pasado, presente para ustedes, es decir en el siglo XX o XXI y
siguientes y concordantes, no sabrían que ahora, futuro para ustedes, sabemos
muchas, muchas cosas, entre ellas hemos descubierto alguno de los grandes
secretos de la mente. La razón del sueño, pongamos por caso. Aunque no se lo
crean nuestras mentes son una especie de ectoplasmas de casi pura energía que
están sobre nuestras cabezas, o dentro de nuestros cráneos, o al lado de
nuestros cuerpos ( todo da igual porque el espacio no existe en la física
cuántica, ni tampoco el tiempo, y esto es muy, pero que muy parecido a la
física cuántica) y los sueños no son otra cosa que lo que ve la mente cuando no
tiene puestas las orejeras de los ojos. Se lo digo por dos razones, la primera
porque antes o después se van a enterar, porque con el tiempo les hablaré de
todos los inventos del futuro, para ustedes, presente para mí. Y la otra razón
es que así entenderán mejor estos concursos televisivos, tan esperpénticos, que
invaden el gran ego planetario como así se le llama ahora a la Tierra, “Gran Ego Planetario”
G.E.P. Uno de estos programas, del que ya les he hablado, “Ponga un espejo en
su vida” me ha regalado a Cybyl.
Y me disculparán ustedes, porque
no puedo seguir narrando esta historia. Cybyl se está “cachondeando” de mí y
creo que voy a intentar apagarla como sea.
Continuará.
ESBOZO
El doctor Sun se siente intrigado
por este extraño hombre, como no saca nada en limpio decide hipnotizarlo. Al
saber que le gusta Bach le invita a su despacho y le pone las variaciones
Golberg.
ESBOZO FÍSICO
Josen Alto, guapo, con rasgos muy
extraños, bien mirado parece blanco, aunque tiene un moreno que no es de sol,
ojos orientales, hombros y envergadura de aborigen australiano, impasibilidad
de la raza india, apache Sun.
Al hipnotizarle descubre que
viene del futuro, se llama Carl 24. Sun le pregunta si es un robot. Responde
que es un hombre biónico. Ha huido del futuro porque no le gusta y ha viajado
en el tiempo a diferentes. Ha decidido quedarse en esta época.
CARL FUTURE
El Sr. Buenavista continuaba tomando
filiaciones en la Torre
de Babel. Con cada ejemplar, fechado y datado, la sensación de que en el
edificio se habían recibido un conjunto de locos de lo más peculiar, iba
aumentando y se hizo casi angustiosa al llegar a CArl Future.
Este se había adecentado un
despachito en los sótanos y estaba reciclando un antiguo salón de máquinas (la
calefacción se cambió a aire acondicionado hace algunos años) como centro de
control de seguridad del edificio, numerosos monitores, consolas de mando,
laberíntico cableado, aquello parecía una tienda de informática.
Carl Future es un hombre alto,
con una envergadura de oso polar, de raza y colos indistinguibles. A
simple vista parece un hombre blanco, pero bien mirado tal vez se haya echado
algo de café en la leche, porque su moreno no es precisamente de terrenal en la Torre de Babel hay una gran
terraza solarium que utilizban ejecutivos, ejecutivas, secretarios y
secretarias para tomar el sol.
Carl Futuro podría considerarse
una mezcla de hombre blanco, hombre negro, aborigen australiano (por los
hombros y la cabeza) hombre chino o japonés ( por las rasgaduras de los ojos) y
hasta incluso apache o comanche por su imperturbable postura, hiciera lo que
hiciera el Sr. Buenavista hasta se planteó si no tendría algo de robot. No fue
esta la primera pregunta que le hizo, sino otra.
-¿Nombre?
-¿Para qué quiere saberlo?
-¿No quiere participar en el
grupo de empresas o Holding internacional que estoy construyendo con el dinero
de Slictik. ¿Renuncia usted a lo que le comprende como personaje de este
informe ocular?
-No me siento personaje de nadie.
Pero si hay que serlo para recibir dinero no me importaría asumir que nací de
una bola romana.
- A mi tampoco. En eso es usted
como yo, el dinero es lo principal. ¿Me va a decir ahora el nombre?
-Carlo Future.
-¿Qué clase de nombre es ese?
-Bueno en realidad me llamo CArlo
XXIV pero como he visto que ustedes siguen utilizando apellidos me busqué uno.
-¿Y no encontró nada más
llamativo?
-Me pareció el más conveniente
teniendo en cuenta que vengo del futuro.
-¿Del futuro?
El Sr. Buenavista asumió
enseguida que estaba ante el loco más original del rebaño y decidió seguirle la
corriente.
-Así es, vengo de un futuro que
para ustedes no ha llegado aún, pero llegará.
-¿De qué futuro, si puede
saberse?
-Claro que puede saberse. Del
siglo XXXI concretamente.
-¿Antes o después de Cristo?
Su ironía pasó desapercibida a
Carl Future.
-Después, por supuesto. El siglo
XXXI antes de Cristo tenía su encanto, pero tecnológicamente era irrelevante.
-¿Y por qué eligió esta época?
-Muy sencillo, porque me permite
utilizar mis conocimientos tecnológicos como si fuera un dios y porque este
grupito de chiflados me resulta simpático en extremo.
-¿En su época no hay chiflados?
-¡Oh, sí! Casi todos lo estamos.
Pero al menos en este presente aún queda un poco de libertad que uno puede
respirar si abre bien la boca.
El Sr. Buenaivsta agotó su
paciencia. Se despidió deprisa y corriendo y no paró ahsta el despacho del
doctor Sun. Una vez tomó nota de su filiación le comentó su conversación con
Carl Future.
Debería hipnotizar usted a este
chalado a ver qué saca.
-¿Por qué lo llama chalado?
Apenas lo conozco pero es el único de ustedes que ha ofrecido su ayuda antes de
pedir un despachito. Si cree que venir del futuro allá él. Otros dicen haber
sido abducidos por ovnis y nadie les encierra.
-Como quiera, pero hágame caso e
hipnotícelo. Este hombre me da mala espina.
En cuanto Buenavista le dejó solo
el doctor Sun se quedó pensativo. Tal vez no fuera mala idea. Debería hipnotizar
a todos los residentes en la
Torre de Babel. Si no encontraba allí el subconsciente
colectivo no le encontraría en ninguna otra parte.
Les ahorraré todo el proceso para
resumirla lo que encontró el doctor Sun en el subconsciente de Carl Future.
¿Qué quién soy yo? Lotario, el
reportero más dicharachero del diario, el paparazzi más atrevido desde que se
inventó esta profesión.
Disfrazado de empleado de
Candelaria, con el pelo al cero y uniforme nazi fue pasando completamente
desapercibido.
Continuará
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