miércoles, 1 de julio de 2015

EL VERDUGO DEL KARMA II

RELATOS ESOTÉRICOS II



 DIARIO DE UN VERDUGO DEL KARMA
 
 
    PRIMERA ENTREGA

Que recuerde, en todas mis reencarnaciones fui considerado como “un personajillo bastante raro” por la gente de mi entorno. Lo que me sorprendió, sobre todo al principio, fue que al desencarnarme y permanecer aquí en uno de los escalones más bajos de la jerarquía cósmica del mundo desencarnado o más allá o dimensión paralela, es decir como verdugo del karma, la gente me seguía considerando como “un personajillo raro”. ¿Qué hago yo para merecer esto?

 Cuando me destinaron una temporadita, en comisión de servicio, a los archivos akásicos o biblioteca de todo lo que ha existido, existe y existirá, y especialmente de personas y seres inteligentes, descubrí, al hurgar en las estanterías de videos y libros, donde se archivan todas las reencarnaciones y escenas de las mismas, de la “a” a la “pá”, que algunos vídeos o libros estaban vacíos, limpios como una patena. Eso me sorprendió tanto que solicité audiencia con el Archivero Mayor y le expliqué el problema. El buen anciano se sonrió y me preguntó qué curiosidad me había llevado a buscar explicaciones en lugar de dejar las cosas como estaban, tal como hacían los demás.

 -Bueno, le dije, no me encaja. Eso es todo.

 -¿Seguro que es todo?

 -Bien, no, he pensado en utilizar esos libros y videos vacíos para llevar un diario personal. ¿Le parece mal?

 -Al contrario. Me encanta que alguien haya decidido pensar y actuar por su cuenta. Estoy harto de burócratas y chupatintas sin la menor creatividad. Se conforman con archivar  los documentos en el estante correspondiente y en la letra que procede, y luego, en sus ratos libres, curiosear en vidas ajenas, como auténticos cotillas. ¡Parece mentira que llevando tanto tiempo aquí todavía sientan curiosidad por algo! En cambio tú, un novato en comisión de servicio, no solo no se entretiene husmeando en vidas ajenas, sino que quiere escribir un diario. ¡Un diario! ¡Sabiendo que cada segundo de tu vida queda reflejado en el correspondiente archivo afásico, con pelos y señales, con pensamientos y emociones! Eres un poco rarillo, pero no me parece mal. Aquí necesitaríamos un rarillo de vez en cuando para que nos despertara del letargo. Por supuesto que puedes escribir tu diario, pero siempre en el tiempo libre que te dejen tus quehaceres, en caso contrario tendré que informar a tus superiores.-Se lo agradezco mucho, señor Archivero Mayor, pero no ha respondido a mi pregunta. ¿Qué hacen esos videos y libros vacíos en las estanterías, como escondidos por un niño juguetón?-Es un secreto, un misterio, “top secret”, pero creo que debo premiar tu originalidad y creatividad. Esos libros y videos estuvieron, en un tiempo, tan llenos como los demás. Como sabes al nacer a la personalidad, por un acto generoso de la Divinidad -¡que su nombre sea siempre adorado!- toda nueva criatura en los siete Superuniversos, recibe un nombre, su primer y eterno nombre y se le asigna un archivo en esta gran biblioteca Akásica. Allí comienzan a escribirse y grabarse sus primeros pasos en el mundo de la consciencia y sus posibles futuros, los que serán y los que no serán o podrían ser y dependen de su libre voluntad. Esos archivos nunca estarán ya vacíos, a cada instante se irán completando con los diferentes pasados y futuros y escenas de cada presente en las diferentes reencarnaciones. Se abren nuevos archivos para cada ramificación que se abre o se cierra con cada decisión. Los archivos crecen y crecen, nunca disminuyen… Pues bien. Existe un caso en el que esos archivos no solo dejan de crecer, sino que acaban completamente borrados, como si nunca hubieran existido.

-Perdone, respetado Archivero Mayor, pero me temo que eso es imposible. Nunca he oído hablar de semejante posibilidad. Confieso que me siento aterrorizado.

-Y es para estarlo, querido amigo. Estamos hablando de la aniquilación perpetua sin posibilidad de remisión alguna. Ya sé que vosotros, los mortales, los reencarnados, estáis más acostumbrados que nosotros, los eternos, a pensar en esa posibilidad. Al fin y al cabo en cada una de vuestras reencarnaciones os habéis planteado, como quien bebe un vaso de agua, la posibilidad…-¡qué digo!- la certeza de morir para siempre. Es algo que asumís en cuanto os llega el uso de razón. Somos mortales, lo nuestro es morir y una vez muertos no existe resurrección ni reencarnación. Para los eternos es inexplicable que una consciencia pueda llegar siquiera a plantearse la aniquilación total, el regreso a la nada. Si fuéramos capaces de hacerlo la angustia nos acabaría aniquilando. Solo la inconsciencia más absoluta es capaz de pensar tal cosa… Pues bien, la muerte sí existe, la aniquilación total, la única muerte posible para los eternos sí es posible. Solo en casos excepcionales y por sentencia inapelable del tribunal de los Ancianos de los Días, los regentes de los Superuniversos. Estos casos son muy insólitos y solo en supuestos de rebeldía, como es el caso de Lucifer en el sistema del que tú procedes.

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 -¿Quiere usted decir, amado Archivero Mayor, que Dios, la Divinidad, permite que se aniquile alguna de las criaturas que él ha creado?

 -¿Acaso no lo pensaste una y mil veces mientras estaba reencarnado?

 -Entonces no creía en Dios.

 -¿Y ahora sí?

 -Bueno, digamos que estoy más predispuesto a ello. Una vez muerto y habiendo comprobado que la muerte solo es un paso más en la evolución, creo que soy capaz de creer en cualquier cosa, incluso en la existencia de Dios.
 
-Me alegro por ti, querido hijo. Pues bien, ya sabes a qué se deben los videos, libros y demás archivos en blanco. Tienes mi permiso para utilizarlos y escribir tu diario, aunque repito que eres un poco rarillo. ¿No crees?

Ya antes me lo habían dicho, pero cuando el Archivero Mayor me lo confirmó, acepté de una vez y para siempre mi condición de “rara avis”.

Y aquí finaliza esta primera entrega. Cuando un compañero me ha visto escribiendo en el libro, se ha acercado, muy intrigado y me ha preguntado qué estaba haciendo. Cuando se lo he dicho se ha llevado las manos a la cabeza mientras exclamaba: ¡Pero qué raro eres! A continuación me ha preguntado si tenía autorización del Archivero Mayor. Aquí hasta el burócrata o chupatintas más humilde se cree con derecho a pedirte cuentas de todo. Sabiéndolo el buen anciano me facilitó un pequeño documento que le enseñé con gran regocijo por mi parte.

 Se alejó rezongando. Imagino que mañana todo el mundo sabrá por estos pagos lo raro que soy, si es que no lo sabían ya.



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