jueves, 2 de julio de 2015

EL VERDUGO DEL KARMA V


LOS DIOSES DEL KARMA

EL INICIADO/ CONTINUACIÓN




El susto que se llevó el iniciado hubiera descontrolado mi equilibrio emocional de no estar ya acostumbrado a estos sobresaltos.

-Esto es un sueño. Esto es un sueño. No puede ser verdad.

Es lo que dicen todos, la típica reacción de incredulidad. Tuve que ponerme inmediatamente a darle explicaciones de dónde estábamos y qué hacían aquellos gigantes, por qué estaban sentados delante de unas desmesuradas pantallas, observando con detenimiento escenas que no se nos permitía ver, al tiempo que pulsaban extraños controles de diferentes colores y formas.

-Los dioses del karma hacen sus turnos de tres en tres. Como bien sabes la trinidad es el símbolo del equilibrio. En él están presentes las dos fuerzas fundamentales del universo y una tercera, resultante de su mezcla y equilibrio.

No voy a presentarte a los dioses porque no está previsto y porque para ellos somos tan poca cosa que tienen que esforzarse para vernos. Sin embargo tenemos el correspondiente permiso que nos libraría de los efectos de su cólera en el improbable caso de que les molestáramos con alguna conducta reprobable e imperdonable.

Saqué un pergamino con el sello del Consejo de Ancianos y se lo mostré.

-Esto nos librará de su cólera, pero no se te ocurra abusar o nos veremos en un buen lío.

Nos encontrábamos a las puertas de un salón de altos techos, muy amplio y casi vacío, a no ser por varias enormes consolas en su centro, unidas a gigantescas pantallas que se mantenían en el aire por algún raro milagro. Enormes ventanales rectangulares permitían la visión del exterior. Los dibujos multicolores de las galaxias producían un efecto en el ojo que los ve por primera vez a través de este ventanal que me permitiría calificar de pasmo y éxtasis.

Así quedó mi iniciado, estático y pasmado, observando el universo a través de los ventanales de la oficina del karma. 

Cuando recuperó el habla me gritó, como si yo fuera sordo.

-Esto no puede ser, es imposible. El universo es infinito, no se puede ver desde un ventana, como si fuera el jardín que tenemos delante de nuestra casa.

-Recuerda que no estás en el cuerpo físico. Esto no lo estás viendo con tus ojos de carne, sino con tu ojo espiritual o tercer ojo. Para el ojo del espíritu no hay espacio ni distancias, todo puede ser visto fuera del tiempo y por encima o por debajo del espacio, en un punto donde todas las perspectivas convergen y lo que se ve es más el dibujo geométrico del creador que la materia burda que contempla la criatura.

El iniciado se acercó a un ventanal, un poco temeroso, como si temiera que no de aquellos gigantes se levantara de pronto y la aplastara bajo sus descomunales pies.

Me acerqué y me puse a su lado.

El espectáculo del universo desde los ventanales de los dioses del karma siempre resulta profundamente bello y estremecedor. Uno comprende entonces que la cantidad o extensión no deja de ser una cuestión del grosor de la lupa que utilizas, es decir algo exterior a ti y a la esencia auténtica de la realidad.

Para los dioses del karma el universo puede que sea poco más que el jardincillo que tienes delante del ventanal. En cambio para una hormiga escapa a su consciencia ampliada hasta el infinito.

La percepción del universo no es cuestión de proporciones, sino de consciencias. Par aun verdugo del karma el universo sigue siendo estremecedoramente bello e inmenso. Para un iniciado aún más. Por eso ambos permanecimos con la nariz pegada al ventanal y la respiración suspendida. Tuve que pellizcarme el brazo, hablando metafóricamente para volver a aquella realidad (hay muchas realidades). Al iniciado tardé más en recuperarlo para la vida práctica. No hacía más que lanzar exclamaciones. ¡Uuh! Aah! Y repetía una y otra vez: Esto deberían verlo los que no creen en nada. Ya lo creo.

Le conminé a seguir a rajatabla mis instrucciones.

-Estamos aquí para que conozcan cómo funcionan las oficinas del karma. Empezaremos por lo que se ve en los monitores kármicos. Este de aquí. Está vacío. Usted póngase detrás de mi y no haga ruido, se lo suplico.

El monitor estaba apagado, los dioses de guardia utilizaban los tres centrales, situados en forma triangular. Encendí el monitor oprimiendo un mando con forma de cráneo peludo. Sin un zumbido la pantalla se encendió y en su centro un planeta azul inconfundible parpadeó ligeramente y luego se quedó fijo, como muerto...

-Bien estos monitores son una prolongación de las consciencias de los dioses del karma. Construidos de pura energía sus mandos están pensados más para inexpertos como nosotros que para los propios dioses, a quienes basta con el deseo para manejar sus instrumentos generadores de sus mentes y consciencias. Aparece enfocado hacia la Tierra porque el ordenador está ligando mi mente, supongo.

La imagen del monitor fue cambiando, caímos en picado hacia el planeta, que se fue viendo cada vez más y más nítido. Estaba claro que nos dirigíamos hacia un país llamado España. En unos segundos estuvimos suspendidos sobre el techo de un cuarto. En el lecho, un cuerpo en horizontal parecía dormido, o más bien muerto.

La imagen pasó a primer plano del rostro y el iniciado soltó un gritito de sorpresa:

-Soy yo, soy yo… No puedo creerlo.

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