jueves, 2 de julio de 2015

EL VERDUGO DEL KARMA VI





La supuesta cámara ascendió de nuevo hasta el techo y allí quedó suspendida. De pronto el cuerpo dormido desapareció y su lugar fue ocupado por un cuerpo despierto que se movía por la habitación haciendo algo.

-Ahí estoy preparando mi ceremonia de iniciación, preparando el espejo, encendiendo el incienso… No puedo creérmelo. Estos monitores son una maravilla, una auténtica maravilla.

El monitor parece dejar de captar mi mente porque las imágenes que sucedieron poco tenían que ver con mi interés en el asunto. La cámara buscaba el pasado del iniciado. Los momentos que él consideraba muy interesantes.

Pero de pronto el iniciado perdió los papeles, porque las nuevas imágenes eran muy poco satisfactorias para su honrilla de ser humano y la imagen de persona pública que había intentado mantener los años de su existencia.
Intenté no reírme de su pasmo ni de lo que estaba viendo. El pobre incauto aún estaba comprendiendo las frases bíblicas sobre la visión profunda y omnímoda de Yahvé que ve en lo más profundo de nuestros corazones y a quien nada se le escapa.
Era verdad, por supuesto, ni el tiempo ni el espacio son barreras que no se puedan saltar por las consciencias evolucionadas y las paredes materiales ni siquiera soportan el escrutinio de las nuevas tecnologías.

Estamos desnudos ante la divinidad y desnudos ante cualquiera que tenga interés y medios para espiarnos. Perdemos el tiempo creando imágenes falsas para que los demas nos tengan por lo que no somos. Nada hay oculto que no haya de ser descubierto. Gran verdad.

El iniciado pasó de la estupefacción a la rabia, suele suceder habitualmente.

-Esto me lo deberían haber dicho. Este es un secreto que no puede permanecer oculto por más tiempo… Cuando regrese a mi cuerpo lo pienso pregonar hasta al lucero del alba….Maldita sea mi alma….

Y esto fue lo más suave y dulce que dijo. Blasfemaba como un condenado y me vi obligado a pausar sus desvarios para no llamar la atención de los dioses del karma. Lancé una imagen contundente, contra su mente: un dios levantándose molesto por la interrupción y aplastándole bajo su inmenso pie. 

Dio resultado instantáneo. El iniciado supo que aquello no era una broma y se controló como buenamente pudo, no sin antes jurar y perjurar en voz baja que desvelaría aquel secreto a todo bicho viviente.

Me sonreí pero no dije nada.




El iniciado continuó observando en el monitor diferentes etapas de su vida. La sensación que tiene un espectador frío y objetivo como éste verdugo del karma se parece a la de un carcelero que contemplara a un recluso a través de una cámara de vigilancia, sin que el recluso sepa que le observan, y aún más, sin que conozca siquiera su condición de recluso. La cara que se le estaba poniendo al iniciado era todo un poema de la sorpresa, la desesperación y la impotencia. Hubiera sentido pena de su sufrimiento de no haber pasado yo por ello y saber que todos, antes o después, han de pasar por este trago.

Mi actitud era la de quien siente deseos de troncharse de risa viendo a un actor de cine cómica o quien ha puesto la zancadilla una vez, quejarse dramáticamente de su destino, cuando el resto de actores de la película han pasado por lo mismo mil veces, y sin rechistar ni perder la sonrisa.

Me daban ganas de patearle el culo a semejante imbécil y enchufarlo con los instrumentos de tortura que me son propios, como verdugo del karma, así aprendería que la facultad empática es la forma de conocimiento más perfecta, puesto que nos sitúa dentro de la piel del otro, colocándonos en la perspectiva adecuada en la jerarquía cósmica.

El iniciado no solo percibía su realidad física, en un entorno concreto, sino también sus pensamientos y emociones más íntimas. Esta sorprendente condición del monitor dejó a mi iniciado totalmente “turulato”, como decíamos los niños en la infancia de mi última reencarnación.

-¿Cómo es posible que pueda suceder algo así? Me preguntó con verdadero pasmo.

-Creo que has leído el Kybalion. Recordarás que allí se dice que el universo es “mental”. Si es así nada más fácil para un dios kármico que confeccionar, con la energía, instrumentos donde se reflejen los pensamientos y emociones humanas.




Al iniciado esa explicación no le calmó en absoluto.

-¿Quieres decir que el esfuerzo que realizamos para ocultar nuestros pensamientos y sentimientos más íntimos es un esfuerzo inútil y ridículo, puesto que los dioses lo ven y lo conocen todo y parece que hasta las moscas pueden entrar aquí y ver en los monitores lo que desean, siempre que no hagan ruido.

Dejé que siguiera pataleando. Al fin y al cabo la pataleta es el derecho de la víctima. Mientras tanto no perdía ripio de lo que iba proyectándose en el monitor.

El iniciado era un hombre como cualquier otro, con sus debilidades y sus grandezas anónimas que él creía que nadie puede conocer, como sucede a tantos y tantos héroes anónimos que llevan una vida de entrega, de generosidad hacia el prójimo y de pensamientos y sentimientos tan puros que hasta los querubines y serafines se asombran de que los humanos, tan débiles y tan tentados puedan preservar su esencia más pura y cristalina, sin la menor mancha.

El iniciado en cambio no se cortaba con sus pensamientos y emociones que más deberían avergonzarle. Pensamientos de lujuria o de odio, emociones mezquinas, tan mezquinas que en vez de risa daban asco, auténtico asco. No quiero detallar lo que vi, porque hasta el ser más miserable merece un respeto a su intimidad, que por quien corresponda se corra un tupido velo sobre las debilidades más vergonzosas de la especie humana. En este caso a quien corresponde correr un tupido velo es a a mí y lo hago de mil amores.

El iniciado sufrió un shock postraumático.

Continuará. 


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